A veces las grandes ideas surgen de pequeños momentos. Mientras rodaba Uncle Buck, una comedia en la que aparecía Macaulay Culkin, el productor y guionista, John Hughes, pensó que ese rubiecito sería el protagonista ideal para un proyecto que tenía en mente: la historia de un chico de ocho años que sus padres olvidan en su casa de Chicago cuando toda la familia se va de vacaciones a París. La idea se le ocurrió, el día que preparando un listado de tareas para realizar al partir de vacaciones anotó “no olvidar a ninguno de mis hijos”. Lo que parecía la conducta de un neurótico obsesivo se transformó en un guion escrito en dos semanas, que se convertiría en un clásico navideño: Mi pobre angelito.
Al momento de rodar, el estudio no estaba convencido de la preferencia de Hughes por Macaulay Culkin y lo obligó a tomar pruebas a cien niños. Hughes dijo sí, señor, no hay problemas, desde ya, participó de todos los castings, vio a todos los candidatos pero al final exigió: quiero a Macaulay Culkin.
¿Qué había visto el productor en ese niño de diez años que debía actuar de uno de ocho? Macaulay tenía una naturalidad que inundaba la pantalla. Emanaba un aura encantadora de inocencia amalgamada con una capacidad única para desatar una cadena de travesuras anárquicas y hasta malditas sin espantar al espectador. Como describió el crítico Geoffrey Macnab en The Independent “Se ve absolutamente inocente, pero tiene un disfrute casi sádico en infligirle dolor y humillación a Pesci y Stern. Es un chico de clase media calculador, de un contexto social opulento. Ellos son unos ladrones tontos, de poca monta, que son severamente castigados por intentar robarle a los ricos”. Por eso la elección de Hughes fue tan acertada, Kevin lograba ser querible y no aparecer como un niño agrandado e insoportable.
Además de su carisma, Macaulay Culkin realizó aportes espontáneos que mejoraron la trama e incluso modificaron escenas que pasaron de la categoría “una más” a la de “inolvidables”. En la icónica toma de la loción de afeitar, el guion indicaba que debía abofetearse las mejillas. Pero al escuchar “acción”, Culkin se abofeteó -como indicaba el guion- pero mantuvo sus manos pegadas a su cara -como no indicaba el guion- y además emitió un grito que parecía el de la pintura de Edvard Munch. Su reacción espontánea causó la hilaridad de todo, tanto que se convirtió en la imagen oficial de los anuncios de la película.
Hay un dato más. En el primer corte de película había más escenas de la familia en París que de Kevin solo en su casa. Pero el desempeño de Macaulay Culkin era tan encantador y atraía tanto a los espectadores que decidieron disminuir las tomas familiares y aumentar las del rubiecito. Decisión que valoraron público y expertos en marketing. Los que también se dieron cuenta del “valor” de su hijo fueron los padres de Macaulay. Por la primera película cobraron cien mil dólares, por la segunda Mi pobre angelito: Perdido en Nueva York se llevaron cinco millones de dólares.
Entre sus compañeros de elenco, Macaulay Culkin forjó una muy linda relación con la que era su mamá en la ficción, Catherine O’Hara. La actriz solía mimarlo llevándole dulces y entretener los tiempos muertos de filmación contándole historias. Tanto es así que cuando se encontraron en 2012, veintidós años después del estreno en una muestra de arte, él le gritó “Mami” y ella le respondió “Bebé” y terminaron sacándose una foto familiar.
En muchas de las escenas en las que parece interactuar con Kevin, en realidad interactúa con… pelotas de tenis. Como la legislación laboral estipulaba cuántas horas debían trabajar los niños, si se excedían, los productores recurrían a un truco. Filmaban los primeros planos de los chicos. Luego, la actriz actuaba ante un soporte con una pelota de tenis puesta a la altura del niño mientras un supervisor de guion leía el diálogo.
Además de respetar su horario de trabajo, la producción tomó otros cuidados con su pequeño protagonista. Cuando Kevin descubre la revista Playboy escondida y se la pone a mirar, para evitar que viera las fotos, los productores pegaron con cinta adhesiva las páginas. En la toma donde Macaulay salta arriba y abajo de la cama comiendo pochoclo, varios asistentes se acostaron en el piso para atraparlo en caso de que se cayera. Para muchas de las caídas y acrobacias de Kevin se recurrió a Larry Nicholas, un doble de acción que tenía… treinta años. Ahh, la magia del cine.
Así como la producción cuidó a Macaulay para que no trabajara fuera de horario ni viera fotos “prohibidas para menores de 18 años” ni se pegara porrazos, hubo una situación mucho más violenta que descuidó. Joe Pesci fue convocado para ser Harry Lyme. El actor venía de encarnar a un gánster en Buenos Muchachos y aceptó ser uno de los ladrones que entra a la casa de los McCallister.
En la película dirigida por Scorsese, el actor repetía la palabra “fuck” y sus derivados unas 150 veces. Según cuentan en Mi pobre angelito su mayor preocupación era “¿Cómo demonios voy a hacer esto sin decir lo que quiero decir?”, le preguntaba a los guionistas. La solución que encontró fue inventar palabrotas no ofensivas pero intimidantes. Además pidió expresamente no cruzarse fuera del set con Macaulay para que cuando se encontraran el terror del niño fuera genuino. En lo que nadie reparó o al menos planteó una mínima objeción fue en que Pesci era un actor de 47 años curtido y experimentado y Macaulay, un nene de 10 años, un chico que por más precoz que fuera poco entendía de “actores de método”. Su terror era terror genuino.
En el año 2004, en una entrevista que le dio al periodista Gavin Edwards, Macaulay ya adulto contó un hecho de violencia que vivió con Pesci. Fue en la secuencia en la que los ladrones consiguen entrar a la casa y enfurecidos lo cuelgan en un perchero de la pared. Durante los ensayos, Pesci “me dijo que me iba a morder todos los dedos, uno a la vez. Mientras practicábamos la escena, me mordió y me lastimó la piel”, reveló Culkin. Sabiendo esto, cuando vemos el miedo de Kevin en esa escena intuimos que era real más que ficcional.
Culkin contó que no mira Mi pobre angelito porque no logra separar la historia de su propia historia. “Cuando lo estoy viendo, voy recordando ese día en el set. Si veo el sofá recuerdo el día que estaba escondiendo mi Pepsi detrás. No puedo verlo de la misma manera que otras personas”, admitió. No lo dijo, pero quizá cuando vuelve a ver a Pesci no se encuentra con un actor enorme sino con el hombre que lo aterrorizó.
No solo Macaulay tuvo su momento de terror, también lo vivió Daniel Stern, el actor que ocupó el rol de Marv Merchants, el otro ladrón. La escena quedó en la memoria de multitudes. Una enorme tarántula camina por la cara de Marv que grita aterrado.”La gente me preguntaba si la tarántula era real, si acaso no estaba asustado o quizás loco, o ambas cosas. La respuesta a las tres preguntas es sí. Cuando leí el guion por primera vez y hablé con el director, pensé que la tarántula sería una réplica. Les dije que podría hacer la escena más real (con una réplica) pero no los convencí. Trajeron a un tipo con una jaula y dentro había una tarántula llamada Barry”, escribió el actor en sus redes sociales.
“Pregunté si la había entrenado y me dijo que era complicado entrenar tarántulas. Recuerdo a Barry arrastrándose por mi cara. Traté de no hacerla molestar. Luego me acostumbré y creo que la tarántula llegó a ser una gran compañera de trabajo”, detalló. Sí lo cuidaron en la secuencia donde pisa unos adornos navideños de vidrio rotos. Lo que hicieron fue reemplazarlos por golosinas igual de coloridas pero no cortantes.
El episodio de la tarántula sumó enojo al enojo de Stern. Tanto él como Pesci aceptaron actuar porque no les había surgido otro proyecto. Como consideraban que la película sería un fracaso y que actuar en una comedia familiar además era un trabajo menor, acordaron interpretar sus roles del modo más exagerado posible, algo que nota hasta el espectador poco avezado.
Mi pobre angelito arrasó en la taquilla estadounidense durante la temporada navideña de 1990 y continuó dominando durante la primera mitad del año siguiente. Una situación por demás curiosa se da en Polonia. En 2011 más de 5 millones de polacos la vieron por televisión, lo que la convirtió en la transmisión más vista durante las épocas navideñas.
Casi treinta y dos años después de su estreno algunos todavía se preguntan por qué fue tan exitosa. “No teníamos idea de que conseguiría lo que consiguió. Ahora que llevo 30 años pensando en ello, diré la razón por la que hizo lo que hizo: fue el hecho de que el chico estaba empoderado para defender a su hogar del hombre de la bolsa. Poner eso como un mensaje internacional, darle a un chiquito que tiene miedo de lo que haya en el armario el poder de proteger su casa: eso resonó en todos”, reflexionaba el director de fotografía Julio Macat en The Independent.
Otra respuesta muy acertada la dio Devin Ratray, el actor que interpretó al hermano hostigador. Para él la película fue un éxito mundial porque toca fibras que nos suceden a todos. “El miedo a ser abandonado por tu familia pero también el júbilo de no tener una familia, la libertad de no tener padres o hermanos que te hagan bullying; además, toda la fantasía de un niño de convertirse en el protector de su hogar y superar en inteligencia a los tipos malos que quieren entrar por la ventana... la película aludió a todo lo que los chicos temen y les gusta en un nivel que también atrapó a los adultos”.
El film tuvo mejor suerte que su protagonista. Culkin pasó de ser una celebridad global que hizo 15 películas en solo siete años, a emanciparse de sus padres con 14 años para evitar que controlaran su fortuna mientras luchaban por su custodia. Vivió un vínculo muy estrecho con Michael Jackson, pero sostuvo que nunca fue víctima de ningún tipo de abuso por parte del “Rey del pop” ni fue testigo de este accionar. El año pasado fue papá de su primera hija. La llamó Dakota en honor a su hermana, quien murió en 2008 a los 29 años a causa de las heridas que recibió después de ser atropellada por un automóvil.
Pese a los pesares, A los 39 años, parece que la ex estrella infantil está contenta con su vida. Si le preguntan sobre su pasado, lo desdramatiza. “No estaba trabajando en una mina de carbón. Yo no era un niño soldado. Mi padre no estaba abusando sexualmente de mí. Ciertas cosas jodidas sucedieron, pero las cosas jodidas les pasan a los niños todo el tiempo, y no salen del otro lado” declaró en la revista Esquire y agregó “Obtuve dinero, obtuve fama, tengo una hermosa novia y una hermosa casa y hermosos animales. Me llevó mucho tiempo llegar a este lugar, y tuve que tener esa conversación conmigo mismo y, sinceramente, no es tan malo. No quiero nada, y necesito aún menos. Soy un buen hombre”. Y aunque no lo dijo quizá desde que fue Kevin, cada vez que llegan estas fechas les manda a sus amigos un mensaje que les recuerda:
“Tres, feliz Navidad, inmundo animal... Y feliz Año Nuevo”.
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