Si en los 90, Terminator cambió el género de acción y ciencia ficción, una película redefinió las historias de amor y reivindicó los amores excéntricos: El joven manos de tijera. Dirigidos por Tim Burton, Johnny Depp y Winona Ryder protagonizaron un cuento tan distinto como maravilloso donde la deformidad y la rareza terminan siendo más queribles que la clásica belleza, un cuento “oscuminar” donde lo oscuro, ilumina y lo luminoso es oscuro.
El universo “oscuminado” de Tim Burton comenzó a ser conocido con el microrrelato para niños Vincent. En 1984 estrenó Frankenweenie, un cortometraje inspirado en Frankestein que narraba los esfuerzos de un niño para reanimar a su perro tras ser atropellado por un auto. Pese a lo escabroso que parecía el tema transformó la historia de horror en otra de amor y ternura. Siguió La gran aventura de Pee Wee, Beetlejuice y Batman con Michael Keaton de protagonista y Jack Nicholson, como el Jocker. Warner le exigió que dirigiera Batman vuelve cuanto antes. Pero el director quería retratar a una criatura de su adolescencia: Edward Scissorhands.
El personaje no se basó en un comic sino en una criatura que Burton imaginó y dibujó en un cuaderno cuando era un adolescente solitario con más ideas que amigos. Fue en Burbank, el colorido barrio californiano donde vivía, que el director imaginó una criatura con tijeras en lugar de manos.
Encontrar a Edward no fue sencillo. Burton habló con Gary Oldman que lo rechazó, lo mismo Tom Hanks que prefirió protagonizar La hoguera de las vanidades. Robert Downey Junior parecía ideal pero pasaba una etapa de adicciones descontroladas. Cuando el director supo que Tom Cruise que venía de protagonizar Rain Man aceptaba participar se puso feliz. Pero cuando supo que el actor lo haría “siempre y cuando al final al héroe le crezcan las manos y se vuelva lindo”, no lo mandó a freír donnas pero se puso a buscar otro actor.
Mientras Burton buscaba un buen actor en Los Ángeles, un actor buscaba una buena película en Vancouver: Johnny Depp, que, atado por un contrato, trabajaba sin esfuerzo y sin ganas en la serie Comando especial. Intentando despertarlo del letargo laboral, su agente le envió un guion que contaba la historia de un muchacho con tijeras en lugar de manos. Si el guion lo entusiasmó, la rendición incondicional la firmó cuando se enteró quién era el director. Burton acababa de filmar Batman, y el mundo se rendía ante el talento de ese director que creaba personajes que vivían en las sombras y soñaban con torcer su destino. Historias con una estética gótica pero atrapantes en su desesperanza esperanzadora. Depp no lo dudó, esa misma semana voló a Los Ángeles.
Actor y director se encontraron no en una imponente oficina de un imponente estudio sino en un bar, Depp divisó al director con su característico cabello revuelto. “No podía dejar de mirarle el pelo mientras lo escuchaba. Entonces la verdad me golpeó como una maza de dos toneladas en el centro de la frente. Sus manos –el modo en que las movía en el aire y sin control, sus dedos golpeando, nerviosos, la superficie de la mesa– y esos ojos que parecían mirar todo desde ninguna parte y con una curiosidad devoradora. Este loco hipersensitivo era Edward Scissorhands”, recordaría de ese primer encuentro.
Ese encuentro marcaría el inicio de una de las duplas más creativas e interesantes de las últimas décadas. El director de los pelos parados descubrió que ese muchacho de extraña belleza, pómulos perfectos y ojos tiernos era un artista diferente en una generación llena de actores diferentes. “Burton se arriesgó, ignoró a los productores –que querían una gran estrella–, él me eligió a mí. Me convertí instantáneamente en una persona religiosa: estaba convencido de que una intervención divina había tenido lugar. Este papel para mí no era un avance en mi carrera. Era la libertad. Libertad para crear, experimentar, aprender y exorcizar algo que llevaba muy adentro mío”, recordaría Deep.
Con el protagonista elegido había que buscar el resto del elenco. La primera que firmó su contrato fue Dianne Wiest que, fascinada con el proyecto, incentivó a otros artistas a presentarse en las pruebas y convenció productores para que firmaran cheques. La segunda que dijo sí fue Winona Ryder, quien ya había trabajado con Burton en Beetlejuice. Sin dudar se puso en la piel de esa adolescente porrista con pelo rubio y vestido angelical, algo muy alejado a la chica dark que era en su vida cotidiana.
Si para Burton encontrar a Depp fue un hallazgo y llamar a Ryder nunca fue una duda, contratar a Vincent Price fue un gusto personal. Es que cuando era ese adolescente solitario, el director encontraba compañía en las películas de Price. Como lo cita el portal Enfilme: “Esto suena dramático pero él me ayudó a vivir… Cuando eres niño y adolescente, es común pasar por una fase melodramática. Pero viendo las películas de Price, había una catarsis para mí. No sólo estás viendo una película de Edgar Allan Poe con bajo presupuesto, hay algo más ahí que no está en la pantalla. Yo dirigí mi melodrama hacia eso, en lugar del suicidio, probablemente”. Pese a que había cumplido 79 años y padecer Parkinson y una enfermedad pulmonar que le impedía trabajar muchas horas, el actor aceptó. Fue su último gran papel en el cine. Los técnicos todavía recuerdan la cara de felicidad de Burton cada vez que debía dirigirlo.
Con los actores elegidos había que definir locaciones. El director pensó en Burbank, el idílico barrio donde había transcurrido su infancia pero estaba muy distinto. Buscaron alternativas y se decidieron por un vecindario real en Lutz, Florida. Bo Welch, diseñador de producción, se encargó de elegir y alquilar 20 casas en una calle sin salida. A sus dueños les ofreció alojamientos en distintos hoteles y trabajos como extras, pero muchos renunciaron después de que se dieron cuenta que pasarían largas horas bajo el caluroso sol de Florida.
Para lograr el contraste entre el castillo gótico de Edward y ese supuesto lugar idílico donde vivía la gente “normal”, las casas se pintaron en gamas de colores pastel y en algunas se agregaron pequeñas ventanas para aumentar la sensación de paranoia que se suele respirar en ese tipo de complejos habitacionales. Al terminar la filmación, la mayoría de las viviendas se volvieron a pintar con sus colores originales, aunque algunos dueños decidieron conservar los usados en la filmación.
Si encontrar una locación fue complejo hubo un problema que ni el servicio meteorológico lograba solucionar: las nubes. En las escenas de exterior, donde el barrio debía dar un marco idílico solía ocurrir que las nubes que poco saben de filmaciones no se quedaran quietas, lo que resultaba complejo para mantener la continuidad en el montaje final.
Un párrafo especial merece el esfuerzo físico de Depp. Para lograr esa figura magra que vimos en pantalla se sometió a una dieta estricta y adelgazó doce kilos. Durante los cuatro meses que duró la filmación pasaba dos horas diarias en maquillaje para cubrir sus cejas y simular las cicatrices, algunas terminaron siendo reales porque se cortó usando tijeras en sus manos. De maquillaje pasaba a peluquería donde para lograr su peinado despeinado le llevaba otra hora más. Para lograr que se habituara a sus manos de tijera le fabricaron unos guantes de plástico que usaba en su casa. Pero sin duda lo más engorroso fue el traje de látex que lució. Tardaba 45 minutos en ponérselo. Era no solo incómodo sino muy caluroso, tanto que el actor se desmayó varias veces o terminó vomitando. Al menos no dedicó mucho tiempo a estudiar el texto. En toda la película pronuncia apenas 169 palabras, lo que hace más descomunal su trabajo, toda la carga emotiva de su personaje estaba puesta en sus gestos, su expresión corporal y sus ojos.
La mirada del actor es parte fundamental en su composición de Edward. Si algún lector piensa “se parece a la de mi perro”, no está equivocado. Es que Caroline Thompson, la autora que escribió con Burton el guion se basó en su mascota para crear el personaje. “Mi perro estaba tan ridículamente presente que si hubiera tenido la habilidad fisiológica para hacerlo, habría hablado. Y si tú examinas a Edward, esa es la forma en la que es. Es este perro que se comporta como ‘¿Qué necesitas? Aquí estoy’. Él es básicamente un personaje no verbal. Es un hermoso perro de ojos desorbitados. Johnny captó a mi perro perfectamente”, reveló en The Huffington Post. A partir de esa visión de la escritora, Depp construyó al monstruo pensando en el amor incondicional de un perro. Cómo reacciona si lo retan y qué gesto tiene en su mirada al irse al rincón. Además como su personaje no se apoyaba en la palabra sino en el lenguaje físico estudió sin cesar las películas de Charles Chaplin, para comprender su caminar.
Después del estreno de la película, Depp si se libraría de su rol de galán joven o se convertiría en un actor exitoso. En una entrevista posterior al estreno confesó en The New York Times que había guardado el traje de cuero y las manos de tijera de su personaje como plan b “Así tengo algo en que apoyarme, y si las cosas no funcionan, tal vez pueda hacer fiestas de cumpleaños en McDonalds vestido de Edward, a 200 dólares la fiesta”.
El joven manos de tijera arrancó con timidez pero pronto se convirtió en un éxito que en ganancias y triplicó los 20 millones de dólares de su presupuesto original. La historia de ese monstruo triste capaz de “oscuminar”, de mostrar que lo oscuro muchas veces ilumina, encantaba y enamoraba. No había manera de no conmoverse con ese ser que al acariciar lastimaba pero que cuando logra dominar su torpeza creaba belleza.
El joven manos de tijera no busca ser una fábula moralizante. Aunque Edward cambia su estilo gótico, tapa su vestimenta negra con una camisa blanca, maquilla su rostro para disimular su palidez y hasta aprende modales para agradar no consigue ser aceptado. No importa que estudie protocolo y ceremonial, mucho menos cuán bondadoso sea. Nada alcanza para que esa comunidad de casas coloridas que se percibe tan luminosa acepte a alguien que cree oscuro. Por eso Edward termina solo en su castillo, porque “oscuminar”, no siempre se logra y porque a veces es preferible ser un solitario monstruo que un oscuro ser humano por más luminoso que parezca.
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