Marina Calabró: “No tengo Twitter porque no me la banco; a mí todo me duele, me afecta”

Periodista, politóloga, presentadora. Hija, mamá. Hermana, amiga. Todo eso y muchos más. En una entrevista sensible, nos habla del trabajo y del amor. De su infancia. De los prejuicios y de la tiranía con el avance de la edad en las mujeres. Y también, de las críticas despiadadas en las redes sociales

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Entrevista a Marina Calabro por Mariana Dahbar.

Sin proponérselo, su apellido le tenía reservado una butaca en la familia de los medios por ser una de las hijas del gran Juan Carlos Calabró. Las fotos y las miradas ajenas siempre formaron parte de su paisaje. Junto a su mamá, Coca, y a su hermana Iliana, y al querido Cala, lograron consolidar una familia argentina típica, con todos sus matices.

A los nueve años Marina Calabró quedó absolutamente fascinada con Raúl Alfonsín, y desde ese momento la política comenzó a circular por su sangre. Su primer título universitario fue el de Ciencias Políticas, y su primer trabajo periodístico, en el legendario Nuevediario. Hoy, recorre todos los géneros como pez en el agua, aunque el espectáculo fue, sin lugar a dudas, la plataforma que la mandó a la cancha, y la consolidó.

En una charla íntima con Teleshow, la más joven de las Calabró habla de todo. Afirma que su mayor capital es “arremangarse todos los días”, asegura que sin Jorge Lanata es muy difícil vencer el encasillamiento de ser una periodista de espectáculos. “El público necesita saber por qué la que habla de Wanda Nara después le hace preguntas al ministro de Economía. Eso desencaja un poco”, reconoce.

También habrá tiempo para acercase a la Marina mamá. Y que confiese aquello que le molesta en lo profesional, y en las relaciones de pareja. De aquel amor inconmensurable por su padre, confiará en qué momentos lo recuerda.

—Marina todoterreno… ¿Cómo está?

—Sí, un año intenso, con mucho trabajo. Con el horario bastante partido porque estamos haciendo el noticiero a la mañana en LN+ con Luis Majul y Débora Plager. Después, me voy a Radio Mitre a hacer Lanata sin filtro y a la noche, El diario de Leuco.

—¿Se acuerda la primera vez que estuvo frente a una cámara de televisión?

—Fue una cosa natural de hija de famoso. Ya de chiquita recuerdo que venían a hacer notas a casa, y bueno, era ser parte de una entrevista a mi papá, porque quizás mostraban cómo era la familia. Después, en cuanto a lo que es un laburo consciente, fue en el viejo Nuevediario en el Canal Nueve de (Alejandro) Romay, con Guillermo Andino y Mabel Marquesini. Yo no me acuerdo los años, soy malísima, pero debe haber sido en 1991; yo estaba todavía en el secundario. Me mandaban a la calle, a la puerta de los colegios a relevar a los adolescentes sobre temas del día. Y después hacían un editado de opiniones y se presentaba como una suerte de relevamiento de opinión de los jóvenes. Y después en FM News, la 98.3, el primer proyecto radial de Daniel Hadad. Después fue la Mega, y en el primer año de Radio 10 en el 97: era columnista en El primero de la mañana. No lo podía creer. Tuve mucha suerte porque Hadad me había visto en un programa de (Bernardo) Neustadt en una mesa de hijos de famosos, y algo que dije le pareció interesante y me llamó para hacer unos separadores en FM News. Finalmente eso nunca se hizo, y me incorporó a su programa como columnista de sociedad/política desde una mirada joven y desde un lugar humilde.

—¿Por qué eligió estudiar Ciencias Políticas?

—A mí me marcó la campaña electoral del 83, la redemocratización. Nací en el 73, en diciembre tenía 9 años, casi 10, y me fascinó todo eso que se jugaba alrededor de los candidatos a presidente: la idea del atril, Alfonsín recitando el preámbulo, la convocatoria multitudinaria en la plaza. Antes de eso, fueron los años oscuros de la Argentina. Así que fue mi primer acercamiento a la idea de democracia procedimental, a ver qué significaba esto de la democracia. Y quedé absolutamente fascinada con Alfonsín y dije: “Yo quiero, en algún momento, estar donde está este hombre”. Este interés por la política lo fui sosteniendo con los años: era un bicho raro que miraba los programas políticos a los nueve, 10, 11, 12 años. Y cuando terminé el secundario no tuve dudas de lo que quería seguir. Hice la carrera en la Universidad de Belgrano y me recibí en el 96. Así que cuando arranqué, ya era politóloga.

Marina Calabró en el programa El diario de Leuco
Marina Calabró en el programa El diario de Leuco

—Desde su mirada de politóloga, ¿cómo ve al país?

—Huy, bueno... Nos agarra este proceso electoral que trae una cuota extra de incertidumbre y ojalá, también una cuota de esperanza. Porque venimos de muchos años de pasarla muy mal. Estos años de inflación al 100 son años muy difíciles y hay mucha gente castigada. Los que están salvados por la paritaria son pocos, son los que tienen un laburo formal y están dentro de un convenio. Los fuera de convenio o los que tienen trabajos informales, changas o lo que fuere, incluso los autónomos, estamos muy desprovistos. Son años muy duros, de mucha remada, y uno siempre renueva esperanzas cuando se avecina un cambio de gobierno. Pero por otro lado, lo escuchás al Presidente en el discurso inaugural y decís: “¡Dios mío! ¿Cómo puede tan abiertamente y tan impunemente ir contra la Corte Suprema, contra la autonomía de la Ciudad, hacer un discurso de barricada en vez de hacer una alocución que siente una posición institucional?”. Me desmoraliza bastante. Y ves un poco el mapa tan revuelto, y la interna de la interna de la interna. Y uno que viene a cerrar la grieta. Y vos te preguntás: ¿cómo la va a cerrar si del otro lado no hay fe en la República? No quiero transmitir una posición derrotista porque soy optimista por naturaleza, pero creo que estamos en un momento muy delicado. Ojalá que este proceso electoral no nos divida más y que lo que venga sea mejor.

—Integrando programas de pura actualidad, con periodistas como Majul, Leuco y Lanata, ¿cómo maneja su opinión?

—Mi pretensión no es la de ser una editorialista; lejos de eso. Y no es el nicho donde me siento más cómoda, ni donde siento que tenga algo para aportar. Obviamente, uno siempre desliza una opinión, pero en mi caso, no de una forma ni pretenciosa ni de bajada de línea. Me siento más una presentadora de noticias y alguien que puede dar su mirada sobre los temas. No siento esa responsabilidad de ser la que sienta las posiciones. Siempre trato de buscar, no te digo el lado B, pero la otra mirada sobre los temas, descontracturar un poco, aflojar, quizás encontrar algún nichito más lúdico, ver a los candidatos en las redes sociales, ver un poco cuál es la estrategia comunicacional más que la opinión política. Y tampoco resigno a la columnista de espectáculos, que es mi base fundacional.

Marina Calabró entrevista a Jorge Lanata para su programa Confrontados, de El Nueve
Marina Calabró entrevista a Jorge Lanata para su programa Confrontados, de El Nueve

—De todas las sillas en las que se sentó, ¿en cuál fue la que dijo: “Es por acá, en esta silla quiero estar”?

—La de Lanata sin filtro, porque me permite jugar en los dos frentes, tengo mi columna de espectáculos, que amo. Es un espacio muy orientado a dar información de la industria, de nuestra industria. Hablamos de los ratings y lo que subió, lo que bajó, la composición de audiencia y el rating de señales de noticias. Quizás cosas que son menos usuales en los medios tradicionales. Y también, obviamente, la información si querés más de color: de si Wanda, de si Guillermina Valdés, de si Tinelli. Y también algunos anticipos de programación: me encanta hablar de la tele. Y Lanata se súper engancha. Me encanta encontrar perlitas que nos permitan jugar. Es difícil abstraerse del fenómeno Gran Hermano, entonces, jorobamos con que si el papá de Nacho es español, tiene falso acento español. Permitirnos un poco descontracturar y no tomar todo tan en serio. Jorge tiene la generosidad de permitirme ejercer el periodismo más allá de lo que es mi columna de espectáculos, y preguntarle a cualquier ministro o funcionario sobre temas de economía, de política, más allá de que tiene sus columnistas específicos en la materia, obvio. Así que esa es la silla donde más cómoda me siento y donde siento que más crecí. Son ocho años ya en Lanata sin filtro, es un montón. Me abrió la puerta para hacer un montón de cosas. Yo soy una convencida de que me llaman para ser columnista de Alfredo Leuco por el plafón que significa Lanata sin filtro. Sin Lanata, es muy difícil vencer el encasillamiento de ser una periodista de espectáculos.

—¿Dónde siente esa dificultad?

—Me doy cuenta todos los días. Te das cuenta en la mirada de las redes sociales. Pero yo no reniego de eso. O sea, yo entiendo que el público necesita saber por qué hablás de determinadas cosas o por qué la que habla de Wanda Nara después le pregunta al ministro de Economía. Entiendo que eso puede desencajar un poco. A mí me pasa como público: necesito entender quién es el que me habla, por qué me habla de lo que me habla, desde dónde me habla, cómo se llama, a dónde viene, a dónde va. Así que no reniego del prejuicio.

Entrevista a Marina Calabro por Mariana Dahbar.

—¿En algún momento le molestó o dolió algún prejuicio?

—No te voy a negar que te genera inseguridades y la necesidad de estar demostrando todo el tiempo. Si tuviera que hablarte bien de mí, creo que mi mayor capital profesional es que me arremango todos los días de mi vida. El sumario de Lanata lo armo con siete u ocho temas más el análisis de rating. Después él elige lo que quiere abordar y lo que no, y lo que no aborda lo tiramos a la basura. Soy de reciclar muy poco el material, salvo que sea una primicia.

—¿Hay mucho reciclaje en la tele?

—Sí, pero por necesidad. Realmente es un momento de bastante sequía en materia de espectáculos. Las temporadas de verano ya no dan tela para cortar como daban en otras épocas. Las mega figuras están fuera de la tele: Tinelli terminó en diciembre, ya estamos en marzo y no hay ni miras; Susana, que vuelve, que vuelve, que vuelve, y no vuelve nunca; Mirtha hizo una temporada corta el año pasado y este año todavía no cerró su continuidad. Entonces, eso también te va secando la plaza. Y el año político, que en algún punto también desvía la atención y tapa todo. Y Gran Hermano que es, por un lado, la gran fuente donde se puede abrevar, y por otro lado, es la gran causa de sequía: si vos ves los portales de espectáculos, las diez primeras notas son Gran Hermano. También depende al público al que vos le hables: en Mitre yo le hablo a un público que sigue a Lanata, y algunos verán Gran Hermano pero otros, no.

—Inmersa en su rutina diaria, ¿cómo es como mamá?

—No soy todo lo presente que quisiera porque a veces no me dan los tiempos, estoy tironeada. Pero siempre me hago el rato para la escucha. Puedo estar armando la columna o buscando temas para el noticiero o lo que fuere, y si viene Mia a plantearme algo, o si llega del club, si llega del colegio, dejo el celular, hago como el stop, y me siento a escuchar cómo fue su día, si tiene alguna inquietud, si tiene alguna preocupación, si está bien, si está mal, a semblantearla un poco. Y también los fines de semana, por supuesto, estoy recontra presente con ella. Y un poco ya por la edad, porque tiene 13, es chica para un montón de cosas, necesita de mí para que la lleve, la traiga; no es que se maneja con autonomía. Quizás de día va al club caminando, pero estoy para ella todo el tiempo.

—¿Qué aprende de Mia?

—De todo. Su sensibilidad, su empatía, su registro del otro. A veces, cuando venís muy metido en lo tuyo, medio con anteojeras, es como que dejás de ver hacia afuera. Y ella todo el tiempo es el cable a tierra porque es recontra sensible, porque está atenta a todo lo que pasa: cosas de la familia, de sus amigas. Es muy empática y muy atenta al afuera, y eso a mí siempre me impacta porque me interpela. Y trato de inculcarle libertad: nosotras tuvimos una crianza un poquito más de soga corta, con mi viejo, de control.

Marina Calabró junto a su hija, Mía: "De ella aprendo su sensibilidad, su empatía, su registro del otro. Es mi cable a tierra"
Marina Calabró junto a su hija, Mía: "De ella aprendo su sensibilidad, su empatía, su registro del otro. Es mi cable a tierra"

—¿Era muy controlador Cala?

—Sí, recontra, porque era miedoso: tenía siempre un pensamiento trágico y miedos anticipatorios. Y siempre aventuraba cataclismos. En ese sentido era bravo. Ese miedo se le transformaba en necesidad de control. Y yo, no sé si por oposición o por naturaleza, no soy así. Me cuesta justamente eso: el estar pendiente. Y lucho un poco también contra eso porque hay demasiados peligros.

—¿En algún momento sintió que perdía el control de su vida?

—Momentos difíciles uno pasa siempre. Cuando fue todo el lío de la ruta del dinero K, obviamente que fue un cimbronazo para toda la familia y un momento de mucha exposición. Muy doloroso. Bueno, obviamente que sin punto de comparación, la muerte de mi viejo que fue un momento bisagra. Atravesar esos duelos, puntualmente el de mi viejo, es poner el cuerpo, permitirse el dolor, es de alguna manera rearmarse, más con alguien tan fundamental en mi vida y tan omnipresente, solucionador. Entonces, cuando se van estas personas que nos cuidaron tanto, que nos amaron tanto y que nos dieron tanto, la sensación de desamparo es muy potente. Nunca sentí esto de “no voy a poder”, de “me voy con él” o “no voy a salir de este pozo”. Me pasaron cosas como a la mayoría de los mortales: separaciones, crisis, qué sé yo... A veces perder un laburo, que te levanten un programa donde estás trabajando.

Marina y su familia en Mar del Plata a los doce años
Marina y su familia en Mar del Plata a los doce años

—Hablando de trabajo, ¿qué es lo que más le molesta del medio?

—No sé ya si me jode algo… pero no me hago la superad; es que tenés todo tan internalizado en un punto, tan incorporado. Quizás lo que jode, a veces, es la crueldad. Pienso más en las redes sociales, en el Twitter. Yo no tengo Twitter.

—¿Por qué?

—Y... porque no me la banco. Yo lo reconozco, no te la voy a caretear. Pero no es verdad que tengo una cuenta y escribo como un fake. No. Tengo una cuenta solo para seguir portales, referentes de opinión, por un tema de tener concentrada la información, los últimos momentos: estás al aire en un noticiero, obviamente que tenés una producción, pero necesito... No es que interactuó bajo otra identidad, todas estas fantasías que se crean en redes sociales.

—¿Por qué dice que no se la banca?

—Me parece una herramienta recontra valiosa. Pero (en las redes sociales) hay un montón de opiniones dadas desde mayores o menores anonimatos. A veces son anonimatos lisos y llanos, gente, como dice Lanata, el “huevito no sé cuánto”. A veces no, hay gente con nombre y apellido pero que no conozco, que no sé quiénes son ni por qué me agreden. Y no es personal: no estoy diciendo el mundo contra mí. Es un poco la general de la ley que nos cabe a todos. Y me parece que uno tiene derecho a decir “compro o no compro” o a decir “me someto o no me someto”. También conozco un montón de gente que ya ni te diría les resbala: ni se enteran. Pero a mí todo me duele, me afecta. Nunca me googleo, nunca pongo en el Twitter “Marina Calabró”. Me preservo porque no me lo merezco. Vos podés tener tu opinión sobre mí y podés ser desde la más espectacular hasta la más horrible, pero yo tengo derecho a no querer conocerla. O sea: vos tenela, expresala, no hay ninguna vocación de censura en lo que te digo; pero yo tengo derecho a no querer saber lo que opina sobre mí alguien que no conozco y que no sé qué lo moviliza.

Entrevista a Marina Calabro por Mariana Dahbar.

—Es su decisión.

—Sí, qué sé yo. También porque es medio “vale todo”. O sea, uno puede expresar una opinión y vos no compartirla, y que alguien ponga: “No comparto lo que dijo Marina Calabró”. Perfecto. Pero que alguien ponga: “Esa estúpida que…”. Se pueden discutir ideas, pero la descalificación, el insulto, ¿por qué?, si yo no te insulto.Manejemos un código que sea recíproco.

—¿Cree que en la tele la imagen es importante aún?

—Creo que cuando decimos que no, nos hacemos los superados de un montón de cosas que no sé si las tenemos tan superadas. Esto que te decía antes. Cuando te quieren agredir yo lo noto, y a veces hasta en el Instagram, que es una red recontra amigable, te sacás una foto así, mostrando el enterito, y te dicen: “Ay, pero estás vieja para hacer esas poses”. Pero sí, hay una tiranía más que de la belleza y de la estética que puede ser esta idea de que la tele es imagen, que es recontra antigua, pero creo que todavía impera, lamentablemente. Además creo que hay una cosa muy, no te quiero decir gerontofobia porque no me quiero cargar años que no tengo, pero sí hay una tiranía de la edad. Y sobre todo en las mujeres. Es raro que un hombre te castigue por la edad.

—Nombró varias veces la palabra vieja. ¿Le da miedo la vejez?

— No, no, no. Miedo, no. No. Me quedé pensando en que quizás la muerte me da miedo más que la vejez.

—Quiero que sepa que todos nos vamos a morir.

—Sí, es una mala noticia.

—¿Qué es lo que le da miedo de la muerte?

—Creo que sufrir. Creo que lo que nos da miedo a todos. Por un lado, soy bastante aprensiva entonces no quiero ni hacer contacto con la idea, pero si hago contacto pienso en mi hija: si será lo suficientemente grande para bancársela y seguir sola o bueno, con su papá, con su hermano, con sus amigos, ¿pero sin mí? Y después, sufrir es lo que más me aterra. Será que nos tocó pasar con mi viejo una experiencia traumática, que quizás no era tanto de dolor en su caso pero sí de ser consciente de irse apagando. ¿Viste cuando vos estás lúcido y te das cuenta de que el cuerpo ya no te responde, que el deterioro es irreversible y que el proceso es imparable, y que, lamentablemente, no hay nada para hacer? Bueno, a él le tocó un cáncer muy duro. Y creo que ser fuerte para atravesar eso es lo que más me asusta. Pero por otro lado, hay tantos ejemplos de gente que lo hace tan bien, que son inspiradores. Entonces creo que soy bastante cobarde en ese sentido.

Marina Calabró junto a su pareja, Martín Albrecht, de vacaciones en Italia
Marina Calabró junto a su pareja, Martín Albrecht, de vacaciones en Italia

—¿Cómo está hoy en el amor y qué cosas la molestan?

—Estoy bárbara ahora con Martín (Albrecht). Y cosas que me molestan... Soy bastante, a ver, libre, pero no en el sentido del amor libre, no. En el sentido que también al tener una agenda tan intensa y tanta cosa laboral en la cabeza necesito espacio y confianza, vamos a decir. Creo que esa es la clave. No una relación, no quiero decir de control porque obviamente que eso nunca es deseable y necesariamente lleva a la toxicidad, pero necesito esto de que banque que este año toca laburar un montón, y toca. Y a veces es difícil porque hay demanda del otro lado, pero si esa demanda se me vuelve muy agobiante, que no es el caso gracias a Dios, creo que eso me jodería.

—Maternidad, ¿se ve otra vez siendo mamá?

— No. No te voy a decir que Mía fue una sorpresa porque fue una niña buscada, deseada. Pero fue una sorpresa el hecho de que se hayan despertado en ese momento en mí las ganas. Yo creo que hasta el deseo de tener a Mía, yo pensaba que no iba a ser mamá: no era algo que sintiera, o deseara o que estuviera en mi proyecto. Y un día apareció ese deseo, esa necesidad, si querés, y bueno, y llegó Mia, que es una bendición. Y no, ya está sublimado en ella así que estamos bien así.

Entrevista a Marina Calabro por Mariana Dahbar.

—¿Qué recuerda de la Marina Calabró niña?

—Fue una niña muy estudiosa, muy aplicada. Mi vieja diría sobre adaptada. A Marina la vestías de blanco a las 7 de la mañana y te llegaba de blanco a las 12 de la noche, prolija. Quizás por eso es que me gusta que Mía sea más rebelde, más libre, más contestataria, más parecida a la Marina actual que aquella Marina. Recuerdo una niña que se esforzaba por hacer las cosas bien y que quizás debió haber disfrutado más, debió haberse relajado más, descontracturarse más, permitirse más desprolijidad. Pero bueno, es lo que salió en ese momento y no fue una imposición ni de mi vieja ni de mi viejo; fue, qué sé yo, lo que me nacía.

—¿En qué momento dejó de ser la hija de Juan Carlos Calabró y sintió que tenía autonomía?

—No sé (risas). No lo siento. ¿sabés? Pero te lo digo bien, desde lo genuino de la observación: de cada diez que se me acercan a contarme algo, 9,5 me hablan de mi papá. Alguno me dice “mandale un beso a Lanata”, o a Alfredo, o “decile a Majul tal cosa”. Pero la verdad es que son todos recuerdos a mi viejo. Y eso me llena de orgullo. Y en un punto me genera un arraigo tal que no quiero que eso deje de pasar. Está bueno. No me siento menos yo menos protagonista, vamos a decir, porque eso me pase. También confieso que me gusta más que se acerquen para hablarme de él que para hablarme de equis cosa que pueda tener que ver conmigo.

Entrevista a Marina Calabro por Mariana Dahbar.

—Para finalizar: un recuerdo de su padre.

—Lo recuerdo todo el tiempo. Lo tengo todo el tiempo presente. ¿Sabés dónde lo recuerdo mucho? Cuando voy en el auto manejando a cualquier lado, tengo muy presente su voz. Porque quizás el momento que tengo para pensar las cosas, o lo que tengo que hacer, o la decisión que tengo que tomar, o lo que le tengo que decir a uno, y su voz me aparece mucho ahí. Y siempre sé lo qué me diría él sobre lo que estoy masticando. Tal vez estoy re equivocada, pero siempre me da tranquilidad consultar con él eso que me pasa o que tengo que tramitar. Sentir su voz adentro mío; llevarlo puesto, sería. Cuando algún amigo o amiga pierde a un ser querido, sea quien fuere, una madre, un padre, un hermano, una pareja, siempre les escribo lo mismo: “Te deseo que esta persona que se fue, sea en tu vida pura presencia como lo es mi viejo en la mía”. Yo lo tengo más presente y más conmigo desde que se fue. Y creo que los que nos amaron de esa forma tan desmesurada y tan incondicional, no nos abandonan nunca. Están como en el ADN, en la sangre. Y creo que ese es el mejor deseo para alguien que está atravesando un duelo. Me ha pasado que muchos me escribieron al tiempo, a los dos meses, a los tres, al año, y me dijeron: “¿Sabés que eso que me dijiste el día que se fue mi mamá ahora lo empiezo a sentir?”. Porque en ese momento, estás enojado con la vida y solo sentís ausencia. Pero después el tiempo hace lo suyo, y esos que nos amaron así, no nos dejan. ¿Cómo nos van a abandonar? Nada te los devuelve. Pero no hay que desesperar porque el tiempo acomoda las cosas y están. Y si se van es por un ratito, y después los recuperamos.

Marina Calabró: "De cada diez personas que se me acercan a contarme algo, 9,5 me hablan de mi papá".
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