Malena Dorado tenía apenas 2 años y medio cuando, ese fatídico 8 de diciembre de 2006, su mamá, Tamara Castro, murió en un accidente de tránsito sobre la ruta 13, en Santa Fe. Y los recuerdos de aquel momento aparecen como flashes en su memoria. Los gritos, la prensa en la puerta de su casa de Brandsen, su hermana Taís Bornes escondiéndose con ella en el cuarto por pedido de la niñera...Y, después, un vacío para el que nunca pudo encontrar explicación.
Tras la partida de la folclorista, la ahora cantante fue criada por su padre, el músico Sergio Dorado, quien manejaba la camioneta en la que su madre perdió la vida. Y, aunque no tuvo una infancia fácil, ella la define como “feliz”. Salvo por un aspecto: a los pocos meses de la tragedia, la hija mayor de la intérprete de “Paradoja” se fue a vivir con su padre biológico, Cau Bornes, quien se hizo cargo de ella junto a su pareja de entonces, Valeria Lynch. Y el vínculo entre ellas, simplemente, se terminó.
Hoy, con 19 años, la joven decidió salir a contar su historia. No hace mucho que tomó conciencia de lo importante que fue su progenitora en el mundo artístico. Sin embargo, desde muy chica supo que había heredado de ella el talento y la pasión por el canto. Y, en diálogo con Teleshow, se muestra dispuesta a continuar con su legado, libre de rencores y con los brazos abiertos para recibir el gesto de amor que espera desde hace tanto.
—¿Cuándo empezaste con la música?
—Es algo que viene desde siempre. Imaginate que desde los 4 años que estoy viviendo en un estudio de grabación, así que crecí jugando con el micrófono y pidiéndole a mi papá que me grabara canciones. A los 7 empecé a estudiar piano. Y, a los 8, quise arrancar teatro y me fui con unas amigas a un ensamble con profesores cubanos con los que aprendí a hacer de todo, le perdí el miedo al escenario y viajé a un montón de lugares. Lo disfrutaba.
—¿En qué momento lo tomaste como algo más profesional?
—Hará unos dos o tres años, en plena pandemia. Nos fuimos a Hurlingham por mi hermanita paterna, Angelina, que tiene 3 años, y me tuve que inscribir en una escuela virtual. Y la preceptora, que era música, nos pidió un tema inédito. Así que yo agarré la guitarra y no me salía otra cosa que no fuera un rasguido de zamba. Pero bueno, la presenté y a todos los profesores les gustó. Entonces me ayudaron a armar la maqueta y a grabarlo, y me dijeron que tenía que empezar a ir a las peñas. Ahí arranqué. En mi primera presentación temblaba hasta en lugares del cuerpo que no sabía que tenía y canté ese tema, que se llama Viento. Pero mi papá me dijo que si tenía ganas de dedicarme a esto podía empezar a salir para curtirme en los escenarios.
—¿Vos tenías dimensión de quién fue Tamara como artista?
—No. Porque para mí siempre fue mi mamá. Pero después de un par de años haciendo peñas, cuando me llamaron para ser telonera de Sergio Galleguillo en la Trastienda y debuté con mi banda, empezaron a surgir estas cosas y ahí sí me empecé a dar cuenta de todo.
—Cualquier otra hubiera usufructuado el nombre de tu madre para abrirse camino...
—En mi caso fue al revés. Yo siempre canté temas de mi mamá, pero no me animaba a presentarlos en un escenario porque creía que iban a pensar que era una agrandada. Y la gente no me decía nada, al contrario, se ponía contenta cuando se enteraba que era la hija de Tamara.
—Convengamos que muchos no sabían de tu existencia y veían como heredera natural a Taís, únicamente.
—Sí. De hecho, hay quienes se están enterando recién ahora de que mi mamá tenía otra hija. Y enseguida proyectan un parecido, que obviamente tengo a ella como a mi papá, pero que en este caso está en la sangre. Porque de mi viejo puedo copiar cosas de verlo a diario, pero hay características de mi madre que me entero que tengo por lo que me dicen los demás.
—Vos eras muy chiquita cuando murió Tamara...
—Tenía dos años y medio, casi tres. En ese momento vivía con mi mamá, mi papá y Taís.
—¿Tenés recuerdos concretos de esa época o tuviste que reconstruirla?
—Es muy raro, porque de repente se me venían situaciones a la cabeza y yo no sabía si habían pasado o si habían sido parte de un sueño. ¡Porque yo era una bebé! Entonces le preguntaba a mi papá: “¿Pude ser que haya pasado esto?”. Cuestiones súper específicas. Y él me decía que sí, pero no entendía cómo yo podía acordarme de eso.
—¿Por ejemplo?
—Ellos habían comprado una camioneta para viajar y, en la parte de atrás, me pusieron un colchón para que yo pudiera dormir cuando iba a las giras con ellos.
—¿Los acompañabas?
—A veces sí. Siempre venía mi niñera, Maru. Y seguramente también mi hermana, de eso no tengo registro. Pero sí de algunos viajes acostada ahí.
—¿Y te acordás de cómo te enteraste del accidente?
—¿Ves? Eso yo creí que había sido una pesadilla, porque lo tenía muy patente. Pero me acuerdo de cuando cayó la prensa a mi casa. Mi papá todavía no había vuelto porque estaba en el hospital recuperándose. Y Taís y yo estábamos con la niñera, con la que sigo teniendo trato. Así que un día le pregunté si era real y ella me dijo que sí. Incluso, me contó que mi padre la había llamado y le había dicho que no quería que nos vieran los fotógrafos por la ventana, entonces nos fuimos agachadas hasta la habitación a escondernos. Pero yo no entendía lo que pasaba.
—¿Cuándo lo descubriste?
—Uff....Que mi mamá no iba a volver, me llevó mucho. Tuve un tiempo de mucha negación en mi infancia. Me acuerdo que mis dibujos en el jardín eran siempre con una escalera al cielo, como esperando que ella volviera. Se los daba a mi papá y, aunque él siempre se hace el duro, se ponía a llorar.
—Para él debe haber sido muy difícil porque, además, él era quien conducía el vehículo al momento del choque...
—¡Olvidate! Andá a saber lo que habrá sido eso para él...Fue un accidente, el mismo nombre lo dice. Pero hay mucha gente que hace comentarios sin saber. Incluso a mí, me han venido a decir que cuando me suba a una camioneta me fije que el conductor no esté con el celular para que no me pase lo mismo que a mi mamá. Y no tienen idea quién era mi papá ni que no había celulares en esa época. Pero es re loco porque tienen otras teorías de cómo fue el choque en el que estuvieron mis propios papás.
—Hasta ese momento vos vivías con Taís, pero después se llevaron a tu hermana. ¿Tenés registro de esa situación?
—Lo que recuerdo es que la extrañaba un montón. Sabía que se la habían llevado, de eso era consciente. Y de que Taís no se quería ir.
—¿No quería ir con su papá?
—No. Mi mamá lo dijo en una entrevista. Para Taís, Cau era como un tío bueno que la visitaba un rato y le daba regalos. Pero el rol de padre lo ocupaba mi papá. Y para mí era mi hermana...
—Es tu hermana.
—Obvio. Pero éramos súper unidas y, de la nada, me la sacaron.
—Un día te quedaste sin mamá, sin hermana y con un padre en una situación complicada...
—Sí, pero yo me quedé con mi papá que me dio todo el amor del mundo.
—¿Cómo fue tu infancia?
—Dentro de todo lo que pudo haber sido, yo creo que fue lo mejor posible. Yo hasta mi adolescencia estuve llena de preguntas y fue muy duro. Pero siempre estuve rodeada de gente que me daba ánimo y que me quería. Hasta la señora que me cuidaba, que me compraba chupetines cuando mi papá se tenía que ir a trabajar.
—¿Se podría decir que fuiste una niña feliz?
—Sí. Porque, a pesar de todo, tengo una vida privilegiada. No soy de clase alta, pero no creo que la felicidad pase por lo económico. Y yo estuve todo el tiempo rodeada de amor. No se puede comparar una vida con la otra, porque la mía no tiene nada que ver con la de Taís. Pero yo siento muchísima empatía por ella y no me quiero ni imaginar todo lo que ella tuvo que pasar.
—¿Sentís que quizá ella tuvo un mejor estandar de vida en lo material, pero no tuvo todo lo afectivo que vos sí tuviste?
—Totalmente. Yo siento eso.
—¿Volvieron a verse después de que las separaran de niñas?
—Al principio había como un régimen de visita, por el que se suponía que cada tanto nos teníamos que ver. Pero Cau nunca cumplía con esto. Así que yo me acuerdo de habernos encontrado para jugar en una plaza, siendo las dos muy chiquitas. Pero fue la única vez.
—¿Y no intentaste otro acercamiento?
—Una vez, cuando yo tendría unos ocho años, fuimos al Cantando por un sueño que conducía Mariano Iúdica, donde Valeria Lynch estaba de jurado. Yo estaba justo sentada al lado de ella, como parte del público. Y me acerqué con un papelito en el que tenía anotado el número de teléfono de mi papá, porque yo no tenía celular todavía. Entonces le dije que era la hija de Tamara y que quería comunicarme con Taís. Ella se emocionó y me abrazó. Pero no pasó nada.
—¿El llamado nunca llegó?
—No. Tampoco sé si le dieron el número a Taís. Así que recién volví a verla este año en el homenaje que le hicieron a mamá en Brandsen. Es algo que se hace todos los años, pero fue la primera vez que ella decidió ir. Y yo, que había ido a cantar, estaba muy nerviosa.
—¿Cómo fue el encuentro?
—Ella estaba atrás del escenario, muy sonriente y hablando con la gente. Y Emanuel, el hermano de mi mamá, me vino a avisar: “Mirá que está Taís”. Yo me emocioné y tardé en tomar fuerza para acercarme, porque no quería que me viera llorando. Y fue un encuentro...como de todos los días. Yo esperaba el abrazo eterno. ¡Imaginate el tiempo que esperé ese momento! Pero fue raro porque había muchas personas mirando, pendientes de lo que estaba pasando, y ella es como que enseguida me soltó.
—¿Te dijo algo?
—Yo le pregunté cómo estaba, ella me dijo que bien. Y yo no sabía que más decir, sentía que la había incomodado. Así que me presentó a su novio, lo saludé. Y después giré la vista un segundo y ya no estaba más.
—En otra época esto era más entendible, pero en tiempos de redes sociales suena extraño que no puedan contactarse...
—¡Yo le escribí un montón! Y no sé quién le manejaba las cuentas, pero en determinado momento me bloqueó.
—¿Pensás que puede ser Cau el que no quiere que se acerquen?
—Sí.
—¿Por qué?
—Por todo el historial de él...¡Andá a saber! Lo que no entiendo es por qué la bronca conmigo.
—El puede haber terminado mal con tu mamá, pero vos sos la hermana de su hija...
—La verdad es que yo con Cau tengo cero relación, igual que mi papá. Nunca lo vimos cuando vivíamos con Taís, solo lo vi esa vez en la plaza y nunca más. Así que no sé cómo es él, ni cómo es Valeria ni qué le dijeron de nosotros a mi hermana.
—¿Qué te pasaba cuando ibas viendo noticias de tu hermana en los medios y tu nombre no aparecía como hija de Tamara?
—No estaba pendiente de ser ignorada o no. Pero sí me gustaba verla a ella. De hecho, buscaba sus notas.
—¿Las del cumpleaños de 15, por ejemplo?
—¡Claro! Yo tendría doce o trece años y decía: “¡Qué grande que está! ¡Qué linda!”. Y la verdad es que yo no siento ningún rencor con nadie. Estoy segura de que la sangre tira. De hecho, yo cerré ciclos y fui a visitar a mi abuela materna, Yolanda, con la que tampoco había tenido relación durante todos estos años.
—¿Por qué?
—Yo sé que entre mi mamá y ella habían pasado cosas, algunas de las cuales me fui enterando. Y que fue ella la que fue a buscar a Taís para entregársela a Cau. Pero hoy está todo bien con ella y con mi tío, que son los únicos familiares maternos que conozco. Yo no puedo seguir enganchada con situaciones del pasado en las que no tuve nada que ver, aunque me afectaron. Porque ellos no estuvieron cuando los necesité. Y sentía que estaban con mi hermana nada más, porque con ella tenían relación pero conmigo no. Sin embargo, un día decidí ir a verla a la casa. Y, obviamente, el primer encuentro fue raro. Pero le pedí que dejáramos atrás el pasado y nos juntáramos a tomar mate y hablar de cómo estábamos ahora.
—¿Lo único que te falta es un acercamiento con Taís?
—Sí, pero no quiero reclamarle nada. Sé que ella hoy está pasando una situación complicada y que tiene que manejar sus tiempos.
—El hecho de que Valeria la echara de su casa debe haber sido duro, como una nueva pérdida en su vida...
—Por eso. Yo ya intenté todo lo que estuvo a mi alcance. Y quiero que Taís esté tranquila, porque yo la estoy esperando. Cuando ella esté lista y de verdad sienta el deseo de acercarse a mí, sin ningún tipo de presiones, yo la voy a recibir con todo el amor del mundo. Yo tuve la posibilidad de sanar porque mi familia me ayudó a hacerlo. Y espero que ella también pueda lograrlo.
—Hoy las une la música y alguien podría pensar que es un hilo que está moviendo Tamara.
—Totalmente.
—¿Qué te pasa cuando escuchas a tu mamá?
—Siento orgullo. Cuando alguien me pregunta por ella digo que fue la mejor cantante de Argentina. Y, verla a ella, me inspira muchísimo como mujer. Si me preguntás, creo que heredé su fuerza, su sensibilidad y su constancia. Además de su gran capacidad de dar amor.
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