Segundos antes de que Walas salga al escenario para frontear una performance de Massacre, recibe un par de guantes de cuero de parte de Lara, su nieta de 12 años. Y recién ahí está listo para enfrentar a la multitud con su carisma de vedette corpulenta. “Holaaaa, mi amorrrr. Un beso, a flashear”, habilita para que la distorsión y la psicodelia se arremolinen a su lado. Algo como esto va a ocurrir nuevamente el próximo 19 de mayo, cuando vuelva a pisar las tablas del Gran Rex.
“Yo soy padre y soy abuelo. Ejercí la paternidad mucho más siendo abuelo, criando a mi nieta. Tuve a mi hijo Alan de muy chico, cuando recién arrancaba mi carrera con Massacre Palestina. Eso hizo que no disfrutara tanto de la paternidad, a pesar de que era un padre bueno y presente. Y él a la vez repitió el modelo de paternar desde muy joven. Me dio a mi nieta, que hoy es campeona de roller skate. Cuando yo era chico lo que amaba era el skate, estar en las pistas. Y ella se anota en los campeonatos, se autosube de categoría, se autopercibe semi pro, cuando en realidad tiene edad de principiante”, le cuenta Walas -que nació como Guillermo Cidade en julio de 1966- a Teleshow.
“A ella desde muy chiquita le gustaba mucho Massacre y las influencias nuestras: ella escuchaba Blondie y Siouxsie & The Banshees, Debbie Harry y Siouxsie Sioux eran sus ídolas. Después se pasó a Katy Perry. Y ahora le gusta Dua Lipa. La llevamos al Lollapalooza a ver a Billie Eilish, con remera de Billie, absolutamente fanatizada... Así que va pasando por las diferentes generaciones y la música que van escuchando las nenas”, cuenta.
“Me pude dedicar mucho más a mi nieta siendo mainstream que siendo under”, sonríe el cantante y resume la parábola de su recorrido. Algo de esa transición en los gustos musicales de su nieta se derrama en el concepto de “Ella va”: el lado A del single doble que la banda acaba de editar como adelanto de Nueve, el próximo álbum de la banda más under del mainstream del rock argentino, surgida entre el punk, el hardcore y el skate, que forjó un culto cada vez más masivo pese a no contar con excesiva difusión radial y menos aun presencia en las playlists de moda. La canción une a varias chicas según van pasando las décadas: en una usa botas, en otra calza llantas, en otra va armada y finalmente llega descalza, “como habiendo trascendido a una nueva espiritualidad”.
“El estribillo dice: ‘Dios quiera que pueda cruzar’. Según quien lo mire, alude a que ella pueda cruzar de dimensión, que pueda ascender, que pueda trascender. Pero como está escrito en la pandemia, también lo asocio con que ojalá que pueda cruzar esos famosos controles tan estrictos que había para pasar de Capital a provincia”, agrega Walas.
—Por ahí algún desprevenido puede pensar que Massacre se agarra de la oleada feminista, pero desde que tu mujer Tori es la manager, varias veces definiste a la banda como un “matriarcado”.
—Sí, Massacre es un matriarcado. Porque nosotros somos cinco músicos. Pero la más importante es ella. O sea, somos seis. Y seguimos un matriarcardo, que es el de Tori. Además nuestras musas han sido mujeres, desde siempre. El primer single que me compré es de una mujer que se llama Dolly Parton, que había hecho una película que se llamaba De 9 a 5, cómo eliminar a su jefe. Me había gustado la peli, también la canción, así que fui a la disquería y me lo compré. Después, lo que más me inspiraba era gente como Kate Bush, Blondie... Siempre en la imaginería nuestra hemos evocado a mujeres como a Patti Smith, a Marianne Faithfull. O inventado divinidades femeninas como “La Reina de Marte”, “La Vírgen del Knockout”, “Sofía, la super vedette”. El componente femenino es muy muy importante en nuestra música.
—¿Por creés que se dio así?
—Yo fui criado sin modelo masculino. Me criaron abuelas, tías y mamá... Cuando era chico, las series que me gustaban no era tanto El Hombre Nuclear, sino La Mujer Biónica. Me gustaba más La Mujer Maravilla que SWAT. Se ve que soy matriarcal desde muy chiquito.
El lado B de “Ella va” es la “La cita”, un rock desértico con Las Vegas como escenario pero en donde normalmente habría pánico, locura, timba, falsos Elvis y mujeres alquiladas, hay dos nerds de la música en plena carrera por conseguir uno y otro disco para seguir engrosando sus respectivas colecciones.
“Es una anécdota de una tarde con un colega, que yo no quiero develar quién es, pero es un músico muy conocido acá en Argentina. Estábamos los dos nominados al Grammy Latino y salimos a recorrer disquerías, de las grandes pero también garajes, cuevas y lugares más under. Y la pasamos bárbaro. Entonces a esa jornada tan linda que pasé junto a él, le escribí esta canción”, cuenta el autor.
—¿Puede ser que haya una pista de quién es en la letra? Cuando hablás del “niño terrible”.
—Sí, hay una pista cuando digo lo del niño terrible, él es el “enfant terrible” de Jean Cocteau.
—De ahí tomó su apodo.
—Exactamente, de ahí tomó su pseudónimo. Pero no lo podemos decir, vamos a dejarlo en la duda. En un momento, en la recorrida por las disquerías, apareció una caja de recién llegados y todavía no tenían precio. Al disquero le pedimos que por favor que nos la dejara ver. Y no nos querían vender nada de ahí. Este amigo mío le rogó por un disco de The Beta Band. ‘Pero no tiene precio, todavía’. ‘Bueno, pongamos un precio acá, entre nosotros’, le dijo... Y se llevó un discazo.
Nueve será el próximo disco de Massacre, el noveno de su discografía en estudio y compuesto por nueve tracks: son algo así como tres mini ep de tres canciones, cada uno producido por alguien distinto. El bloque de “Ella va” / “La cita” (y una tercera canción aun inédita) fue trabajada junto a Héctor Castillo. También hay un tríptico producido por Gustavo Santaolalla, del cual ya se conoce “Mariposa”, lanzada en 2021. Y otra triada más, a cargo de Fico Piskorz, guitarrista del grupo.
“Es un discazo, elástico, libre, ecléctico, tiene de todo, mucho surrealismo, mucha nueva espiritualidad, rock, pop, psicodelia. También hay quien dice que ‘nueve’ quiere decir ‘nuevo’ en lenguaje inclusivo. Es nuestro noveno disco, con nueve canciones. Y sí, jugamos con esa numerología”, desarrolla sobre el combo que saldrá en agosto.
Mientras convertía en hit a casi cualquier banda con la que trabajara, Santaolalla era un apellido que en los años 90 estaba en un rincón opuesto al de Massacre, quienes permanecían al costado de cualquier escena que se pusiera de moda. “Él producía grandes ligas, pero entablamos una amistad a partir de que vino a comer una vez a casa. Se puso a revolver mis discos, hicimos una paella, él trajo unos vinazos... Hicimos una sobremesa en la que nos quedamos hasta las 1500. En un momento le puse música mía a pedido de él. Le hice escuchar discos viejos de Massacre y le dije: ‘Me imagino que vos lo producirías distinto, lo harías mejor, o al menos contra óptica’. Y a partir de eso quedó la idea de que nos produzca”, cuenta Walas.
“Hemos descubierto un nuevo rol en uno de los integrantes”, define Walas a la hora de pensar a Fico como productor de uno de los segmentos del álbum. “Lo felicité por cómo se desempeñó en el estudio y lo buen productor que es. Producir a una banda de la que formás parte es difícil por lo vincular, porque nos conocemos de chiquitos. Con los productores te llegas a gritar.... Yo me he llegado a putear con algunos”, dice.
—¿Con quiénes se gritaron mucho?
—Con la dupla (Alfredo) Toth y (Pablo) Guyot teníamos vínculo como Phil Spector -el célebre productor de los Beatles famoso por sus modales tiranos-, en el que discutíamos cosas, nos gritábamos de todo mientras hacíamos Biblia Ovni. Pero al darle ese lugar a Fico, lo respetamos, respetamos que tome decisiones. Algunas cosas son consensuadas, pero no hubo ninguna pelea, ninguna discusión. Una frase que me convenció de él fue: “Vos no vas a grabar nada que no quieras hacer”.
—Hablas bastante de la “nueva espiritualidad”. ¿Qué cosas influyeron en este disco que vamos a escuchar?
—Yo estuve muy conectado durante un tiempo con lo que se llama conspiracionismo, con el fenómeno ovni, con las conspiraciones del mundo y con lo paranormal. Después me alejé un poco, porque me inquieta, me preocupa, me da un poco de miedo. La pandemia nos cambió por completo la cabeza, nos cambió la óptica de todo. Me alejé un poquito del conspiracionismo núcleo duro y me involucré más con lo holístico, con lo transdimensional, con el lugar que tenemos en el universo y qué lugar ocupamos nosotros acá, qué rol tenemos, para qué somos, para qué venimos. Cosa que yo venía viendo desde chico, desde el existencialismo. Me doy cuenta que en el disco nuevo hay muchas cosas de espiritualidad: viaje astral, medusa lunar, la máquina del tiempo...
—¿Este cambio de cabeza te hizo dudar de tu rol en algún momento?
—Sí, sí, sí. Tuve que ir al diván cuando me empecé a involucrar con el conspiracionismo porque me di cuenta de que no somos nada de lo que nos habían contado, de lo que hacemos en este planeta, qué es el ser humano, qué es Dios, que estamos solos en el universo y que no hay nada más que vida en el planeta Tierra y todas las teorías geocéntricas, las teorías terraplanistas... Me hizo muy mal, me sentí como a los chicos que de grandes les dicen que son adoptados, que le cambian toda su visión de sí mismo, toda su identidad. Así me sentí con respecto a la crianza que tuve, que es absolutamente católica: he sido monaguillo, fui a catecismo mil años, no un solo año como van todos. Y eso me marcó. Ahora lo superé, estoy mucho más tranquilo, más reflexivo, más para con mi familia, con lo sencillo y lo simple de cada día. No quise asumir roles tan importantes con respecto al universo.
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