Cigarettes After Sex: nadar de noche entre aullidos

La brillante propuesta inmersiva, y casi cinematográfica, del etéreo grupo estadounidense se contrastó el último miércoles, en el teatro Vorterix de Colegiales, con la juvenil estridencia y entusiasmo de un público que buscó ser protagonista. El viernes 17 también tocaron en el Hipódromo de San Isidro bajo el marco del festival Lollapalooza Argentina

El cantante y guitarrista Greg Rodríguez, máximo responsable de generar, con su andrógina voz, una etérea experiencia musical

Nadar de noche: El título del libro del escritor, traductor y editor Juan Forn (fallecido en Villa Gesell a mediados de 2021) llevado al cine en 1997 (Noche de ronda) por el cineasta Marcos Carnevale. O aquella banda argentina de gothic rock, con influencia sinfónica, conformada a fines del siglo XX.

Nadar de noche. La síntesis perfecta del show de Cigarettes After Sex, el trío musical de El Paso, Texas -que por tercera vez llegó al país- y sumergió al espectador en ese universo dream pop (o ethereal wave, rama del dark wave) con estiletazos shoegaze al cual conjugó, en vivo, visuales con imágenes faciales, tormentas y hasta un mar oscuro. Calmo e hipnótico, tal cual la propuesta grupal.

Un sol asoma lentamente en el horizonte de aquel mar negro y calmo que Cigarettes After Sex conjuga con su puesta en escena

Cuando se anunció el cartel de los sideshows del festival Lollapalooza 2023 (también tocaron este viernes 17, cerrando el escenario Alternative en el Hipódromo de San Isidro), varios festejaron la iniciativa ya que esta banda tiene un carácter indoor ineludible y, como buen desafío, habrá que ver cómo su arte cuaja al aire libre y a gran escala de público.

En Vorterix, dos pantallas de TV escoltaban el escenario, una con los precios de las bebidas que vendían en el lugar y otra pidiendo “cuidar tus pertenencias”, ya que en ese lugar se registraron varios robos de celulares durante los conciertos, como pudo comprobar este cronista en la última cita con la música oscura: The Mission UK.

Puntual, a las 21 horas, se apagaron las luces pero, sobre el púbico, quedan prendidos varios focos de luz fría, lo que, junto a la iluminación de las pantallas antes mencionadas, rompían con la intimidad de un show ideal para verlo a oscuras en el sector del público y “meterse” de lleno en la propuesta inmersiva del grupo. ¿Una apuesta a la prevención delictiva?

El tema "Crush", en el show de Cigarettes After Sex en el teatro Vorterix de 2019

El comienzo con Crush dejó ver la estampa del cantante y guitarrista Greg González, el bajista Randall Miller y el baterista Jacob Tomsky como una tríada que, enfundada en negro, se invisibiliza en una puesta en escena minimalista.

Cigarettes After Sex parece no querer trascender a un momento en particular, son atemporales. No dejan registros de videoclips, la cuidada estética en el diseño de la portada de sus discos, lanzamientos online y sitio web es homogénea (solo figura el nombre del grupo y una imagen en blanco y negro) y hasta el vestuario de los músicos en concierto, a lo largo de los años, es similar. La síntesis de un grupo suspendido en ámbar con la música como única protagonista y sin estridencias.

Justamente, su perfil bajo y solemnidad, se contrastó con el furor juvenil de la noche en Colegiales. Durante la velada del miércoles, más de uno habrá deseado tener un botón para mutear a los ruidosos, porque C.A.F. es una banda para disfrutar en silencio, sin barreras ajenas a la voz e instrumentación que parte desde el escenario.

Jacob Tomsky, Greg González y Randall Miller en los pasillos internos del Vorterix

Ante el comienzo de cada “hit” de Cigarettes... (o, mejor dicho, sus temás más escuchados en la plataforma Spotify) como Apocalypse, K (con la imagen en pantalla del rostro de una mujer triste, con una lágrima que cae lentamente por una de sus mejillas) o Sunsetz, los gritos agudos, en su mayoría femeninos, parecían mas cercanos al de un show de Chano, Tini o Lali Espósito.

Y cae de maduro la pregunta obligada: ¿cuál es la necesidad de romper el clima íntimo y casi onírico, que Cigarettes After Sex genera, con vacuos sonidos histéricos? Rodriguez se muestra indiferente, y hasta parece molesto, con esas reacciones de parte del público. Los aplausos -luego del cierre de cada canción- son la justa medida de aprobación.

A este tipo de bandas, antes que la masividad haga lo suyo, es ideal verlas en su estado larval, como ocurrió en el regreso -en 2017- del Festival BUE en Tecnópolis. Allí, Cigarettes After Sex presentó su primer disco homónimo, editado durante ese año, y ya habían lanzado su arte en grageas, con singles como I (2012), Affection, K y Apocallypse, todos de 2015, y Each Time You Fall In Love, un año después. Un dato: desde la fundación del grupo, hasta su debut en larga duración, pasaron ocho años, una analogía de la calma con la que ejecutan (y caracterizan) su propuesta tanto en estudio como en directo.

Cigarettes After Sex y su tema "Apocalypse", el más popular del grupo

En el perímetro del espacio central de Vorterix, con un techo bajo en donde cualquier sonido rebotaba y se amplificaba, las charlas entre algunos asistentes era recurrente como si el grupo que salió a escena no estuviese ahí, más allá de su vena fantasmagórica.

Con un sold out, reflejado en la dificultad de poder ver al grupo con cierta comodidad, varios optaban por bajar hacia el espacio central del recinto y escaparle a un calor sofocante que provocó dos desvanecimientos simultáneos entre el público. Greg detuvo el show y señaló ambos puntos del campo, mientras varias manos, que rodeaban a los desmayados, los señalaban para socorrerlos. El pulgar para arriba -y los dedos formando corazoncitos- fueron el signo de aprobación de que ya todo estaba bien y el show debía continuar. Un susto que no pasó a mayores.

Un Vorterix sold out dijo presente para la tercera visita de los estadounidenses al país

Era hora de sumergirse a brazadas hacia ese mar oscuro, etéreo y shoegazing, como el que se vio en las pantallas -cruzado por un amanecer monocromático- mientras los susurros andróginos de González (influenciado por la cantautora y modelo Françoise Hardy) hicieron lo suyo durante 15 temas ejecutados a lo largo de 70 minutos, la medida exacta para una descarga en vivo de este tipo.

Los silencios y vacíos que genera Cigarettes After Sex en cada canción, junto al ritmo acompasado de su arte, marcan el corazón de un género musical que ya lleva tres décadas. Hijos dilectos de My Bloody Valentine o The Jesus and Mary Chain, sumado a ramalazos gothic rock y cierta cadencia a lo Dead Can Dance, le otorga a los texanos la cucarda de una banda vintage pero actual, signo de culto irreprochable para una agrupación formada 15 años atrás.

Cigarettes After Sex (K)

Con una estética film noir, la imperceptible velocidad de las imágenes proyectadas van a la par del sonido y los movimientos de su líder. Greg parece flotar, recorre el escenario en cámara lenta, no dialoga con sus compañeros y, cuando se dirige al respetable, lo hace entre dientes tan solo para agradecer o presentar algún tema.

Su parquedad en vivo se asemeja a la de Andrew Eldritch, el líder de The Sisters of Mercy, otra clara referencia musical y estética del grupo de El Paso, que hasta tiene una tipografía idéntica, en su logo, a la de los icónicos ingleses de Leeds. Y si se habla de remeras, uno de los presentes luce la del álbum Floodland (pieza clave de TSOM) aunque también se vieron las infaltables de Unknown Pleasures, placa madre de los míticos Joy Division.

Una rosa o una tormenta eléctrica -que parece mezclarse con el humo que sale del escenario- mixtura tecnología y humanidad en Cigarettes After Sex que contó con un sonido nítido pero con cierta reverberancia en los efectos de teclado en donde la ausencia del tecladista Phillip Tubbs fue suplida con el disparo de secuencias.

El triángulo musical en un escenario despojado

El pop arrastrado y melancólico de los estadounidenses -con un disco homónimo + Cry (2019), en su palmarés musical- serpenteó los bises (Opera House y Dreaming of You) sacando a la luz una bola de espejos que iluminó todo el recinto de Colegiales y le dio el toque disco a la noche, ajeno a la sobriedad reinante.

Durante otro pasaje del show, las linternas de los celulares quebraron la penumbra y mostraron a un González -con los ojos entrecerrados- retroceder hacia el fondo del escenario, cual vampiro musical. Y refugiarse así en su guitarra y la oscuridad onírico-musical que destila.

Una bola de espejos quiebra la oscuridad y le da la pátina disco a una velada memorable

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