Verónica Zumalacárregui, la española que recorre el mundo probando comidas de todo tipo: “No entendía la pizza con fainá”

Del antepasado creador de la tortilla de papas a ser la periodista foodie más reconocida de la televisión. A la espera del estreno de una nueva temporada de su ciclo, conversó con Teleshow. Y recordó su paso por la Argentina

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Verónica Zumalacárregui
Verónica Zumalacárregui

Desde 2016 en la televisión es posible ver a una periodista que recorre el mundo (sí, el mundo, en el sentido literal de la palabra) y prueba tanto la comida callejera como la de los mejores restaurantes e incluso las casas de familia, porque, como sabemos, la variedad de platos en cada uno de esos universos puede ser muy distinto. Verónica Zumalacárregui ya visitó más de 70 países con su ciclo Me voy a comer el mundo, convidando a los televidentes a realizar un viaje virtual donde es posible probar desde un taco de ojo de res hasta una sopa de pezuña, también un choripán en la costanera de Buenos Aires o una baklava que dan ganas de adoptarla como antojo diario.

Zumalacárregui tiene una larga trayectoria en numerosos medios de comunicación internacionales como Huffington Post, TVE, Cuatro, Telemadrid y Canal Extremadura, donde ha sabido mostrar su simpatía, espíritu aventurero y atrevimiento a la hora de desenvolverse. Todo ese bagaje de experiencia es el que muestra en pantalla y la traspasa, haciendo al espectador cómplice de cada uno de los platos que prueba.

En estos momentos en España, mientras espera que se estrene la nueva temporada del ciclo que ya es una marca registrada en lo que respecta a la televisión gastronómica en el canal El Gourmet, Vero charló en exclusiva con Teleshow. Y además de ahondar en su antepasado creador de la tortilla de papas, adelanta qué se puede esperar para los próximos envíos.

Verónica Zumalacárregui Prueba Choripán En Buenos Aires

—¿Cómo ves la evolución de Verónica desde esos primeros viajes hasta ahora?

—Veo una Verónica que sabe mucho más de gastronomía, que sabe también hacer un trabajo periodístico mejor, porque sé describir mucho mejor los sabores y las texturas, pero eso no ha puesto en jaque que yo sea alguien cercano y no que vaya adoctrinando a la gente. El propósito del programa no es decir cosas como “esto es una raíz que no has visto en tu vida y que se consume en Jamaica y yo lo sé porque he viajado un montón”. No. El propósito es que el espectador viaje conmigo como si fuera un amigo que no ha visto eso en su vida. Entonces, sé mucho más, sé describirlo mejor para que el espectador lo entienda mejor, pero no voy de sabionda. Si a veces lo explico es para que la gente tenga más información, pero intento no adoctrinar y no ir de experta, sino como simple viajera foodie que ha viajado mucho y ha comido mucho por el mundo.

—De todas esas cosas que probaste, ¿cuál recordás y decís “¡por qué me animé a probar eso!”?

—Hay muchas cosas, como el escorpión que probé en el callejón de Wangfujing de Pekín, hasta el taco de ojo de res que probé en el mercado de Coyoacán, y algo que vas a ver en uno de los capítulos nuevos, que he probado en Georgia, que se llama Hashi y que es una sopa de pezuña de vaca y tripas de vaca. Es cocinar las pezuñas y las tripas durante cinco horas y agua, y punto. El olor es como entrar en un establo de caballos; no te digo más. Es de las cosas que digo que aunque me pagaran o me invitaran al mejor país del mundo no lo volvería a probar, ni de broma, quizás para salvar a alguien de la muerte y ya está.

—Igual terminás probando todo…

—No hay nada que no pruebe: iría en contra de mis principios, me dedico a esto. Para mí es parte de mi trabajo, voy a hacerlo y ya, al menos intentarlo, y si no puedo al menos un poquito y ya está, pero necesito sobre todo tener un criterio, yo no puedo decir que no. Solo no probaría agua de algún país subdesarrollado, agua que no sea mineral. Lo único, pero solo por cuestiones de salud.

Vero Zuma viaja por el mundo descubriendo la gastronomía de cada país. Aquí, con los khinkali de Georgia
Vero Zuma viaja por el mundo descubriendo la gastronomía de cada país. Aquí, con los khinkali de Georgia

—Y esos guiños cómplices, esas miradas a cámara, ¿se dan naturalmente o fueron pensados en algún momento?

—¡Es que yo soy así! Y en estos capítulos creo que va a estar eso muy presente, porque en la pandemia tuve que dejar de hacer esto que es es lo que más me gusta, entonces lo he retomado con unas ganas locas y disfrutándolo como si se pudiera acabar mañana, que en realidad es así, nunca se sabe. Y como lo estoy saboreando tanto, lo estoy disfrutando tanto y estoy tan cómoda y tan feliz y tan yo, así de expresiva, y en el programa se transmite tanto esa complicidad, que a veces puede ser con mi compañero cámara que es amigo mío o con el espectador, eso de “¡mira qué bueno!” o “¡qué horror!”, es que me sale solo.

—¿Y cómo lo sentiste en la pandemia?

—Si debo ser sincera, me gustó porque me obligó a frenar un poco, porque yo voy muy rápido, viajo mucho y al final es un ritmo vertiginoso que fue como “¡qué bien!, estoy obligada a parar y puedo descansar”. Y luego además empecé muy rápido otra vez a grabar, porque grabé un programa especial del Covid, con lo cual yo podía salir a la calle mientras la gente estaba encerrada. Después grabé Los antojos de Vero Zuma, que fue muy bonito poder compartir lo que a mí me gusta de mí país en términos gastronómicos, y también he hecho otras cosas como dirigir programas aquí en España, me he puesto detrás de las cámaras porque me apetecía eso de dejar de ser la cara visible y ponerme detrás y darle el protagonismo a otra gente. Los cambios a mí me encantan porque obligan a reinventarte, a redescubrirte en otras facetas y a salir de tu zona de confort.

—¿Qué cuatro platos españoles recomendarías a un turista que visita ese país?

—Por supuesto: la tortilla de patatas, que ya expliqué que la inventó un antepasado mío, por lo cual es obligatorio; además es uno de los manjares que a todo español le gusta. Las croquetas es otro, el jamón ibérico por supuesto que tiene que ser de bellota, y mira, algo muy típico de tapeo es la gilda, que es un pincho con piparra, que es un tipo de guindilla, con anchoa, con aceituna y luego se puede customizar con otras cosas. Eso es muy de tapeo de irte a un bar, con un poco de hambre, y unas gildas y te vas de tapeo.

Vero Zuma no sólo va a restaurantes, sino también a los mercados a buscar la materia prima
Vero Zuma no sólo va a restaurantes, sino también a los mercados a buscar la materia prima

—¿Cómo te llegó la historia del antepasado creador de la tortilla?

—En casa se habla desde siempre. Hay muchas fuentes distintas que apuntan al origen, pero profundizando en el tema vi que es bastante viable, no quizás que la inventara él sino en el contexto. Mi antepasado fue un general carlista, y en esas guerras alrededor de 1833, principios del siglo XIX, iba de pueblo en pueblo comiendo lo que le daban las aldeanas, que eran los huevos de sus gallinas y las patatas de sus huertos, y un día dicen que se aburrió y propuso juntar ambas cosas. Mi abuelo que investigó bastante este tema tenía esta información, y hay muchas fuentes gastronómicas e historiadores gastronómicos que dicen que el origen podría remontarse quizás no al general Zumalacárregui, que yo entiendo que sí, sino a las guerras carlistas y al contexto en el que él estaba en el país Vasco.

—¿Cuáles son los platos que te llevarías a España y adoptarías?

—Mira, hay uno que cuesta un montón encontrar aquí, que no se hace casi nunca que es el ajíaco, que es un plato colombiano que se hace con unas patatas que aquí no se encuentran y que me parece una delicia cuando está bien hecho, me encanta. Es un plato reconfortante, rico, hecho con una materia prima súper humilde. Yo que soy muy golosa también me encantan las facturas argentinas, los alfajores, y ahora que vengo de Turquía que es otro de los capítulos nuevos que vamos a sacar, me he puesto con baklava, que se hace con masa filo y frutos secos y una melaza. Fue todos los días comer baklava, y mis compañeros de trabajo ya estaban como “Bueno, Vero, ya, para un poquito”. Era todos los días obligatorio, porque es algo que se tiene que tomar fresco y aquí hay sitios que lo hacen pero todavía no lo he descubierto. También un cebiche que me hizo un indígena sami en Laponia, que hizo un agujero en el hielo con un serrucho, sacó una trucha, la trucha más fresca que comí en mi vida, lo troceó, le tiró un chorro de limón, creo que pimiento, sal, y eso lo comimos ahí. No sé si fue el mejor plato de la historia, pero rodeado de ese lago helado, de esos árboles helados y esa trucha fresca me supo a gloria, claro.

Vero Zuma visita en cada país restaurantes, mercados y hasta casas de familia, con el clásico momento de revisar la heladera
Vero Zuma visita en cada país restaurantes, mercados y hasta casas de familia, con el clásico momento de revisar la heladera

—¿Qué recuerdos tenés de Buenos Aires?

—Siempre me río de la pizza con fainá, porque para mí era como un “¿por qué le ponen esto a la pizza, si la pizza ya es masa por qué le ponen esto arriba?”, y después como que lo entendí y le pillé el puntillo. Y siempre cuando viene gente de Argentina le pido que me traiga alfajores, que me hacen muy feliz. Y me encantan los sandwichs de miga y aquí los consigo, entonces hay días que me entran antojos y hasta que no los consigo no me doy por vencida. Y por supuesto. las carnes, que las dominan a tope, y el chimichurri que lo hacen mejor que nadie. El choripán y el helado.

—¿Qué experiencia recordás como la más movilizante, pero al margen de la comida, por alguna particularidad de la gente del lugar?

—En Jamaica estuve con los rastafaris en la jungla y me hicieron la “comida del alma”, que le llaman ellos que recogían de su “supermarket”, que era la selva, y recogían raíces, un coco, el jengibre, y ellos hacían la leche de coco y en un momento se puso a llover en medio de la selva, en su chamizo cantando Bob Marley y ellos fumando unos porros enormes y cocinando bajo la lluvia. En ese paraje fue increíble. Fue una conexión cósmica.

—¿Cómo era esa Vero de antes de empezar a comerse el mundo?

—Era muy parecida, la verdad. Una tía curiosa, reportera, muy enérgica, un poco hiperactiva, muy polifacética y muy sociable. Es un poco lo mismo, la verdad, además siempre me ha encantado viajar y comer, con lo cual la de ahora es un poco más madura y con más arrugas.

Vero Zuma se convirtió en una de las figuras más importantes del canal El Gourmet
Vero Zuma se convirtió en una de las figuras más importantes del canal El Gourmet

—Desde chica en tu familia se ha vivido la gastronomía de una forma muy especial.

—Mis padres han cocinado siempre muy bien, mi abuela, por supuesto, pero además mis padres a diario se esforzaban por ir al mercado cada día después de ir a trabajar, los dos han trabajado siempre mucho y hasta muy tarde, pero la comida para ellos era muy importante por disfrute y por salud, por lo cual cada día iban al mercado a comprar aquello que íbamos a cenar. Cenábamos siempre en familia, mi hermano, mis padres y yo, era sagrado ese momento de los cuatro sin la televisión, y he crecido viéndolos cocinar también los fines de semana como un hobby, entonces al final para bien o para mal me he criado comiendo muy bien, la verdad muy buena calidad y muy bien cocinado. Me encanta la gastronomía desde pequeña.

—¿Y cómo sos vos con la cocina?

—Yo no cocino tanto, en mi casa cocino, por supuesto, pero me paso la vida viajando, entonces no me considero cocinera, nunca digo que soy cocinera. Y en mi casa hago siempre cosas muy sanas, que no quiere decir que sean poco elaboradas, pero siempre muy salinas porque yo como muchísimo fuera en otros países y también en Madrid me la paso comiendo en restaurantes nuevos a los que voy con muchos periodistas gastronómicos, me muevo mucho en esa onda del periodismo gastronómico de de España y entonces en mi casa pues siempre me hago muchísimos pescados al horno, muchísimas cremas de verduras, mucha legumbres, como aquí se come mucho guiso de cuchara de lentejas, garbanzos… Y por supuesto mi antojo de dulces, que siempre tengo chocolates en casa y algún antojito más, pero suelo cocinar, como te digo, cosas bastante sanas.

—O sea que dulces o salados, todo: no hay problema por eso.

—En eso no me corto para nada, nunca tengo límites. Yo considero que para ser pequeña, mido 1,62 y peso 50k kilos, como bastante para mi tamaño, pero no me corto. Tampoco soy una loca que come con ansiedad. Y después de comer tanto fuera y tantos platos de degustación, tantos platos raros, tanta comida de avión que es asquerosa, en mi casa me apetecen cosas un poco más equilibradas, más frescas, más naturales.

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