Como un nuevo camino en una carrera plagada de los desafíos más diversos, Stéfano Yeyo De Gregorio disfruta de su nuevo desafío con Biri Biri, una aventura comunicacional propia de estos tiempos que se puede ver y escuchar de 9:30 a 12 por República Zeta. Allí comparte micrófono y anécdotas con los influencers Tupi Saravia, Juli Puente y La Tía Sebi, con quienes se propone hablar de los temas de la actualidad, con una sinergia que se construyó de inmediato y en el que las ideas no paran de fluir. Hay una apuesta profesional en esta decisión, una más, donde se vinculará con la persona antes que con el actor, y en el que conoceremos en otra faceta de alguien a quien conocemos desde muy chico.
Biri Biri llega como una consecuencia lógica después de una pandemia que lo encontró a Yeyo como streamer, jugando en red, y en la que redireccionó su carrera. Cumplió el sueño del pibe que jugaba a la pelota en la calle y fue por un rato futbolista profesional en la tercera división de España, hasta que la demora en los trámites para conseguir la ciudadanía italiana lo obligaron a pegar la vuelta. También le perdió el prejuicio a los realities y se metió en The Challenge, el programa que destreza física que se verá en Telefe. Allí coincidió con Juli Puente, y se dieron cuenta de que los dos tenían ganas de hacer algo como Biri Biri. El círculo se empezó a cerrar con un equipo en el que la química fluyó de inmediato y donde el único límite parece ser invitar a la audiencia a pasarlo lo mejor posible.
En esta charla íntima, Yeyo mira para atrás y hacia adelante: a sus 28 años años parece haber vivido mil vidas. Producto genuino del semillero Cris Morena, su cara se hizo conocida a sus siete años en Rincón de Luz, pero para ese momento ya había hecho unas cuantas cosas en la pantalla. Su desembarco definitivo en la tele tuvo que ver directamente con su infancia carente de lujos. Por entonces, en VideoMatch los nenes iban a contar un chiste a cambio de un muñeco de los Power Rangers, esos que sus padres no le podían comprar. Cuando logró hacerse con el juguete, y se vio practicando travesuras en el programa más visto de la Argentina, aquel niño sintió definitivamente que su camino iba a ir por ahí.
Con su mamá se tomaron un tren y dos colectivos para el casting de lo que iba a ser Rincón de luz. Cuando llegaron se encontró con cuatro cuadras de cola y de ilusiones, y a la propia Cris Morena supervisando todo. Los niños pasaban, contaban sus gracias, y él sentía que no tenía ninguna. Su vida era el colegio, la pelota y la calle, pero algo le decía que eso no iba a funcionar. Y se largó a improvisar: “Me llamo Stéfano, sé tocar el piano y hago equitación desde chiquito”, dijo con cara de póker.
Está claro que no sabía hacer ninguna de las dos cosas, pero algo le vieron a ese chico de voz ronca y carisma avasallante. A los pocos días sonó el teléfono y lo convocaron a una preselección para el papel de Mateo. Fueron tres meses duros, en los que veía la frustración de quienes quedaban en el camino. Pero él quedó, y después fue Tomás en Floricienta, y su recordado papel de Lleca en Casi ángeles, por el que todavía hoy lo reconocen por la calle. Un camino plagado de rosas y con algunas espinas, en el que no hubiera dado ni dos pasos sin el apoyo de su familia: “Nos ayudamos entre todos”, asegura con gratitud por el sacrificio y el orgullo de haberle podido regalar la casita a los viejos.
—¿Una familia de clase media o costaba mucho?
—Mis viejos, muy laburadores de toda la vida. Mi papá taxista, se sentaba en el auto y le daba, hasta el día de hoy. Pude cumplir el sueño de comprarles la casa, pero lo hicimos juntos, porque él se mataba arriba del taxi, mi mamá dejó su trabajo para acompañarme y mi hermana se quedaba sola en casa. Entonces a los 8 años por ahí ganaba más plata que mi papá, pero sin ellos, no sé qué hubiera pasado.
—Está bueno esto, porque no todo el mundo busca devolver a su familia. Y vos fue lo primero que hiciste.
—Nos pasó a todos eso. Por lo menos a los de esa camada. Lali (Espósito) era la única que estaba en mis condiciones, de clase media que todo el día jugaba en la calle o en el club de barrio.
—¿El resto tenía un poco más de plata?
—No sé si tenían más plata, pero Lali y yo éramos los más humildes. Nos hicimos muy amigas las familias: Majo y Carlitos, los papás de Lali, son como mis papás.
—Vos les comprás la casa a tus viejos y ustedes se endeudan en un momento en el que pasa lo que nadie hubiera imaginado nunca: se muere Romina Yan y Cris, como cualquier madre, se desarma.
—En el 2010, Cris nos hace a Lali y a mí un contrato por cinco años más. Entonces, contando con esa plata, pedimos un préstamo de 50 mil dólares para comprar la casa. Al poco tiempo pasa lo de Romina y rompimos el contrato: jamás en la vida se me cruzó por la cabeza ni se le cruzó a mi familia hacer un juicio o hacer un problema. Cris es como mi ángel. Es la persona que yo me levanto todos los días y le tengo que prender una velita y agradecerle.
—¿Pudiste resolver esa deuda que había quedado por la casa de tus papás?
—Sí. Fue un chino porque era el pibe de 16 años más famoso del país, no podía estar en una esquina que me volvían loco, pero no tenía trabajo. Y tenía que levantar 50 mil dólares. Ahí empezaron las presencias, los cumpleaños de 15, los bar mitzvá, los eventos.
—Contame lo más bizarro que hayas hecho en ese momento.
—Lo que más vergüenza me daba eran los cumpleaños de 15. Soy bastante extrovertido, entonces no tengo problema de agarrar el micrófono en un boliche y arengar. Ahora, un 15 es bravo, porque vos estás de traje y con un ramo de flores y entrás a un salón en el que la mitad te ama y los grandes, no saben quién sos.
—Y a bailar con alguien que no viste en tu vida.
—Y que además te contrataron es porque es muy fanática tuya y seguramente se vaya a poner a llorar. Y ahí es donde no sabía cómo resolver la situación (risas). La abrazaba, bailaba un poquito, me sacaba unas fotos con ella y con las amigas, y me iba.
—Pero se pudo cancelar esa deuda, que debe haber sido un alivio.
—Sí, gracias a Dios sí. Y esto no lo cuento mucho, pero Cande (Vetrano) y Lali también fueron muy importantes en esa deuda. No era fácil conseguir 50 mil dólares y, cuanto más tardabas, se hacía más gordo el interés. Ellas hablaron con mis viejos, me ayudaron con plata y después se las fui devolviendo.
—Quedaron vínculos muy importantes de esa época…
—Sí, es muy loco porque yo no soy amigo de ellas, es otro lazo. Son como mi familia. Por ejemplo, con Lali no hablamos por cuatro meses, pero de la nada nos llamamos. El año pasado vio que subí una historia porque me iba a Madrid y como ella se tenía que volver, me dejó las llaves y pasé las Fiestas en su departamento. A la Enana le tuve que lavar toda la ropa y ordenar todo porque no sabés lo que era el departamento.
—¡Cómo la rompió Lali! Tiene una fuerza de trabajo increíble.
—Es algo completamente distinto a todo lo que hay. Tiene una pisada y una presencia que no vi acá en Argentina. Si bien tenemos un montón de artistas grosísimos creo que hay una barrera bastante amplia entre Lali y la que pueda acercarse a ella. Y no lo digo porque es mi hermana, eh, lo digo porque así lo creo.
—Y además, usa ese lugar que tiene para comprometerse con las cosas que le importan y eso está buenísimo también. Se banca decir lo que piensa, le guste a quien le guste.
—Es cero careta, y en este medio es muy importante eso porque el nuestro es un gremio difícil. Yo ya llevo 20 años trabajando y todavía me cuesta. Porque me siento bastante distinto, pero es el gremio que me tocó…
—Te has metido en algunos líos.
—No, muy pocos, eh. Para estar hace tantos años haciendo cosas, muy pocos. Nunca en mi vida hablaron de mí en Intrusos, por ejemplo.
—¿Tampoco cuando fue el tema con Nico Vázquez?
—Sí, ahí me llamaron...
Hace poco más de un año, durante su paso por La Academia de Showmatch, su gran amigo Agustín Cachete Sierra participó junto a Rochi Igarzábal de un homenaje a Casi ángeles. Para esa ocasión, Nico Vázquez les grabó un mensaje de apoyo a sus viejos compañeros, que destapó una vieja interna en la tira juvenil. En caliente, Yeyo volcó su enojo en una furibunda serie de tuits: “El ‘Vamos Cachete’ del caretón ese lo fue todo… Mamá, cómo les gusta el show. Me acuerdo de una frase que salió de su boca: ‘Voy a hacer que no trabajes nunca más en un ningún lado’. Ahí lo tenés a Cachete rompiéndola, rey”, fueron algunos de los mensajes que escribió en su Twitter, que derivaron en fuertes respuestas del actor y de su esposa, Gimena Acardi, quien por esos días pasaba un duro momento con su padre internado por coronavirus.
“Al pedo tuiteé eso que sentí y me volvió loco todo el mundo”, dice Yeyo a la distancia, con algo de autocrítica y arrepentimiento. Y esboza una queja. “Cuando salí revelación de la temporada en Carlos Paz no me llamó nadie, solo mi mamá, y por un tuit polémico te llama hasta el presidente. Ahí es donde te das cuenta que este gremio es difícil. Pero estoy acostumbrado ya, no tengo drama”, asegura.
—¿Con Nico quedó todo más o menos bien?
—No. Y es algo que lamentablemente no se va a poder arreglar nunca. Porque para mí es un prócer, fue un ídolo. Yo, con él aprendí muchísimo. Él fue protagonista de Casi Ángeles y con Lleca, con mi personaje, tenía un vínculo muy groso. Hacíamos una gran dupla y por eso él me llama para protagonizar la obra de teatro (El Canasto) con el hermano (Santi Vázquez). No lo vamos a poder resolver nunca, porque la persona que causó nuestro enrede hoy en día no está, y a mí ya no me interesa hablar. Pero después está todo bien.
—¿Quién fue esa persona?
—El hermano, Santi. Es una conversación que nos tendríamos que sentar los tres y ver por qué se armó este teléfono descompuesto. Pero lamentablemente eso ya no se puede.
—¿Cuándo pusiste ese tuit no sabías que ellos estaban viviendo una situación familiar difícil?
—Yo estaba en plena cuarentena encerrado, jugando en un equipo de e-sports al Counter Strike, no tenía ni idea.
—¿Sos bravo?
—¿Cómo definís bravo?
—Picante.
—Soy cero picante, pero no me dejo tocar el culo. No soy una persona ambiciosa, no me interesa ser millonario. Cuando era muy chico fui feliz con muy poco, y eso lo tengo claro. Haber logrado el techo de mi familia me desligó de toda presión para toda mi vida. Y al no tener ambición y no morirme por ser el más famoso o ser el que más guita tenga, me hace vivir más el momento.
—Las redes son un mundo aparte, con un nivel de impunidad muy grande, pero vos sabés que a veces podés sonar fuerte o soberbio. Yo no sé si eso tiene que ver con quién sos, con un personaje, con un mecanismo de defensa que uno a veces también se puede armar cuando tuvo que salir a laburar de tan chiquito.
—Son difíciles las redes. Si no fuese una herramienta de trabajo tan importante hoy en día no estaría mucho en las redes. No digo que no me guste, es un pasatiempo que llevo bien y me gusta que la gente comente a ver qué opina. Yo no dudo de mí, entonces me muestro como soy. Después, si alguno no me conoce y piensa distinto, y bueno, que se tome el tiempo de conocerme un poquito más y después si sigue pensando lo mismo, está todo bien. Cada uno piensa como piensa.
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