Durante más de tres años, Carlos López Puccio y Jorge Maronna trabajaron en la creación del espectáculo Más Tropiezos de Mastropiero. Mientras armaban el show los dos integrantes históricos de Les Luthiers tomaron una decisión que sorprendió a sus miles de seguidores: despedirse definitivamente de las tablas con un espectáculo de calidad. De esta manera, después de 55 años de trayectoria, el grupo humorístico-musical cierra un ciclo de éxitos en su mejor momento.
El mítico Teatro Ópera es el escenario perfecto para el comienzo de esta gira final que incluye shows por diversas ciudades de la Argentina, y que luego llegará a México, Colombia, Costa Rica, Chile, Uruguay y España. En cada función, logran su objetivo: hacer reír al público hasta que le duela la panza. Vale la pena ver este espectáculo protagonizado por los mencionados López Puccio y Maronna, junto al elenco 2019 formado por Roberto Antier, Tomás Mayer-Wolf, Martín O’Connor y Horacio Tato Turano; actúan como alternantes Santiago Otero Ramos y Pablo Rabinovich.
En una entrevista con Teleshow, Carlos López Puccio, el multipremiado artista de 77 años, revela los motivos por los que decidieron decir adiós en 2023. Recuerda anécdotas inolvidables que vivió con importantes personalidades, como Gabriel García Márquez y los reyes de España. Explica cuáles son las claves para hacer humor sin ofender a nadie. Y señala los aprendizajes que obtuvo a lo largo de medio siglo de formando parte de Les Luthiers.
—¿Cómo estás viviendo las funciones de esta gira de despedida?
—La decisión de iniciar esta despedida la tomamos con Jorge, empleando más lógica que sentimientos. Inmediatamente después, nos confesamos que nos había generado mucha tristeza. Entonces empezaron las funciones en el Ópera: el cariño, el agradecimiento, la sala colmada noche tras noche, las risas y el público aplaudiendo de pie. Y nos volvió la alegría. Es hermoso y paradójico arropar un final con los halagos de un comienzo lleno de éxito.
—¿Cuáles son los aspectos más interesantes de Más Tropiezos de Mastropiero?
—Te doy una respuesta sin modestia: es un espectáculo de alto nivel, incluso para los estándares fijados por los mismos Les Luthiers. La gente no para de reír y al mismo tiempo de disfrutar con la música y con el nivel actoral. Y señalo, en especial, el desempeño grandioso de los cuatro “nuevos” con los cuales se conforma este elenco 2019. La obra está enmarcada en una entrevista supuestamente culta a Mastropiero, cuyas secciones se intercalan con la audición y el recuerdo de sus obras y de su carrera. El chispeante diálogo de entrevistado y entrevistador lo interpretan brillantemente Antier y O’Connor. Y además, por primera vez tiene un verdadero cierre teatral. Hay un cierto recorrido dramático y un desenlace, una idea conclusiva puesta a consideración del público.
A lo largo de más de dos horas, el espectáculo despedida de Les Luthiers se divide en 14 actos en los que Johann Sebastian Mastropiero rememora su vida como compositor, y se recrean diversas anécdotas y fracasos. De esta manera, los artistas derrochan su talento actoral y musical sobre el escenario y demuestran que con su ingenioso humor son la Scaloneta del espectáculo en la Argentina. Desde que se estrenó el pasado 12 de enero, ha sido un éxito al lograr figurar entre las obras más taquilleras de la Ciudad de Buenos Aires, según el ranking que elabora AADET.
—¿Cómo y cuándo tomaron la decisión de despedirse definitivamente de los escenarios?
—La creación con Jorge de Más Tropiezos de Mastropiero nos llevó tres años y medio. Dos y medio de escritura, pandemia incluida, y todo 2022 con ensayos y pruebas previas. Fue hermoso y agotador. Cuando empezamos a escribirlo ¡éramos jóvenes! En el trayecto se nos murió Lino Patalano, nuestro socio en esta empresa de devolver Les Luthiers a las tablas con una novedad que no estuviera por debajo del nivel de los mejores espectáculos de su historia, ni fuera de su estética. La meta principal, durante todo el año pasado, era probar que Más Tropiezos... y su elenco cumplía con esas condiciones. Para ello debíamos llegar a la prueba de fuego: su presentación y la aprobación del público. Ocurrió, finalmente, a mediados de noviembre, en Rosario. Seis funciones con el público alborozado y las primeras críticas periodísticas, que legitimaron ese alborozo. En aquellos días se nos hizo la luz. Por un lado, Mas Tropiezos... nos mostraba que no habíamos trabajado en vano: era y sería un éxito. Pero al mismo tiempo, como empresarios, sin Lino, Jorge y yo no queríamos ni podíamos afrontar el manejo de la tremenda máquina que es nuestra empresa, más grande y compleja de lo que la gente ve. Entonces llegamos a la idea de la despedida, fue como si se completase la ecuación: terminaríamos, pero con un éxito, no con un fracaso. Sabíamos que el espectáculo era muy bueno y se lo mostraríamos a todos los públicos ante los que pudiéramos presentarnos durante un año.
—¿Qué anécdotas divertidas o emotivas son las que más recordás en tu corazón?
—Las que más me han quedado son las que tuvieron que ver con las visitas de personalidades ilustres. Ir descubriendo, con el paso del tiempo, que personajes notables se iban revelando como admiradores de lo nuestro. Nunca olvidaré la visita a nuestro teatro en Bogotá de García Márquez, fascinado con el espectáculo. Era y es uno de mis ídolos. Esa noche terminamos charlando y comiendo codo a codo en el departamento de un gran amigo común. Como no había sillas ni mesas nos sentamos en el piso, apoyados contra una pared. Recuerdo esa velada, y mi emoción por hablar con aquel ser admirado, como si fuera un sueño. Otra noche, años después, trabajando en Madrid, sentados en el escenario en la penumbra, le digo a Jorge: “¿Ese que está con una polera en la fila cinco no es el príncipe Felipe?”. Jorge me respondió: “¡No! ¿Qué va a estar haciendo el príncipe aquí?”. Yo seguí mirando. “¡Jorge, la mujer a su lado es igual a Letizia!”. Pues sí, eran los en ese entonces herederos al trono de España, que habían llegado de incógnito. Al final vinieron a saludar; encantadores.
—¿Qué consejos le darías a un artista que recién está dando sus primeros pasos?
—Si está dando sus primeros pasos, más que consejos le daría una mamadera...
—El humor va cambiando con el paso del tiempo. Hoy hay chistes que ya no se pueden hacer porque se consideran incorrectos. ¿Cuáles pensás que son las claves para hacer humor en este contexto actual?
—Hay rasgos de nuestro humor que nos protegen bastante de este terremoto cósmico en el espacio-tiempo de “lo correcto” y lo “incorrecto”. Las fronteras de la supuesta incorrección se mueven de maneras, para mí, inesperadas y no siempre inteligibles. Pero nosotros nunca hemos pretendido ser demasiado irónicos, ni mucho menos satíricos. El objetivo principal del humor de Les Luthiers ha sido divertir con elegancia y arte, hacer reír “con”, pero no “de”, sin que haya heridos, mortificados u ofendidos. Y siempre nos hemos dicho: si alguien sufre con un chiste nuestro, mejor quitarlo. Seguimos tratando de evitar que alguien se sienta mortificado por alguno de nuestros chistes. No siempre lo logramos, claro: hay tantas opiniones sobre los límites, hay tantas pequeñas ideologías, tantas minorías, que a veces, involuntariamente, herimos a alguien. Pero a partir de estas convicciones generales respetamos nuestra honestidad intelectual, no nos sentimos reprimidos o censurados si algún chiste debe ser eliminado, pero tampoco nos frenamos cuando creemos que otro debe permanecer.
—¿A cuáles de los humoristas actuales admirás?
—Tengo predilección por el humor atemporal, ese que no se apoya en la complicidad entre humorista y público generada por la actualidad inmediata o los muchos tópicos. Hoy, si dos chistes provocan igual risa pero uno es sobre el Mundial y el otro es abstracto, prefiero este último. Es más difícil y requiere más imaginación hacer un chiste efectivo sin apoyarse en la complicidad que da la actualidad o la notoriedad, unas amigas muy pasajeras. Quizás por eso me cuesta sintonizar con la idea de humoristas actuales. Los mejores humoristas, en mi opinión, son aquellos precisamente que no son actuales, sino que tienden a ser duraderos; ¿eternos será mucho decir? Perdón por el anacronismo: admiro a Woody Allen, Chaplin, Tricicle, Monty Python. De los nuestros, amo a Quino, Fontanarrosa y Landriscina. Me gusta Tute.
—¿Qué aprendizajes te dejó formar parte de Les Luthiers?
—Buena parte de lo que soy es la respuesta a tu pregunta. El trabajo serio y en equipo, peleado, a veces sufrido, constituyó una experiencia muy intensa, de constante crecimiento. Generar ese hijo en común a lo largo de tantos años y mantenerlo vigente a medida que crecía, nos hizo crecer a la par. En él cada uno puso lo que mejor sabía. Por mi parte, aprendí mucho de pluralismo, de escuchar las ideas de los demás y valorarlas en serio. Incluso hasta llegar a entender, con el paso de unos cuantos años, que ninguno podría haber creado a Les Luthiers sin el aporte de los demás.
—¿Cuáles son tus planes, ya sea en lo laboral o en lopersonal, para cuando terminen la gira de despedida?
—Creo que ya tengo edad como para permitirme mirar hacia atrás con orgullo, más que hacer planes para el futuro. Con el futuro, lo mejor es esperar que lo haya. En lo laboral: ya veré si aparece algo que me atraiga. Tal vez siga escribiendo, o regrese a mi amor por la dirección coral. En lo personal: me quedan unos cuantos libros por leer.
—¿Qué sueños o metas te quedan por cumplir?
—Es bueno diferenciar entre metas y fantasías. En cada elección, como sucede con todo en la vida, supe que sacrificaba ciertas metas en aras de otras. Sería inútil enumerar las metas fantásticas, propias de los caminos abandonados. En cuanto a metas reales, posibles, he alcanzado unas cuantas. Como director coral, mi otra gran pasión, llegué a ganar tres Konex de Platino: dos como mejor coro en dos décadas sucesivas y uno como mejor director coral. Soy doctor honoris causa de la UBA y el año pasado fui aceptado como miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes. Con Les Luthiers ganamos el Premio Princesa de Asturias, casi un Nobel. Me lo entregó en mano ese mismo rey que unos años antes, en la penumbra, estaba en polera viendo nuestro espectáculo.
¡Gracias por tanto, maestro! Se los va a extrañar.
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