Jerónimo Bosia y el desafío de ser Ringo Bonavena: el parecido físico, el miedo a hacer el ridículo y el consejo de su madre

El actor protagoniza Ringo. Gloria y muerte, la serie de Star+ que recrea la vida del mítico boxeador. En esta entrevista con Teleshow, repasa el camino de coincidencias y volantazos que derivó en el gran salto en su carrera y anticipa sus próximos pasos

Guardar
Jerónimo Bosia cuenta qué significa ser Ringo Bonavena

Cuando Jerónimo Bosia se vio en la pantalla como Oscar Natalio Ringo Bonavena terminó de cerrar el círculo de una historia que parecía escrita en algún borrador del destino. Una chispa que se fue encendiendo cada vez que le hacían notar su parecido con un boxeador al que tuvo que ir a buscar a los archivos de la historia. Y con el que se reencontró cuando le llegó la convocatoria para ese casting que solo creyó que existía en su imaginación y en el momento justo para apuntalar su carrera ascendente. Un trabajo para el que estaba hecho -la similitud física es innegable- pero para el que trabajó mucho para conseguirlo. Y que de alguna manera, también lo conecta con el taekwondista que pudo haber sido.

“Ser Ringo fue un desafío en muchos aspectos”, dice el actor de 27 años en un mano a mano con Teleshow, en el que hablará de su vida antes, durante y después de Ringo. Gloria y muerte, la biopic de Star+ que retrata la intensa vida del boxeador de Parque Patricios. “Como actor, nunca se me había pedido soportar ese tipo de rol protagónico”, advierte. Y suma detalles de lo hicieron más enredado. “Se trata de un personaje popular y querido y de una persona real, en el que no es 100% una creación tuya, y eso te obliga a una representación muy precisa de lo que querés contar”.

Jerónimo estaba lejos generacionalmente de aquello que tenía que contar. Un ídolo popular de mediados de los 60 y 70 que se volvió ícono pop. Canchero y tierno; guapo e inseguro; familiero, de barrio y con un imán para las cámaras. El mismo que se animaba a desafiar al más grande boxeador de todos los tiempos y sucumbía ante el abrazo de su mamá. Y con una filosofía de adoquín tallada en las esquinas de Parque Patricios que regalaron unas cuantas frases al saber popular.

El tráiler oficial de Ringo. Gloria y muerte

Precisamente estas aristas fue la el director Nicolás Pérez Veiga se propuso evitar a la hora de construir a la historia y su protagonista. Salir del cliché para abordar la profundidad del relato sin caer en esas distracciones. Bucear en la persona más que en el personaje. Y en pos de ese objetivo, Jerónimo fue de adelante para atrás. Supo que tenía un parecido con ese Ringo al que solo conocía de referencia. El phisique du rol, que partía desde su porte y ciertos cortes de su rostro, y se potenciaba con el papel recurrente de adolescente rebelde y matoncito que había interpretado en ficciones juveniles. Tanto se lo dijeron que se lo empezó a tomar en serio. “Ahora que están de moda las biopics, quizás sale alguna de él”, pensaba, y hacía fuerzas para que sucediera.

Nunca imaginó que la propuesta iba a llegar de Disney, que para entonces recién lanzaba su plataforma de streaming. En el gigante del entretenimiento habían quedado carpetas con algunas de sus pruebas y cuando en el más absoluto secreto empezó a tomar forma la serie, su nombre estaba ahí, al alcance de la mano. “Cuando me enteré del casting leí las escenas del guion, vi mil videos en YouTube, empecé a practicar la voz. Y fui a la audición vestido de Ringo, con habano, boina, bigote y ropa de época”, explica con el mismo entusiasmo que aquella vez.

Fue un cross al mentón. Los productores vieron entrar a Ringo, y él supo que tenía la mitad de la pelea ganada. La otra, la trabajó con los recursos actorales y el profesionalismo con el que se había tomado el asunto. Y con un énfasis especial en la voz, esa característica tan particular de Ringo, terminó de encontrar el personaje. “Yo me imaginaba una cosa más de caricatura y terminó siendo mucho más sutil. Esto habla mucho del lenguaje cinematográfico de Nicolás, como si la cámara estuviera dentro de los personajes”, dice, y revela uno de sus temores. “Me interesó el desafío hacerlo y que no sea paródico, que la gente no escuche la voz y diga “ay, otra vez este…”. Ese miedo de hacer el ridículo era un montón”, admite con el alivio de haber superado la prueba.

Jerónimo Bosia y el desafío de trabajar la voz de Ringo Bonavena

En Ringo. Gloria y muerte, Jerónimo aborda unos 15 años en la vida del ídolo, las decisivas en la construcción de su propio destino. Las primeras frustraciones, la construcción del personaje, la conquista de Nueva York, la caída, la búsqueda de la redención en Las Vegas y la consolidación del mito. Y su cuerpo debió albergar estos vaivenes. “Al principio se grabó el Ringo joven y estuvo bueno, porque fue como hacer el ciclo natural de la vida. El tipo ya ganó, perdió, se peleó con su mujer y más allá de que yo no haya tenido esas experiencias en particular, fui a buscar algunas experiencias pesadas”, revela. El paso del tiempo también se volvió peso, en las ropas pesadas de la etapa de Reno, la campera de cuero como una extensión de su ser, el bigote a tono, el látex para que la piel fuera más curtida.

Esta composición cuidada tuvo eco entre aquellos que conocieron a Ringo “Me emocionó ver el parpadeo de sus ojos acompañando aquella sonrisa pícara y canchera”, elogió el periodista Ernesto Cherquis Bialo, quien vivió de cerca el fenómeno Ringo. Y si bien es imposible conformar a todos, Jerónimo obtuvo el visto bueno del círculo más cercano. Fue a cenar con su hijo Natalio al restaurante que tiene en Parque Patricios donde escuchó algunas anécdotas y aprendió a acercarse al Ringo padre a través del recuerdo de un niño que tenía 7 años en el momento del asesinato. “La familia quedó quedó contenta, tanto su hija Adriana como su nieta Valentina, y eso me parecía fundamental. Después la serie tiene varias licencias y no se encaró para el lado tan barrial de Ringo, sino en una interpretación más general de su vida”.

Jerónimo Bosia y Delfina Chaves, Ringo y su esposa Dora en la ficción
Jerónimo Bosia y Delfina Chaves, Ringo y su esposa Dora en la ficción

La física fue solo una de las composiciones que tuvo que hacer del boxeador. La otra, fue la del desfachatado, capaz de plantársele a Ali como a cualquier cámara o flash que se le pusiera por delante. Y aquí también siente que corría con ventaja. “Soy bastante bastante extrovertido. Me gusta buscar el chiste, en el colegio siempre fui como el gracioso, es difícil definirse pero me di cuenta que tengo ese perfil de ir para adelante con la personalidad”, dice Jerónimo con algo de pudor. “En eso me sentí identificado también, con las frustraciones que te da el deporte, cómo es prepararse para un deporte de contacto que está solo en un ring, esa esa esa construcción también la agarre mucho”, agrega y advierte sobre su pasado en el taekwondo. La otra puerta de acceso a esta historia.

Nacido para ser Ringo

De alguna manera, el protagónico que le cambió la vida estaba escrito en el destino, y va más allá de la caracterización. Fue la conjunción entre ese germen que había en su familia, en su madre artista plástica y su abuelo fundador de la escuela del cine, y en el amor por la lectura que le prodigaron. Pero también en el deportista que pudo haber sido, en el campeón argentino y sudamericano de taekwondo que se empezó a forjar en cierto desgano escolar. A los 17, participó del mundial de la categoría, en España. Perdió en su primer combate que terminó siendo el último de su carrera.

Fue en ese momento en el que vuelve a aparecer su mamá, clave en su vida, otro link a la historia del boxeador de Parque Patricios. Cuando vio que el deporte ya no lo llenaba, ella lo empujó a que se anotara en teatro, viendo en su histrionismo una manera de canalizar las inquietudes adolescentes. Al poco tiempo, actuó ante 400 personas en el Teatro de la Comedia y fue distinguido como el mejor actor en el Festival Mundial de Teatro Adolescente Vamos que Venimos. Y si Ringo el verdadero tuvo que ir a Estados Unidos a forjar su propia historia, Jerónimo obtuvo su primer papel fuerte en Perú, cuando le pidieron que audicione para la segunda temporada de la exitosa tira Ven, baila, quinceañera.

Jerónimo en la avant premiere de Ringo. Gloria y muerte (RS Fotos)
Jerónimo en la avant premiere de Ringo. Gloria y muerte (RS Fotos)

No fue fácil, era chico y significaba irse a una aventura que no sabía cómo iba a resultar. “Fue mi iniciación en la actuación”, resume a la distancia, sin dudar ni arrepentirse de tomar decisiones fuertes si el camino lo amerita. “Cuando la siento, pego el volantazo”, reafirma. Así como dejó el deporte, armó el bolso y se instaló seis meses en Miraflores, el hermoso barrio limeño, y al día siguiente del debut, salió a la calle y lo saludaban de a decenas. Un cariño del público que se mantiene hasta hoy.

Luego de ese rito iniciático, volvió al país con una experiencia en sus espaldas pero a hacerse casi de cero. Se inscribió en un semillero de Telefe que le permitió un pequeño papel en 100 días para enamorarse, y fue haciéndose un nombre con papeles en Bella –”una road movie tarantinesca”, como define al filme de Laura Dariomerlo- y Yo adolescente, basado en la novela de Zabo Zamorano.

Mientras busca despegarse del physique du rol, aunque nunca renegará de él, cuenta sus próximos proyectos. Por estos días, se lo puede ver en la segunda temporada de ATAV, la tira que acaba de estrenar El Trece y en la que su agenda no le permitió tener un rol más destacado. “Estuve 12 capítulos y me divertí muchísimo, aunque mi personaje se va bastante al carajo. No sé si tiene redención”, asegura. También rodó en España La sociedad de la nieve, película inspirada en la tragedia de los Andes donde interpreta a Pancho Abal, el gran amigo de Nando Parrado, uno de los sobrevivientes. Allí, la exigencia física fue la inversa que a la de Ringo, con un estricto trabajo para que el cuerpo muestre las inclemencias de la lucha por la supervivencia en medio de la cordillera.

La tragedia, los limites, la gloria, la muerte, la rebeldía, son tópicos que aparecen en mayor o menor medida en estos trabajos unificados por cumplir al menos por un rato la fantasía de viajar en el tiempo. “No sé por qué hay como un fetiche de parte de los actores a hacer papeles de época, pero lo hay. Es más divertido interpretar un mundo más lejano, una época distinta porque da la posibilidad de jugar más”, enfatiza Jerónimo con el entusiasmo de quien tiene todo por delante. Que construye en pasos cada vez más grandes su camino ascendente en la escena. Y que agradece haber escuchado ese llamado interno que lo hizo dejar todo para inventarse un nuevo camino. Como Ringo Bonavena y como tantos otros que se animan a trascender.

Seguir leyendo:

Guardar