Carina Zampini es una mujer multifacética de 47 años que comenzó su carrera actoral hace casi tres décadas. Luego de protagonizar muchos ficciones exitosas, la artista se animó a moverse de su zona de confort y apostó por la conducción. No se equivocó al elegir este camino diferente: desde hace ocho años trabaja como presentadora de diferentes ciclos televisivos, como El gran premio de la cocina.
Este lunes 17 de abril regresa a la pantalla de El Trece para conducir Pasaplatos, un programa novedoso que busca al mejor cocinero de la televisión. En una entrevista con Teleshow, Carina habla sobre este desafío laboral en un momento complejo en el que la emisora busca mejorar los niveles de audiencia para ganarle la batalla a Telefe.
Dueña de un bajo perfil, Zampini explica los motivos por los que prefiere resguardar su vida privada, pero no tiene problemas de hablar sobre la buena relación que tiene con su hijo, Manuel. Además, admite que no le tiene miedo al paso del tiempo y confiesa que viviría el amor con mucha alegría en el caso de enamorarse.
—¿Qué es lo más interesante del nuevo ciclo?
—Es un show en una competencia de cocina que aporta un entretenimiento sano para los televidentes. Los chefs Pablo Massey y Juan Gaffuri compiten entre sí para ver quién es el descubridor del nuevo gran cocinero de la tele. En esta primera etapa tienen el desafío de conformar sus equipos con 16 integrantes. Los eligen basándose en la degustación de las preparaciones, porque ellos nunca pueden ver a los aspirantes. Tienen que seleccionar a los integrantes de su equipo probando los sabores, la preparación y la técnica de lo que ven en el plato. En su decisión no interfiere si esos aspirantes son simpáticos o no porque nunca los ven. Los chefs tienen como mano derecha a Roberto Ottini, que cumple el rol de jefe de cocina, y él sí está en contacto directo con los aspirantes y los guía en las presentaciones.
—Este es un año complicado para El Trece en cuanto al rating. ¿Te preocupa las mediciones?
—La verdad es que lo tengo en cuenta porque es parte de lo que conlleva nuestro trabajo. Los programas se mantienen si rinden en rating, lo que implica el trabajo de un montón de personas que forman parte de un proyecto. Aunque lo tengo presente y forma parte de la realidad en esta industria, no es algo que me condicione y tampoco es algo que podamos cambiar. Lo que tenemos al alcance de nuestras manos, ya sea en el trabajo o en la vida, es hacer lo mejor, con profesionalismo, respeto, amor, disfrute y entrega. No sabemos cuál será el resultado. Lo que ya tenemos ganado es que hacemos algo desde ese lugar y que en el medio la pasamos bien. Cuando conducía Morfi en vivo no me gustaba que me dijeran el rating por la cucaracha. Yo seguía las directivas, pero no me gusta estar tan pendiente de la misma manera que yo no me consumo a mí misma, no miro los programas que hago.
—¿Por qué?
—Siento que me condiciono, soy muy exigente conmigo misma, me cuesta verme y nunca me digo: “¡Qué bueno Karina lo que hiciste!”. Por lo general, veo el lado B. Entonces pongo todo en manos de las personas que están encargadas de producir, dirigir, iluminar. Ellos hacen su trabajo y me quedo con eso. Cuando actuaba en las ficciones no iba a chequear las escenas cuando las grababa. Nunca siento que me termina de gustar del todo lo que hago, entonces no me suma. Hay otras personas que por ahí son más objetivas y pueden sacar un provecho de eso. Yo no lo sé hacer y elijo no hacerlo.
—¿Extrañás la actuación?
—No. Disfruto mucho de conducir, me genera un desafío todo el tiempo porque es algo donde me voy descubriendo. Actuó desde que tengo nueve años y empecé a conducir hace ocho años. Como sigo aprendiendo me genera un estímulo. Tal vez me gustaría volver a actuar o hacer alguna participación en una ficción o serie para una plataforma. Recuerdo que cuando hacía ficción laburábamos 12 horas por día, de lunes a viernes, y cuando se me presentó la oportunidad de conducir dije que sí porque era algo distinto. Tuve la suerte de poder continuar en este camino de la conducción y seguir aprendiendo.
—En Instagram compartiste una foto con tu hijo Manuel, que tiene 24 años. ¿Cómo te llevás con él?
—Sí, yo no soy mucho de compartir cosas en mis redes. Manu es un compañero de vida. Todas las etapas fueron hermosas. Es un ser humano bello, súper empático, sensible, consciente, amigo de sus amigos. Trabaja como productor ejecutivo de Nada que perder, un programa de Los 40 Principales. Además estudió Diseño Gráfico y hace muchos otros trabajos que tienen que ver con eso. Se está pudiendo realizar en el ámbito que le gusta.
—¿Te gustaría trabajar con él?
—Me encantaría. A él siempre le gustó la producción de televisión y le gusta todo lo relacionado a lo artístico. Hizo teatro y le gusta mucho la música, el dibujo, el diseño y la producción.
—¿Te cuenta sobre su vida?
—Somos muy compañeros y compartimos muchísimas cosas. Todavía vive conmigo y está planificando irse a vivir solo, pero nos respetamos mucho los espacios. Somos bastante parecidos y nos compartimos nuestras vidas a tiempo con el tiempo, sin invadirnos. Todo lo importante lo charlamos. Me interesa mucho su mirada y suelo preguntarle qué haría él en alguna situación. Él también me habla de temas personales y laborales.
—¿Te preocupa el nido vacío?
—En absoluto, para nada (risas). Uno va viendo el crecimiento de los hijos en el transcurso del tiempo. Más allá de que soy una persona que apuesta a la libertad de los seres humanos, ya sea de los amigos o de los hijos. Libres de hacer, de pensar, de tener nuestra propia vida, nuestra independencia personal, no hablo de la independencia económica. Nosotros tenemos horarios completamente diferentes, durante el día estoy sola en casa un montón de tiempo. Intento ser una buena compañera de ruta, más allá de que soy su mamá y no su amiga. Él sabe que puede contar conmigo.
—¿Cómo vivís el paso del tiempo a los 47 años?
—No me preocupa; al contrario: no cambiaría mi realidad de hoy por mis 20 años. No le pongo mucha atención a la edad o a cumplir años. No me preocupa envejecer o parecer que soy más joven. Creo que si uno se ocupa va ganando certezas en la vida, respuestas y seguridades. Seguramente son las que hacen que después uno no ponga todo en la imagen, en los años o en la juventud. Obvio que me gusta sentirme bien, pero tampoco me miro mucho al espejo. No me pasa por ahí. Por mi trabajo tengo que estar con las uñas prolijas y con la tintura hecha. Si no trabajara de esto también me ocuparía porque soy una persona prolija, ordenada. Pero no me genera una dificultad para nada; al contrario, disfruto del tránsito. Vivimos en una sociedad en donde parece que las respuestas o el bienestar están en lo externo, en lo que podés conseguir o comprar, o en lo que podés presentar desde la imagen. Entonces me parece que está bueno cambiar el foco o por lo menos transmitir que es válido el intento de cambiar el foco para ocuparse más de lo interno. Preguntarse quién es uno, qué piensa, qué le interesa, qué quiere cambiar de la cultura social que recibió.
—Creo que cuando una persona es feliz esa alegría la irradia también en su imagen.
—Nosotros somos energía, lo que transmitimos es lo que somos, damos lo que tenemos, no podemos dar nada que no tengamos. Si nos ocupamos en estar bien con nosotros mismos y nos sentimos a gusto y en paz, contentos, vamos a transmitir eso. Es muy diferente a cuando sentimos ira, bronca o revancha.
—Sé que no te gusta mucho hablar de tu vida privada, pero igual te pregunto si estás en pareja, si estás enamorada.
—Estoy soltera. No es que no me gusta hablar de mi vida privada: entiendo que la vida privada de uno también es la vida privada de los están con uno, entonces a veces elijo no hablar de ciertas cosas porque quizás estoy involucrando a otra persona que también tiene su vida privada. Pero si estuviese enamorada no tendría ningún problema en decirlo. Lo que nunca voy a hacer es sobreexponerme, o que mi manera de comunicarme con el público o con los periodistas sea exponiendo cosas de mi vida personal. Considero que no hace falta.
—Siempre sale algún rumor de romance, como cuando te vinculaban con Christian Petersen.
—Sí, eso era más un show televisivo (risas). Pero me han inventado romances, y al no estar contando lo que hago día a día, ni con quién en ningún caso, ni con parejas o con amigos, capaz que se arman alguna fantasía y deben decir: “Con alguien tiene que estar”. Yo he estado enamorada y he dejado de estarlo. Ahora estoy soltera, pero si me enamorara viviría el amor con mucha alegría. Hace muchos años que estoy bien con mi mundo personal, con el círculo pequeño de personas amadas. Entonces si estoy en pareja es para estar bien, no me quedaría en una relación para no estar sola.
—Aparte de trabajar, ¿tenés algún hobby o actividad que realizás para sentirte mejor?
—No tengo hobbies. Hago meditación y trato de estar conectada a un mundo más espiritual porque me hace bien. Además de trabajar, en la vida en general hago de todo: limpio, cocino, corto el pasto, todo lo que hace una ama de casa. Disfruto todos los momentos y cuando no trabajo disfruto también de no hacer nada. Me gusta quedarme en casa o ir al gimnasio, pero no necesito hacer actividades de manera permanente porque me deprimo, me bajoneo o siento que no estoy produciendo. Me encanta leer, ver series, películas. No soy una persona salidora, prefiero quedarme en casa con amigos y cocinarles, prender un fuego y compartir un asado. Soy súper tranquila, aunque también me gusta trabajar diez horas. Siempre intento disfrutar del presente.
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