Siempre lo disfruté arriba del escenario o en eventos sociales; intuí que entrevistarlo no sería tarea sencilla. No porque Martín Bossi fuera complicado, sino porque siempre lo sentí autoprotegido, en su propio mundo, aquel donde el esfuerzo y la pasión se combinan con la libertad y la privacidad.
Llegó a los estudios de Infobae acompañado por su nuevo equipo de comunicación, integrando por gente muy joven; todos permanecieron atentos a cada movimiento y cada palabra suya. Una vez prendida la cámara, el diálogo fluyó.
Así, en esta charla intima con Teleshow, el artista contará cómo se prepara para debutar el próximo 16 de marzo en el teatro Astral con Bossi live comedy. En los 50 minutos que duró el reportaje, alcanzó el tiempo para conocer a un hombre vulnerable, frontal y real. “Si yo tengo que dejar este plano hoy, te digo: ‘No sabés lo que fue mi vida...’”, deslizó.
—Ya están a la venta las entradas de su nuevo espectáculo. Cuénteme todo. ¿De qué trata?
—Se llama Bossi live comedy. Tampoco le voy a poner Bossi; es muy arrogante. Hoy hablaba con los productores: es muy difícil vender un producto que tiene tu nombre y tu cara durante 15 años. En realidad, no es un espectáculo; es una experiencia.
—¿Y cómo sería esa experiencia?
—Es una experiencia hermosa que tiene que ver con la actividad de un showman mediante la música, la comedia, la comicidad, la mímesis, la imitación, la comedia musical, la comedia dramática. Donde no hay escenario sino que la experiencia es en todo el teatro; vamos a utilizar todo el teatro. Es difícil contarla, pero tratamos, durante hora y 50, de recuperar muchas cosas que fuimos perdiendo los seres humanos y no nos dimos cuenta, que tienen que ver con las costumbres, los rituales que tienen que ver con nosotros. Les vamos a proponer que nos juntemos, nos saquemos las clases sociales, las ideas políticas, si estamos del lado de Piqué o Shakira, de Tini o de Lali, de Macri o de Cristina. Nada. Que nos unamos para celebrar el amor, para bailar, para volver a jugar, volver a charlar, a estimularnos mediante la música, la comedia, la comicidad, con un señor ya de 48 años que ha estudiado como para poder hacerlo.
—Con 48 años. ¿En qué momento de su vida se siente?
—En un muy buen momento porque es un momento real.
—¿Y los otros momentos, qué eran?
—Y... eran una búsqueda de la verdad. Empecé con 28 años a trabajar en el medio, hice lo que pude. Empecé haciendo espectáculos que tenían que ver mucho más con parecerme a otros, disfrazarme para decir mi verdad. Yo te quiero decir mi verdad y, después, con el tiempo, poder sacarme un poquito las máscaras y dar la cara, empezar a ser más verdadero en el escenario. Creo que este espectáculo es el más verdadero, donde puedo jugar sin condicionamientos con la gente y mirarlos a los ojos. Vida y obra van de la mano, como dice Sabina, y creo que estoy en un momento de mucho disfrute, mucha verdad, donde todo este circo en el cual laburo, que amo…
—Es un circo, ¿no?
—Es un circo hermoso. Ya no me pinto ni me pongo narices para transitarlo. Conozco los hilos que manejan esto y lo disfruto, y me lo creo menos que siempre.
—¿Cuáles son esos hilos?
—Bueno, es un tema el ego.
—Cuénteme.
—Me encuentro con mucha gente con mucho ego, como yo. Y me rio mucho de todo, no me tomo todo tan en serio. Por mi salud mental. Nada es importante. No me importa pertenecer, no me importa figurar, no me importa que me premien.
—Pero usted hace teatro, y si la gente no lo acompaña, ¿eso no le importa?
—Por supuesto que en ese caso hay un tema de ego personal porque no me están eligiendo. Pero en realidad, si agarro mi parte humilde, mi obra de teatro no es Chicago, es una obra que tiene que ver con lo que yo pienso y siento de lo que está pasando en el mundo hoy. Entonces, si lo que yo pienso y siento de lo que pasa en el mundo de hoy no interesa, perfecto; hay que aceptarlo. Y hay que tener la suficiente humildad para decir: “No interesa lo que pienso y cómo lo cuento”.
—¿Alguna vez le pasó eso?
—No. Me han malacostumbrado mucho en este país, porque hace 13 años que estoy en un escenario y siempre ha sido piadosa la gente. Cada vez que me subí a un escenario, y lo digo con mucho respeto, me han venido a visitar. Nada es para siempre, pero mientras suceda voy a dar en el escenario todo lo que pueda, que es lo más sano que hay.
—Cuando está arriba del escenario gasta mucha energía. ¿Cómo lo hace?
—A veces la gente piensa que porque uno es actor y corre en un escenario tomás nafta súper o te inyectás. Pero hay un trabajo físico con un grupo de gente: preparadores físicos, nutricionista; es como un deportista. No soy de los tipos que suben a un escenario porque sí; tengo que tener una preparación psicológica, física, tengo profesora de piano, profesora de melodía, profesora de danza, profesora de jazz, tengo un repertorista, un coach. Somos como 15, 20 personas que hacen que desde hace 20 años pueda subir a un escenario con salud, con agilidad. Inclusive en los espectáculos toco el piano en gran parte y tuve que estar cinco años dos horas por día aprendiendo a tocar. Se llama estudiar. Por ahí en el mundo de hoy donde las cosas son mucho más rápidas, no… Mi fórmula fue el estudio, que es algo que queda medio antiguo, pero en mi época se estudiaba para esto.
—¿Se perdió la cultura del trabajo o del estudio?
—Estamos en el mundo de lo rápido. De todo lo urgente. Del “hago algo y quiero que ya me apruebes, que me pongas un like en 30 segundos”. Los desarrollos hoy por ahí en redes son de 10, 15 segundos. O sea no es un libro, una obra de dos horas, una película.
—Habló de redes. ¿Cómo se maneja con ellas?
—Es una patología colectiva. Trato de utilizarlo a mi favor y ser víctima, porque somos todos víctimas de eso. Yo lo llamo el mundo de la incomunicación: estamos conectados, pero incomunicados. Es mi visión de las cosas.
—¿Víctima por qué?
—Porque yo creo que repetición es reputación. Uno, para hacer algo bien, tiene que repetirlo muchas veces. Esa es la cultura del trabajo. El tenis: revés, revés, revés; drive, drive, drive. Piano, piano, piano. Con tanto estímulo y tantas urgencias en todos los seres humanos, en cada una de nuestras actividades, no tenemos la posibilidad de desarrollarnos con continuidad. El querer que me aprueben rápido. Fijate que la cultura en el mundo se fue deteriorando muchísimo. Las melodías… ya nos quitaron las melodías. Nos han robado la comedia. Fijate qué comediantes nuevos y jóvenes hay en el mundo. Sí, hay muchos standupistas, pero antes estaba Jim Carrey, Eddie Murphy. Ya no hay comedia. No nos podemos reír de nada. La melodía no está. Creo que nos fueron sacando cosas para generarnos más angustia y que consumamos más y nos sintamos más solos. Ese es el gran negocio de todo esto, sacarnos la melodía, sacarnos las historias de amor. Fijate, sin meterme en la polémica, que hace poco Shakira, que tiene todo su derecho de expresarse, no triunfó con una canción de amor sino una canción de despecho, de enfrentamiento. Y que sirvió para que todos, que estamos agrietados en todo, opinemos y sigamos odiando. Yo prefería la Shakira de hace 15 años que cantaba cosas mucho más elaboradas. Shakira puede escribir cosas mucho más profundas; de hecho, lo ha hecho. En pos de más reproducciones, se tornó menos melodiosa y menos profunda para entrar en este nuevo mundo de no melodía, de no poesía y de que todo es mucho más cuadrado. Yo prefiero las canciones que unen y no las que desunen.
—¿Cómo hace para sobrevivir a ese mundo, en especial a las críticas y a la famosa grieta?
—Estoy harto y triste. No puedo combatir con eso porque nos han transformado en odiadores a todos. Y creo que tiene que ver con la insatisfacción y con eso que tenés ahí (señala el celular). De hecho en el mundo se está replanteando, lo escuché el otro día, el tema de sacar TikTok o de limitarlo a los jóvenes. Hay como ya una cuestión hasta médica del uso de las redes para los chicos. El daño psicológico, la depresión que trae, los problemas en la vida. Hay consecuencias muy grandes sobre todo ese tema.
—Habló de insatisfacción. ¿Qué es lo que le produce mayor insatisfacción?
—Vos fijate que estamos en el mundo del filtro, por ejemplo. Eso es insatisfacción. El otro día hablé con un cirujano, porque me gusta investigar, y dice que es muy preocupante lo que pasa porque las chicas, los chicos, quieren operarse para parecerse a sus mismos filtros. Somos un filtro caminando ya. Veo imágenes de personas que ya son comics de ellos mismos. Y tiene que ver con la insatisfacción de querer. Yo, por ejemplo, me pongo a ver Instagram y me siento totalmente, en el buen sentido, discriminado: nunca voy a poder tener esos abdominales ni esa belleza que se muestra. Hay que tener una autoestima muy alta para poder navegar por esas aguas.
—¿Nunca usaría filtros?
—Cero. Aceptación absoluta. Esto soy. Mi público no me sigue por mi figura, me sigue, por ahí, por mi contenido.
—¿Qué hace cuando no trabaja? ¿Qué cosas le dan placer, felicidad?
—Cuando no estoy en acción me gusta hacer deportes. Me gusta reunirme con amigos. Me gusta estar conmigo hoy. Era algo que tenía pendiente. Huía mucho de estar conmigo, estar en soledad.
—¿Por qué?
—Y... porque es difícil encontrarse con uno. No salir a buscar.
—¿Qué buscaba?
—Yo pensé que la fama. Palabra que detesto.
—Pero hoy todos quieren ser famosos…
—Lo dijo Mark Twain hace 50 años. Hay un momento de la humanidad en el que todos van a ser famosos. Y hoy somos todos conocidos porque somos todos dueños de nuestros productos. Cada uno tiene su Polka. La fama es un bullicio momentáneo. Uno puede ser famoso por hacer cagadas también. Hay gente que ha hecho mucho daño a la humanidad y son conocidos. Yo pensé que con la fama, con comprarme mi casita y mi autito, con que me conozcan dos o tres personas en la calle, me iba a salvar.
—¿Se iba a salvar de qué?
—De no sentir esa angustia y ese vacío que sentimos los seres humanos. Esa pulsión del miedo a envejecer, a morir. Del miedo a que no te quieran, a que no te acepten. Yo pensé que me iba a salvar. Y realmente fue una búsqueda muy superficial la que hice. Cuando logré todo eso, que llené teatros, que compré mi casa, que cuatro o cinco personas me dicen “¡Hola, genio!”, cosa que no creo, me di cuenta de que me sentía tan vacío como cuando arranqué. Y ahí sí empecé a buscar adentro mío, a realmente aceptarme: cómo veo la vida, cómo veo el amor, cómo veo el arte. Animarme a hablar de estas cosas, de lo desacuerdo que estoy en un montón de cosas que tienen que ver con lo social.
—¿Cómo era antes?
—Antes era más políticamente correcto y quería que me quieran como ahora, pero hacía todo lo posible para ser más diplomático.
—¿Le molesta cuando hablan de supuestos noviazgos o cosas que no tengan que ver con su trabajo?
—No, también es una parte de inmadurez mía. Siempre me han vinculado con amores. Al contrario, que me vinculen con que me enamoro de una persona, de otra, o que comparto, al contrario, habla bien de mí. No están diciendo: “Martín vende vitel toné de contrabando”. Cuando uno es más chico no entiende mucho, pero cada vez que me vinculan con algo y tiene que ver con el amor, es parte del negocio. No tengo ningún complejo.
—¿Sufrió mucho por amor?
—Gracias a Dios, sí.
—¿Y qué se aprende sufriendo por amor?
—En realidad cuando uno sufre por amor es el abandono. El abandono, el que te dejen de amar. Es el ego, que hablábamos de la canción del Twingo y todo eso. Todos tenemos que aceptar que a veces no nos eligen. La traición es parte de lo humano, lamentablemente. El desamor no es traición, pero a veces te traicionan. Te sentís decepcionado.
—¿Traicionó o mintió mucho?
—¿Yo? Sí, sí, sí, sí... Claro. Y no me abras los ojos, soy muy humano. El tema es que la gente no tiene huevos para decirlo. Mentí y fui desleal. García Márquez decía: “Infieles, pero no desleales”. Desde los 40 dejé la mentira: voy al frente como loco. A veces mis compañeras de ruta, las parejas que he tenido me dicen: “Pará, pará, pará, no tanto...”. Porque me volqué para el otro lado. Como los tipos que hacen una cagada y van a la cárcel y se transforman en evangelistas. Con la mentira me pasó lo mismo, fue tanto lo que hui de la verdad que ahora voy al frente como loco.
—¿De qué verdad huyó?
—Iba a los casamientos y escuchaba al cura decir: “Hasta que la muerte los separe”. Como decía Pepe Biondi: “¡Qué fenómeno!”. Hasta que la muerte los separe, ¡cuánto tiempo!”. Después, cuando me implantaron una religión sin preguntarme si yo estaba de acuerdo. Me bautizaron, me dijeron: “Acá está este señor de barba que murió por vos”. “¿Por mí?”. “Sí, sí, murió por vos, tenés que tener fe. Y acá hay 10 mandamientos: no mentir, esto, esto, esto. Si te portás mal vas al infierno, si te portás bien vas al cielo. Dios está en todas partes”. Me pegué un cagazo... Empecé a sospechar que había cuestiones que tenían que ver más con el control que le habían impuesto a mis viejos, porque mis papás fueron víctimas de víctimas. Todos somos víctimas de una creencia, del patriarcado, de los manejos de las religiones que nos dividen. Yo creo mucho en Dios, en mi dios. Y entré, entré. Buscaba la media naranja. Romeo y Julieta nos cagaron la vida; Hollywood, el amor, las películas de Sandro con la guitarrita, la chica de la mano en la playa. Busqué el ideal, que en realidad no hacía feliz ni siquiera a mi familia, porque veía a mucha gente infeliz en nombre de no poder decirse la verdad. Y ahí empecé a cuestionarme las religiones, mi forma de amar y mi forma de existir. Y me llevó un tiempo muy largo para entender que todas las sospechas que tuve estaban bien rumbeadas. A partir de mis 40 dije: “Yo quiero amar así, quiero tener mi dios. Y quiero hacerle bien a la gente con el arte que tengo adentro. Los pocos que me sigan o los muchos, no me importa”. Ya no me importan las tapas de revistas, no me importa que me premien, no me importa salir en las redes diciendo “Bossi incendia las redes con su nuevo peinado”, “Bossi con su nueva novia”, Bossi crea tendencia. Me parece patética esa cultura. Que a mí se me conozca por lo que digo, por lo que hago en un escenario.
—Pero durante esa búsqueda, ¿cuál fue el momento bisagra o el hecho que le hizo decir: “Basta, hasta acá”?
—Tuve un ACV espiritual. Fue en el año 2012, a mis 38, 39. Corté con mi última pareja. En realidad, me dejó conmigo. Me dijo: “Andá, tenés que estar con vos”. Tuve una gran crisis existencial que tenía que ver con el amor, con la aceptación de la muerte de mi viejo, con la aceptación de que si me muero no pasa nada. Vas a hacerme un homenaje en Infobae, mi última nota, “te quiero”, y al otro día vas a estar en la misma. Es así. Descubrí que un día no voy a existir, porque yo tenía un grado de omnipotencia tan grande que creía que no me iba a morir: “Algo se va a inventar y yo zafo”. Y un día me vi una cana y un día vi que la anatomía de mi cara cambiaba. Y un día vi que en el fútbol no puedo gambetear. Y un día vi que al tenis me empezaban a ganar, que ya no puedo moverme. Y un día vi mis límites y empecé a sentirme humano. Me abandonaron familiares por muertes; no zafé de eso. Y muchas personas, en este caso mujeres, me dejaron de amar y dijeron: “Vos, no; ya no sos importante para mí”. Eso para mí ego fue terrible. Ahí sí me transformé en más artista. Yo soy pro vida, amo la vida. Soy un gran consumidor de la vida. Pero te digo, si tengo que dejar este plano hoy, te digo: “Ojalá”. Estos 48 años jugué a la pelota como un loco día y noche, embarrado, hasta hoy. Jugué al tenis hasta más no poder. Soy un tipo que la noche la supe transitar. Noches de amor. Noche de sexo. Noches de buenas compañías. Noches familiares con mi madre. Mediodías comiendo con mi familia. Lo que actué. Quería disfrazarme, me disfracé de todo lo que se te ocurra. No me queda más nada. Me quedan películas, me quedan transitar muchas cosas. Pero la disfruté mucho. Ahora, el día que me tenga que ir te juro que voy a decir: “A ver qué hay...”. Porque esta fiesta no es lo que soñé. Este carnaval no es lo que soñé. No. Yo tengo un microclima, hice mi microclima con mis amigos, pero en lo que se transformó el mundo no es algo que yo hubiera soñado. Yo soñaba con otra cosa. Me imaginé desde el barrio de Lomas que la cosa iba a evolucionar hacia un lado que yo quería al menos. No estoy cuestionando al mundo tanto en cultura como en comunicación, en relaciones humanas, en amor. El amor que hay es cero, la tolerancia es cero. Entonces digo, esta fiestita no me copa mucho. Así que el día que me toque irme está bien, porque la verdad. ya sé lo que es existir. Me da gran curiosidad saber qué es no existir. Pero quiero vivir. Quiero disfrutar a mi madre. Quiero ser padre y enseñarle a un pibe lo que aprendí. Si me muero no pasa nada.
—Habló de su mamá. ¿Cómo es su relación con ella?
—Nélida Raquel Álvarez de Bossi. Actriz frustrada, ama de casa. Sigue siendo de Bossi. Le digo: “Mamá, cambió el mundo, no sos de nadie”. Y mirá y dice: “Sigo siendo de Bossi”.
—¿De qué habla con su mamá?
—Mi mamá es la anti madre. Ella no quiere ser abuela. Es medio contradictorio porque nos ama, no puede vivir sin nosotros, pero dice que si volviese a nacer no tendría hijos, no se casaría, viviría la vida. En ese sentido mi mamá es de las primeras deconstruidas. Así, si bien cuando éramos chicos nos criaron de una manera, ella, con el tiempo, también entendió que fue un poquito víctima de su crianza.
—Para finalizar, hagamos un juego. Le regalo una caja con todas las cosas que perdió en su vida y puede abrirla y recuperar una sola por un instante. ¿Cuál sería?
—¡Qué pregunta, Mariana! Mi viejo se va a enojar: a mi abuelo Eduardo. Porque mi papá y mi mamá me regalaron esta fiesta, pero ya en esta fiesta un día conocí a este señor que era el papá de mi mamá y me llevó al circo. Y me llevó a una cancha. Y al margen de que me gusta el fútbol entendí el folclore de la vida en un circo y en una cancha. Cuando vi un payaso y vi el efecto que causaba entendí que me estaba salvando de todo lo que iba a venir después. Entonces yo le tengo que decir “gracias”, porque me salvó la vida.
—¿Qué le diría Eduardo hoy a su nieto?
—Me diría: “Pepito, muy bien”. Porque me decía Pepe por Marrone. “¡Cómo me haces reír, Pepito! Che, Pepe, qué bostero que sos. Te hiciste hincha de Los Andes y de Boca, y eras de Racing. Te llevé a la cancha. Te hice conocer al Panadero Díaz, el equipo de José. Te llevé al Cilindro de Avellaneda. Y te hiciste de Boca. Me traicionaste. Vamos a comer un asado”. Eso me diría.
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