—Te hiciste conocida en Twitter, una red social que actualmente no es para influencers ¿Cómo fue ese comienzo?
—Cuando arranqué en Twitter no existía ni el nombre influencer digamos, era tuitero. Instagram existía hace mucho tiempo pero acá no se usaba. Y así como estaba Facebook, empecé a usar Twitter y comencé como a jugar y a sumar seguidores en un nivel pequeño pero que para mí era grande. Tipo el día que llegué a mil o como cuando llegué a diez mil olvídate, para mí era un juego, un Monopoly, ¿entendés? Fichas que iba sumando y tipo “mirá acá, esto fue gracioso, esto estuvo bueno”, pero en ese momento tampoco existían ejemplos de gente que se haya hecho famosa por redes sociales, entonces nunca lo plantee de esa manera, no era como “arrancás en Twitter y terminás en la tele”, no existía eso para mí. Y ese juego terminó tomando cierta importancia que a mí me sorprendió la verdad.
—A partir de Twitter alcanzaste bastante popularidad y después pasaste a los medios tradicionales…
—Exacto. Arranco en ESPN, en redes. En realidad para mí el clic fue cuando empecé a notar que me seguían famosos en Twitter, o que me querían hacer una nota tipo: “La nueva onda de los tuiteros”. Como que de repente tenía relevancia en los medios lo que yo estaba haciendo en algo que para mí era el juego de Internet. Me acuerdo que una vez me empezó a seguir Marcelo Tinelli y dije “pará, ¿esto está pasando?”
—¿Cómo fue tu experiencia en Luzu TV?
—Fue un flash. Fue algo que dio una vuelta que nadie se esperaba. Creo que Nico Occhiato esperaba un éxito como el que terminó siendo, pero no sé si lo esperábamos tan pronto. Yo al menos, la verdad que no lo esperaba. Cuando me llama Nico, pensaba “ay, por favor que sea algo de radio tradicional, que sea tele”. Cuando me dice “YouTube y por zoom” y te juro que me la bajó ¿eh? Pero yo no estaba haciendo nada fijo y eso me hacía picar un poco porque siempre estaba la pregunta: “¿qué estás laburando, sólo con las redes?”. Entonces dije: “lo agarro, tengo algo fijo, me sirve” y dije que sí medio que por eso. Y el primer año estuvo bastante medido el crecimiento, el segundo año hizo pum, y la verdad que fue hermoso. Para mí fue un lugar que me permitió acercarme de otra manera a la gente, de una manera muy orgánica mía, porque fui bastante transparente y me pude mostrar. Digo, tres horas diarias es un montón, y la gente te conoce a vos. Y la verdad que eso me dio algo que nunca había conseguido con ningún trabajo, y lo voy a agradecer siempre y hoy siento que me cambió de alguna manera.
—Quiero saber algo, ¿qué se siente besar a Lali Espósito?
—Riquísimo (Risas). No, Lali es lo más, fue re loco eso, yo ni me lo esperaba. Estaba re nerviosa cuando llegamos al show y nos dijeron “che, ¿se suben al escenario en la parte en la que ella baila en “Disciplina”? Yo ya me puse nerviosa, estuve todo el show tipo “¿cuándo viene Disciplina?”. Porque subirme a un escenario, y en el fondo la presión de “aprovechá, porque estás en el escenario con Lali, hacé algo divertido”, y pintó algo re divertido, estuvo buenísimo, me encantó. La verdad no me lo esperaba pero bueno, fue muy gracioso y ella es lo más, a mí me parece única, buenísima.
—¿Tiene algo que ver la influencia de tu abuelo fanático del jazz en tu gusto por la música ?
—Mi abuelo durante muchos años tocaba acá, por eso me daba medio nostalgia venir.
—¿Tocaba en el Parque de la Costa?
—Sí, con su banda. Una banda de jazz tenía. Yo lo amo a mi abuelo, ahora justo estoy en un momento medio sensible al respecto porque en el último año como que entraron en una mentalmente mis dos abuelos y como que medio pierden la personalidad. Es horrible, pero es así, entre los olvidos y todo. Pero sí, él siempre me decía que quería venir a tocar a todos mis programas, yo le decía “abuelo, se llama Redes, es para adolescentes”, y decía “¿pero no puedo ir con la Creo?”. La Creole Jazz Band se llama la banda. El otro día cuando le conté que me iba a la Antártida, me dice: “¿y no podré ir yo con el clarinete?” Y de repente escucho que hablaba con mi abuela, “pero Graciela, ¿por qué no podemos ir nosotros a la Antártida”? O sea, mi abuelo no puede caminar una cuadra que se cansa, y dije “bueno, que tengan esa charla ellos, se la voy a dejar, no les voy a pinchar el globo y que piensen que van a ir a la Antártida, total se van a olvidar en una hora, así que no pasa nada”. Lamento no haber sido música, porque a él le hubiera encantado, pero bueno, hice lo que pude, entrevisté a Maluma, me chapé a Lali, ¡qué sé yo! (Risas).
—Viajaste a la Antártida hace unos días, ¿cómo fue esa experiencia?
—Loca. Loca desde el momento en el que un jueves estoy comiendo con mis amigos, me llaman y me dicen “che, ¿estás para irte el sábado a la Antártida a comunicar y a hacer contenidos?”. Yo tipo, “tengo partido el sábado, me voy al boliche”, o sea, tuve que cambiar mi plan, obviamente re estaba, pero como que a tu cabeza le cuesta desconfigurar tipo “no vas a tener un sábado normal, te vas a ir a la Antártida”. Y estando ahí también descubrís que dependés de un montón de otras cosas, del clima, para ir, para volver, ahí te lo dicen todos, “acá sabés cuándo venís y no sabés cuándo te vas”, porque si no se abre la ventana climática, hay gente que ha pasado semanas sin poder volver, muy loco eso. La pista de aterrizaje, como está cerca del nivel del mar, a veces se generan ciertas nubes que no permiten ver la pista.
—Claro, están al ras del piso las nubes…
—Y el Hércules (el avión de la Fuerza Aérea Argentina) no puede aterrizar, corta y no hay vuelta.
—O sea, vos capaz que saliste de Río Gallegos, llegaste después de tres horas a la Antártida y tenés que pegar la vuelta...
—Tenemos que volver, y otras tres horas. Aparte el Hércules que hace un ruido. Te hacen poner tapones y no podés charlar con el que tenés al lado porque no escuchás, o sea, es muy intenso ese sonido y aparte vas sentadito tipo en las telas rojas, o sea es un flash, la verdad me parece increíble.
—¿Y cuando llegaste a la Antártida veías esa inmensidad blanca y te bajaste ahí, ¿cómo fue?
—Y medio que no caés. A mí igual lo que más me flasheó fue la comunidad, o sea obviamente me flasheó el lugar a nivel inmensidad blanca, literal. Pero me flasheó mucho la comunidad, la base, la gente, cómo se organiza todo, cómo viven, la importancia que le dan a lo que están haciendo, eso me flasheó mucho. Es como que, no sé si me enamoró es la palabra, es un poco poético, pero me pareció hermoso y muy loco. Es un mundo paralelo que no nos imaginamos cómo se vive hasta que vas ahí o alguien te lo cuenta con detalles. Pero es muy flashero, viven ahí ¿entendés? Tienen como lo justo y lo necesario para llevar una vida más o menos normal: un médico, un comedor, un poco de señal de Internet, pero es muy loco.
—¿Y hasta hay una escuela para los chicos?
—En una base hay una escuela, en Base Esperanza, es la única que van con familias.
—¿Y qué te gustaría hacer de ahora en adelante?
—No lo sé la verdad. Luzu TV me dio mucha confianza en mí misma, que quizás antes no tenía tanta, y creo que van a venir cosas buenas, me tengo fe. Hace bastante que tengo ganas de conducir, pero tampoco es que soy demasiado ambiciosa de ese rol, me gusta también acompañar y me siento muy buena en eso, pero sí capaz tengo ganas de dar ese paso en algún momento. Y no sé, también está bueno tener las redes siempre en paralelo porque te permiten como un contenido muy orgánico, no depender de nadie y seguir en constante contacto con la gente que te sigue. A fin de cuentas, cuando te vas de un trabajo fijo te das cuenta el valor que tiene haber seguido alimentando ese espacio, que hoy es un medio más las redes de cada uno. Pero sí, supongo que tengo ganas de hacer algo relacionado con la conducción, pero no lo sé la verdad, todavía estoy viendo.
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