Melina Lezcano: “Busqué a mi padre biológico, lo encontré, y le pude preguntar qué pasó”

La cantante transita una etapa de plenitud. En lo laboral, arranca con el ciclo Estamos en una, en República Zeta. En lo personal, está enamorada. Y cerrando ciclos que la ayudan a sanar historias del pasado

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La despedida de Agapornis

Su trampolín a la fama fue Agapornis, esa banda que surgió entre amigos para pasar el rato y se convirtió en un fenómeno de popularidad. Durante diez años Melina Lezcano entonó aquellas canciones que nos sabemos todos, hasta que su cuerpo y su mente le dijeron que abandonara el barco, sin conflictos ni rencores.

Desde chica supo que quería cantar y hacía allí enfocó sus energías. El abandono de su padre biológico cuando era casi una bebé marcó parte de su vida. Pero hoy siente que pudo sanar y recomponer vínculos. Activa militante por los derechos de los animales, influencer, bailarina, por supuesto cantante, y a veces actriz, Melina acaba de debutar con Estamos en una, en República Zeta. “Yo siempre digo: hago lo que vine a hacer a este mundo y lo que sé hacer. Si me coacheo y todo, sí, pero soy estricta con esas cosas: necesito saber hacerlo bien”, afirma.

—¿Qué tiene que tener un proyecto para que digas que sí?

—Primero, valores: los que compartan mi filosofía de vida. Que me dejen ser yo principalmente. Y que no sea muy temprano a la mañana (risas).

—Bueno, en eso vas a estar bien con Estamos en una, recién salidito del horno, que es al mediodía.

—Sí, me dijeron de una a tres y media y dije: “¡Chau, mi horario!”. Cuando salgo de ahí ya me agarra el sueño de la siesta, ¿viste? Me gusta mucho dormir. Durante muchos años de mi vida yo estuve de acá para allá, no paraba, y disfruto mucho hoy en día poder estar en casa, tomarme esas horas. ¿Viste que a la gente le da culpa? Yo te duermo la siesta con todo: en la oscuridad, con pijama, con perros en la cama. Como si me fuese a dormir a la noche.

—Vamos a esa época que casi no parabas: ¿qué es lo más valioso que te dio Agapornis?

—Primero, mis amigos, que para mí fueron, son y serán mi familia. Segundo, obviamente, el reconocimiento, poder hacer lo que más amo en este mundo que es estar arriba del escenario. Y la posibilidad de conocer lugares que jamás me hubiese imaginado.

El reencuentro con el padre que la abandono

—¿Costó decidir bajarte de ese éxito?

—La idea estaba hace bastante ya, pero lo que más costó fue salir de la zona de confort, de esa estructura. Quizás por la poca confianza que tenía en mí misma, del “yo voy a poder sola”. Pero bueno, era un riesgo que estaba dispuesta a tomar por mi salud, principalmente, porque ya me estaba haciendo mucho daño a nivel físico, y después a nivel mental, porque era bastante insostenible vivir un montón de cosas de la noche que ya no tenía ganas de vivir.

—¿Qué era lo que estaba en juego a nivel salud?

—Mi garganta. También, yo soy vegana hace cuatro años y muchas veces no tenía la comida que quería y mi cuerpo necesitaba para alimentarme bien en los camarines. En los lugares más recónditos costaba conseguir cosas como leche de almendras. Últimamente ya se abrió un poco más ese tema, pero al principio era tremendo. Y entendían que el veganismo era tomate y lechuga. Primero hubo mucho enojo de mi parte, porque pensaba que no puede ser que como sociedad no se entienda que el veganismo es un estilo de vida y que hay un montón de opciones.

—Antes de empezar a charlar estabas muy enojada por una situación con un perrito maltratado.

—Bueno, en el programa una vez por semana tengo mi columna sobre rescates (de perros). Eso es lo que más me gustó de este proyecto: que me dieran la posibilidad de llevar mi lucha a un nivel masivo.

—¿Cuándo nace este amor y responsabilidad hacia los animales?

—Desde que nací. Mi primera foto es de chiquita, rodeada de perros. Pero digamos que el compromiso 100% fue en el 2017 cuando empiezo a relacionarme con el refugio Zaguate; de hecho en el Bailando llevé mi propio sueño, que fueron las chicas de ahí. Era como que yo quería pero no sabía cómo hacerlo. Quiero transmitirle a la gente que todos y todas podemos ayudar y luchar por esos seres que no son escuchados.

Melina cuenta que proviene “de una familia de trabajadores. No nos podíamos dar lujos; todos los lugares que conocí los conocí de grande, con mi propia plata. Y trabajo desde los 13 años”.

—¿Cómo fue ese debut a los 13? ¿Qué opinaban en tu familia?

—Fue en Generación Pop. Yo siempre le decía a mi mamá: “Voy a cantar”, y no me creían. Hasta que un día voy a grabar el demo para mandar al programa y ahí el productor le dijo a mi papá: “Che, es cosa seria. Canta”. Y bueno, cuando empecé a quedar en el concurso y todo, ellos siempre me bancaron, confiaron en mí.

—Para los que no conocen tu historia: tu papá biológico se fue cuando vos eras muy chiquita y a vos te crio tu mamá con su nueva pareja.

—Sí, yo tenía dos años y medio. Soy la única que no tiene el apellido Brizuela en la familia: soy Lezcano. Entonces me explicaron la situación y la entendí, pero en ningún momento sentí que mis hermanas no fueran mis hermanas o que mi papá no fuera mi papá.

—¿No había entonces necesidad de buscar al padre biológico?

—No, cero. Empezaron los quilombos, digamos, cuando yo comencé a estar en pareja y a vincular todo el tiempo eso de que el otro se puede ir como hizo mi papá, una especie de fobia al abandono constante. Mi apellido era una carga porque yo no conocía a esa familia, no sabía quiénes eran. Entonces dije: “No quiero sufrirlo más, quiero entender esta situación y trascenderla”. Y bueno, y lo busqué y nos encontramos.

—¿Lo buscaste vos?

—Sí. Por redes lo encontré y a través de un primo pude conseguir su teléfono. Y fue relindo. Fue poder verlo desde el lado de: “Che, te re agradezco por haberme dado la vida. Hoy te veo como un ser humano”. Porque uno siempre ve a los padres como dioses del Olimpo, y cuando empezás a entender que también cometen errores -no justifico para nada, eh-, ver cuáles son las herramientas emocionales con las que ellos cargan, ayuda a comprender.

—No llegaste a él con enojo.

—Cero. Pero le pude preguntar qué pasó. Me quedan muchas cosas por hablar todavía porque nos vimos una sola vez, creo que fue en el 2019. Él vive en Corrientes con su familia. Y cada tanto hablamos: nos preguntamos cómo está el otro, me manda fotos, qué sé yo. Y sí, tengo ganas de seguir conociéndolo.

—¿Pudiste entender por qué no volvió nunca?

—Y... yo creo que en una sociedad híper machista en ese momento, es lo que yo me imagino, era: “¿Cómo voy a bajar la cabeza y volver después de esto?”. Este miedo que tenemos en general, todos, a la vulnerabilidad. Para mí hubiese sido mucho más valioso que volviera diciendo: “Che, me equivoqué”. Pero creo que fue más una cuestión de orgullo y de ya no animarse.

—¿Tenés hermanos?

—Sí. Tengo dos hermanas por parte de mi papá del corazón. Tengo sobrinos. Una hermana de 20 años por parte de mi mamá y mi papá del corazón. De parte de mi papá biológico también pero conozco a una sola, que cuando vino él a verme vino con ella. Y después hay dos más. Y un par más que él dejó en el camino. Él tuvo una historia también así: su padre se fue.

—¿De qué manera procesaste todo eso?

—Primero dije: “¡Guau! ¡Qué bueno que pudiste quedarte en una familia! Me alegro mucho por vos”. De hecho hace poco hice una canción al respecto, y hay una frase que habla de eso: “A mí no me va mal, espero que a vos igual”. Tengo mucha terapia encima y mucha introspección. Soy escorpiana: estudio Astrología también, mis hermanas son astrólogas.

Animarse a romper mandatos

—¿Me dijiste que esto impactó en tus relaciones? ¿Sentís que tuviste relaciones tóxicas?

—Sí. Obviamente, la posesividad y todo eso, termina en contestaciones malas y en agresiones verbales innecesarias. Quizás por no poder comunicarme desde la vulnerabilidad.

—¿Pudiste encontrarte con lo que querés para ser feliz?

—Sí, totalmente. Y eso me relajó un montón. Por ejemplo, el hecho de la maternidad. Yo creía que para estar realizada como mujer tenía que ser mamá y siempre pensaba: “A los 25 años voy a ser madre”, como mi mamá, que me tuvo a los 24. Y la vida lo fue posponiendo, gracias al Universo, y hoy la verdad es que no lo sé. Hoy no siento el deseo. No siento que por tener un hijo, yo vaya a realizarme. Y realmente también me pasa que no quiero traer una criatura a este mundo. Y poder cuestionármelo y hablarlo con mi pareja, y que le pase lo mismo, es súper satisfactorio.

—¿Y en cuanto a la pareja, cuál era el mandato?

—Casarme, tener hijos, irme a convivir. Casi siempre antes de los 30. Estar con una pareja determinada, que tenga un trabajo de ocho a cinco de la tarde. Y hoy tengo a Juanji que es lo más, y él trabaja también en el medio artístico pero desde otro lado, desde la producción. Me enseña que la vida te puede sorprender en el camino.

—¿Hace cuánto están juntos?

—Nos conocemos desde hace 10 años. Él es amigo de los chicos, del grupo, pero empezamos a mirarnos con otros ojos a fines de 2020 y digamos que hace un año estamos en pareja. Nos complementamos y ayudamos muchísimo a sanar. Él también tiene una historia de familia fuerte, y evolucionamos juntos.

—Es inevitable hablar de las redes sociales, donde desde la impunidad del anonimato la gente dice cualquier barbaridad. ¿Cómo lo llevás?

—Sobre eso voy pidiendo disculpas de antemano porque soy muy impulsiva y cuando me dan bronca ciertas cosas, tiro lo primero que se me viene a la cabeza. Por ejemplo, cuando se meten con los animales, me saco. Si me vienen a tocar a mi familia, me saco. Mis amigos. Después, no me molesta el “Ay, cantás como el orto”. Yo estoy muy segura de mis condiciones.

—¿Temas físicos?

—Hoy creo que el que lo está diciendo, queda peor. Que opinen sobre el cuerpo: ya ni me gasto en contestar. Sí lo sufrí mucho de chica porque siempre fui muy delgadita. Hoy con 34 años me encantaría volver a la Mel de los 13 y decirle: “Ay, pero querida, que te importe un comino lo que te digan de tus patitas de tero. Te vas a llevar el mundo por delante igual”.

—Y con todo este aprendizaje, en este punto del camino, ahora haciendo Estamos en una.

—¡Sí! De lunes a viernes, de una a tres y media de la tarde, junto a Cris Vanadia, Juani Velcoff Andino y Martu Morales. Es muy movilizante, porque si bien a mí la fama y la exposición es algo que me cuesta bastante, sé que es parte de lo que tengo que hacer y por lo menos quiero dejar “alguito”, un mensajito. Me gustaría dejar cierto corazón en la gente. Eso es lo importante.

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