Luis Machín: el psicoanálisis como una tabla de salvación y por qué las vacaciones no son una necesidad

Además, el protagonista de la obra La última sesión de Freud le contó a Teleshow que cambió sus prioridades durante la pandemia y se convirtió en vendedor de sus propios proyectos

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Luis Machín, un actor rosarino todoterreno
Luis Machín, un actor rosarino todoterreno

Luis Machín siente una enorme pasión por su oficio de actor y disfruta tanto de su trabajo arriba de los escenarios o en un set de grabación que no siente la necesidad de tomarse vacaciones. Con la llegada de sus hijos, sus prioridades cambiaron y suele organizar viajes con ellos, aunque también le gusta conocer nuevos lugares cada vez que realiza giras teatrales.

Durante la pandemia, el artista rosarino hizo algunos cambios en su vida y decidió trabajar en aquellos proyectos que soñaba hacer, como volver a protagonizar la obra La última sesión de Freud de Mark St. Germain que ha sido un éxito en Estados Unidos y otros países. En 2012 la había presentado con su colega Jorge Suárez y en 2023 la repusieron en el teatro Picadero junto con el actor Javier Lorenzo y la dirección de Daniel Veronese.

Luis no se equivocó al elegir esta pieza teatral que durante el verano se metió entre las diez obras más convocantes de la calle Corrientes. En la trama, interpreta al legendario psicoanalista Sigmud Freud que invita al periodista y escritor C.S. Lewis a su casa en Londres. Ese día Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial y ellos discuten sobre la existencia de Dios, el amor, el sexo y el significado de la vida. Este debate interesante logra mantener la atención del espectador durante toda la función.

Luis Machín protagoniza La última sesión de Freud con funciones de viernes a domingos en el teatro Picadero (Pasaje Enrique S. Discépolo 1857)
Luis Machín protagoniza La última sesión de Freud con funciones de viernes a domingos en el teatro Picadero (Pasaje Enrique S. Discépolo 1857)

—¿Cuáles son los aspectos más interesantes que tiene la obra?

—Hace 11 años hice esta misma obra pero en el rol del escritor y el texto no ha perdido vigencia; por el contrario, cobró bastante relevancia a la luz de algunos acontecimientos nacionales e internacionales. Y en la Argentina, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, tienen una repercusión muy fuerte en relación a lo que significa el psicoanálisis. Me gusta mucho lo que propone la obra: una discusión de dos temas que son tan opuestos como la ciencia y la religión. Los personajes tienen creencias férreas sobre lo que piensan y cómo llevan adelante su vida. Enfrentar estos pensamientos es uno de los aspectos más ricos de la obra.

—Primero interpretaste a Lewis y ahora a Freud. ¿Te sentiste más identificado con alguno de los personajes?

—Tengo una formación religiosa bastante fuerte en mi infancia y los primeros años de adolescencia. Cuando era chico fui a una escuela laica, pero era bastante activo en la Juventud de Acción Católica. Con los años eso se fue diluyendo y el teatro fue ganando lugar hasta ocupar todo el espacio. Entonces, entiendo bastante lo que sostiene Lewis. Tengo muchas dudas sobre qué es lo que pasa cuando nos vamos de este mundo. Para mí ganó mucho más terreno el psicoanálisis, ya que desde hace más de 25 años que me psicoanalizo. Pero sí entiendo lo que sostiene Lewis, más allá de no compartirlo en su totalidad. Transité a ambos personajes, aunque voy con ese ping pong en el que entra el público, una especie de peloteo que sigue con interés la discusión sobre la ciencia y la religión entre Lewis, quien era ateo y se convirtió al catolicismo, y Freud, que creía en la ciencia y sostenía la dictadura de la razón.

—Al ver la obra empaticé con el personaje de Freud al verlo enfermo y en la última etapa de su vida.

—Él padeció un cáncer de laringe durante los últimos 16 años de su vida. A pesar de tener semejante enfermedad solo tomaba una aspirina para no perder la capacidad de pensar y seguir analizando. Lo que le pasaba a Freud, que te terminó subyugando, fue real en sus últimos días de vida. Muere en 1939 cuando Inglaterra invade Polonia. Todo lo que dice la obra son hechos reales, así que eso también lo acerca mucho a la gente: saber que todo lo que se cuenta sucedió, porque con solo mirar un poco la historia de ambos personajes se puede corroborar que efectivamente esto fue así. Como el texto es ambiguo y va para un lado y el otro, hay territorios en los que la gente rápidamente se identifica, después ponen dudas y después los confirma. O quizás les gusta más lo que dice uno y después lo que dice el otro.

Luis Machín y Javier Lorenzo interpretan los personajes del psicoanalista Sigmud Freud y el escritor C.S. Lewis. La obra se estrenó por primera vez en 2010 en Nueva York y en 2012 se realizó en Buenos Aires
Luis Machín y Javier Lorenzo interpretan los personajes del psicoanalista Sigmud Freud y el escritor C.S. Lewis. La obra se estrenó por primera vez en 2010 en Nueva York y en 2012 se realizó en Buenos Aires

—Durante la obra Freud dice: “Permiso dijo un petiso”. ¿La frase es parte del texto original o ustedes la agregaron?

—Es la única licencia que nos hemos tomado, teniendo en cuenta que Freud, si bien tenía un carácter bastante complejo, también tenía un sentido del humor ácido, filoso. Ahí nos tomamos la licencia de acercarlo un poco a una jerga más Argentina. Después de decir esa frase, en la obra se muestra que su salud ya empieza a desbarrancar. A partir de ese momento vemos que Freud ya no soporta el dolor por el cáncer de boca.

—¿Qué significa el psicoanálisis en tu vida?

—Ha sido la tabla de salvación muy importante, por eso lo mantuve todos estos años. Lo suspendí en la pandemia y me arrepiento mucho de haber estado tres años sin terapia. El psicoanálisis es un espacio que me permite supervisar mi propia actividad que está vinculada a la psicología: como una construcción de ficción para el cuerpo, cómo se establece un plano de nueva realidad que es el lugar donde yo enmarco mi actividad, no en relación a una mentira puesta en funcionamiento, sino el entender la generación de una realidad distinta y compleja. Quiero decir, yo no vivo la actuación desde un lugar de contar una historia y hacerla de mentira, verdad. La palabra mentira explica algo contrario a lo que pienso de la actuación. En este ámbito lo mejor que podés hacer es generar una realidad distinta y llevar a la gente a esa nueva realidad. En el caso de la obra, llevarla a 1939, en Londres, últimos días de la vida de Freud, en la Segunda Guerra Mundial. Con el psicoanálisis pude supervisar mi comportamiento personal y mi comportamiento como actor. Siempre fue un espacio donde me sentí muy contenido, más allá de las cuestiones personales.

—Hacer terapia siempre es liberador.

—A mi psiquiatra psicoanalista siempre le digo a modo de broma que para mí es una confesión laica. Soy una persona que se confesó muchas veces en la Iglesia, entonces tengo esa sensación de salir del confesionario liviano, puro, luminoso. Pero dura muy poco porque a los 14 segundos que saliste del confesionario estás pecando, ya que a los ojos de la Iglesia cualquier cosa que se salga de la norma es pecado. Yo le digo a mi psiquiatra que el psicoanálisis me otorga ese espacio en el que uno sale y se siente con la mochila menos pesada o ha podido hablar de cosas profundas que por ahí no las habla en otros terrenos o con otra gente y eso te suaviza. Aunque enseguida uno vuelve a tener inquietudes e interrogantes. En mi caso, el psicoanálisis me ha contenido muchísimo, me ha otorgado salud y me ha sacado de lugares de bastante oscuridad.

Luis Machín es un apasionado por su trabajo actoral y no piensa en jubilarse
Luis Machín es un apasionado por su trabajo actoral y no piensa en jubilarse

—La Argentina es el país con mayor proporción de psicólogos por habitantes de todo el mundo. ¿Por qué tantos argentinos tienen la necesidad de ir al psicólogo?

—El psicoanálisis ha hecho una escuela importante en la Argentina y ha tenido referentes insoslayables, como Tato Pavlovsky, que era psiquiatra y actor. En otros lugares se cuestiona mucho que los actores se psicoanalicen porque se supone que el actor tiene que estar en un estado más salvaje que le permita crear de manera más dura. Sin embargo, creo que más del 90% de los actores que vivimos en la Argentina nos psicoanalizamos. Eso no ha impedido que haya actores sobresalientes. Me parece que en la Argentina el psicoanálisis ha hecho mucha escuela, sobre todo en ciudades portuarias como Buenos Aires y Rosario que tienen esa impronta melancólica, hay algo vinculado con el sufrimiento, la congoja, el extrañar. Ahí me parece que hay una semilla que prendió fuerte. Después creo que también se va generando costumbre, hábito y se va descubriendo por otra parte que el psicoanálisis bien hecho y con gente responsable y talentosa es un buen camino para estar orientados y para estar más sólidos en general. Por supuesto que hay particularidades donde se va a decir que no reviste mayor relevancia y que no funciona. Pero para una gran parte de la población argentina es claro que es muy importante.

—En una entrevista contaste que te habías convertido en tu propio productor en la pandemia y empezaste a generar tus proyectos. ¿Qué otros cambios importantes tuviste?

—En ese momento nuestra actividad se redujo de manera ostensible al no haber prácticamente producciones audiovisuales y con los teatros cerrados. Entonces hubo que poner en práctica la materia gris que tenemos los actores en relación a cuándo debemos gestar nuestras propias actividades. En ese tiempo hice entrevistas virtuales con colegas a través del Ministerio de Cultura de Santa Fe y el de Córdoba. Además, con SAGAI produje charlas con directores y directoras de cine. También lo hice con gente de Salta y Tucumán. Después, me convertí en vendedor de mi unipersonal El mar de noche y lo llevé a Montevideo cuando se pudo empezar a salir. Luego, volví a llevar el espectáculo al interior del país. Empecé a dar clases también, de alguna manera tuve que generar mi propio contenido. A medida que todo se fue abriendo, empecé a a ver mis tiempos de otra manera y las prioridades también empecé a evaluarlas desde otro lugar. Me doy cuenta de que comencé a priorizar aquellas cosas que me producen más deseos y ganas. La obra de Freud era uno de esos sueños que tenía postergado y decidí hacerla. En relación a eso creo que algunas cosas profundamente se han modificado. Nos vamos dando cuenta a medida que pasa el tiempo, cuántas de esas cosas se modificaron, cuántas de esas prioridades empezamos a tener más en cuenta, porque la conciencia de la finitud se hizo mucho más profunda a partir de la pandemia.

—¿Pensaste alguna vez en jubilarte de la actuación?

—Para mí esta no es una actividad para jubilarte, voy a trabajar hasta que me dé el cuerpo y la cabeza. Además hoy es muy difícil vivir con una jubilación. Siempre me sentí muy apegado y convocado por mi actividad. Entonces me ocupa gran parte de mi vida cotidiana. Yo no tengo problemas si no tengo días de descansos, por supuesto que necesito horas de recuperación como cualquier ser humano, pero no soy alguien que esté preocupado por la vacaciones.

—Es admirable la pasión que sentís por tu oficio, porque muchas personas esperan con ansias los viernes para dejar de trabajar.

—Nunca me pasó eso, de hecho para nosotros los fines de semana son los días que más trabajamos. Si tengo mucho tiempo libre la cabeza se desorganiza. Me gusta trabajar, hacer función, grabar, estudiar, me organiza y me da sentido. Cuando nacieron mis hijos aprendí a ver las prioridades de ellos. Mis hijos me corrieron un poco de la centralidad en la cual ocupaba mi propia persona. Para mí la prioridad son ellos claramente, entonces si vacaciono es por ellos, porque entiendo la necesidad que tienen de expandirse. En ese sentido sí comprendí mucho más lo que es pensar en el otro, pero en lo personal las vacaciones no son una necesidad. Yo he viajado muchísimo por mi actividad y si me preguntás cuántas vacaciones hice por deseo me sobran los dedos de la mano. Viajé por el mundo por giras teatrales, he recorrido muchísimos países. No es que no me guste viajar, pero como decía una vieja actriz de Rosario, ciudad donde nací, a mí me gusta viajar si soy parte de la geografía.

—¿Hasta cuándo siguen las funciones de la obra de Freud y en qué otros proyectos estás trabajando?

—Seguimos en el Picadero hasta el 23 de abril y después hacemos una gira por Mendoza, Córdoba, Mar del Plata, la ciudad de Santa Fe y Rosario. También haremos una función en Chile y estamos viendo si reponemos la obra en agosto. En mayo voy a estrenar la obra Gesta heroica, que está basada en Rey Lear de Shakespeare, en el Teatro Nacional Cervantes. Y este año hice en Polka la segunda parte de Argentina, Tierra de Amor y Venganza que está por salir por El Trece.

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