La crisis argentina llega a su clímax el 19 de diciembre de 2001. “La suerte del Gobierno está echada”, se repiten las voces de la gente en las calles. El presidente Fernando de la Rúa ya no cuenta con el respaldo ni de sus partidarios –que encontraron un lenguaje común con la oposición– y queda aislado. Hay información cruzada y un debilitamiento cada vez mayor en todas las áreas. La gente en la calle, independientemente de su clase social, tiene mucho que pedir, y De la Rúa recurre a lo que cree que lo salvará de la ola de manifestaciones y saqueos en todo el país, aunque eso solo apagará el fuego con un poco más de gas: decreta el estado de sitio. Pero la respuesta social es letal, como pocas veces vista. Aquella noche parece que nunca terminaría, con filas y filas de gente acercándose a todos los puntos neurálgicos del país con un solo grito saliendo de sus gargantas: “¡Que se vayan todos!”.
Así comienza Diciembre 2001 y así transcurrieron los días en la Argentina en ese período que quedara marcado en la historia. La serie que hoy se estrena en Star+ cuenta con seis capítulos de poco más de 40 minutos cada uno, basados en el libro El palacio y la calle, de Miguel Bonasso. En la ficción se siguen los pasos de Javier Cach, asesor de la Jefatura de Gabinete, cuyas convicciones y deseos deben dar lugar a los sinsabores permanentes a los que lo expone la práctica de gobierno, y enfrentar una de las peores crisis económicas, políticas y sociales que el país haya visto en su historia, con la renuncia de un Presidente de manera anticipada, la muerte de decenas de argentinos por la represión policial, una sociedad a la que le arrebataron sus ahorros, y la excepcionalidad histórica de “cinco presidentes en una semana”, que en realidad fueron 11 días.
En el año 2000 Jean Pierre Noher terminaba de filmar Un amor de Borges, estrenada en septiembre de ese año, donde, bajo la dirección de Javier Torre, se ponía en la piel del genial escritor argentino, trabajo por el que sería laureado con una distinción especial por los miembros del jurado en el festival de Granado, en Brasil, y en el Festival de Cines y Culturas de América Latina de Biarritz se alzaría con el premio a mejor actor.
Tras ello, en 2001, Noher continuaría su carrera al otro lado del charco. “Estaba haciendo una película que se llama Estrella del Sur, estaba filmando en Uruguay, o sea que estaba cerquita y al tanto de lo que estaba pasando -recuerda ahora, en diálogo con Teleshow-. La llamé a mi hermana y le dije: ‘Sacá la plata del banco porque se viene, me parece...’. Al otro día ella me llamó: ‘Mirá, hice la cola, 20 mil personas, y nos quedó todo adentro, no pude sacar un peso’. Fue un momento como el de todos, dramático. Y después, bueno, entrar en la cola del corralito, de los amparos, de todo esa cosa. Algo pudimos recuperar en algún momento, más adelante, pero fue durísimo”.
La elección de Noher para la interpretación de De la Rúa no parece haber sido casual si se tiene en cuenta la experiencia que tiene sobre sus espaldas a la hora de interpretar a figuras populares y de alta exposición, aunque el papel para Diciembre 2001 quizás haya tenido a otro actor como primera opción, tal como más adelante lo revelará nuestro protagonista.
Es que además de Borges, también se destacó su interpretación de Ernesto Guevara Lynch (el padre del Che Guevara), en Diarios de motocicleta en el año 2004 -con la misma caracterizadora que en esta oportunidad para interpretar al expresidente argentino-, o más acá en el tiempo, como Guillermo Coppola en la serie Diego Maradona: sueño bendito. “Los actores siempre decimos lo mismo: que no somos imitadores. Lo que intentamos es recrear el personaje tratando de no traicionar el imaginario de la gente, para lo cual (en este caso) te podés valer de, por supuesto, la pelada o la nariz chupete, encontrarle la energía particular que tenía De La Rúa en ese mes fatídico y dramático que fue diciembre de 2001″.
“Yo soy un actor que por lo general construye de afuera para adentro. Le pedí a Ruth Fischerman, la vestuarista, que me hiciera los trajes más grandes, que me quedaran un poco holgados para estar más flaquito. Todo eso ayuda. Pero en el caso de De la Rúa era muy riesgoso porque había sido muy bien imitado por Freddy Villarreal, pero no era la propuesta ni de Benjamín Ávila (el director de Diciembre 2001) ni de nadie. Teníamos cada uno de los actores que enfrentarnos a ese desafío”.
Noher traza un paralelismo en lo que respecta a la interpretación de Borges, que hiciera hace poco más de 20 años, y esta de De la Rúa. “Tuve que escuchar casetes de sus conferencias o ir a entrevistar a la dama de llaves de Borges en esa época. Hoy en YouTube está todo, pero lo que tenés es a los personajes frente una cámara, en un discurso, en un reportaje, no los tenés en las bambalinas, que es lo que se cuenta en esta serie. No lo tenés en el backstage. No lo tenés a De la Rúa en pijamas, en su soledad, y ahí es donde yo me inspiré un poco el personaje de Gardiner, de la novela de Jerzy Kosiński, de este hombre que estaba en Olivos y un poco alejado de la calle, que tenía un poco el diario de Yrigoyen, y que había teléfonos que no contestaban, y traiciones, y un entorno que no lo ayudaba demasiado, y empezaba a desconfiar. Y a la vez tenía que demostrar mucho poder porque era el Presidente”.
Respecto del momento en que recibió el llamado con la propuesta para ser parte de la serie y el papel que le tocaría encarnar, el actor se sincera: “Tuve tres semanas para preparar el papel porque me sospecho, como muchas veces pasa, que el papel lo recibís de rebote, no es que era la primera opción. A veces pasa, es así el trabajo. Pero me acuerdo que la primera vez que llegué a la productora estaban las fotos de todos los personajes y el lugar que decía ‘De la Rúa’ estaba vacío. Se ve que ahí había alguien que no era yo, y me asustó un poco pensar que no había sido la primera opción. Pero Benjamín me convenció, me dijo que lo iba a hacer perfecto, y que era yo. Y como tenía esa cierta experiencia en biopics, que no es algo que se estudiaba, no había una materia, lo tomé como un apasionado, porque me gusta mi trabajo, con los riesgos que implicaba. Tuve que estudiar mucho: eran las 24 horas pensando y soñando como De La Rúa”.
Jean Pierre remarca que su objetivo no era llegar a una imitación, sino solo a una interpretación. Es para destacar el tono de voz impuesto a la figura, que el actor sumó y comenzó a utilizarla en el propio set. En secreto, se comunicó con el humorista e imitador Martín Bilyk, a quien no conocía, y solo disfrutaba de sus interpretaciones del otro lado del parlante: “Mirá, Martín, yo soy un actor, Jean Pierre Noher, y me llamaron para hacer de De la Rúa, y me gustaría que me coachees un poco la voz, que me ayudes un poquito...”.
Consultado por Teleshow, Bilyk recuerda ese primer acercamiento. “Noher me contó que quería hacer una recreación del personaje, pero que no fuera ni humorística ni satírica, ya que era una ficción seria que evocaría sus últimas horas como Presidente. El perfil me planteó era el de un De la Rúa con cierta capacidad de decisión, la que iría perdiendo a medida que se desencadenaran los hechos de ese diciembre, y que ese perfil estaba muy alejado de la caricatura grotesca que los imitadores hacíamos de él por ese entonces. Y me preguntó si aceptaba el desafío de coachearlo para acercarse desde el habla al personaje real. Es decir, manejar una sutil línea entre parecerse sin que por eso fuera una imitación. Estuve de acuerdo, capté su idea, y lo trabajamos durante varios días mediante mensajes de audio y Zoom, dado que encima estábamos en cuarentena”.
“No nos conocíamos previamente, pero enseguida sintonizamos. Descubrí la enorme categoría de Jean Pierre como actor, ya que enseguida captó lo que yo le sugería, y lo plasmó rápidamente”, puntualiza el humorista, a quien de de lunes a viernes se lo puede escuchar en CNN Radio, además de ser parte del equipo humorístico de Jorge Lanata en Canal 13, y quien interpretara al De la Rúa virtual en DH, justamente en esos álgidos días de diciembre de 2001.
“Noher estaba muy interesado en el habla cotidiana del personaje más que en copiar sus frases más conocidas o las que decía en tono de discurso -aporta Bilyk-. Quería algo que sonara a casero, a la intimidad del personaje. Entonces, nos enfocamos en algunas muletillas que yo había advertido del original, algunos arrastres de letras, expresiones, modos de respirar entre frases, interjecciones, signos de desagrado, chasquidos de lengua, etcétera. Es decir, buscamos un De la Rúa íntimo y completo, pero sin chiste. La agarró enseguida, y encontró un tono intermedio que le permitía hablar sin que sonara a parodia humorística. Y creo que merecidamente debe estar muy satisfecho de su laburo”.
Las filmaciones de Diciembre 2001 tuvieron lugar durante la pandemia y el aislamiento social, preventivo y obligatorio, hecho que, según explica Noher, también ayudó a la composición. “El mayor riesgo y miedo era no pegarme el covid, porque yo venía invicto y estaba con dos vacunas, y ese miedo, ese temor, ese pánico, se vibraba también en la filmación y ayudaba también a la recreación, no tanto la memoria emotiva de lo que a mí me pasó. A mí lo que me sirvió como actor fue encontrarme con el ser humano al que le estaba pasando eso, porque más allá de un gobernante hay una persona, y nosotros tememos que contar esa soledad”.
Pero al margen de su interpretación, ¿qué mirada tiene hoy Noher del expresidente? “Si bien De la Rúa había sido un político muy importante, que había sido jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y tenía cierta experiencia como hombre de Gobierno, se encontró con una realidad que lo sobrepasó, de la cual no se pudo hacer cargo. Confió en gente quizás equivocada. Pero esto venía de antes, de 1995, del Efecto Tequila, después cuando el peronismo intentó negociar con la Alianza, el Banco Provincia, todo lo que ya sabemos o nos acordamos algunos del montón de coas, del uno a uno, que nos gustó a todos, pero sabíamos que era una irrealidad, sabíamos que iba a explotar. En esta historia hay villanos, hay responsables de los 39 muertos y de las órdenes de represión. Tengo una mirada piadosa de De la Rúa, pero es que también la Alianza nos dio muchas esperanzas. Estaba Chacho Álvarez, que un día renunció por las Banelco”.
Jean Pierre Noher se encuentra por estos días en Chile, filmando una comedia cuyo personajes es el de un estafador internacional, Dime con quién andas. Pero además hace teatro en Buenos Aires, con El cazador y el buen nazi, junto con Ernesto Claudio. “Me parece muy importante que los sub-30, que no vivieron ese diciembre de 2001, la vean, porque esa gente vota. Y se habla de dolarización, de ideologías que vuelven a replantear cosas como los Derechos Humanos, o cerrar el Ministerio de la Mujer, cosas que las escuchás y pensás: ‘¿De qué estamos hablando?’. O que haya que pagar por la salud o achicar el Estado. Está bueno, porque se estrena en un momento puntual. Me parece que es necesario, y es muy bueno que el cine se dedique a contar historias, de la política, como Argentina, 1985, o la de los músicos, como la serie de Fito Páez. O incluso crímenes, como los de Robledo Puch. Usemos la historia para contar”.
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