Modelo, cantante, bailarina y actriz. Melisa Garat desde pequeña supo lo que quería. A los nueve años dejó el hockey para iniciarse en la danza clásica, y el ballet despertó su pasión. A los 13 se fue de su Bahía Blanca natal para apostar por sus sueños en Buenos Aires. Y la beca que obtuvo para profundizar su talento junto a Julio Bocca y Maximiliano Guerra marcó su destino.
Con el apoyo incondicional de su familia, al año siguiente le pidió a su madre que la anotara en el Teatro Colón, donde fue seleccionada entre 500 aspirantes. En esas pruebas Paul Vasterling quedó encandilado con su brillo y su futuro cambió para siempre. “Me invitó al Nashville Ballet en Tennessee y me encantó, porque significaba dar un paso más allá”, recuerda a la distancia.
Melisa se define como “muy exigente” y sus inicios no le representaron ningún sacrificio. Llegados los 15, optó por no celebrar con la tradicional ceremonia y prefirió apostar por su carrera en los Estados Unidos. Advierte que hay un mito instalado en el ballet relacionado a la alimentación de las protagonistas, que se basa en las ficciones que se pueden observar en las series o películas. “Son problemas de los individuos y no de la profesión”, argumenta, en diálogo con Teleshow.
Antes de cumplir los 17 ya tenía el colegio secundario finalizado, triunfaba como bailarina y decidió incursionar en el modelaje con campañas para Carolina Herrera, Louis Vuitton y Mark Zuckerberg. También se destacó como actriz, en series de Nickelodeon, y recorrió el mundo radicada en Japón y Europa, pero siempre tuvo a la Argentina en su corazón.
—¿El ballet tiene exigencias relacionadas a la alimentación?
—Me gusta poner el ejemplo de un futbolista, que es más popular. El ballet es algo muy alejado de la realidad, por eso creo que hay tanta desinformación. Un jugador de fútbol debería estar en su mejor momento físico, y lo mismo sucede con cualquier carrera que requiera de un entrenamiento muy estricto. Yo en Orlando bailaba desde las siete de la mañana hasta las doce del mediodía, paraba 30 minutos para almorzar y después continuaba desde las doce y media hasta las ocho de la noche ensayando con la compañía. También iba una hora a levantar pesas con las piernas porque necesitaba musculación. Es decir, que estaba desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche sin parar. Y eso no lo podés hacer si no te alimentas bien.
—¿Cómo fueron esos días de ensayos constantes acompañados del secundario acelerado?
—Mi mamá me ayudaba mucho con las tareas porque llegó un momento en el que tenía que elegir. No era factible hacer las dos cosas al mismo tiempo. Para mis papás era importante que terminara el colegio, entonces les pedí por favor que me anotaran en el acelerado porque no me daba el horario. Iba al Colón a la mañana, a la tarde a la escuela y por la noche también tenía actividades, porque desde las siete de la tarde hasta las once de la noche estaba con el Ballet Juvenil del Colón y no tenía tiempo para nada.
—¿En esa época aparecía ya el deseo de actuar?
—Eso apareció de grande. En realidad siempre fui medio actriz porque para bailar ballet tenés que tener una actuación, que es una pantomima. Siempre fui muy lúdica y me encantaba bailar, pero la actuación vino de grande, cuando estaba en el American Ballet, donde me llamaron para audicionar para Fama, la película. No quedé, quedó otra chica que era actriz y no bailaba y tuve mucha suerte, porque le dieron el Oscar a la peor película. Después me llamaron para Black Swan, la de Natalie Portman, pero ya estaba en Orlando y ahora me replanteo cómo no fui. No podía hacerlo porque estaba entrenando muy fuerte y desocuparme dos días era impensado.
—Mientras la bailarina no paraba de crecer, había una actriz que empezaba a aparecer cada vez con más fuerza, y una modelo.
—Sí. En realidad mis papás prestaban más atención a esas cosas, porque les contaba esas propuestas y ellos me decían que por algo me estaban llamando. Me incentivaban a que probara para ver si me gustaba. Arranqué con el modelaje, porque se adaptaba a mis horarios. En una gala del Met, Carolina Herrera y Naomi Campbell me decían que tenía que modelar.
—Me estás tirando unos nombres tremendos. ¿Cómo llegaste a tener esas conversaciones con Carolina Herrera y Naomi Campbell?
—Fue en el American Ballet, que es uno de los más importantes del mundo. Me invitaron a las galas del Met y conocí a un montón de gente, entre ellas estaban Carolina Herrera y he desfilado para ella. También estaba Naomi, que me decía que tenía que modelar, pero yo no quería saber nada. Haber llegado al American Ballet fue un camino recorrido. Después las volví a ver en otra gala y estaban con la directora del New York Model Management, que en ese momento era la agencia número uno de New York y directamente me dieron un contrato que se podía acoplar a mi horario de ballet. Y me gustó.
—¿La condición era que te permitiera continuar con el ballet?
—Sí, porque estaba en mi mejor momento como bailarina. Es tan corta la carrera de ballet que no hay lugar para el error.
—¿Cómo fueron las primeras experiencias en el exterior? ¿Viajabas con alguno de tus padres a Estados Unidos?
—No, mis papás hablaron con el director del Nashville Ballet, Paul Vasterling, y arreglaron para que pueda ir sola. Estaba en quinto año del Teatro Colón y cuando volví me hicieron pasar con la peor nota posible porque se habían resentido por mi viaje. Cuando pasé a sexto año, la maestra que nos tocó había bailado profesionalmente y me dio más oportunidades. A los 14 años me inscribió en el Ballet Juvenil del Teatro Colón, donde había que tener 18. Ahí otra vez Paul me volvió a invitar, pero en el teatro me dijeron que si me iba no iba a tener más lugar cuando volvía. Les dije que me iba y que no volvía. Me sentí feliz, pero era muy chiquita. Para que te puedan dar una visa de trabajo en Estados Unidos tenés que tener 21 años y yo tenía 15. Fue una complicación el papeleo y los trámites. Entonces Paul les dijo a mis padres que me probara en el Royal Ballet, que está en Inglaterra, y en el American Ballet que está en Nueva York.
—¿Cómo fueron esas pruebas?
—Envié videos y del Royal me escribieron primero para invitarme. De los 5.000 videos que habían visto en el mundo, eligieron 40 para ver personalmente. Audicioné para una beca que daba el gobierno para poder tener el capital para viajar y me dijeron que no podían tenerme porque pensaban que era europea. Me pidieron que vuelva al Colón y que ellos iban a hablar con el sponsor oficial del Royal Ballet, que son la reina Isabel y el príncipe Carlos. Pensé que me estaban cargando.
—¡Pero del Colón te habían fletado...!
—(Risas) Claro, estaba con mi papá y no podíamos creerlo. “¿Nos están tomando el pelo o es real esto?”, pensamos. Cuando volví a Argentina mi mamá me dijo que me había llegado una carta del American Ballet. Me invitaban a ir con ellos y fui. El resto es historia, porque me quedé ahí. Me gradué con honores como bailarina profesional y coreógrafa. Y al año me llamaron del Royal Ballet, pero yo ya estaba súper bien…
—Ahí empezaste a conocer a un montón de gente, como Carolina Herrera o Naomi Campbell. ¿Choluleaste con alguien?
—No. ¿Sabés que no soy cholula? Creo que es una bendición en un punto. Te puedo contar miles de personas conocidas o celebridades, pero no. Hay algo muy loco que sucede en New York, porque todos son pares. No es como en Argentina, que si hay una personalidad se les tiran encima. Eso no pasa. Primero porque vas preso, porque no se puede hacer eso. Me parece mucho más cool, porque podés tener una conversación que me parece mucho más interesante que pedir una foto.
—¿A quiénes conociste?
—He cenado con Beyoncé y Jay-Z en la Fashion Week. La moda me hizo conocer el mundo. El ballet también, pero con la moda hice un tour un poco más grande.
—¿Cómo hiciste para compatibilizar ambos mundos?
—Sin darme cuenta se fue desplazando el ballet por la moda. Lo primero que hice fue un beauty para la Quinta Avenida de Chanel. Fueron fotos de maquillaje. Imaginaba que iba a ser más difícil, pero al tiempo desfilé para Louis Vuitton. A comparación de lo que venía haciendo, me resultaba más fácil. Después me encontré con que no es tan fácil, y me gusta prepararme mucho en todo lo que hago. Las personas creen que te maquillan, te peinan y te ponen la ropa más linda, pero no es tan sencillo. Yo nunca fui la más alta, ni la más linda, ni la más joven, pero siempre fui la bailarina que modela. Eso me abrió muchas puertas porque no tenía competencia en esa área. Podía hacer cosas que las otras chicas no podían, como la plasticidad para las fotos. Hice la Fashion Week un montón de veces hasta que fui a Japón para hacer el comercial mundial de Sony y me quedé a vivir en Japón. También viví en Londres, Suiza y Francia.
—¿Es verdad que te eligió Mark Zuckerberg para una publicidad?
—Sí (risas). Necesitaban a alguien para hacer algo muy específico con una cámara que se llama TikTok, que se mueve a una velocidad impresionante, y la tenía que hacer alguien que se adaptara a la marcación de la coreografía para que básicamente no te asesine el robot que filmaba. Hice un casting eterno y quedé. Mi contrato decía que me contrataba Mark Zuckerberg para hacer la publicidad de WhatsApp Business, que ahora es re popular pero en ese momento era una novedad.
—¿Y cómo fue la experiencia de bailar delante de Barack y Michelle Obama?
—Son divinos. La verdad es que conozco muchos presidentes, entre ellos Donald Trump. Cuando me gradué del American Ballet, Michelle Obama entró al escenario y presentó mi acto. Es gente común. Como no soy cholula, para mí era algo normal.
—¿Cuándo aparece la actuación en tu vida, más allá de aquella propuesta que rechazaste de Fama?
—Después de todo mi tour como modelo volví a Argentina y me puse a estudiar. No estuve ni una semana estudiando actuación que me llamaron de Nickelodeon para estar en una serie como protagonista. Fue un personaje muy lindo, que tenía que bailar. Entré a la actuación bailando, que es el lugar donde más cómoda me siento. Y cuando terminé de hacer ese personaje, Nickelodeon me volvió a contratar para hacer otra serie. Y durante la pandemia filmé mi primera película.
—¿Cómo fue pasar a protagonizar un largometraje?
—Muy bien. Estuvimos compitiendo en todos los países europeos, porque es una película de terror. Ahí fui la que asustaba. Estuvimos seleccionados en el Festival de Cannes como mejor película de terror y en Latinoamérica también fue muy reconocida. Fue una experiencia espectacular.
—¿Dónde serán tus próximos proyectos?
—A mí me encanta Argentina. Viví por todo el mundo y cuando escucho a las personas que dicen se van a ir del país, me apena porque es lo más grande que hay. Yo me tuve que ir de Argentina porque no podía hacer acá lo que quería. Es una lástima, porque sería buenísimo no haberme tenido que ir. Estuve siempre lejos de mi familia y de mis seres queridos. Argentina me encanta y apuesto por Argentina. Incluso, mi emprendimiento lo empecé y lo sigo acá.
—¿Dónde se gana mejor: en el ballet, el modelaje o en la actuación?
—Depende de un montón de factores. En el ballet, era bailarina. En la moda, era la bailarina que modelaba, entonces no tenía el mismo cachet que una modelo era un poco más. Los hombres, por ejemplo, en la moda cobran mucho menos que las mujeres. Y en la actuación pasó algo similar, porque fui la bailarina que actúa. Creo que en el que menos dinero se gana es en el ballet. El mejor bailarín del mundo no gana lo mismo que gana el mejor futbolista.
—¿Cómo fue que te metiste en el mundo de la cosmética?
—Empecé a hacer vivos de Instagram maquillándome, porque notaba que me preguntaban mucho sobre cómo hacía para tener ese maquillaje. Sin querer terminé convirtiéndome en una influencer.
—Se dio desde un lugar muy auténtico...
—Totalmente. El maquillaje siempre tuvo un rol muy importante en mi vida. Tengo muchos amigos en la industria que son los mejores maquilladores del mundo y me explicaron qué me ponían. Me encanta aprender y era como una masterclass mientras me estaban preparando. En la pandemia empecé con esto; y como soy celíaca descubrieron también que soy súper alérgica y con mis seguidores empecé la búsqueda de los mejores productos que existen en el mercado.
—¿Cómo afecta la cosmética en los celíacos?
—Si tenés sensibilidad al gluten, no puede haber contaminación cruzada. Pareciera que un celíaco es un alienígena. Es muy difícil tener que adaptarse a situaciones de la vida, porque en la alimentación podés comer frutas y verduras, pero en la cosmética no hay un producto que sea libre de gluten. Hay un porcentaje de los celíacos que tienen dermatitis herpetiforme, que es la alergia de contacto. Es lo que tengo yo.
—Encontraste un nicho de mercado.
—Era el momento. Hoy Idun by Meli Garat es mi marca de belleza. Es la primera y única marca de belleza del mundo con propiedades y beneficios para la salud. La idea es cuidar la salud y el planeta.
—¿Invertiste vos o buscaste inversores externos?
—Tenía la posibilidad de tener una persona que invierta, pero preferí evitar problemas. Iba a tener que ceder cosas y opté por hacerlo sola. Invertí todo mi dinero ahí. La primera vez lancé una máscara de pestañas a prueba de agua y en 14 minutos hice sold out. Agoté el stock en 14 minutos. Al principio pensé que se había caído la página y llamé a mi hermana para comentarle que la gente no podía comprar. Y mi cuñado, que es especialista en sistemas, me avisó que había agotado el stock. No lo podía creer.
—¿Cuáles son tus sueños?
—Conquistar el mundo, como mínimo (risas). No, me encantaría poder expandir mi marca en muchas partes del mundo. Ahora vendo solamente en Argentina, pero tengo un campo asiático muy importante. Los asiáticos son punta de lanza en belleza y la gente se preocupa mucho más por la salud y el medioambiente.
—¿Queda lugar para el amor en esta mujer tan ocupada y empoderada?
—Sí, creo que es importante hacer algo a nivel profesional súper top y que a la vez también puedas llevar tu relación amorosa o la relación que tengas con tu familia; sino terminás siendo súper exitoso, pero no tenés con quién compartirlo.
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