A lo largo de los años, en el fútbol hubo muchas parejas de hermanos que marcaron historia, como los Barros Schelotto (Guillermo y Gustavo) Milito (Diego y Gabriel), los Enrique (El Negro y El Loco), y tantos más. Pero entre 2002 y 2003 el caso de los Marquesi en All Boys acaparó la atención del público en la pantalla chica con la popular serie Son Amores.
Aquella producción de Polka protagonizada por Mariano Martínez y Nicolás Cabré alcanzaba sin pestañear los 25 puntos de rating. Dos décadas más tarde, a partir del miércoles 4 de enero, más precisamente, el binomio que deslumbró en la televisión volverá a la acción pero en el teatro, con la obra Tom, Dick & Harry, en el Multiteatro Comafi.
En esta oportunidad Cabré asumirá el rol de director, una experiencia nueva para el artista que brilla habitualmente en los escenarios y sets de tevé, y que la adquirió “por metido”. “Se dio naturalmente. Ya tengo 42 años y esto lo hago hace 32. No diría que me gusta más que actuar, pero lo acabo de decir”, explica con una sonrisa en diálogo con Teleshow.
Si bien el antecedente más cercano de la dupla se remonta a Los Únicos, donde Nico interpretaba a Axel Etcheverry y Mariano a Diego Rouvier, en la nostalgia colectiva permanecen las escenas irrisorias que tenían a los sobrinos del árbitro Roberto Sánchez (Miguel Ángel Rodríguez) en primera plana.
—Se cumplieron 20 años la primera emisión de Son Amores, ¿qué recuerdos tienen?
Cabré: —Nos divertíamos mucho. Nos encontramos en un momento de nuestras vidas que era difícil. Si bien desde afuera se veía el éxito, fue un momento bisagra que lo surfeamos bastante bien. Con errores, porque éramos pendejos y nos equivocábamos, pero siempre fuimos sanos. Siempre rescato que si bien trabajábamos, también salíamos, íbamos a comer, hacíamos de las nuestras... Íbamos y veníamos, pero siempre fuimos sanos. Nos equivocábamos y acertábamos, pero nos ayudábamos mutuamente y siempre caminamos derechitos sin lastimar a nadie.
—Tuvieron que crecer juntos…
Martínez: —Totalmente. Mis hijos no me reconocen cuando me ven en Volver y dicen que ese no soy yo (risas). Pero siempre hubo esa buena energía, esas buenas intenciones para hacer las cosas, y lo que pudo haber pasado siempre fue desde el aprendizaje. Tengo muy buenos recuerdos de esos años.
—En la opinión pública se instaló que hubo una pelea entre ustedes. ¿Qué hay de cierto?
Cabré: —Hubo, hubo... Vivíamos 16 horas juntos. Obviamente que nos queríamos, pero a veces decíamos: “¡Huy, este boludo!”. Él millones de veces también me habrá querido matar, porque yo era más molesto. Entiendo que a veces se agrandan las cosas, como pasó con Ricardo (Darín) y Carlín (Carlos Calvo), pero fue mucho más chico de lo que se dijo. A veces nos peleábamos por cosas de pendejos.
Martínez: —Claro (risas). Éramos como hermanos que estábamos juntos 16 o 20 horas diarias. Como pasó con Marcelo (Tinelli) y Mario (Pergolini): vende esa espectacularidad.
—¿Nunca llegaron a agarrarse a trompadas?
Martínez: —No, no. En ese caso no estaría acá.
—Hay muchas similitudes entre ambos más allá de lo profesional: la paternidad y el deporte son dos puntos en común muy claros.
Martínez: —Sí, él es un padre presente que está con su hija y la acompaña, y a mí también me gusta estar presente con mis hijos. Estar con ellos es importante. En ese sentido nos encontramos bastante. También canalizamos un montón a través del deporte. Nunca nos pusimos a charlar de eso, pero es así. Nos hace bien. Es una manera de canalizar un montón de cosas que va más allá de que nos guste hacer deporte.
Cabré: —Tiene que ver con la edad también. Antes nuestros encuentros eran otros y ahora hablamos de lo que hicimos el domingo. Si llevé a Rufi a un lugar o las cosas que hicimos. Es la vida... Yo disfruto mucho de tenerla como mi compañerita, porque me acompaña, me lleva, me trae, la llevo, la traigo. Somos un equipo hermoso. Y disfruto que pueda vivir tantas cosas con ella. Y con el deporte también, porque me salvó la vida. Yo fumaba mucho y hoy por hoy estoy sano de la cabeza, porque en realidad lo que me salvó fue la cabeza. Estoy en un lugar con un grupo de gente nueva que hablamos de carreras, de zapatillas o de los planes que tenemos para hacer al aire libre.
Deporte y música
Los dos entrenan todos los días y se aferran a rutinas saludables. Mariano reconoce que el deporte le “salvó la vida en la pandemia”, porque además de “cerrar un ciclo” que comenzó desde chico, los ejercicios estimulan sus pensamientos y lo ayudan a “bajar los decibeles”.
En el caso de Cabré, en cambio, la paternidad le permitió cambiar los malos hábitos, como por ejemplo el cigarrillo. “Rufi me dio más vida. Me hizo descubrir que quería vivir más. Mi único objetivo es ver cómo puedo hacer para estar más tiempo con ella. Y la ecuación fue simple: 1+1. Lo primero que tenía que hacer era dejar de fumar. Después me metí en un club de corredores que está enfrente de su colegio y empecé a correr. Ahora creo que soy más deportista que actor. Estoy pensando más en que mañana tengo que nadar y andar en bicicleta, y que en abril tengo una carrera. Encontré un lugar donde soy feliz realmente. Quiero vivir lo más que pueda”, subraya.
En muchos casos el deporte y la música forman un maridaje formidable. Así como alguna vez el Rey Sol Marquesi se dedicó al género tropical, en el último tiempo Mariano Martínez recibió una propuesta para sacar un disco de rock. “Fue un coletazo del hobby que tengo. Surgió en la pandemia, porque había mucho tiempo de ocio. Así como me agarré del entrenamiento, del taekwondo y de la lectura, porque prácticamente no prendía la tele, ni miraba series, en ese momento estaba haciendo una película en Saladillo y el productor musical me propuso hacer para un video de backstage para el final de rodaje con una canción. Hicimos “Juntos a la par” y, como quedó linda, la hija del director, que es cantante, se copó y me dijo que quería cantar un tema conmigo. No me di cuenta de la magnitud que podía tomar el tema mediáticamente y empezamos con un hit de Luis Miguel. Como teníamos el estudio a disposición, después hicimos otro de Cerati, que me encanta porque es muy profundo. Una cosa llevó a la otra. Pero se generó mucha controversia y hubo espacio para la crítica”, recuerda.
—Durante la cuarentena tuviste una gran exposición en las redes sociales.
Martínez: —Ponele... Hacía muchos videos en TikTok porque muchas veces estuve muy bajoneado. No te digo que tenía depresión, pero estaba mal, y eso me divertía. Tengo esa parte lúdica, que será por actor o por mi personalidad, que se dio con naturalidad. Jamás me imaginé esa repercusión. De hecho, antes de que existiera esa aplicación con el elenco de ADDA (Amar después de amar) lo hacíamos para boludear, para joder. Después empezaron a aparecer los haters, como se les dice ahora a los críticos.
—¿Te dolían las críticas?
—Lo que más me dolió fue el trato de los periodistas en los medios, porque uno piensa que los haters están atrás de una computadora. Es gente que tal vez no hace nada y puede escribir lo que sea porque está frustrada. Y después se subieron muchos a ese bondi, por decirlo de una manera barrial. Muchos periodistas, medios y canales de tevé fueron igual o más despiadados. Lo viví como demasiado careta, sentí un doble discurso. Después se habla de lo humanitario, de luchar contra el bullying, de no a criticar al otro por cómo se viste o por cómo es y el peso que tiene, y a mí me daban con un caño por el solo hecho de hacer un TikTok o una canción para divertirme. Fue muy heavy, pero lo surfeé. Y cuando estaba toda esa vorágine me llamaron de una productora porque veían que tenía mucha repercusión.
—¿Qué pasó con tu cuenta de TikTok?
—Había llegado a tener más de un millón de seguidores. Incluso me habían llamado de TikTok para hacer cosas, pero tantos haters y malos comentarios o denuncias me la cerraron. Es un algoritmo que andá a saber cómo se maneja. Me habían mandado un mensaje por Instagram para ayudarme a hacer crecer la cuenta porque les gustaba cómo venía creciendo. Fue algo rarísimo. No importa. La cuestión es que me llamaron de una productora para hacer un disco de rock. De hecho me llamó el Bebe (Contepomi) para ir a la radio. Estaban contentos con que se visibilice de vuelta el rock and roll y lo dudé, pero yo no quiero ser roquero. De todos modos, hice un par de covers que canté en lo de Dante Gebel, de Memphis la Blusera, pero lo hice por hobby. Cuando lo pensé bien, resolví que no me iba a poner a hacer un disco y a salir de gira cuando me lo pida la productora. Yo quiero ser actor, interpretar, hacer comedia o una peli. Me sirvió para pasar esos ratos de bajones que tuve por situaciones personales o por la pandemia misma.
—¿Hubiera sido distinta tu reacción si no tuvieses la experiencia con la que te pasó?
—Sí. De hecho te golpea, porque a quién le gusta recibir malos comentarios. Aparte yo no estoy solo en la vida, tengo a mis tres hijos. Mi hija más chica ni se enteró, pero los dos más grandes la pasaron mal también. Estuvo feo, pero haters en las redes va a haber siempre. Me acuerdo que hice un TikTok que me pegaban hasta del cielo. Faltaba que mi mamá que me dé un cachetazo ¿Por qué pueden decir lo que quieran de mí si hago un TikTok? Si a alguien habla del cuerpo de otro, de cómo se viste o de cómo se corta el pelo, es criticado porque no se puede hacer eso, porque es bullying ¿Cuál es la vara para medir?
—En cambio, Nico, vos te cansaste de que te usen el nombre y creaste tu cuenta de Instagram.
—Claro, ahora soy un instagramer (risas). Sabía que había uno (falso) que tenía 200 mil y pico de seguidores. Me lo habían mostrado y no me parecía mal. Que haga lo que quiera. Pero después empezó a vender cosas que eran horribles: “Llamalo a tal que en 15 días ganas 15 mil pesitos”. Estaba cerca de la estafa. No había manera. Intentamos cortarlo, pero no había forma. La única forma es que tuviera el mío. Y acá estoy. Además yo antes era un poco más crítico, hoy lo veo por otro lado, eh. Hoy le encuentro otro significado y a lo mejor sigo pensando lo mismo pero también le encuentro un costado que a Rufi le sirve y a veces la emociona. Entonces tampoco le veo tantos puntos en contra.
—Y mostrás lo que realmente querés.
—Ser padre es ir aprendiendo todos los días. Lo que me pasaba es que yo lo manejaba a mi manera, o trataba de manejarlo a mi manera, pero también descubría que Rufi me decía si algún día íbamos a subir una foto juntos. Y de repente tuve que prestarle atención a lo que significaba para ella. La primera la puse de espalda la foto, y empecé a ver lo que generaba en ella, y también la realidad es que tengo un par de conocidos, amigos, que murieron y veo que sus hijos y gente que los acompañaba y que los quería, hoy ven ese Instagram como una hoja de ruta. Y donde veían qué les gustaba, qué no les gustaba, qué les divertía, qué tonterías hacía o qué no sé qué cosa. Entonces hoy descubro que también le quiero dejar esa hojita de ruta a Rufi, que es lo que le va a quedar. Y no quiero perderme algunos momentos que aunque a veces lo veo como contradicción yo, que siempre fui tan para adentro, el amor y ver la alegría de Rufi que comparto determinado tipo de cosas hace que lo vea y que haga cosas que jamás en la vida pensé que iba a hacer.
—Qué fuerte y qué lindo.
—Entré en la etapa que tengo que estar preguntando. Ya no sé quién le gusta. Yo veía a mi papá y yo escuchaba música y mi papá me decía: “¿Quién es este?”; “¡Ay, papá, dale boludo!”. Y hoy me lo dice Rufi. Yo no cazo una. Poneme coso, Tiago (PZK), no sé, cualquier canción y le pregunto: “¿Esta es Tini?”; “No, pa...” (risas).
—”No, pa, es María Becerra”.
—Claro. Entonces, aprendo y aprendo. Y las redes me las enseña ella. Y me pasa eso, que cuando veo cosas que yo no les asignaba valor, o escribía algo, me llamaba la China (Suárez) y me decía: “Rufi está emocionada porque pusiste”. Y claro, es entender que uno no se da cuenta de las cosas y con la velocidad que van pasando, y Rufi ya lee, y ya ve. Me hace descubrir todas estas cosas que yo antes decía: “No, de ninguna manera”.
—Pero le encontraste un lugar de disfrute también en los ojos de tu hija.
—Lo hago solamente por eso. Aun contradiciendo muchas cosas de las que creo.
Un hilo rojo
La admiración de Mariano Martínez hacia Nicolás Cabré empezó en la época de Son de 10, cuando el ex Campeones y RR.DT., entre otros éxitos, aún no había incursionado en los medios de comunicación y le pidió una foto a su futuro colega y director. Para conocer un poco más de ambos protagonistas los invitamos a jugar a “Baje un dedo quien...” y nos enteramos entre muchas otras cosas de un pasado como repartidor de pizzas, presencias en cumpleaños de 15 y hasta el escape en alguna cita.
Pasaron más de dos décadas de Son Amores y los hermanos Marquesi mantienen la misma esencia. Aquellos jóvenes futbolistas de All Boys crecieron en una Argentina que también cambió. Disfrutan de su paternidad y se aferran a su talento para continuar con sus carreras en nuevos desafíos, como el que están a punto de protagonizar con la obra dirigida por Cabré. “Siempre me vi como un privilegiado. En este país poder hacer lo que te gusta es un gran privilegio. Cuando miro para atrás, veo un caminito que fue buscado en lo personal y en lo profesional, dando cada pasito como creía que debía ser, sin saltar escalones”, resume Nicolás. “De chico tenía la imagen de la escalera de Susana Giménez, que iba pisando y se iba iluminando. Nunca supe qué tan larga es mi escalera, pero en los momentos que decida darme vuelta, quería ver todos los escalones pisados”.
En la misma sintonía, Mariano también se considera “un privilegiado” por hacer lo que más le gusta. “Siento que aprendí un montón, que fui creciendo. Que muchas veces me hice bastante solo pero también con gente que me ayudó un montón, más allá de mis padres. Mis viejos me tuvieron a los 16 años y me trataron como un hermano. Llegué a la adolescencia con un montón de miedos, pero siempre fui resiliente. Fui para adelante con el deseo de aprender, y hoy me veo como un hombre plantado que sabe lo que quiere, que sabe para dónde ir, y me parece importante dejarle ese mensaje a mis hijos”, concluye.
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