José María Muscari: “Tomarme un gin tonic con Inés Estevez me resulta mejor plan que tener una cita”

El dramaturgo y director acaba de estrenar Plagio, una obra con cuatro elencos que se suma a las otras tres piezas que ya tiene en cartel. Aquí, reflexiona sobre el amor, la pareja, los hijos y su trabajo de 30 años derribando prejuicios y poniéndole nombre a lo que no se dice

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En un mano a mano con Teleshow, José María Muscari habla a fondo sobre el amor, la vida en pareja y sobre la posibilidad de ser padre

Dice que viene de un “proceso demencial”, y no es para menos. Acaba de estrenar Plagio en el Teatro Regina, una obra con cuatro variantes de elenco que se suma a las tres que ya tenía en cartelera (Sex, Perdida Mente y Family Club) y que implicó ensayos separados con cada una de las duplas protagónicas que forman Inés Estévez y Malena Solda, Diego Ramos y Nicolás Pauls, Esther Goris y Nicolás Riera, y Thelma Fardin y César Bordón. José María Muscari es una de esas personas que tienen la cabeza siempre en movimiento, produciendo, pensando, haciendo. Un tipo que no se queda quieto y se anima a llevar adelante ideas que para otros serían disparatadas o aterradoras. Alguien que se la pasa corriendo los límites de lo posible y lo decible; un creador, pero primero un valiente. El hombre que puso la diversidad en escena mucho antes de que fuera un requisito.

Con Plagio, el actor, dramaturgo y director lleva la idea de lo diverso al infinito. Plantea un “Elige tu propia aventura” a la medida de cada espectador: amor entre mujeres, entre varones, heterosexual con diferencia de edad en una pareja donde ella es mayor, y lo mismo pero al revés. El público decide qué historia ver. “Una locura, pero yo mismo me la busqué. Eso es lo extraño de mi propia existencia: yo mismo me busco las dificultades”, dice Muscari.

—La dificultades y las figuritas difíciles, las que a priori nadie imagina: hace más de 20 años que hiciste de los castings con artistas de todas las edades, géneros, orígenes y contextos una parte esencial de tu sello autoral. Te anticipaste a las imposiciones de la corrección política desde un lugar irreverente y desprejuiciado.

El concepto de diversidad tiene que ver mucho con mi trabajo y con mi cabeza, y creo que lo tengo incorporado desde mucho antes de que por suerte se empezará a incorporar para un montón de gente que era algo en lo que no pensaba. Mis elencos siempre fueron una especie de oda a la diversidad y, en el caso particular de Plagio, hizo un proceso muy extraño, de lo gay a lo hetero, porque en realidad inicialmente pensé la obra para una pareja de mujeres, que era la de Inés Estevez y Malena Solda. Después pensé: “Estaría bueno hacer la versión masculina de esto”. Y bueno, ahí surgió lo de Diego Ramos y Nico Pauls. Y después: “Pará, tengo esta obra que está re buena sobre el amor y los vínculos, quizás hay un montón de gente que no tiene ganas de ver una historia gay, estaría bueno que haya una opción heterosexual”. O sea, como que en realidad fue al revés: de lo de lo diverso a lo más convencional.

—Heterofriendly.

—Exacto. La misma obra me fue pidiendo que haga otras versiones para que al menos mucha gente, no todos, pudiera identificarse en alguno de esos vínculos, de esos personajes, de esas intensidades. Es una obra que habla del amor y mezcla la traición, el sexo y el deseo, con la política como pretexto. Uno de los personajes es aspirante a presidente y está muy arriba en las encuestas, es el que supuestamente el domingo gana; y el otro es su asesor, pero además es su amante. La obra tiene una disquisición que en estos días que le estrenamos es donde más el público se identifica. ¿Viste que cuando una pareja se separa tiene que dividir, no sé, la casa, el auto, la organización de los niños…? En este caso, que es una pareja compuesta medio de trampa, porque son amantes, se quieren separar y lo que los une es un proyecto, o ideas, o palabras. La obra plantea de quiénes son las palabras, de quiénes son las ideas, cuál es la identidad de esto que sos: “¿Sos vos o es un resultado de lo que hicimos juntos?”. Hay algo que es un poco indivisible cuando uno construye de verdad una pareja con otro y un proyecto con esa persona, que es mucho más que la casa, el auto y los chicos, y es un tema del que nunca se habla, pero es un duelo heavy. Y también un miedo.

—¿Te pasa o te pasó en tus relaciones eso de tenerle miedo al plagio, o a esta forma de plagio de quién se queda con las ideas?

—Yo soy súper autónomo, y cada vez que empiezo a estar con alguien, digo: “Pará, voy a empezar a armar este mundo juntos y, si esto se desarma, ¿de quién es cada cosa?”. No me refiero a la cosa práctica, sino a todo lo que no se puede dividir, ¿a quién le corresponde? Bueno, la obra entra en una zona muy filosófica, una pelea muy encarnizada sobre el poder de las ideas. ¿Qué significa plagiar? ¿Hasta donde las cosas son de uno y son del otro? Digamos, algo que vos me decís y yo lo repito, y me adueñé y le di mi propia forma, ¿ya es mío o en realidad la esencia es tuya y la tengo que reconocer? Ahí hay un montón de planteos que me parece que son súper vigentes y muy contemporáneos, y creo que es la base de por qué el público que está viniendo a ver Plagio se identifica tanto con la obra.

José María Muscari habla sobre la convocatoria a Thelma Fardín para protagonizar Plagio y la idea de “recuperar” figuras

—Hablando de lo actual y lo vigente, le diste en un rol protagónico a Thelma Fardin en un momento particular de su causa, el revés judicial en Brasil, que coincidió con el estreno. Y vos la ponés de nuevo a hacer lo que ella tiene que estar haciendo más allá de la lucha, que es actuar.

—Sí. En realidad, quiero ser muy sincero con esto, como que me hablan mucho de esto “llamaste a determinada actriz...”.

—Te la has pasado llamando…

—Sí, pero me hablan mucho de eso, como “recuperaste a determinada actriz que hace tanto que no trabajaba, ¡ay!, te la jugaste porque llamaste a Thelma”. En su momento, cuando hice Derechas (2018), convoqué a Calu Rivero mucho antes de la movida de Actrices Argentinas, cuando todavía ni siquiera la situación de Calu tenía un apoyo o un sostén. Calu se había ido del país por lo que le había pasado y yo la llamé para Derechas y fue como todo un valor que la llamara. Pero quiero ser muy sincero: cuando yo llamo a los actores o a las actrices, los llamo porque me gusta como actúan, no por la situación de vida que están pasando y que yo los quiero ayudar. Me parece que la mejor ayuda que yo puedo dar en esta respuesta a Thelma es que es una excelente actriz, que la llamé por cómo actúa, porque la rompe actuando, y que todo lo que pasa en su vida personal, desde ya que es algo con lo que comulgo y apoyo, pero que para mí en este caso es secundario: lo prioritario es que es una actriz tan buena como Inés Estévez, como Esther Goris, como Malena Solda, como Diego Ramos… En definitiva, lo que a mí me gustaría que le pase no a Thelma, a cualquier persona que tiene los cojones para hacerse cargo de algo que le sucedió en su vida y denunciarlo, y que eso no lo convierta en nada más en su vida cotidiana y en su vida laboral, porque eso me parece que es algo que pertenece al ámbito de la Justicia e incluso, en una persona como Thelma, que es pública, al ámbito de lo social, pero no al ámbito de lo laboral. Para mí no debería ser algo que funcione para bien o para mal como un valor. Por supuesto que uno es humano y con Thelma es un momento particular a partir de la sentencia donde se entremezclan un montón de cosas, pues te interesa saber cómo está ella, pero en ese sentido yo traté de naturalizar lo más que puedo el trabajo con Thelma como lo hice en su momento con Calu. Y si alguien tiene la necesidad de hatearme en algún momento porque incluyo a una persona que quizás no va con lo que piensa, lo tomo como una cosa natural de mi trabajo.

Muscari acaba de subir a cartel Plagio, una misma obra interpretada por cuatro elencos diferentes
Muscari acaba de subir a cartel Plagio, una misma obra interpretada por cuatro elencos diferentes

—¿Estás un poco curado de espanto del hateo en redes sociales?

—Yo soy súper proactivo en las redes sociales, les doy mucha bola. De hecho, tengo un espectáculo que es Family Club, un almuerzo familiar en vivo, que es un resultado de que las redes sociales pedían ver a mi familia en un escenario. Pero la verdad es que nunca me creo cuando las redes me dicen que soy muy capo o que soy un genio, y tampoco me angustio mucho si me dicen que soy un pelotudo; como que siento que ninguna de las dos cosas es verdad. O mejor dicho, el cruce de eso da el resultado de lo que soy, porque muchas veces tengo actitudes muy pelotudas y no me doy cuenta, y muchas veces tengo actitudes muy geniales y tampoco me las quiero creer mucho. Sí creo que cuando en las redes te repiten mucho algo es porque evidentemente hay algo que pusiste de manifiesto que mucha gente ve. Lo cual está bueno, porque uno puede reflexionar alrededor de eso, pero no son mi brújula ni son mi orientador. Además, si bien yo trabajo en las redes y las uso, puedo trabajar en la televisión o en la radio, pero mi lugar fundamental es el teatro, y al teatro no lo definen las redes. Yo he hecho un montón de espectáculos muy exitosos con personas que no son fuertes en las redes, el ejemplo más claro es Perdida Mente, una obra sobre el Alzheimer basada en el mundo de la neurociencia, con Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Mirtha Wons, Emilia Mazer e Iliana Calabró. Juntás a esas cinco actrices y no lográs una influencer, y sin embargo la obra es un hit: está todas las noches llena hace dos años. Entonces ahí te das cuenta de que, en realidad, las redes configuran un montón de cosas, pero para para el teatro, para el público que compre una entrada, no definen nada. Por eso no me asusta llamar a Esther Goris y mezclarla con Nicolás Riera, que quizás él es súper fuerte en redes y ella no.

—En cambio con Sex, que se estrenó en plena pandemia, las redes fueron clave.

—Claro. Sex está hace cuatro años, y haber tenido mucha gente fuerte en las redes le dio una visibilidad, sobre todo en ese momento. Voy aprendiendo y encontrando un mix con esto.

—Justo vi un hilo de Twitter que hiciste con las cosas que te dice tu psicóloga y no querías olvidarte, como “el afecto afecta”.

—Eso me dijo mi psicóloga y me quedo en la cabeza. Estábamos hablando no me acuerdo ni de qué y me dijo que empezara a naturalizar que hay un montón de gente que quizás cuando le decís “te quiero” o “te amo”, hay algo que le afecta, que la desorganiza. Yo soy muy franco en general, con los sentimientos también. Entonces creo que estábamos hablando de eso y me dijo: “Bueno, pero tenés que entender que el efecto afecta”. Y me gustó como sonaba.

—También decías algo como que sos muy concreto y si la respuesta ese “te quiero” es “no” o es una duda, mejor salir de ahí. Me decías que no estás en pareja. ¿Tenés ganas? ¿En qué estás en ese plano?

—Estoy en un momento que está bueno, porque es un poco de recuperación de la existencia. La gente tiene una fantasía sobre mí, que es que trabajo todo el tiempo.

—¡Sí, yo tengo esa fantasía! ¡Tenés cuatro obras en cartel, y una con cuatro elencos!

—Es que cuesta entender la división entre lo que hago y lo que soy. Es decir, es verdad que tengo cuatro obras, pero hay un fenómeno que es difícil de entender para el afuera, pero muy fácil de explicar, que es que yo ensayo una obra de teatro por año. Siempre tengo el foco en una obra por año. Ahora mi foco fue Plagio, y obviamente estuve dos meses ensayando a full una obra que encima tiene cuatro versiones. Pero ahora que estrené, mi rutina se recontra abre. En lugar de tener 10 horas por día ocupado ensayando, tengo 10 horas libres. Porque después voy a las funciones, pero eso me significa un día por semana a ver Sex, otro ir a ver Perdida Mente, y cuando se hace el Family Club obviamente estar presente. Ahora como se estrenó Plagio estoy más seguido, pero es ocuparme dos horas a la noche, y la fantasía de la gente es que yo estoy haciendo todo el tiempo, y no estoy haciendo nada.

Con Sex mantuvo la alternativa teatral y los puestos de trabajo durante la pandemia. La obra sigue en cartel con éxito (RS Fotos)
Con Sex mantuvo la alternativa teatral y los puestos de trabajo durante la pandemia. La obra sigue en cartel con éxito (RS Fotos)

—¿Y qué hacés en ese tiempo libre?

—Entreno, voy al gimnasio: soy muy regular con eso y lo hago entre tres y cuatro veces por semana. Estoy bastante tiempo en mi casa, que es un lugar que disfruto; leo, miro películas. Voy a ver obras de teatro de otros: me encanta ver lo que hacen otros y siento que me súper nutre, porque hay un montón de cosas que están muy buenas y que yo no haría nunca, no me saldrían. Yo re disfruto de mi tiempo. También me gusta viajar: la semana que viene por ejemplo invité a mi familia para irnos a Calafate.

—¿Y en ese plan de vida te gustaría sumar una pareja?

—Justo retomé terapia y hablamos mucho de eso. Y está bueno, porque es una respuesta ambivalente. O sea, me gustaría, pero también soy una persona súper feliz y re gánica con la vida que tengo. Entonces es como una exigencia un poco heavy la de encontrar la persona con la que hacer match, porque yo me doy cuenta de que a muchos de mis amigos o a muchas de las personas que me rodean les es mucho más fácil hacer match, porque tienen mucha más necesidad de encontrar una persona con la que compartir la existencia, porque si no, les angustia.

—Te llevás lo suficientemente bien con vos como para necesitar.

—Sí, y un poco me gustaría que me pase, claro, pero no me pasa verdaderamente. O sea, yo estoy solo en mi casa y la pasó genial. Tengo una vida muy montada en afectos y en actividades, que tampoco me hace tener esa necesidad… Para mí es un re plan un día a la noche no tener nada para hacer y mirar una película en mi cama en Netflix, y no tener con quién verla no es un problema. Ahora, conozco un montón de gente a la que eso se le representa como un problema y le expande la posibilidad de hacer match con personas que quizás a mí no se me arma el match porque no me resulta intenso, porque no me resulta aventura, porque no me enciende, porque no me calienta del todo, no sé, por un montón de cosas que para mí son ordenadoras a la hora de enamorarme.

—Te tiene que divertir más esa persona que encontrarte con tus amigos a tomar algo.

—Exacto. Y a veces es una cagada, porque tengo una cita, y resulta que tomarme un gin tonic con Inés Estevez era mejor plan.

—Y además tenés ganas de ser padre, o sea, tenés ahí la paternidad rondando.

—Lo que a mí me pasa desde siempre es que, respetando todo tipo de maternidad y paternidad, yo personalmente, porque es una cosa muy personal, siento o creo mucho más y representa mucho más para mí la ley del amor que la ley de la sangre. Nunca tuve ni el rollo, ni la convicción, ni la necesidad de sentir que mi hijo o tiene que tener mis genes, o tiene que tener mi sangre, o tiene que estar engendrado con algo en relación a mí. Siempre fui muy pro adopción, tengo en mi familia muchos primos que fueron adoptados, por lo cual siempre circuló desde un lugar muy natural la adopción en mi familia y siempre sentí que era como mi mejor plan de paternidad. Durante mucho tiempo tuve la fantasía de que era un plan para hacer en pareja, y ahora que estoy más grande y que me doy cuenta o medio como que ya acepté que el amor para toda la vida parece que no va conmigo; no sé si existe, pero parece que no va conmigo. Y empiezo a pensar más seriamente que es un plan que tengo que articular de manera personal más allá de lo circunstancial de si en algún momento estoy en pareja o no. Y en ese asunto, también desandando un poco mi ignorancia, empecé a concebir o a pensar, a desestereotipar mi idea de la adopción, que tenía que ver con adoptar un bebé. Y en realidad desde que empecé a pensar en eso y a interiorizarme, me di cuenta de que se abren un montón de posibilidades que no son las acotadas de cuando querés adoptar un bebé.

—¿Y te ves haciéndolo pronto ahora que te amigaste más con la idea de encararlo solo?

—Tengo esa fantasía y ese deseo dando vueltas, y también tengo mil ambivalencias en relación a mi tiempo, a mi vida, a si es en este momento o no. Y todavía hay algo de la angustia personal de: “Bueno, ¿es algo que hago solo? ¿Espero enamorarme?”. O sea, como que tengo mis contradicciones ahí, y las quiero seguir escuchando por ahora.

Con tres obras en cartel de los más diversas, Muscari ofrece alternativas para todos los gustos
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—Te escuchaba hablar de cómo desandás tus propios prejuicios y pensaba en cómo hiciste ese camino con tu trabajo, el camino de ir llevando al público a un lugar de desprejuicio que es lo que hace que hoy Sex sea un éxito que quizás no hubiera sido hace diez años.

—Con Sex me pasa algo que está buenísimo y que me pasa en general con todas mis obras, sobre todo con las que se convierten en un éxito, que es que yo nunca las hago pensando que pueden ser un éxito. Es muy egoísta, casi la misma respuesta de por qué llamó determinados actores o actrices, que es porque se me da la gana. En este caso, hago las obras de teatro que a mí me gustaría ver. Después, por suerte, hay un montón de público que parece que quiere ver lo mismo que yo tenía ganas, pero no hice Sex con la especulación de que la iba a romper porque es diferente, porque es transgresora, porque se mete con el sexo y nadie hizo una obra de sexo en la Argentina, porque es algo descontracturado, porque no es una obra de teatro y es una experiencia, que serían todas las respuestas con el diario del lunes. No, con el diario anterior, con el del viernes: hice una obra de teatro que yo tenía ganas de hacer hace mil años y por suerte la pegó. Y lo mismo me pasó con La casa de Bernarda Alba, que también duró cuatro años, con Perdida Mente, que ya lleva dos en escena, o con el Family Club, que es un evento extraño que tipo nunca pensé que iba a venir ni una persona y cada vez que ponemos las entradas a la venta se agotan.

—No hay fórmulas.

—Yo no sé lo que quiere ver la gente, nadie lo sabe. Si no, un autor que hace una obra de teatro exitosa, después volvería a hacer sólo éxitos, y eso no funciona así. Hay personas que hacen un éxito y después no vuelven a tener otro en su vida. Si supiéramos lo que el público quiere ver, habría alguien que lo haría siempre y no sucede en ningún aspecto. Hasta en Hollywood pasa que las grandes figuras hacen un hit y la siguiente película no la ve nadie. Pero tomando lo que vos decís, sí creo que si yo como artista estoy lo más relacionado o empapado posible con lo que sucede alrededor, es posible que tenga más abierta la escucha inconsciente de qué es lo que está latente y de qué se puede hablar. Coincido en que, si hubiera hecho Sex hace 10 años, quizás no hubiera sido el hit que es hoy o no hubiera habido una sociedad lo suficientemente abierta para recibir este producto, que puede tener desde cuerpos diversos a artística diversa a conceptos sobre la genitalidad o sobre el género diversos, y también, sobre lo que nos pasa en relación al sexo y al amor. Coincido y también pienso ahora en Plagio, que re convive con este momento, porque cuenta la historia de un tipo o de una mina que está a punto de ganar una campaña, como que no hay nada más Plagio que este momento. Pero no hay una decisión consciente mía de decir “está pasando esto, hago una obra sobre esto”. Cuando estrené Perdida Mente nadie hablaba de neurociencia en el teatro de la Argentina.

—Es que te metés con temas de los que se habla poco en general.

Perdida Mente es la primera obra de teatro que habla sobre el Alzheimer desde la comedia. Existía El padre, que es una película que convirtieron en obra de teatro, pero es una obra hecha en otro país. ¡En la Argentina nadie se había animado a meterse con el tema porque ni siquiera se animan a nombrarlo! Me pareció muy loco todo el tabú alrededor de Antonio Gasalla y qué tiene o qué no tiene… Obvio que hay que cuidarlo como hay que cuidar a cualquier persona que tiene una enfermedad, pero lo primero que hay que hacer es poder nombrar cuando alguien tiene Alzheimer, o cáncer, o VIH. Hay que decirlo y hay que naturalizarlo: las tres enfermedades tienen tratamiento.

—Pero además están presentes en la cotidianidad de tantas familias, y quedan ahí, siempre ocultas. Parece que si no lo decimos, no pasa, y en cambio lo que pasa es que invisibilizamos también a esa gente.

—Ese es un fenómeno que está buenísimo de mis obras, porque te juro que tanto en Sex en relación al sexo, como en Perdida Mente en relación al Alzheimer o ahora en Plagio en relación al amor y a la intensidad y a la violencia en el amor, la gente cuando ve mis obras, a la salida no solo me agradece por haberla pasado bien o por la calidad de lo que pasó ahí arriba, sino que es muy recurrente el fenómeno de agradecerme porque dije algo que no se animaban a decir, o algo que los estaba habitando y la obra se los dijo. Eso con Plagio es muy loco, me dicen: “Gracias porque me di cuenta de algo que me pasa con el amor”, “Ay, gracias, porque el personaje en tal momento le dice al otro ‘Esto es hasta acá y a partir de acá, no’”. Poder poner en escena algo que está latente en uno y que uno no sabe sacarlo afuera, parece que genera un efecto catártico, liberador que la gente agradece un montón.

—Bueno, Muscari, yo te voy a agradecer también. Por esta nota con Infobae y por ponerle palabras a las cosas desde hace tanto tiempo. Gracias.

José María Muscari y el estreno de Plagio, una obra que recorre el amor de pareja y la diversidad

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