De la larga lista de famosos argentinos que viajó hasta Qatar para disfrutar del Mundial, Marcelo Tinelli y Luciano El Tirri son de los más animados. El conductor dejó grabada la segunda temporada de Canta Conmigo Ahora, ciclo del que también participa su primo, y se embarcó en un contingente con destino a las tierras árabes para disfrutar de la gran cita futbolera. A su lado, en cada paso, Lolo, su hijo menor, fruto de la relación con Guillermina Valdés. Y junto a ellos, un grupo integrado por sus históricos productores Fede Hoppe y Pablo Chato Prada y otros amigos que viven el día a día entre los caprichos de la pelota y las costumbres del mundo árabe.
“Te amo tanto mi hermano del alma Luciano. Siempre juntos”, escribió Marcelo en una historia al finalizar el partido contra Polonia que replicó su primo. En una frase, en un abrazo y en dos sonrisas, definieron la relación que los une, que excede los lazos sanguíneos. Con la clasificación a octavos de final en el bolsillo, compartieron su alegría con los miles y miles de compatriotas que disfrutaron de una verdadera exhibición del equipo de Lionel Scaloni. Pero a la mañana siguiente, empezaron los problemas, unos más, de un día a día desopilante que es furor en las redes.
“Qué desastre la convivencia con El TIrri. Es muy poco eficiente. Volaron huevos, se tapó la cañería”, escribió el conductor en modo telegrama, mientras con un video documentaba la situación. En la cocina, el ex Fabulosos Cadillacs, estaba paralizado, con la puerta de la heladera abierta y los huevos estrellados en el piso. “Alguien los dejó acá, abrí la puerta y se cayeron”, se excusó el productor.
“Eran los seis huevos que teníamos para hoy”, lo retó Tinelli, pero ese no era el único problema. Se había tapado la cañería y a su juicio, su primo era el responsable: “¿No tirés más la yerba acá!”, pero en eso no parecía preocupado: “Ahora voy a llamar a los filipinos, ellos arreglan todo”, explicó con tono resolutivo.
La referencia es para los trabajadores que ya habían reparado situaciones domésticas en el departamento en el que se hospedan. Desde el primer momento, El Tirri demostró comunicarse a la perfección con los asiáticos y se mostró maravillado al descubrir que tenían palabras como “ventana”, “democracia” y “vacuna” que se decían de la misma manera que en el español. Las capacidades políglotas del músico se trasladaron también al qatarí, ya que aseguró saber cómo comunicarse con los ciudadanos locales. Aunque allí, su primo tuvo cierta desconfianza.
Para darle más credibilidad a la situación, Luciano se empecinó en lookearse como un árabe, con túnica y turbante, y recorrió las calles de Doha hasta que dio con el atuendo deseado. En su desopilante aventura, se encontró con Nati Jota, Flor Jazmín Peña y Sebastián El Pollo Vignolo, quienes tardaron en reconocerlo con su nueva vestimenta.
“Mohamed Al Sanat Tirri”, lo bautizó Marcelo, y subió la foto a sus redes. Y todo terminó con un momento desopilante cuando le estrechó la mano y le pidió la foto a un supuesto Jeff Bezos. Pero no era el dueño de Amazon, sino un turista más con un leve parecido. “El Tirri fue corriendo a saludarlo, nada que ver”, se burló el conductor.
No fue la única confusión en tierras qataríes. A Marcelo, además de las habituales pedidos de los argentinos, fue sorprendido por una turista de Houston, Estados Unidos, que en un perfecto español le pidió tomarse una fotografía. “No me conoce”, intuyó el Cabezón, acostumbrado a este tipo de situaciones y estaba en lo cierto: la señora no lo había reconocido por ser una estrella de la televisión argentina, sino que le habían dicho que se trataba de un ex jugador de fútbol y quería llevarse el recuerdo. Y el conductor le dio el gusto.
La conexión con el mundo árabe no solo se limitó a la vestimenta, sino que Luciano intentó impregnarse de sus costumbres más típicas. Así, se lo pudo ver fumando una hookah, una pipa de agua pero con tanta mala suerte que el humo despedido iba directo para el lado de Marcelo. A quien sorprendía con sus conocimientos del mundo qatarí, como lo demostró al explicar el origen de la construcción conocida como “orquídea”, que definió como “el más caro y el más emblemático de Qatar”, y un colectivo de excursiones, al que reconoció como “La calandria del desierto”.
En busca de algo de dispersión para calmar la ansiedad entre partido y partido, los adultos del grupo se embarcaron en una travesía por el desierto. Y allí, otra vez los primos tuvieron posiciones encontradas. Marcelo, documentando todo con su celular y dejándose llevar por la emoción del paisaje y la alocada conducción del chofer Zahir, quien por momentos privilegiaba las danzas típicas que salían del estéreo en vez de llevar sus manos al volante.
Esto puso algo nervioso a Luciano, que iba agarrado de la ventanilla del vehículo y una cara que dejaba entrever que no lo estaba pasando de la mejor manera. Al terminar la aventura, se cruzaron con un grupo de compatriotas que habían aprovechado el descanso de la Scaloneta para disfrutar de un rato de esparcimiento: “Esto es lo más parecido a Pinamar, Necochea, los balnearios argentinos”, concluyó el productor.
Hasta el momento, el único momento de tensión en el viaje fue en la previa del partido con México y nada tenía que ver con lo decisivo del choque, en el que si la Selección perdía quedaba eliminada: ocurrió por un inconveniente que lo obligó a evacuar de urgencia el lugar en el que se alojan varios argentinos.
“Empezó a caer agua por todo el edificio. Una locura. No podemos bajar. Ojalá lo paren. Me mando a bajar por las escaleras”, escribió Marcelo mientras mostraba las imágenes del ascensor con todo el piso inundado. En el video se lo escucha decir: “Se activaron las alarmas. Hay agua por todos lados, no sé qué pasó. No sé qué hacer. Por suerte Lolo se fue a jugar”, afirmó con el alivio de que su hijo estaba a salvo.
Los primos, junto a Fede Hoppe, la periodista Alina Moine y otros habitantes del edificio debieron bajar a las corridas los 18 pisos que los separaban de la planta baja, y cuestionaron cierta parsimonia en la reacción de los empleados: “El agua cae como una cascada por la escalera y por el ascensor. Y para ellos no hay problema. Es de locos”, señaló Marcelo. Por su parte, Luciano, visiblemente molesto, contaba que había subido una persona con un secador de pisos para “solucionar” el inconveniente. Y terminaron con una situación fellinesca: mientras el agua salía a borbotones, al hall del lugar arribaba un repartidor con dos pizzas.
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