Cenicerazo, gritos y un divorcio millonario: a 25 años del escándalo de Susana Giménez y Huberto Roviralta

El 13 de febrero de 1998 la diva regresó de Miami y encontró en su casa de Barrio Parque a su marido, de quien ya estaba separada tras un acuerdo que le costó 10 millones de dólares. Los periodistas que hacen guardia en la puerta escuchan la pelea, en un audio nítido que captarán las cámaras del ciclo Indiscreciones. Susana grita: “¿Cuándo te vas a ir de acá? ¡Hijo de puta, ladrón!”

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Susana Giménez y Huberto Roviralta: A 25 años del escándalo

Fue el año de su consagración definitiva como diva de la televisión. En 1987, había sacudido la fría pantalla de ATC con un programa novedoso en la Argentina. Un programa con su nombre, que ya no necesitaba apellido para distinguirse del resto. Inspirado en lo que hacía Rafaella Carrá por la RAI, Hola, Susana fue un suceso desde su primera emisión, gracias a los concursos telefónicos, las entrevistas a personalidades de todos los ámbitos, números musicales, y sobre todo a su carisma. Estaba haciendo Sugar en el teatro junto a sus adorados Arturo Puig y Ricardo Darín, y llenaban cada función con una fórmula que repetía el éxito del trío en La mujer del año.

Acababa de promulgarse la ley de divorcio y los medios y el público se fascinaban con esa mujer imponente que podía ser amiga de su exnovio y hasta compartir con él, el trabajo y la familia. Susana y Darín nunca se casaron, pero habían sido el emblema de una década de liberación femenina: ella le llevaba 13 años y ya era una estrella del cine, él era el galancito del momento y se había enamorado de ella en un set cuando todavía no tenía edad para decírselo. Cuando se reencontraron, en el 78, fue un amor instantáneo, la conexión total de un amor tranquilo y feliz que trascendería la pareja. También era un bálsamo para la actriz, que venía de separarse de Carlos Monzón.

Susana Giménez y Huberto Roviralta fueron una de las parejas más emblemáticas de los años 90 (Foto: Archivo)
Susana Giménez y Huberto Roviralta fueron una de las parejas más emblemáticas de los años 90 (Foto: Archivo)

Su pase al Canal 9 de Alejandro Romay fue tapa de todas las revistas. En la primera hora de la tarde, una Susana con trajes de saco cruzado y capelinas engamadas de Gino Bogani o Elsa Serrano, arrasaba con el rating. En la mitad de las casas de la Argentina, las mujeres atendían el teléfono saludándola por las dudas: nunca se sabía cuándo un secretario de la diva iba a cambiarles la suerte eligiendo su carta. Faltaba poco para que Telefe la convirtiera en la figura mejor paga de la televisión argentina, con un contrato de un millón de dólares por mes.

Cuando conoció a Huberto Roviralta, a fines de 1987, Susana ya era Susana y brillaba en la pista del Roof Garden del Alvear. Él vivía a la vuelta, sobre Posadas, en un dos ambientes sin demasiadas comodidades. Manejaba un Fiat 147, pero jugaba al polo discretamente y su madre tenía casa en Tortugas, el mismo country que era el refugio de otra diva íntima de Susana, Graciela Borges. Un club tradicional y paquetísimo, anterior a la era de los barrios privados.

Esa noche Susana se sintió halagada con la galantería de ese morocho con aires de “chico bien”, como lo define Daniel Gómez Rinaldi, entonces encargado de seguir los pasos de Giménez para Indiscreciones, el programa de rumores de Lucho Avilés. Bailaron toda la noche y el resto fue muy rápido: Roviralta le pidió casamiento a un mes de conocerla.

Susana Giménez y Huberto Roviralta apasionados (Crédito: La semana)
Susana Giménez y Huberto Roviralta apasionados (Crédito: La semana)

A las 13 del 5 de diciembre de 1988, María Susana Giménez Aubert se casó con Huberto Roviralta en el Registro Civil de la calle Uruguay. Para ella, era la segunda vez: la primera había sido con el padre de su hija Mecha, Mario Sarrabayrouse, un tipo más buenmozo que Huber, también de apellido ilustre y “sin un sope”, como recordaba sobre su ex la diva. Los testigos fueron la Borges y Willy Nash, amigo del novio y “asesor de polo de Sylvester Stallone”, según contó la revista Gente, en una cobertura exclusiva y de tapa doble: de un lado el casamiento de la diva de los teléfonos –con vestido color tiza estilo Scarlet O’Hara de Elsa Serrano–, del otro el levantamiento carapintada de Seineldín en Villa Martelli que casi impide la fiesta para 500 personas en el mismo lugar en que se habían conocido, el Hotel Alvear.

Era la antesala de los 90, los años de la gráfica donde –como apunta Rinaldi– todo estaba mediado por la prensa. La década siguiente se contaría en fotos: Susana y Huberto besándose en una playa del Caribe, Susana viéndolo jugar un partido de bajo handicap en Camet, con sombrero de cowboy y sobre el capot de una camioneta, en algún descanso de la temporada teatral marplatense; Susana y Huberto en el mar de Miami, subidos a una moto de agua, con chaleco salvavidas y abrazados, o subidos a un camello en las pirámides de Egipto. “Una relación idílica”, dice Rinaldi. Un idilio que se rompió el 30 de enero de 1998, un día después del cumpleaños de Susana y en un restaurante de Ocean Drive, en Miami, donde acordaron los términos del divorcio.

La boda de Susana Giménez y Huberto Roviralta (Crédito: La semana)
La boda de Susana Giménez y Huberto Roviralta (Crédito: La semana)

El desaparecido maestro de periodistas Alfredo Serra lo recordó hace unos años en una nota, dio un indicio de los motivos de la separación que Susana le confió en una entrevista: “Huberto se levanta… cuando yo me acuesto. Él anda con el tema del polo, los caballos, y eso empieza al alba. No es fácil coincidir en los horarios”. Gómez Rinaldi dice que ya entonces se hablaba por lo bajo de las infidelidades de Roviralta. “Sus tiempos y sus metas eran diferentes; ella una mega celebridad, la número uno en el país, que trabajaba muchísimo, porque hacía televisión todos los días y también hacía teatro. Susana siempre trabajó y mucho, y él se dedicaba al polo, no tenía una actividad como la de un médico o un albañil. Y algunos se preguntaban de qué trabajaba”, dice ahora quien en esa época era un jovencísimo cronista de espectáculos.

Pero lo que parecía encaminado a resolverse de común acuerdo, se convirtió en un millonario tironeo legal. Los abogados de Roviralta hablaban de una presunta infidelidad por parte de la diva, algo que entonces podía cambiar los términos del arreglo. Ella aseguraría a la prensa: “Nunca le fui infiel”. Los mismos medios calculaban en ese momento que Giménez tenía una fortuna de cercana a 100 millones de dólares, más del 90% ganados durante su década de matrimonio con Huberto, que coincidió con la de su salto a Telefe. Roviralta reclamaba la mitad de todo.

Finalmente, ella firma un cheque de 10 millones de dólares. Era una cifra astronómica e inédita: una mujer –la más influyente de la Argentina– comprando su libertad en billetes de curso legal. Era un precio altísimo, pero a la vez podía volver a disfrutar de su vida fuera de un matrimonio que si alguna vez había sido tan feliz como se veía en las revistas, ahora era una mochila pesadísima. Entre otras cosas, podía disfrutar sin restricciones de los enormes ramos de rosas amarillas que la encontraban a diario, dondequiera que estuviese: las flores como un símbolo de la generosidad olvidada con la que el empresario Jorge Corcho Rodríguez enamoró a Susana.

La luna de miel de Susana y Roviralta (Crédito: La semana)
La luna de miel de Susana y Roviralta (Crédito: La semana)

El 13 de febrero de 1998, hace exactamente 25 años, Susana regresó de Miami por la mañana. La esperaba una guardia periodística en Ezeiza. A Daniel Gómez Rinaldi lo llamó la productora de Indiscreciones para pedirle que fuera al aeropuerto a cubrir la llegada con las cámaras. En vez, decidió esperarla en la puerta de la mansión de Susana de la calle Dardo Rocha, en Barrio Parque.

De pronto, Huberto se asoma por una de las ventanas de la casa, tiene papeles en la mano, parece querer mostrarle a los periodistas que todavía hay cosas que resolver. Todavía no se fue. La diva lo encuentra ahí una hora más tarde, cuando llega en su Mercedes Benz. Diez minutos después de que cruza la puerta, se oye desde afuera una feroz pelea. Susana grita: “¿Cuándo te vas a ir de acá? ¡Hijo de puta, ladrón!”. La cámara de Daniel Nin para Indiscreciones capta cada palabra.

Unos minutos después, Roviralta abre de nuevo la puerta y también el portón que da a la vereda. Quiere que la prensa lo vea. Tiene la cara ensangrentada y en un descuido no tan descuidado, Jazmín, el célebre yorkshire de Susana, se escapa corriendo hacia la calle. Gómez Rinaldi lo rescata y lo sostiene en brazos sin soltar el micrófono, sabe que esa es la cobertura de su vida. Le da el perrito a Roviralta que se acerca todavía más, ya vendado por el doctor Alfredo Cahe.

El rumor salta el portón de Dardo Rocha: dicen que Susana le tiró con un cenicero. El escándalo es absoluto. La diva dirá después, en conferencia de prensa, que en realidad era una cajita de madera y peltre que había traído de la India y que fue el primer objeto contundente que encontró para defenderse en medio de una discusión “humillante y vergonzante”. Roviralta recién se va de la mansión a las cinco y media de la tarde, cuando ella ya está acompañada de sus afectos más cercanos: Teté Coustarot, Pet Figueroa, su hija Mecha y su entonces marido, Eduardo Celasco.

La conferencia en la que Susana contó que le había arrojado un cenicero a Huberto Roviralta (Youtube)
La conferencia en la que Susana contó que le había arrojado un cenicero a Huberto Roviralta (Youtube)

La conferencia fue en el hotel Alvear igual que la fiesta de casamiento. Susana tiene anteojos oscuros y no quiere preguntas. “No es justo ventilar mi vida privada –dice–. Pero no puedo más. Lo que voy a hacer ahora es muy difícil. Necesito descomprimir porque así no se puede vivir… ¿Si Huber lo hizo para sacarme plata? Quizá debe haber un interés, sí. Pero jamás hablamos entre nosotros de una cifra. No hay acuerdo prenupcial. Sí, le tiré un cenicero. Pero hace mucho que trato de salvar la pareja viviendo…, no sé si llamarlo así…, humillaciones. Sí, pudieron ser infidelidades…”, acepta.

Después se filtrará un video de su ex con la mediática Flavia Miller. “Un encuentro íntimo en su departamento”, recuerda Rinaldi. Susana, la diva total, la más poderosa y glamorosa del país, la que sonríe en las tapas de las revistas, la idealizada por miles de mujeres que esperan su llamada cada noche, fue engañada como cualquiera de ellas. Su historia y su carrera son extraordinarias, pero ella no lo es. Como cantará ella misma en el tema de apertura que se volverá un himno mucho antes de que Shakira le cante a Piqué: “Detrás de todo solo hay una mujer”.

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