El último 24 de enero, Nicolás Villarreal recibió un correo del Guinness World Record confirmándole que On/Off se había convertido en el “corto más premiado de la historia” luego de haber recibido 1.125 galardones de la industria cinematográfica durante una exitosa presentación por los principales festivales del mundo desde su lanzamiento en 2020.
¿Qué haría, por ejemplo, Frida Kahlo en un contexto moderno donde tendría que balancear su vida entre la inspiración artística y las distracciones que trae la tecnología? ¿Cómo afectaría eso a otros genios creativos como Da Vinci, Beethoven o Tesla? On/Off utiliza escenarios surrealistas para responder esta pregunta. Dos mundos distintos que se encuentran en un vagón de subte que parece viajar con rumbo al destino de la humanidad. La obra es una invitación a luchar por alcanzar nuestras metas. A dejar atrás cualquier distractor que se ponga en el camino, y sobre todo, a apuntar a lo más alto.
Y sin dudas de todo eso sabe Nicolás, ese chico al que desde que tiene memoria siempre le gustó dibujar, lo que sea, lo que tenga enfrente. Era su placer, lo atraía y no podía evitarlo. Desde jugadores de fútbol hasta los dibujos animados que veía en la televisión, todo pasaba por sus ojos hasta ser reinterpretado por sus manos.
Ese chico de La Plata que a los ocho años vio ET y se puso a llorar sin entender que una película podía generarle esas emociones, en esta charla exclusiva con Teleshow recorre esos primeros momentos de su vida: la carta a Disney a los 15 años pidiendo trabajo, su viaje a los Estados Unidos en 2000 buscando un futuro, lo días vendiendo carbonillas y dibujos para poder sustentarse, este presente como profesor universitario y los próximos desafíos.
—¿Cómo era Nicolás en la infancia?
—Desde chico, desde que tengo uso de razón y conciencia, siempre me gustó dibujar. Para mí era un placer, algo que me atraía y era inevitable hacerlo. Veía algo que me gustaba y lo tenía que dibujar: dibujos animados, jugadores de fútbol, pinturas o dibujos de artistas, anatomía, películas, series, cualquier cosa que me generaba algún tipo de emoción o admiración. En la primaria y la secundaria era bastante revoltoso, supuestamente, y los profesores me ponían a dibujar porque mi mamá les había dicho que era lo único que me tranquilizaba. Así que me la pasé dibujando próceres y mapamundis. Tendría ocho años cuando vi ET, y entendí que una película te podía hacer sentir una emoción sin que te des cuenta. Mi mamá me dijo: “¿Por qué estás llorando?”. Y yo le dije: “No sé”.
—¿Cómo influyó esa película en tu futuro?
—Me di cuenta de que el cine podía generarte una emoción sin contártela literalmente, solamente mostrándotela y haciéndotela sentir. En el cine, no necesariamente tenés que entenderlo, pero tenés que sentirlo, porque eso te va a hacer entender la película, el mensaje, y es algo que siempre busco yo. Y después Cuentos asombrosos, también de Steven Spielberg, me introdujo a los cortometrajes, que yo no sabía que existían.
—¿Cómo tomaron en tu familia esa incipiente vocación?
—Mi mamá y mi papá me ayudaron y me apoyaron desde muy chico. Me compraron un libro cuando fuimos de veraneo la Costa argentina que llama Los tesoros de la animación del arte de Disney. Pasé todo el verano copiándolo. Volvimos a La Plata y armamos dos cartas, una para Disney y otra para Warner. Y en cada carta yo le dibujé un Mickey para Disney y un Bugs Bunny para Warner. A los dos meses, más o menos, mi mamá me dice: “Mirá, te llegaron dos cartas”. Yo no entendía que con 15 años que me hubieran mandado una carta a mí. Y cuando vi los sobres con el papel impecable con el logo… Los abrí: me habían devuelto el dibujo, porque no podés mandar originales a los estudios, eso lo aprendí después cuando estaba trabajando ahí. La carta decía algo muy lindo que calculo que será una respuesta estándar, me trataban como si fuese un profesional ya: “Hola, Nicolás, muchas gracias por tu interés en trabajar en los estudios Disney / Warner, en este momento no estamos buscando a nadie, pero te recomendamos que sigas dibujo y pintura porque nos encantaría trabajar con vos en el futuro”. Flasheé, no podía creer lo que estaba pasando. Y en ese momento empecé a ver a los obstáculos como oportunidades y no como límites. Y me quedó esa semilla con esa carta.
—¿Cómo seguir después de ese envión?
—A los 17 comencé a estudiar Arquitectura, aunque no era mi pasión. Fui a ver Tarzán de animación en el cine, y fue como que pensé: “Tengo que hacer esto, no puedo no hacerlo”. Era como inevitable. Y aunque estaba en La Plata ya lo sentía cerca, pero a lo lejos se ve que llegar a Burbank, a Hollywood, entrar en Disney era muy difícil, y sabía que iba a tener que hacer muchos sacrificios y esfuerzo.
—Entonces seguimos el camino del cine y la animación...
—Hice un posgrado en pintura y cine en San Francisco, en Academy of Art University, donde hoy soy Director Ejecutivo del Departamento de Animación Tradicional y Desarrollo Visual, y he estudiado Animación, Dibujo y Pintura en Argentina y Cine y Animación en Avellaneda. Me recibo con honores acá, en California, y pensé que ya iba a poder entrar en Disney. Fue el momento que habían caído las torres gemelas y Disney había dejado ir a 700 animadores. Entonces, nosotros, que recién nos recibíamos, estamos compitiendo con ellos. Yo había mandado cartas a Cartoon Network, Nickelodeon, Disney, Bluesky en ese momento, Dreamworks y Warner. Y en un mes me llegaron todas cartas: “Muchas gracias, Nicolás, por contactarnos, pero en este momento no estamos buscando a nadie”. Y cuando me llega la de Disney, la abro sabiendo cuál es la respuesta: la leo y me dio una bronca, le hice un bollo y la tiré. Yo tenía presente que el camino más corto iba a ser el más largo, que no iba a haber atajos. Levanté la carta, la guardé y pensé: “Esta carta me va a servir para algo en el futuro”.
—¿Cuándo te fuiste de la Argentina?
—En el 2000, tenía 22 años. En ese momento yo pensé que era grande, y era muy chico, viéndolo ahora con mis alumnos. Pero yo me preparé mucho. Estudié animación, estudiaba pintura y dibujo clásico con profesores particulares y estaba dibujando y pintando todo el día. Creo que idealizaba mucho Estados Unidos, la universidad acá, entrar en Disney. Y pensaba que cuando iba a entrar acá, estaría compitiendo con, no sé... genios. Y cuando entré a la universidad me di cuneta de que estaba mucho más preparado que el resto. Porque no importa dónde estás, el esfuerzo siempre vale.
—¿Volvés seguido a la Argentina?
—Sí, vuelvo una vez por año siempre para las Fiestas, a menos que tenga que trabajar. El año pasado fui en enero porque filmamos un corto, un thriller psicológico llamado Los inquilinos. Ahora tengo que volver para una presentación y la premiere de una película. Viajo bastante, el año pasado fui antes porque quería ver el Mundial allá, pero me quedé hasta fines de febrero y ahora tengo que volver en marzo.
—¿Sentís que los cortos, más allá del público especializado de los festivales, aún tienen mucho terreno para ganar?
—Sí. Ahora, hay cortometrajes en las plataformas, y antes solamente se podían ver en los festivales. Por ahora On/Off solamente se puede ver en festivales, porque no podemos ponerlo en la web o en una plataforma porque queda descalificado. Pero gracias a las plataformas hoy los cortometrajes tienen mayor alcance. Y creo que pueden seguir creciendo muchísimo.
—¿Cuándo nació la idea de On/Off?
—Nació a partir de dos ideas diferentes. Yo dibujo, y había hecho una caricatura de Salvador Dalí con una lapicera. Cuando lo vi a Dalí me lo imaginé como un rectángulo con dos líneas semicirculares que eran los bigotes y dos puntitos para los ojos. Para ver cuál es la menor cantidad de formas geométricas en que yo podía hacer a Dalí, sin que deje de ser Dalí, con lo mínimo indispensable. Entonces empecé a hacer bocetos: sobre Frida, Picasso, Dalí, Amy Winehouse, Kurt Cobain, Steve Jobs; un montón hice. Y después terminé pintando tres murales: de Frida Kahlo en San Francisco, otro de Spock en San Francisco y uno de Messi en Hawaii. Era en 2015 o 2016. Esa fue la primera parte. Y la segunda parte fue viajando en subte: había un chico que tenía un celular y estaba leyendo, y al lado había una chica que estaba jugando a un videojuego. Y la primera lectura fue un prejuicio: pensé que el chico estaba usando algo productivo para leer y la chica no. Pero después pensé: “Capaz este chico no hizo nada en todo el día y esos 15 minutos los usaba para leer. Y capaz la chica estuvo estudiando todo el día y esos 15 minutos los usaba para desenchufarse”. Me dejó como esa semilla y después lo veía en la clase. Se me acercó una alumna y estaba con el celular viendo bocetos de Glen Keane, uno de mis favoritos, el animador de Aladino, La Sirenita, Tarzán, y estaba tratando de copiar la línea de acción y la línea de este animador. Y al mismo tiempo al lado había un chico que estaba jugando a un jueguito. Se vive como un cambio radical, un contraste muy grande. Para mí un buen proyecto son varias ideas, ¿no? Obviamente, pero reconocer esas ideas y combinarlas es lo que es el proyecto. Y ahí fue cuando me di cuenta de que podía unir éstas.
—Y lo lograste.
—En el cortometraje quería empezar a unir todas estas cosas. Creo que es un regalo, una bendición, si en la vida se puede encontrar lo que no podés dejar de hacer y que tenés constantemente pensando en eso, que es como algo inevitable, que es como tu deber hacerlo. Y eso es parte de la inspiración y lo que llevó a hacer a On/Off.
—¿Cómo te enteraste que el corto entró en el Guinness?
—On/Off tuvo un impacto muy positivo en los festivales desde que fue estrenado en el Festival de Los Ángeles en 2020, y nos habíamos postulado hace un año enviando toda la información muy detallada que requieren los Guinness. Estaba en la Costa con mi familia y me acuerdo que recibí el mail que decía “Récord obtenido”. Lo miro como un reconocimiento a tantos años de esfuerzo realizado porque yo viví desde muy chico acá y tuve momentos muy lindos pero momentos muy duros también. Cuando estaba en la universidad, por ejemplo, yo no tengo trabajos prácticos porque tuve que vender todos, vendía mis carbonillas y mis pinturas para poder sustentarme. Y en ese momento fue cuando falleció mi abuelo, que fue un momento crítico para mí. Pero después de que pasás una de esas crisis, ahí es donde crecés. Entonces, cuando recibí el premio me hizo acordar de todo eso.
—Sos profesor universitario. ¿Cómo ves a tus alumnos? ¿Están pendientes de las redes sociales y más alejados del proceso creativo?
—Sí, un poco sí. A mí dar clases me fascina y siempre este mensaje se los paso a mis alumnos, de que en esos cinco minutos que tomamos una pausa para el modelo, no entren a las redes sociales porque podrían estar dibujando y esos 5 minutos al final del día de una clase de 4 o 5 horas suma 20 minutos, media hora, depende de la cantidad de poses que tengamos. Y al final de un semestre de 15 semanas suma muchísimas horas de trabajo que hacen la diferencia. Y algunos alumnos lo siguen, yo trato de guiarlos en el camino para que se concentren, pero otros también usan las redes sociales como fue parte de la aspiración de On/Off para ver dibujos de diseñadores y diseñadoras que los ayudan a dibujar. Hay un poco de ambigüedad también, que es algo que quería contar en el cortometraje, que no está en contra de la tecnología, sino que genera esa ambigüedad que al final tiene un mensaje de optimismo y de esperanza.
—¿Cuáles son los próximos desafíos?
—Por On/Off me han ofrecido dirigir tres largometrajes: uno de animación y dos de cine, uno de horror y un thriller psicológico, que este último es mi género favorito. Estamos terminando el guion y tenemos fecha tentativa de filmación para junio, aunque creo que vamos a filmarlo en agosto acá, en San Francisco, en California. Y después, tengo mucho trabajo que hice para On/Off, muchísimos dibujos en carbonillas de 50x70cm, pinturas muy grandes en óleo de partes del cortometraje, de los personajes, ilustraciones. Estamos organizando una muestra inmersiva e interactiva, donde el corto se vería en 360 grados. Sería algo muy lindo para que el público pueda acceder a ver el cortometraje y todo el arte previo a lo que lo llevó a terminarlo.
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