Cuando en su infancia Mariano González jugaba a la radio lejos estaba de imaginar este presente. Aquella práctica tan común en los 80 y 90, con esa accesibilidad para los curiosos que tuvo la radio desde sus inicios, forjaron su presente, con algunas licencias propias del avance tecnológico. Porque el medio cambió, y también cambió su vida. De sus primeros ensayos adolescentes en Neuquén a compartir estudio y proyectos con su admirado Juan Alberto Badía. Hoy se destaca en el desarrollo de un medio propio.
En cada uno de estos pasos, hay algo que acompaña a Mariano y es su inconfundible voz de locutor. Aún sin impostarla, resuena al otro lado del teléfono y no hace falta que presente ningún carnet. “En mi familia somos de tener voz grave y yo no fui la excepción”, aclara de entrada en la entrevista con Teleshow. Desde chico, tomó nota y se aferró a ese don, explorando todo lo que su caudal le permitía. “Imitaba todo el tiempo, era una tanda andante y eso me dio la oportunidad de jugar mucho. Es como el que va al gimnasio y entrena hasta que empieza a ver los resultados en su cuerpo en su cambio físico, yo lo notaba en mi forma de hablar”, explica.
Con un camino en el éter neuquino, Mariano empezó a realizar algunas temporadas de verano en Pinamar donde también trabajaba Juan Alberto Badía. Fue tantas veces a verlo al estudio que un día el recordado conductor lo invitó al aire. Y al finalizar el verano, escuchó la propuesta que no hubiera escrito el mejor guionista. “¿Te gustaría trabajar con nosotros en el próximo verano?”. La obvia respuesta afirmativa inició un camino de 15 años, que incluyó también radio en Buenos Aires en Del Plata y la experiencia televisiva de Estudio País en Canal 7. “Fue un camino fantástico el que transité junto a él. Fue maestro, escuela, compañero, amigo...”, recuerda con emoción.
—¿Fue una presión trabajar con una persona a la que admirabas?
—Creo que no lo pensé mucho, porque en ese estado de inconsciencia de la adolescencia, uno iba para adelante. Hoy que me haces esta reflexión, digo “wow, podría haber sido un debut y despedida”. Pero fue de menor a mayor y me fue involucrando en sus proyectos, no solo como locutor, sino también como productor y como director artístico en su radio, armando la artística, escribiendo separadores, musicalizando. Y después, tenía mi programa donde presentaba la música nueva.
—¿Siempre te gustó la música?
-Siempre. De pibe me compraba discos y libros de música en vez de ropa. Mis amigos estaban a la moda, y yo prefería tener el último disco de Bryan Adams; cada vez que venía a Buenos Aires volvía con discos. Y trabajar con Badía me sirvió mucho para abrirme, yo era más anglo y en Radio del Plata había un espacio muy divertido, que se llamaba “Si de noche no sales, te lo cuenta González”. Ahí cubría muchos shows y empecé a conocer músicos locales y toda esa onda de Badía que era más del rock argentino y artistas en castellano.
Mientras hacía su camino en la radio, especializándose en música y con Badía como guía, Mariano desarrollaba otra de las actividades que lo apasionaban de chico: la locución comercial. Para ello, además de su formación en el ISER, le fue sumando su propia búsqueda. Y encontró en la aventura del castellano neutro, todavía no tan desarrollado en el país, un terreno fértil para jugar y profesionalizarse.
Su primer comercial fue el de una gaseosa tónica, una adaptación de un original grabado en Londres, en el que personificaba a un tigre en el que desplegó todos los recursos del neutro. “Modestamente, grabé muchas más marcas de las que imaginé cuando era un adolescente que llegó a Buenos Aires”, resume. Empezaron a aparecer más firmas líderes –bancos, supermercados- que le abrieron las puertas de la profesión. Y como si aquel juego de niño fuera una premonición, hoy proyecta su carrera en múltiples plataformas.
—¿Es difícil hacerse un lugar en la locución comercial?
-—A diferencia de otros lugares del mundo, donde para llegar al mainstream necesitás un representante, acá hay que hacerse uno mismo y fue así como lo entendí. Me presenté un estudio, grabé las voces hasta que un día ganás un casting, y empiezan a aparecer comerciales. No puedo contar hoy la emoción que me daba eso, pues sentía que había roto una barrera y había abierto la puerta de los grandes que yo admiraba. Era una sensación de estar jugando en primera, lo que por un lado me daba mucha felicidad, y por el otro, una responsabilidad muy grande.
—¿Dónde creés que estás tu mayor virtud?
—Más allá del talento, lo que uno tenga para ofrecer, que puede gustar más o menos tu voz, y eso en definitiva lo va a juzgar un creativo publicitario, mi valor agregado siempre fue estar. Cuando me voy de vacaciones, me llevo un estudio móvil y grabo, o sea eso lo tomo con una responsabilidad enorme y con la entrega, es en el lugar en el que me encuentro y donde quiero darlo todo.
—En paralelo al locutor aparece el conductor de eventos. La voz empieza a tener una cara, un cuerpo, un movimiento. ¿Cómo fue ese paso?
—Esa faceta siempre traté de alimentarla. La publicidad sería al locutor lo que es el cine para el actor, es más elaborado, pero no deja de ser un unipersonal, sobre todo cuando ya venís trabajando con una marca, con un estilo definido. La conducción de eventos es como el teatro, es la forma en la que te comunicás con un público sin red, en vivo y en directo, donde te aprueban o no. Y me encanta sentir ese afecto inmediato.
Sin aire de momento en el dial, hoy los días de Mariano pasan por la locución comercial e institucional, la conducción de eventos y desde el año pasado su gran proyecto personal. Todo comenzó con la publicidad de una cerveza, que le abrió las puertas al mercado hispano en el país del norte. Hoy es la voz de una marca líder de automóviles como primer paso a consolidar su futuro allí.
—Cambió mucho la radio respecto a aquella de la que te enamoraste. Hoy se televisa casi todo, crecen las nuevas plataformas de streamings. ¿Cómo es tu relación hoy con el medio?
—Hay una frase que me define que es “o te adaptás, o caducás”. Creo que en una empresa o en un medio de comunicación rápidamente podés quedar demodé y dejar de ser escuchado. Tengo mi propia emisora, Positiva Radio, que la estoy transformando. Empezó como una radio musical web, después le puse imagen con el mismo software que utilizan las radios streaming más conocidas de hoy, y desarrollé la plataforma a partir de los temas que me interesan comunicar. Ahí apareció la sustentabilidad, la movilidad urbana, las energías renovables en el uso responsable de agua.
—Te costó mucho esa adaptación? Apartarse de alguna manera del romanticismo que envuelve a la radio.
-Ahí empecé a tener una idea de que la radio podía dejar de ser musical como me conoció a los 14 años, que la radio podía también tener cámaras y podía ser visual y no dejar de ser radio. Cambian las plataformas, cambian las formas, pero uno se tiene que ir adaptando para no caer en el olvido. Yo hincho por la radio tradicional y también hincho por las nuevas plataformas. Todos tienen que jugar su juego y donde uno se pueda desarrollar de mejor manera, ahí hará el camino.
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