“No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo a la enfermedad, al sufrimiento, pero las cosas siempre pasan por algo y aunque a veces no pueda moverme y me duela todo, no estoy arrepentido de haber empezado tarde. Todo llega en su momento. Tuvo que haber pasado todo esto, lo que viví y lo que sufrí, para que la gente me quiera”.
Con estas palabras, leídas en primera persona por Gustavo Martínez, la pareja emblemática de Ricardo Fort, el empresario resume gran parte de su vida.
En diálogo con Teleshow, el periodista y escritor Eddie Fitte, revela toda la intimidad de la serie documental sobre la vida de Ricardo: El Comandante Fort. Fitte fue uno de los primeros en iniciar el proyecto e impulsarlo para que, después de varios años de investigar todo sobre la excéntrica vida del empresario, este miércoles se estrene el primero de los cuatro capítulos por Star+.
Se trata de un documental de la vida del chocolatero, realizada por 20/20 Films y creada por Patricio Álvarez Casado con guiones a cargo de Patricio Álvarez Casado, Juan José Becerra, Tamara Tenenbaum y Nicolás Miguelez. Fitte está a cargo de la investigación periodística y Tomás Balmaceda de la asesoría de género, diversidad e inclusión.
—¿Cómo surgió la idea de hacer una serie de Ricardo Fort?
—Hay una escena muy particular en uno de los capítulos, que muestra a Ricardo adentro de su Rolls Royce hablando con su madre por teléfono. De repente frena el auto y se ven unos tipos que están laburando en un restaurante, entonces el chabón que está en la caja se da vuelta y lo mira y empieza a llamar a todos los que trabajan en el lugar e incluso la gente que está comiendo ahí se pone de pie para mirarlo. Todo eso pasa en tiempo real y ahí se me empieza a despertar la fascinación por él y la forma de contar esta historia. Entonces conozco a Patricio Álvarez Casado y a 20/20 Films, y de repente empezamos a trabajar contando esta historia de Ricardo que nunca antes se había hecho. Empecé a trabajar los guiones con lo investigado hasta el momento, con la obsesión de encontrar cosas que no se supieran de Ricardo.
—¿Cómo fue el proceso de producción con todo el material que tenían disponible?
—Trazamos una línea de tiempo y dijimos: ‘Bueno, Richard nace acá y acá muere’. Entonces, empezamos a escribir todas las cosas que le pasaron año por año. Y ahí nos encontramos con un agujero negro de tiempo en el que no sabíamos qué había pasado con él. Logramos dar con dispositivos electrónicos de Ricardo, con su Facebook, con sus celulares, con su computadora, con discos duros de almacenamiento que él mismo había guardado, y con todo eso empezamos a llenar casilleros. Pero así y todo, a pesar de tener un acceso a información que era ya inédito, había un montón de años que faltaban, la infancia, la adolescencia, qué sentía, qué carajo le pasaba...
—¿Quién era Ricardo Fort?
—Para mí fue un excéntrico, una especie de ícono. Ricardo nace y se encuentra con un abanico de opciones como nos encontramos todos, pero con su realidad, que era el porvenir de una familia con mucho dinero, bien construido en términos de legalidad y muy tradicional. Su abuelo era un catalán que desembarca en el Puerto de Buenos Aires en 1912, que compra una prensa y empieza a trabajar el cacao. Luego, esa riqueza se consolida con el padre de Ricardo haciéndose cargo de algo que había aprendido su abuelo pero que estaba medio atado con alambre y que le faltaban actualizaciones a la empresa. Era gente muy dura, me refiero a lo peor de mostrar ese machismo tóxico que imponía que el hombre es fuerte, duro, que no siente, que trabaja y que en algún momento se despeja. En ese contexto familiar, Ricardo tiene un padre empresario con muy buen gusto musical. Tanto a Jorge como a Eduardo – sus hermanos – como a él, se les martilló en la cabeza lo más fino del jazz, lo más sofisticado de la cultura americana y nacional. Porque también hay algo en lo “forteano” que es esa cosa nacional y popular con Rolls Royce, es un blend muy particular. Es lo que hoy se llamaría la cultura nac & pop, digamos. De hecho Ricardo tiene un encuentro muy íntimo con el expresidente Carlos Menem y con Diego Maradona, dos personas que manejaron lo popular como ninguno.
—¿A Ricardo le faltó afecto en su vida?
—No sé si le faltó amor en su familia, pero lo que es indiscutible es cómo lo percibía él. Y el sentía que no lo dejaban ser, que no le permitían mostrarse tal cual era. Por eso, apenas termina el colegio secundario se va a vivir a Miami. Yo creo que si a Ricardo le faltó afecto fue en todo caso el afecto que él necesitaba. Sin embargo, lo supo encontrar mucho en su madre, con quien siempre tuvo un grado de apego muy grande, tenía un gran Edipo hacia ella. La mamá tenía una personalidad extremadamente fuerte, y de hecho él eligió ser cantante como ella, que amaba cantar.
—¿Cómo era su vida antes de su irrupción en los medios?
—En el abanico de opciones que tuvo, Ricardo pudo elegir entre convertirse en un empresario como su padre, un tipo duro y tradicional, o en ir para el lado de su madre, que cantaba e iba al Teatro Colón en donde tenían un palco para la familia. Él rechazaba la música clásica pero flasheaba con los musicales, que son los que marcaron su carrera. Hay anécdotas que cuentan sus compañeros del secundario que revelan esa pasión por la música. Ricardo fue a varios colegios porque lo echaban de todos lados, así pasó por el Colegio San José, del barrio de Once y por el Argentino Modelo, todos colegios de varones. En ese contexto, él sobresalía porque no le gustaba jugar a la pelota, ni al rugby, a él le gustaban los musicales, era diferente. Le gustaba cantar. Físicamente, también hay un antes y un después. Los que lo conocieron en esa época decían que se parecía a Calculín, el personaje infantil que usaba el pelo con raya al medio y anteojos.
—¿Miami era su lugar en el mundo?
—Fort pertenecía a un mundo muy particular en la Florida, en una Miami de los años 90, donde Pablo Escobar tenía “su casa rosada” en la ciudad y por otro lado estaba la mezcla de culturas con Gianni Versace, por ejemplo. En ese contexto, Ricardo era Richard para todo el mundo, era un hombre con un cuerpo perfecto al que conocían fotógrafos, diseñadores de moda, dueños de boliches, la misma Madonna quedó fascinada con él y le pidió que participe en uno de sus videos de su disco Take a bow. Allí, Ricardo hizo de extra de ticketeador de un club nocturno. Él era un tipo que allá se había construido en base a su belleza corporal y a su carisma. Podía usar la tarjeta de crédito de la madre pero no es que disponía todavía de la fortuna familiar para nada. En ese contexto, él ya era alguien para esa sociedad. Su meta era convertirse en cantante como Ricky Martin, a quien conoció y envidió mucho. Ricardo quedó muy signado por él, por una competencia que él sintió desde lo personal. Cuando Ricky Martin se va de Menudo y despliega su carrera individual, él pretendió hacer lo mismo y quiso convertirse en la gran voz latina de Miami. Así, comenzó a ir a una serie de castings con la gente de Sony, en los que avanzó mucho, pero en un momento ese crecimiento se detuvo. Le gustaban los boleros y la música romántica, como Luis Miguel, pero la industria le empezó a criticar su estilo afeminado y finalmente lo rechazaron. Así fue como se empezó a sentir derrotado internamente con el progreso de Ricky Martin. Cuando sale Fuego contra fuego, el disco ícono del portorriqueño, Ricardo ya sentía que su carrera como cantante no iba a prosperar, y empezó a sentir una frustración muy grande.
—¿Ricardo llegó a conocer a Ricky Martin?
—Según los relatos que encontramos de Ricardo, hubo un conocimiento mutuo con Ricky Martin y sobre todo se dio por la subrogación de vientre, que fue literalmente el proceso que Ricardo había encarado, encontrando la clínica que le gustaba. Hay una historia que cuenta que se cruzan en algún momento en un aeropuerto, aunque ellos ya se conocían de todo el star system de la comunidad latina de Miami.
—¿Cómo empezó su fama?
—Él se preparó toda su vida para ser famoso. Cuando no pudo serlo de joven, se fue a Miami a poder desarrollar su sexualidad en libertad, cosa que acá con su familia no podía. Y si bien su irrupción en los medios pareció que surgió de repente, como si hubiera caído un cometa en la Tierra de golpe, en realidad fue muy fuerte y muy planificada. Justamente lo que yo creo que a la gente le gustaba de él era precisamente su exposición pública y su manejo del dinero. Ricardo miraba muchos realities en Estados Unidos, entre otros el de Paris Hilton, que es una persona por la que él siempre sintió cierto grado de admiración, porque le gustaba ver cómo había manejado el negocio familiar.
—¿Se podría haber evitado su muerte?
—No, de ninguna manera. La vida de Ricardo no hubiera sido así sin una muerte abrupta, porque él mismo la concebía de esa manera, no porque esté bien o mal, de hecho para mí es horrible, yo soy hijo de un suicida, y sé lo que significa convivir con personas que permanentemente incluyen a la muerte como un acto de su vida que va a valorizar todo lo demás. Él se autolastimó, obviamente, como todo suicida.
—¿Crees que Fort de alguna manera se suicidó?
—Creo que fue una muerte trabajada. Lo que puedo decir a raíz de lo que me pasó en el plano personal, es que entiendo que esa gente cuando empieza a decir: ‘Porque cuando yo me muera van a hacer una película de mi vida’ , ‘Voy a morir y la gente se va a dar cuenta...’. Entonces digo que hay un trabajo muy minucioso y paulatino que se va profundizando y sobre todo cuando no le ponés freno a las actitudes que te están llevando a ese destino que vos mismo estás decretando. Por el estilo de vida que quería tener Ricardo, creo que él sentía que merecía tener un final de ese estilo. Aunque cuando se da cuenta que la muerte efectivamente le toca el hombro, en su último año de vida, Ricardo adopta un giro hacia la espiritualidad, esas imágenes de Richard pelado, en donde declaraba: ‘Me estuve equivocando’, ‘Ahora dejo de fumar’.
—¿Qué espacio le daba Ricardo al amor?
—Dejó muchos corazones rotos, porque él pensaba solamente en una cosa, que era en el gran musical de su vida. El diario íntimo lo escribió desde el 2004 hasta el 2009 y así empezamos a trazar su vida a través de sus amores. Eso fue muy lindo, nos dimos cuenta cómo Ricardo todo el tiempo necesitó de amor, más allá de lo responsable o no que haya sido en términos sexoafectivos.
—¿Su último amor fue Rodrigo Díaz?
—Eso no lo sé, el diario no llega hasta ahí así que no tengo pruebas. Ricardo era absolutamente calentón, escorpiano, como se definía él, creo que se volvió loco con Rodrigo, le gustaba mucho pero me parece que era más como su sugar daddy. Él no se enamoraba de personas jóvenes, creo que buscaba más figuras paternales de contención, como Gustavo Martínez.
—¿Qué significó Gustavo en la vida de Ricardo?
—Yo creo que fue un gran amor para él. Fue una figura que le discutía, que lo confrontaba, que le decía: ‘No seas pelotudo, ¡cómo te vas a gastar tanto en esto si nos podemos quedar acá en casa...!’. Lo retaba. Y Ricardo necesitaba todo el tiempo gente que lo retara. Aunque retos no le faltaron, hasta Lucía Galán le ha escrito mails pidiéndole que se cuidara.
—¿Pero él no quería cuidarse?
—A Ricardo no le faltaron alarmas, no le faltaron avisos de médicos, de hecho el recurso permanente que tenía era que cuando se encontraba con un tope, que no hacían lo que él quería, buscaba otra opinión y otra salida. Comparándolo con la muerte de Diego Maradona, que murió solo, creo que Ricardo pensó un poco más en un escudo para lo que estaba dejando. A Diego lo fueron cercando, le fueron haciendo una muralla de afectos, en cambio Ricardo, mal o bien, fue haciendo su propio muro, pero no creo que haya sido en un contexto de soledad. Sí de mucho dolor fisico.
—¿Hubo mala praxis con su muerte?
—Puedo hablar de la conducta de Ricardo como paciente, que no era fácil. El usaba el medio de la CD (carta documento) para todo. Ricardo consultaba a un médico, le decía que le dolían los talones, las rodillas y la espalda, el especialista le indicaba lo que tenía que hacer, y entonces él le decía que no podía porque al día siguiente tenía ensayo, por ejemplo. Lo que le terminó pasando a nivel fisiológico fue una construcción de muchos años que tuvo con su cuerpo, él a los 16 años era muy bonito, cantaba boleros, era otra persona. Su cuerpo se convirtió en una obsesión, y nunca le gustó ser petiso, pero para lidiar con su altura se puso talones, después se los sacó porque le hicieron mierda las rodillas, y así en algún momento del cuello para abajo de su cuerpo quedaban ruinas. Se podía ver en las últimas radiografías. Tuvo derrames internos, úlceras duodenales producto de los analgésicos que tomaba, era demasiado.
—¿Qué lo hacía llorar?
—La incomprensión, la falta de compañía permanente, su forma de ser, que disfrutaba y padecía al mismo tiempo.
—¿Luchó por el matrimonio igualitario?
—No, ni en pedo. Si podía ser políticamente incorrecto, lo iba a hacer. Si él sentía que el caretaje era su enemigo se iba a enfrentar. Estaba absolutamente lejos de ser un militante, por sus dichos transfóbicos. Tenía una personalidad aberrante e hipnótica.
—¿Por qué decidió ser papá?
—Cuando a los 30 años se dio cuenta de que su sueño de ser cantante se había desvanecido, intentó convertirse en empresario. Así fue como le propuso a su padre traer las clásicas barritas de cereal al país, que eran un boom en Estados Unidos. Pero todo eso era una fachada para hacer tiempo hasta que su padre se muriera y pudiera heredar su fortuna. Entonces, cuando conoce a Gustavo Martínez consolida la idea de volverse padre, especialmente cuando Gus le dice: ‘Te acompaño, lo vamos a hacer juntos, vos vas a ser el padre, yo seré el padrino’.
—¿Cuál era su mayor deseo para sus hijos?
—Su sueño era no generar en sus hijos lo que él sentía que sus padres le habían generado a él. Por un lado quería que sus chicos fueran libres pero, por otro lado, ¡su padre era Ricardo Fort!. Su mayor deseo era que sus hijos fueran libres, que no les faltara lo que él consideraba que a él le faltó, que eran abrazos, acurrucarse para ver una película en la tele.
—¿Los chicos lo aman?
—Yo creo que Marta y Felipe tienen una memoria construida de forma colectiva. Hay algo muy íntimo que vivieron, ellos tenían 9 años cuando él murió y fue todo muy veloz, si uno piensa que los últimos cinco años de vida de Ricardo fueron grabados 24/7, el recuerdo de ellos es el que vieron más que el que vivieron. Vieron su vida como lo pudo haber visto un asistente de sonido, obviamente con el grado de intimidad de ser sus hijos. Pero los chicos vieron el show, fueron espectadores.
—¿Qué tienen los chicos de Ricardo?
—Creo que Felipe tiene una cosa de visión sin límites de Ricardo, y Marta tiene su espíritu indomable. Felipe, desde que lo conocí a los 16 años, ya estaba con sus libros de economía, emprendedurismo y cuestiones de qué hacer con la plata. Marta, en cambio, tiene una sensibilidad muy especial, creo que Ricardo tenía algo de brujería, de visión interpersonal, de inteligencia sentimental que para mí es una virtud enorme, que Marta lo tiene. Ella te mira a los ojos y te saca la ficha al toque, con Marta no te podés equivocar porque ella te lee diez minutos antes de que digas la frase, ella ya sabe lo que vas a decir. Como creo que lo sabía Ricardo. Todo el mundo piensa que todos se aprovechaban de Ricardo. Yo pienso que él dejaba por todos lados que se aprovecharan de él, y ha dejado registro de eso todo el tiempo. Lo hacía porque en todo caso los necesitaba para algo, cada persona en la vida de Ricardo tenía una función, arriba o abajo del escenario, a la hora de divertirse, acompañándolo, manejando en el auto, yendo a tal lugar, él hacía casting de la gente.
—¿Cuál era el mayor miedo de Ricardo?
—A morirse sin que nadie se acuerde de él, sin dudas. Hizo un trabajo absolutamente obsesivo para que eso no suceda. Cuando él empezó a morir a la vista de los demás fue lo que empezó a despertar el cariño de la gente.
—¿Qué pensás que diría Ricardo si viera la serie?
—A Ricardo le encantaban los musicales, lo volvían loco. Para él formar parte de este universo y ser el protagonista absoluto es re poético. Me parece que esa poesía es suficiente. Después, si le hubiera gustado o no, creo que hay cosas que obviamente no le hubiera gustado mostrar, pero fuimos siempre súper responsables y pensamos siempre en qué pensaría él.
—¿Por qué no está Virginia Gallardo?
—Hablamos una sola vez con ella, casi una hora y media. Tal vez en ese momento pude haberme expresado mal cuando le dije a Virginia que no había voces fundamentales en la vida de Ricardo y capaz eso pudo haberle producido una cierta distancia. Pero para mí, como investigador, la naturaleza de la vida de Ricardo no estaba en los 5 años de explosión mediática y la idea fue buscar los agujeros en esta historia. Y la historia de Virginia, con sus matices, es una historia que se pudo ver en la tele. Creo que las peleas y los dimes y diretes se vieron, y la obsesión del equipo de producción, y hablo por todos, guionistas etc., era por lo que no sabíamos de él. Si Virginia hubiera estado en la serie no habría cambiado sustancialmente nada. Ella no está porque no quiso, pero es algo que tiene que contestar ella. Y también entendí que en la serie había cosas que ella seguramente no quería revivir, y qué me voy a meter yo a decirle qué tiene que hacer. Y hubo mucha gente que no quiso revivir tiempos de Richard por cuestiones personales. Y me parece que está muy bien.
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