Poco después de su ingreso a la casa de Gran Hermano, Ariel Ansaldo empezó a chocar con Walter Alfa Santiago y la relación ya no tuvo retorno. A pesar de los esfuerzos por acercarse, el parrillero no tuvo suerte, y por el contrario, sufrió agresiones, maltratos y comentarios discriminatorios de parte del vendedor de autos. Creció tanto el conflicto que tuvo intervenir el propio Gran Hermano, llamándole la atención al sexagenario, y advirtiéndolo los riesgos de ser sancionado.
Si bien entre ambos está lejos de firmarse el cese del fuego, en las últimas galas se vio un acercamiento entre las partes. La primera ocurrió durante una actividad en la que los hermanitos debían imitarse entre ellos, luego de sacar de una urna una tarjeta con el nombre del jugador a imitar. El azar determinó que a Ariel le tocara Alfa y el parrillero hizo un despliegue de las actitudes y los mohines de su compañero, señalando con el dedo y retando a participantes imaginarios, generando sonrisas incómodas y momentos de seriedad en el aludido.
Pero allí no terminó la cosa, porque la dinámica incluía también decir una virtud y un defecto del imitado. “Virtudes... tiene un corazón de la p... madre, es leal a su juego, a sus pensamientos, se la recontrarequetebanca (sic)”, resumió Ariel, para dar paso a los defectos: “Es controlador, obsesivo, medio peleador pero tampoco son grandes defectos”, cerró ante la media sonrisa del empresario, a quien el azar no le dio la posibilidad de devolver el gesto, ya que le tocó imitar a Julieta.
Al día siguiente, los participantes volvieron a cruzarse en un video que mostró el conductor Santiago del Moro durante la gala de nominación. Allí, en la intimidad de una de las habitaciones, Alfa tenía ganas de comer unas gomitas dulces, y fue en busca de Nacho, convencido de que le iba a convidar, pero se encontró con una inesperada negativa. Se sabe, la comida es una de las temáticas que más conflicto genera dentro de la casa y el joven no quería saber nada con convidar.
“Dame una, no te cuesta nada, rata”, soltó el vendedor de autos, incorporándose de su cama y dirigiéndose hacia la de Nacho, que se mantenía firme en su postura. Para redoblar la apuesta, se comió la última gomita ante la mirada de Alfa, que solo atinó a suplicar. “Yo cuando cocino te doy”, lanzó y abrió el cajón de la mesa de luz en busca de lo que no iba a conseguir.
En eso, se escuchó la voz de Ariel, que ofrecía lo que su archienemigo estaba buscando. “Yo tengo un montón, te doy”, expresó el parrillero aunque sin ser escuchado en primera instancia. Es que Alfa seguía escarbando entre las pertenencias de Nacho, sin lograr su cometido. De fondo, se escuchó otra vez la voz inconfundible, que no se resignaba: “Alfa, tomá, te doy yo”, insistió el de Berazategui, pero el sexagenario seguía con su negativa.
“Este tiene que tener”, prosiguió, haciendo oídos sordos al ofrecimiento de Ariel y con la actitud inflexible del rubio, que no podía aguantar la tentación de la risa. Hasta que el parrillero le ganó por cansancio, extendiendo el paquete “Loco, aceptame la gomita. Dale, comé”, y finalmente le hombre de la bandana tomó una golosina con algo de resignación, y ante el aplauso y las sonrisas de sus compañeros.
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