El último gran héroe, el primer gran fracaso de Arnold Schwarzenegger

La película contaba con todo para convertirse en un exitazo pero el público prefirió los dinosaurios de Spielberg. La curiosa explicación del actor sobre uno de los pocos tropiezos de su carrera

Arnold Schwarzenegger en una escena de El último gran héroe, junto al coprotagonista, Austin Taylor O'Brien (Getty Images)

A principio de los 90, Arnold Schwarzenegger ya no era ese muchachote ignorado por los productores que lo tomaban por “un grandulón tonto que no piensa”, sino que se había convertido en el actor más taquillero de Hollywood. Desde 1982 con su primer protagónico en Conan, el bárbaro, era una especie de rey Midas que todo lo que tocaba no lo convertía en oro sino en éxito y dólares -que parece lo mismo pero no lo es-.

Desde el eterno perseguidor/perseguido que nació con Terminator, ese experto en constancia fue construyendo un perfil que atrapaba a los hombres, agradaba a las mujeres y admiraba a los niños. Con una gran astucia diseñó una carrera brillante y eficaz donde saltaba de la acción a la comedia, de la violencia a la historia familiar, de ser un lacónico musculoso a un creíble comediante, todo sin perder carisma ni atractivo.

Casado con una dama del clan Kennedy y asesor de Bush, en una década protagonizó una serie de filmes que sumaron público y recaudaciones. A Terminator le siguió El guerrero rojo y luego llegaron Triple identidad, Depredador, Carrera contra la muerte, Infierno Rojo, El vengador del futuro, Un detective en el kínder y Gemelos.

En 1993, con 45 años Schwarzenegger había conquistado el inestable cetro de actor mejor pago del planeta. Sus contratos no bajaban de 15 millones de dólares, a lo que sumaba un porcentaje de las ganancias por taquilla y las ventas de elementos de merchandising. Involucrado en el proceso creativo y la promoción de sus producciones era un héroe para el público y el rey del marketing para los productores. En la cresta de la ola, decidió filmar El último gran héroe.

El último gran héroe: Austin Taylor O'Brien y Arnold Schwarzenegger (Getty Images)

Fiel a su máxima “comienza a lo grande, agrándate más, expándete más allá y… nunca mires hacia atrás”, Schwarzenegger le propuso a Columbia filmar (alerta spoiler) la historia de un niño sin padre que mágicamente penetra en la pantalla de un cine para encontrarse con su héroe favorito, Jack Slater, al que lleva al mundo real para una aventura diferente. El guion mezclaba comedia con fantasía y acción con aventuras sin perder ternura y en formato apto para todo público.

El estudio aceptó sin dudar su propuesta. Para ellos hacer negocios con Arnold era una prioridad basada no en sus dotes actorales sino en la contundencia de los números: sus últimos cuatro filmes habían recaudado un billón de dólares. Sin dudar firmaron primer un cheque por 60 millones de dólares -15 serían para el actor- al que le sumarían otro por 40 millones verdes.

Pese a la apuesta de riesgo, los productores se regodeaban pensando en las ganancias que dejaría Jack Slater. El nuevo héroe podía generar segundas, terceras e infinitas partes, además de una enorme cantidad de productos empezando con póster y siguiendo con luncheras, textiles y muñecos en todas sus variantes. No eran solo especulaciones, en plena filmación el mismo Schwarzenegger logró acuerdos comerciales con una línea de juguetes de acción, siete clases de videogames, un juego para parques de diversiones y una campaña de una hamburguesería que invirtió 20 millones de dólares en el “combo Jack”. Todo parecía perfecto, los productores llegaban al éxtasis con las proyecciones que indicaban que la película ganaría como mínimo 200 millones de dólares. Sin embargo, ya sabemos que puede fallar.

“Nuestro negocio es como la política: hay que descubrir lo que la gente quiere”, sostenía Schwarzenegger. “Creo que Estados Unidos está yendo en una dirección antiviolenta. Ya han visto suficiente violencia en las calles”. Pese a las declaraciones del actor, la película se basó en un guion llamado… Extremadamente violento. El texto fue escrito por Zak Penn y Adam Leff, dos jóvenes guionistas de 23 y 24 años que luego de ver más de 30 películas de acción decidieron crear un personaje que parodiara a los héroes de esas películas. La idea era muy buena pero no dejaba de estar escrita por dos novatos. El estudio decidió convocar a Shane Black, guionista de Arma mortal, que a cambio de un millón de dólares reformuló el guion, tanto que solo quedó intacta la idea central y algunas escenas.

El póster de El último gran héroe

El estudio aprobó el trabajo de Black, pero el que no se mostró conforme fue Schwarzenegger, que aseguró que las escenas de acciones eran espectaculares pero que faltaba profundizar el vínculo entre el niño y su héroe. “Consigan a William Goldman para que le agregué emoción”, ordenó. Así fue como el guionista de Butch Cassidy a cambio de 750 mil dólares y cuatro semanas de trabajo dio su aporte al guion. Parecía que el texto ya estaba pero Black pidió volver a trabajarlo para darle una “coordinación general”. Pese a la cantidad de guionistas, al momento de filmar, Charles Dance, el actor que hizo de villano, decidió escribir la mayor parte de sus líneas.

Desde el comienzo, El último... nació como superproducción, tanto que varios actores de renombre aceptaron participar. Sharon Stone, Jean Claude Van Damme, Chevy Chase, Little Richard y Jim Belushi no dudaron en aparecer en pequeños cameos interpretándose a sí mismos. El legendario Anthony Quinn fue el mafioso Tony Vivaldi. El único que no aceptó el convite fue Alan Rickman porque le pareció que le pagaban poco para actuar de Benedict. En su lugar se contrató a Charles Dance, que se tomó el ser una segunda opción con humor: apareció en el set con una camiseta que decía “Soy más barato que Alan Rickman”.

Para ocupar la silla de director, el estudio no se anduvo con chiquitas. Se la ofreció a Steven Spielberg que lo rechazó porque estaba por comenzar a rodar La lista de Schindler. John Mc Tiernan, que venía de dirigir Duro de matar, Depredador y La caza del Octubre Rojo, aceptó.

Con el elenco elegido, el guion terminado y el director listo para gritar “acción”, el rodaje comenzó el 2 de noviembre de 1992. La mayoría de las escenas se rodaron en Los Ángeles y Nueva York; en esta ciudad y para poder filmar la producción logró cerrar durante una semana y 12 horas por día el Times Square.

La banda sonora de la película fue un lujo. Una selección de canciones de rock de bandas como Aerosmith, Megadeth y Alice in Chais. No conforme con eso, Schwarzenegger se contactó en persona con los integrantes de la banda AC/DC y logró que compusieran un tema para el film. Así surgió “Big Gun”, la canción principal. Como devolución de gentilezas o brillante estrategia de marketing, se acompañó con un video musical de la banda donde aparecía el actor.

El guion no ahorraba guiños graciosos que parodiaban a su famoso protagonista. Cuando el personaje de Schwarzenegger viaja al mundo real, entra en un videoclub donde se promociona Terminator, pero el que aparece como protagonista es Sylvester Stallone. En otro momento Jack intenta pasar por actor y se hace llamar Arnold Braunschweiger, apellido que remite a un guiso típico de su país natal. En la versión en alemán se llama Arnold Beckenbauer, apellido del reconocido futbolista germano.

En El último gran héroe, Arnold Schwarzenegger es Jack Slater (Getty Images)

Con la película filmada, a días del estreno comenzaron los testeos de público. Las reacciones mostraban que la historia no convencía, resultaba confusa y aburrida. No se terminaba de comprender si era una película de acción o una comedia. La mezcla de géneros lograda en otros productos “shwarsenegerianos”, acá brillaba por su ausencia. Ante el naufragio que se aproximaba y a pocos días del gran estreno se decidió refilmar escenas. Los cambios fueron tan sobre la hora que en los avances de promoción aparecían partes eliminadas. Un detalle curioso: los errores de continuidad o la aparición obvia y no disimulada de los dobles sí fueron intencionados ya que formaban parte de la parodia a las películas de acción.

Las malas críticas no se detenían y de tan feroces uno de los acuerdos comerciales más importantes se cayó. El estudio había acordado que El último gran héroe sería el primer título en publicitarse en el espacio y, a cambio de 500 mil dólares, se pondría el logotipo del estudio y el nombre de Schwarzenegger en una nave de la NASA. El cohete se lanzaría antes del estreno, pero el trato no despegó por culpa de las malas críticas.

Pese a los cambios de montaje, los comentarios negativos no cesaban. “Siempre pasa lo mismo. En Hollywood todos están celosos de sus vecinos. ¿Qué creen que escuché de la película de Spielberg (que estaba por estrenar Jurassic Park)? Las cosas más horribles”, se enojaba Schwarzenegger. Además minimizaba lo que significó regrabar escenas. “En Terminator 2 hicimos tomas hasta dos semanas antes del estreno y anduvo muy bien”. Para mostrar que creía en el proyecto, el actor voló al Festival de Cannes, donde otorgó 40 entrevistas televisivas y 54 para la gráfica en apenas 48 horas, lo que demostró que si no era un gran héroe al menos era un gran promotor. También posó sonriente y optimista ante el gigantesco muñeco de Jack Slater que impactaba en la alfombra roja.

Tamaño esfuerzo no fue suficiente. La película se estrenó el 18 de junio de 1993. Durante el primer fin de semana recaudó apenas 15 millones de dólares, un arranque flojo para las expectativas generadas y sobre todo, la plata invertida. El fin de semana siguiente todo empeoró porque la audiencia cayó en un 47% y prefirió pagar por ver Jurassic Park.

La venta de muñecos tampoco resultó un éxito. Schwarzenegger había rechazado los prototipos cargados de armas que disparaban balas de juguete. El que terminó aprobando costaba 22 dólares y era un muñeco que arrojaba un puñetazo mientras decía “Big misktake” (”Grave error”) el latiguillo del protagonista. El envase además llevaba un cartel que aconsejaba: “Sé vivo. Nunca juegues con armas de verdad”. Fue un fracaso.

Años después el actor reconocería que la película fue el primer tropiezo de su carrera y elaboraría una curiosa teoría: la culpa la tuvo Bill Clinton. Según su particular explicación, la derrota del entonces presidente George H. W. Bush ante el demócrata marcaba el final de una era y desde la perspectiva de Schwarzenegger, se asociaba con el final de los héroes de acción de la época. “El año en que salió la película fue el año de derrotar a Arnold. Fue una de esas cosas en las que presidente Clinton fue elegido y la prensa, de alguna forma, lo convirtió en algo político, donde pensaban que ‘bueno, los muchachos de acción de los 80 se han ido de aquí, es un ejemplo perfecto’”.

En una escena Danny le dice a Jack que el público espera que se siga metiendo en locas aventuras. “Por eso siguen viniendo. Relájate, vos sos el héroe”, trata de convencerlo. “Ya no quiero ser el maldito héroe. Estoy cansado de que me disparen, me pateen y me tiren de los aviones. Me duele. ¿Por qué no probás vos?”, le responde Jack. Por 15 millones de dólares, a más de uno le gustaría intentarlo.

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