Enrique Bunbury vuelve a la Argentina: el arte como única esperanza, la fantasía del anonimato y las cuentas sin saldar con Héroes del Silencio

Luego de un retiro obligado por problemas de salud, el español regresa a los escenarios con una gira que comenzará en diciembre en Buenos Aires. En esta entrevista exclusiva con Teleshow, ofrece una mirada crítica del mundo que habitamos y revela los secretos de Greta Garbo, un disco urgente, catártico y esperanzador

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Enrique Bunbury: la relación con el público argentino y el documental de Héroes del Silencio

Hace poco más de un año Enrique Bunbury anunció su abrupto retiro de los escenarios. A poco de iniciar el tour con el que repasaba 35 años de carrera, debió suspender la aventura por unos problemas en sus cuerdas vocales y su respiración, que le hicieron pensar que nunca más iba a poder dar un concierto. Venía del aislamiento profundo de la pandemia y los fantasmas del encierro volvían a abordarlo. Justo él, el aragonés errante, el extranjero de todo el mundo, el hombre inquieto que desde el sudeste asiático a la América profunda hizo de cada viaje una experiencia, otra vez tenía que parar.

Pero el pulso creativo seguía vivo. La voracidad compositiva y el ejercicio de poner el cuerpo para hacer canciones le empezaron a dar forma a Greta Garbo, su duodécimo disco de estudio donde ofrece una pintura de estos tiempos. “Encontré ese lugar sanador y de libertad que suponen las canciones en sí mismas”, dice desde Los Ángeles en esta entrevista íntima con Teleshow. Y como para retrucar a quienes se atrevan a asegurar que el arte no sana, se prepara para embarcarse en una nueva gira.

En una charla relajada Bunbury repasa el trasfondo de su nuevo trabajo y revela su entusiasmo por lo que se viene. Un álbum conceptual, urgente y fuera de tiempo, que en su sonido retro y sanguíneo presenta la paradoja de rejuvenecer su sonido. Diez canciones que hablan del encierro -el propio y el mundial-, donde fantasea con la posibilidad de ser anónimo aunque sea por un rato, y se ofrece como punta de lanza para un futuro mejor. Y que lo devolverá a la bendición de la comunión inmediata con el público. con una minigira que comenzará el 5 de diciembre en el Movistar Arena de Buenos Aires.

—¿En qué momento empiezan a acomodarse las canciones nuevas dentro del concepto Greta Garbo?

—Cuando empecé la gira del 35 aniversario, era consciente de que estaba escribiendo algunas canciones que podían formar parte de un álbum. Y durante el periodo de crisis en el que todos se tambaleaba, empecé a escribir de forma un poco más compulsiva y a ver que había una temática común que tenía que ver con el aislamiento. Me preocupaba no hacer conciertos y que la relación con los seguidores fuera exclusivamente a través de canciones que cuelgas en Internet o que sueltas en un álbum. De ahí surge Greta Garbo como un símbolo del aislamiento, porque ella anunció su retiro a los 36 años y nunca más volvió a actuar.

Enrique Bunbury: las letras, el sonido y el concepto del álbum Greta Garbo

—Una de las ideas que sobrevuela el disco es la desaparecer ¿Es posible en un artista que tiene una obra sobre sus espaldas que ya le pertenece al público?

—Mi intención era siempre seguir escribiendo canciones y seguir publicando discos, aunque ahora haya anunciado unos pocos shows porque me resulta complicado establecer ese gran compromiso que supone una gira extensa internacional. Entiendo que las canciones siguen estando ahí, pero la comunión que estableces con el público en un concierto es directa y muy hermosa. Allí el público te puede decir lo importante que han sido algunas canciones para ellos y al músico le permite establecer un lazo y una comunicación inmediata con el público. Es una parte muy importante que me preocupaba que dejara de existir.

—¿Cuánto hay de cierto en la fábula de “Alaska”? ¿Existe la fantasía de mudarse a un lugar perdido en el cual puedas ser un anónimo?

—Es una idea que habita en mí. Las canciones no solo responden a la necesidad de expresarte, sino también a la de comunicarte con alguien ahí fuera que conecte con lo que estás diciendo. Tengo los dos sentimientos a la vez, la necesidad de comunión, pero también la necesidad de aislamiento. Aunque si me fuera a algún lugar del mundo, no me busquen en Alaska porque soy muy friolero, pero sí que creo que era un buen símbolo de aislamiento.

—¿Lo intentás en tu vida cotidiana?

—Me gusta la vida anónima, actualmente vivo en Los Ángeles, en una comunidad en un cañón que está un tanto alejada, y es bastante placentero el poder tener esa cotidianidad que te otorga el anonimato. Contrariamente a muchos de los jóvenes de hoy, considero que el anonimato es un privilegio y algo a perseguir, todo lo contrario de los que piensan que lo que hay que perseguir es la celebridad, que en sí misma es una maldición. Una cosa es el éxito que pueda tener tu obra o que pueda tener el trabajo que tú has realizado, que siempre es agradable el saber que gusta; pero el reconocimiento físico humano llega un momento que tiende a la incomodidad.

Enrique Bunbury: Alaska

—El álbum se abre con un grito de rebelión que se hace colectivo. ¿Cuáles son los mapas en los que no encaja Enrique Bunbury?

—En los últimos años es bastante fácil sentirse fuera de cierta narrativa oficial, digamos, muy encorchetada. Tanto la canción que abre, “Nuestros mundos no obedecer a tus mapas”, como la última, “Corregir el mundo con una canción”, aparte de tener títulos larguísimos tienen en común que son dos metacanciones. Hablan sobre el acto creativo de la composición, ese lugar sanador y de libertad que suponen las canciones en sí mismas. “Nuestros mundos…” refiere a que, desde el arte, muchos creadores pueden tener una mirada ajena y oblicua a las opiniones más generales.

—En este sentido pienso en “este tiempo de mierda de enredadera” del que hablás en “La tormenta perfecta” y esta sensación de estar todo el tiempo conectados, pero al mismo tiempo alejados, impersonales. ¿Cómo es tu vínculo con las redes sociales y la tecnología?

—Bueno, con la tecnología en general soy cauto y respetuoso. No soy un hombre de piedra, me gusta poder estar hablando ahora mismo contigo vía zoom, poder vernos las caras. Soy consciente de las de las cosas buenas que te otorga la tecnología, pero no soy de los que piensan que todo en la tecnología es progreso. Hay cosas con las que tenemos que tener cuidado y hay límites que quizás nos debemos de imponer para no caer en la pérdida de tiempo ni en la adicción. Los smartphones paradójicamente nos hacen más tontos, el teléfono se vuelve más inteligente, pero nosotros vamos en sentido inverso. Y las redes sociales en general son un lugar complicado, en mi caso sirven para comunicarme con los fans, y prefiero dejar lo personal para para el vínculo privado.

—El disco cierra con “Corregir el mundo con una canción”, y siempre da vueltas la cuestión de si la música, o el arte en general, pueden cambiar el mundo. ¿Suena a cierta resignación?

—No, yo sigo pensando que la música, el cine, la literatura, la pintura cambian nuestros mundos constantemente. De vez en cuando encuentras una obra significativa que te hace repensar tus principios y encontrar un nuevo encuadre para tu estructura moral y filosófica. Yo sigo afortunadamente buscando y encontrando a estos autores que son tan geniales, y me vuelve a ocurrir re escuchando autores que me han transformado, como Dylan o Bowie.

Enrique Bunbury: Nuestros mundos no obedecen a tus mapas

—En medio de estas ideas oscuras, cada tanto apocalípticas, aparece el “germen de un futuro mejor”, una mirada esperanzadora de la que te hacés cargo en “Armagedón por compasión”. ¿Dónde te apoyás para buscar esa esperanza?

—Muchos amigos me preguntan lo mismo, por qué soy tan optimista con respecto a la humanidad, y sí, creo que es posible enderezar el mundo de manera natural. No creo en absoluto en el apocalipsis climático, ni en el apocalipsis social, ni que Putin va a acabar con el mundo en una guerra. Creo que todo acaba encontrando un lugar en el que corregimos nuestros propios errores y que la sociedad va encontrando soluciones a circunstancias nuevas. Hablábamos de las redes sociales y es un fenómeno que tiene 12, 14 años como mucho, y nosotros, que venimos de no haber tenido smartphone, tenemos el recuerdo de cómo se vivía antes y qué es lo que hemos perdido y qué es lo que hemos ganado. Afortunadamente, esa memoria sigue estando ahí y espero que eso pueda enderezar el curso de las próximas generaciones. Aunque también tengo que reconocer que no hay ninguna señal de nada de lo que estoy diciendo y todo indica que vamos hacia el abismo y el fin de los tiempos, pero no sé dónde encuentro ese ese optimismo de corregir.

—Queda clara la idea de la lírica del álbum. ¿Cómo definiste el enfoque musical? Ese sonido retro, el registro analógico, las influencias de la música de los ‘70 y ‘80…

—Toda esta visión tiene mucho que ver con la elección del productor, Adán Jodorowsky, que me propuso grabar en analógico eliminar la claqueta, trabajar con todos los músicos tocando en la misma sala, no utilizar ningún plugin de ordenador. Por un lado, esto lleva a un sonido a un sonido retro, a una realidad humana ocurriendo en las pistas, pero por otro lado creo que ha conseguido refrescar mi sonido. Este álbum suena más vivaz, más fresco, más directo y eléctrico que muchos de los últimos álbumes que había grabado

El ruido y la furia

Mientras Bunbury trabajaba de manera incesante en el estudio, durante la pandemia también se conoció el documental sobre Héroes del Silencio, el grupo que comandó entre los ‘80 y los ‘90 y que se separó en un momento de máxima popularidad. El trabajo de Netflix recoge, además de los testimonios de los músicos, los del staff, periodistas y allegados para armar el rompecabezas del grupo más grande del rock en español. Una tarea maratónica que se hizo más larga de lo esperado y que al parecer no lo dejó del todo satisfecho.

El poster oficial de Héroes
El poster oficial de Héroes del silencio Instagram@bunburyoficial)

—¿Cómo te sentiste mirando para atrás y repasando tu propia historia?

—No soy muy amigo de estar revisando constantemente el pasado, prefiero pensar en el en el futuro, pero estuvo bien reencontrarnos en esos pensamientos y en esos recuerdos y e intentar explicar un poco la historia del grupo. Creo que hay cosas que faltan, obviamente es muy difícil hacer un documental completo que explique todo, pero algunas cosas se podían haber tratado de otra manera.

—¿Cómo cuáles?

—Por ejemplo, toda la parte de la carrera internacional del grupo está muy por encima, tanto la parte de Europa como la parte de América. Y la parte del final de Héroes, y de cómo fue la separación, está contada de forma muy sesgada.

—¿Con esta sensación y a partir del auge de las biopics, te dieron ganas de contar tu vida?

—Prefiero dejarlo ahí. Esta es una historia que se ha contado, yo no estoy de acuerdo al 100% de lo que dicen ahí, creo que lo que pretendió ser la solución a un problema se muestra como el problema en sí mismo, y digamos que la semilla de la autodestrucción del grupo estaba sembrada hacía mucho tiempo. Tampoco hace falta incidir mucho más en eso porque obviamente es un tema en el que surgen circunstancias personales de las que creo que es mejor ni airear ni hablar demasiado de ellas.

—Una característica de tus shows como solista es que desde el principio tuvieron prioridad las nuevas canciones y no te apoyaste en el catálogo de Héroes, que parecería una apuesta segura. ¿Por qué tomaste esa decisión?

—La verdad es que mi relación con esas canciones fue estrecha y de agradecimiento, pero muy pronto tomé la decisión de construir algo nuevo y que para construir no debía echar mano a ese salvavidas que eran las canciones de Héroes, que sabía que las tocaba encima del escenario y eran los hits que el público quería oír. Hice el camino un poco más difícil, pero eso también me ha dado la satisfacción de contar con un repertorio de canciones propias que pueden defender un show.

—¿El público entendió eso desde el principio?

—Al público lo nombramos en singular, pero está conformado por muchas personas y supongo que habría quienes entendían que estaba iniciando un nuevo sendero que a lo mejor nos lleva hacia otro lugar, y otros que estarían pensando por qué cojones no canta canciones de Héroes del Silencio. Es difícil complacer a todo el mundo, lo que intentas es mantener el equilibrio sobre la sobre la cuerda floja.

Enrique Bunbury, listo para una
Enrique Bunbury, listo para una nueva aventura (Prensa)

Porque las cosas cambian

Mientras palpita el concierto del 5 de diciembre en el Movistar Arena, Enrique hace memoria y recuerda sus primeras visitas a Buenos Aires en épocas de Héroes del Silencio. Destaca el pronto crecimiento del grupo, la conquista del templo del rock, y cómo logró sostener y ampliar esa convocatoria en sus diferentes giras como solista. Argentina es una parada obligada en sus tours, que incluye un registro en vivo en la serie de conciertos del Teatro Gran Rex en 2010.

—¿Qué lugar van a ocupar las canciones de Greta Garbo en la gira? Hasta el parate venías tocando una retrospectiva de tu carrera, y aparecieron no solo nuevas canciones, sino también un nuevo concepto.

—Digamos que esa gira se perdió en el espacio-tiempo y esto es un nuevo concepto en todos los sentidos. El equipo técnico y humano que me acompaña, el diseño de luces y de escenarios, de vestuario, el repertorio, todo será revisado y se está actualizando con respecto a una nueva visión. Esta es la gira Greta Garbo, entonces hay una parte importante de apoyo al álbum y una parte de retrospectiva en la que miraremos a todas las épocas de mi carrera.

—¿Cómo palpitás el reencuentro con el público argentino?

—Los conciertos en Argentina son muy especiales y muy emocionantes por esa cosa que tiene el público argentino que sabe perfectamente en qué consiste esto. Es una animalidad maravillosa de pasión mezclada con un conocimiento intelectual de lo que es el rock. Son muchos años de experiencia con el rock patrio, pero también con el rock internacional, y esa mezcla de erudición y pasión no se da en todos los países, normalmente la balanza está inclinada más para un lado o para otro.

—Tanto Licenciado Cantinas como El viaje a ninguna parte son dos obras que tienen mucho que ver con esta parte del mundo. ¿Cuándo aparece tu avidez por conocer la obra musical de América Latina?

—Surge prácticamente desde el mismo instante en el que con Héroes pisamos América por primera vez. Nosotros empezamos nuestra carrera internacional por los lugares por donde no debíamos. Por una cuestión de cercanía, fuimos antes a Bélgica, a Alemania y a Austria que a México o Buenos Aires. Nos fue muy bien en Europa, pero cuando pisamos América por primera vez empecé a sentir un amor muy profundo por la cultura latinoamericana, por la música, el folklore y eso lo he intentado mostrar poco a poco en mi carrera solista. Has marcado dos discos que claramente están influidos. El viaje a ninguna parte surge de un viaje por Latinoamérica, especialmente por Perú y por Nicaragua, pero en el disco aparece mi pasión por la música de otros lugares, desde Argentina hasta la frontera de Estados Unidos. Y Licenciado Cantinas es directamente un canto de amor a la música popular latinoamericana, de la que sigo aprendiendo y sigo enamorado y sigo escuchando de hecho el material nuevo que estoy componiendo para el próximo álbum es eminentemente latino y va a retomar esa visión panamericana.

La entrevista completa a Enrique Bunbury

Entrevista completa a Enrique Bunbury

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