Su llegada a los medios coincidió con el inicio y el auge inmediato de las redes sociales. Comenzó siendo el “chico de Twitter” en la televisión, y no tardó mucho en conducir un noticiero. Y más tarde, un talk show. Con un estilo descontracturado y personal, y siempre con la tecnología en su ADN, Nicolás Magaldi sigue animándose a los cambios, pero aprende a decir no.
Luego de un año lejos de la pantalla abierta, el 2023 le regala un nuevo desafío: conducir ¡Epa!, un programa periodístico que sale a las 11 de la mañana por América, una emisora donde nunca antes había trabajado.
En una charla íntima con Teleshow, Nico habla de su familia y de su rol como papá. Asegura que las redes le cambiaron la vida. Confiesa con qué mujer tuvo la mejor cita del mundo. Pero también analiza la televisión actual y reflexiona sobre el titular de un diario que le cambió la vida: “El pichón de Tinelli”.
—¿Cómo está?
—Feliz. Nosotros hemos trabajado mucho tiempo juntos, por eso también hemos compartido redacción, momentos, muchos años. Estamos igual, ¿no?
—Igual, no: usted con un hijo y en una relación hermosa.
—Con un hijo, Juan Bautista, de cinco años, y con mi mujer, Betiana (Wolenberg), con toda una familia constituida a pleno.
—A usted le fue mejor.
—¿Sí? Creo que mi mayor éxito es mi familia. Si me preguntás, yo cambio todo por mi familia.
—Empecemos a hablar de la familia, entonces. ¿Cómo conoció a su esposa?
—Con Betu estamos hace casi ocho años… La conocí a través de una amiga. Ella hizo una campaña de una marca de ropa, y justo caí al local de esa amiga mía, vi la campaña y le dije: “¡Qué linda esa chica!”, y mi amiga me dijo: “Es re para vos”. La empecé a seguir en Instagram, no le pedí el teléfono, nada, le mandé un mensaje, no me respondía, no me respondía, hasta que me respondió, me dio su teléfono, tuvimos una cita y de esa cita no nos separamos nunca más. Es el amor de mi vida.
—En su vida siempre están presente las redes.
—Yo digo que las redes, de alguna manera, me cambiaron la vida. Y lo digo de verdad. Sé que Infobae es el sitio más consumido de habla hispana y lo digo con orgullo, porque nací profesionalmente acá.
—¿Cómo maneja el ego?
—Yo soy súper terrenal. Guardo un enorme cariño por cada persona que me dio algún consejo, o que siempre estuvo. Conozco mucha gente linda en el medio, pero siempre me guardo en mi familia. Cuando llego a mi casa, se apaga cualquier tipo de ego. El ego está como un motor de querer crecer. Quizás es como la ambición personal, que a veces te pueden tirar por ahí en esta carrera, de alguna forma, te vas haciendo medio culo de chancho. Lamentablemente es así, sobre todo con las críticas.
—¿Le molestan las críticas?
—No, cero. De hecho, siempre son bienvenidas. Obviamente a uno no le gusta que digan algo que uno no es…
—¿Dijeron algo de usted que no era?
—No es que me afectó directo. Cuando se dio mi llegada a Ideas del Sur, que me llevó Marcelo (Tinelli), hubo una tapa que decía: “El pichón de Tinelli”. Me acuerdo, y es algo que la gente todavía sigue diciendo: ”Che, imitás a Tinelli”. Para mí era un halago, yo tenía 23 años, era un pendejo... Hoy tengo 35. Y estaba en un lugar en el que no caía que estaba, con un número uno en la televisión y con una vorágine tremenda, con un aprendizaje brutal. Sin embargo, hay mucha gente que siente que me agrede con eso y la verdad es que no me molesta. Todo lo contrario, siempre les pido un tiempo para que me conozcan: no soy él, soy otro, soy yo y tengo lo mío.
—¿Ese rótulo lo perturbó un poco?
—No, no es que me perturbó, fue una tapa que me marcó. Yo no entendía nada de lo que pasaba.
—Más allá de esa tapa, lo que decían es que tenía un parecido a Tinelli.
—Pero es inevitable en los argentinos las comparaciones: Messi, Maradona…
—Pero esa comparación, ¿fue una mochila para usted?
—No. Era una responsabilidad enorme, una exposición gigante. Vos decís “Marcelo Tinelli”, y te guste o no, no hay gente en la Argentina que no lo conozca.
—¿Habló de este tema con Marcelo?
—¿Sabés que no? Así, de esta manera, no. Siempre tuve una excelente relación con él, una relación laboral y muy cariñosa también. Me acuerdo de la primera reunión que tuve con él, que nos tomamos un café: te da esa sensación de que lo conocés de toda la vida. Claro, me había criado con él en la televisión, que seguramente es lo que le pasa a la gente cuando te ve, que te conoce, y por eso te juzga también. No es tan fácil ese equilibrio.
—De “chico Twitter” pasó a conductor. ¿Cómo se fue rearmando?
—Aprendí que la formación debe ser una constante, y no lo digo de mentira, digo que es importantísimo estar capacitado y formado porque esta carrera es tan volátil que un día sos el conductor estrella y otro día no lo sos. Y no es que se fue tu talento, es que quizás se perdió la oportunidad o todavía no es el momento. Eso lo aprendí porque siempre fui de buscar mis oportunidades. A mí nadie me regaló nada, todo lo contrario, yo vine acá con un brazo atrás y otro adelante, y todo lo que fui haciendo me lo gané por las ganas que le pongo, porque amo esta profesión. Creo que fui tomando decisiones y la primera fue decir que no, para mí es una puerta fantástica para quererse uno mismo y decir realmente lo que uno quiere elegir, pagando el precio que sea. De hecho, me he quedado sin laburo por eso.
—¿Cuándo fue la primera vez que dijo que no?
—Mi primer gran no fue cuando me fui de Ideas del sur.
—¿Por qué?
—Porque sentía que estaba en un lugar que amaba, que me encantaba, que me dio una exposición tremenda, pero no estaba haciendo lo que yo quería hacer. Me sentía como desencajado. Fue un año que lo podría definir meteorológicamente, fue un huracán, un tornado para mí, demasiada información. Renuncié y me quedé sin trabajo. Me acuerdo de que me fui a la casita que tienen en Bariloche mis viejos dos meses, tipo un retiro espiritual, me fui solo con una guitarra, desconectado de Internet. Estaba como abrumado, esa era la sensación, y después volví a C5N. A partir de eso me di cuenta de que nadie más que yo iba a decidir sobre mi propio destino. A veces hay cosas que juegan, factores, pero poder decidir sobre uno mismo, hasta asumiendo riesgos altos, me parece que es súper sanador. Nunca en mi vida creí tanto en mí como en ese momento.
—¿Cuál fue la gota que rebalsó el vaso?
—Hay mucha gente que trabajó 35 años en una empresa bancándose un montón de situaciones, y yo creo que soy parte de esa generación, pero que ya no me banco todo eso y asumo los riesgos. Otros pueden no entenderlo, mis padres por ejemplo, pero confío en mí: si no hay algo formado, lo voy a crear. De hecho, ese 2014 nació mi productora, mi agencia, que hoy es radio, Internet, televisión... Sueño globalmente en hacer contenidos y cosas.
—Durante la conducción pasó por un montón de formatos. ¿Cómo fue la experiencia de conducir El show del problema?
—Hice El show del problema seis años en Canal 9. Fue una locura, un éxito. Fue un programa muy actoral desde mi lado.
—Cuando dice actoral, ¿quiere decir que todo lo que pasaba ahí era mentira?
—No, no era mentira. De verdad que hay un trabajo, es un programa muy difícil de hacer, y se van tomando elementos de realidades. En muchos casos había personificaciones de casos o madre e hija real con conflictos reales, siempre está ese juego en el talk show. Lo que pasa ahí en vivo es todo verdad, porque ahí no hay guion de por medio, yo no puedo estar guionando a una persona, puede estar diciendo lo que el guionista hizo referencia a un personaje, pero después lo que sucede es improvisación absoluta y ahí está el rol del conductor en generar material. Es un programa que ha llegado, al mediodía, a tener picos de seis puntos. Medía, por momentos, más que algunos programas de Telefe.
—Pero más allá del número, cuando se lo ofrecieron, ¿no tenía prejuicios sobre ese género?
—Primero, hice un programa que se llamaba ¿Quién dijo que es tarde?, que era de entrevistas. Después hice talk show y me comprometí mucho, y no es que lo veía por el contenido del programa solamente. Volvió La corte, con D’Alessandro, que fue un programa icónico, estaba Mariano Martínez con un talk show también en Telefe; a los dos los levantaron, pero nosotros seguimos al aire, hasta que llegó el día que dije: “Esto no va más, para mí no lo quiero más”.
—¿Por qué?
—Porque estaba buscando un cambio de formato, y no llegaba, no llegaba. Quería hacer otras cosas, quería cambiar, y sentía que estaba haciendo un poco lo mismo, que ya cuando uno se empieza a desconectar de esa pasión que te hace estar enchufado todo el día, bueno, no va más… Lo consulté con mi mujer, que me bancó. En plena pandemia empecé con el mundo del streaming. Dije: “Con lo que me gusta la tecnología tengo que empezar a transmitir desde mi casa”. De a poquito me fui armando y hoy tengo un estudio de televisión en mi casa.
—Volvió a sus inicios. ¿ Y cómo llegó la propuesta de ¡Epa!?
—Llega a un año de estar fuera de la tele de aire. El año pasado grabé un piloto que iba a ser para El 13, pero que al final no se dio. Hoy lo agradezco, por algo son las cosas, pero yo quería estar al aire de vuelta con algo que quisiera hacer.
—¿Qué es ¡Epa!?
—Es un programa que tiene de todo, le estamos dando mucho foco a lo periodístico, nos toca un enero con la cobertura de (el juicio por el asesinato de) Fernando Báez Sosa, que no es un tema menor, hay una agenda muy cargada por eso. También estamos con cobertura de móviles. Tenemos la vuelta de Eliana Guercio después de 15 años a la televisión, que está espléndida. Está Diana Deglauy haciendo política, actualidad, Gustavo Grabia, Santiago del Azar en la cocina, tenemos un equipo hermoso. Está el querido Daniel Ambrosino también en espectáculos. Es como un varieté. El Pollito Cerviño en locución. Es un equipo muy lindo que se formó con una gran capacidad de oficio para informar de una manera distinta, creo que va por ahí el programa, de alguna forma es una kermese de la información, estamos en todos lados.
—Estuvo un año fuera de la televisión de aire. ¿Cómo la ve ahora desde adentro?
—Y es una televisión que de alguna manera tiene la misma situación de lo que le pasa al país. Con un cuidado presupuestario tremendo. Hoy se ven tres grandes formatos de los canales más importantes y hasta ahí, después está todo el resto de la televisión que analiza la televisión o hace coberturas de actualidad, que no digo que sea más barato o que sea más fácil, también me pongo del lado empresarial. No sé cuántos empresarios de medios hoy están dispuestos a asumir tantos riesgos, sabiendo que hay algo que es lo que rige la parte comercial de la televisión, el rating, que no se ha aggiornado a estos tiempos. Entonces de alguna forma el sponsoreo se rige sobre una plataforma que tiene sus años, muchos años, pero que a los canales líderes les sienta muy cómodo de alguna manera, o sea que también pujan por eso. Pero al resto que viene, me imagino, no es tan fácil, porque mirá lo que ha pasado en diferentes canales, tenés grandes apuestas, hay grandes formatos carísimos, con grandes figuras y que después no rinden, y quizás es un éxito comercial. Hay muchos programas que son éxitos comerciales y no en el rating, el tema es que hoy la televisión está muy desigual presupuestariamente, tenés grandes formatos y después formatos o contenidos vivos o armado con recurso humano, mucho profesional ahí laburando, gente que quiere mantener viva la televisión. Por eso la veo más viva que nunca.
—¿Le gustaría entrevistar a políticos?
—Sí. Me apasiona, me encanta. Este es un año electoral. Consumo mucha política, me informo mucho sobre política, me encanta.
—¿Cómo ve a la política hoy?
—Dividida. Es la grieta en su máximo esplendor. Lo peor que puedo ver es la implosión que hay de esa grieta, porque ya no es la grieta para el afuera, para el adversario, para el contrincante político, sino en un mismo partido, una ruptura, como lo que sucede en el Gobierno. Es delicado porque hay gente que depende de esas decisiones, Argentina tiene una pobreza estructural, un nivel de corrupción estructural, un nivel de ruptura institucional que es estructural. Yo no creo que ninguno que se siente en el sillón de Rivadavia quiera hacer mal las cosas, porque no depende de una decisión, es todo un aparato. La gente cree que el Presidente va y pone el precio del dólar y a veces no es así, hay muchos grupos de poder que si te quieren hacer corridas bancarias te dejan, perdón la expresión, culo para el norte, y Argentina es un país súper endeble estructuralmente, hace muchos años que se hacen las cosas mal. Ahora si pienso en el futuro, digo: si mi generación pudiera aceptar votar a alguien que tenga una visión de la Argentina de acá a 10, 20, 30 años, donde empecemos a hablar del litio, de la explotación de Vaca Muerta, del incentivo a emprendedores y tecnología, porque la tecnología, el conocimiento, el servicio es lo que manda el mundo ahora, la programación, la formación en programación, romper con las brechas digitales, conectar a toda la ciudadanía. No podemos estar desconectados del mundo y siento que la generación política dista mucho de eso, del mundo actual.
—¿Rescata a alguien de esa generación política que dista mucho de la actualidad?
—No rescato a uno en particular, creo que ahí empezás a analizar diferentes componentes. Si yo me pusiera en una cuestión más semiológica, si pudiera analizarlo así, el poder de la oratoria lo tiene Cristina Fernández de Kirchner, creo que es el centro del uso de la oratoria en la política; cuando ella habla capta la atención, te guste o no te guste. Después (Javier) Milei, como un outsider, captó a los jóvenes. Alberto (Fernández) está con su núcleo cerrado. (Horacio Rodríguez) Larreta peleando la interna con (Patricia) Bullrich. Es como que todo es un cambalache, pero para mí no hay ninguno que todavía seduzca, creo que esto se va a empezar a jugar a partir de febrero, marzo, donde ya empiecen realmente a posicionarse los candidatos.
—Cambiando de tema, a lo personal. ¿Cuál fue el día más feliz de su vida?
—Cuando nació mi hijo.
—¿Cómo fue?
—Es muy especial, lo buscamos mucho y cuando nació fue el día más maravilloso de mi vida, no sé, fuimos a la clínica, fue por cesárea, y verla a mi mujer… Yo tengo una imagen que es tremenda, ese instinto maternal definido en una acción, que fue cuando nos estaban por llevar a la habitación, ella no podía hablar por la cesárea y yo tenía a Bauti en mis brazos, pero cuando ella vio como que empezó a llorar, ella estiró los brazos, se lo di y se lo acercó y le dio la teta. ¡Qué maravilla de conexión! ella ya sabía lo que tenía que hacer y yo estaba en pañales, literal. Fue el día más feliz de mi vida, sin dudas, lo mejor que puedo hacer es ser papá.
—¿Es difícil ser papá hoy en Argentina?
—Te da miedo. Ser padre, primero, es intransferible. Al ser padre empezaron a aparecer miedos en mi vida que yo desconocía, por ejemplo, hoy cuando estuve en la cobertura de Fernando Báez Sosa es inevitable pensar en cuando mi hijo sea adolescente, qué mundo le espera. Uno trata de darle lo mejor, pero de alguna forma la mayoría de los adolescentes son como sobrevivientes de esa situación, es horrible, porque hay un montón de estúpidos que porque están pasados de drogas o porque están alcoholizados o simplemente por la saña de querer cagar a trompadas a alguien, perdón el término, le arruinan la vida a otra personas, entonces es difícil. Es un mundo donde también los niños están híper conectados, híper estimulados, híper ansiosos.
—¿Cuántos años tiene su hijo?
—Cinco años.
—¿Y cómo se lleva con la tecnología?
—Usa el celular, pero tratamos de limitárselo. En el colegio aprenden lenguaje de programación en salita de cuatro, es espectacular, me encanta eso, que esté preparado para el mundo de hoy, para saber que el mundo no te va a regalar nada y si vos lo podés generar mejor aún. Quizás a mi hijo hoy, gracias a Dios, pueda darle un montón de oportunidades, pero también va a tener gente en su entorno, de su misma edad, que no las tiene. Entonces, no sé qué mundo nos va a deparar, es un mundo que está super violento, entre países, un mundo que en cualquier momento un loco aprieta una bomba y te liquida un país. Lo que está pasando con Rusia y Ucrania es una locura. Un mundo, que por otro lado, tiene una gran materia por el cuidado del medioambiente. Mi hijo ya va a reciclar la basura, porque él ve que nosotros reciclamos, tenemos el tacho de reciclado, el tacho orgánico, por lo menos que empiece a ver esos pequeños valores que le puedo enseñar y después, bueno, estarán los cuestionamientos que él tenga cuando sea más grande.
—Para finalizar, le hago la última pregunta, es un juego en realidad. Le regalo una caja con todas las cosas que perdió en su vida, al abrirla puede recuperar solo una. ¿Cuál sería?
—Mi abuela. Mirá, estoy emocionado y no sé por qué. Mi abuela, la Noni. Se me fue y sigue muy presente en todos nosotros, es una gran pérdida para mí. Yo me enteré que murió y estaba al aire, estaba haciendo El show del problema, la gente no sabe que esas cosas pasan, pero fue horrible. Yo había hablado con ella a las 11 de la mañana y estaba bárbara; bueno, se murió al mediodía. Me hubiese encantado estar un ratito más con ella, charlar. Bauti tiene recuerdos de ella porque la conoció. Sé que al leer esto en mi familia van a estar todos emocionados. La Noni fue hermosa, fue una abuela muy viajada, una mujer que nos reflejó esa cultura del trabajo, lo importante que es laburar. Se levantaba a las 5 de la mañana, tenía un hotel en Bariloche y les hacía el desayuno a los huéspedes, molía café, preparaba dulces caseros, ¡qué mujer que ha laburado! Ha criado hijos maravillosos, entre ellos mi mamá. Tuve una cita con mi abuela, que fue la mejor cita del mundo. Me di el gusto de traerla a Buenos Aires y la invité solo, fuimos los dos una noche al teatro, fuimos a ver a Martín Bossi, él me recibió, se abrazó con ella, estaba Carna también, siempre lo recuerdo. Fuimos a comer una pizza, fue el momento más lindo que compartí con ella, los dos. Y ella estaba tan feliz... Me gustaría volver a repetir eso.
Seguir leyendo: