El apoyo de Carolina Peleritti a comedores y merenderos: “Este país condena a los chicos a no tener comida”

La actriz estuvo en la plaza de Congreso apoyando la ley Pancitas Llenas. En diálogo con Teleshow, se mostró dolida por la realidad que afecta a cada vez más niños y conmovida al hablar con las mujeres que día a día preparan comida para quienes más lo necesitan

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Carolina Peleritti (Foto: Instagram)
Carolina Peleritti (Foto: Instagram)

“El alimento, no es solo dar de comer, es dar nutrición y amor a los chicos que no lo tienen por su situación de vulnerabilidad, darles un plato de comida es darles amor y es su derecho”, dijo Carolina Peleritti en diálogo con Teleshow, luego de haber estado en la olla popular que se realizó en la plaza del Congreso, en apoyo a la ley Pancitas Llenas. Junto a ella estuvieron otros artistas como Daniel Araoz y Antonio Grimau. Pero lo más importante y a quienes ella quiere resaltar: estuvieron los hombres y mujeres que todos los días ponen su corazón, trabajo y dedicación para darle de comer a miles de chicos en cientos de comedores de todo el país.

“Me enteré hace un año y medio del proyecto de ley, me empecé a interiorizar y cada vez que hacen alguna acción trato de visibilizar, pero lo que pasó en la plaza fue muy contundente, fue la primera vez que me encontré con la asociación de madres de comedores y merenderos, que llegaron al Congreso desde sus lugares haciendo un gran esfuerzo para poder estar presentes”, dijo la actriz a este sitio. El proyecto, que está en Diputados fue impulsado por Julio González, dueño de la empresa alimenticia Oralí y consiste en que las empresas que más crecieron en los últimos 30 años aporten el 0,04 por ciento de sus ventas a un fondo fiduciario para que los comedores comunitarios y merenderos tengan un ingreso monetario para sostenerse.

“Fue estar cerca de las personas que todos los días se ocupan de cocinarle a chicos, chicas y gente mayor que se acerca a los comedores, y que para ellos es una lucha y muestra de amor cotidiana, teniendo sus casas y sus vidas, tratando de llevar alimento todos los días. Cuando uno conoce a la gente es diferente, los ve a los ojos y puede entender realmente la realidad que atravesamos como país en cuanto al hambre”, reflexionó con el corazón la actriz.

Carolina Peleritti estuvo en la
Carolina Peleritti estuvo en la plaza del Congreso acompañando a comedores en una olla popular por el apoyo de la ley Pancitas Llenas

Aquel día, además, acompañó a las madres de los comedores a reunirse con algunos diputados que apoyan el proyecto y quedó impactada: “Ellas pusieron en palabras realidad que cada día tienen que atravesar para llevar alimento y que nadie se quede sin comer, lo que tendría que ser una política de Estado, pero de lo que nadie se ocupa. Cuando las vi hablar sentí que más allá del tiempo que se tarde en dictaminar el proyecto, hay una realidad ques urgente que se podía ve en sus ojos”.

“Cuando ves más allá de las palabras a esa mujeres hablando a los ojos no hay duda que es un tema de todos, que no podemos seguir en un país que todos los días condena a los chicos a no tener comida en su plato”, dijo y aclaró que no habla como “artista”, sino que cuenta lo que vivió como persona porque salió conmovida.

Lamentablemente la situación se repite y ella lo nota día a día en la calle pero estar en el Congreso abrazando la causa fue un golpe de realidad: “Fue contundente ver a cada madre, para ellas es fundamental una ley porque es una situación desesperante, no pueden estar esperando cada día donaciones, tampoco pueden solo dar alimentos secos, los comedores necesitan dinero para poder comprar frutas, verduras, es nutrición, para que los chicos crezcan, no solo no tengan hambre. Estos niños, serán las personas que nos van a llevar como país, quien tenga un niño a su cargo sabe lo que necesita para ser feliz y crecer y un plato de comida, es también una forma de dar amor”.

Carolina Peleritti junto con la
Carolina Peleritti junto con la gente de Soñadores Unidos en Diputados (Foto: diputado Juan Marino)

Entre esas mujeres estaba Gloria, de 53 años, del comedor La Casita de Barrio Mitre, ubicado en San Miguel. Ella fundó el lugar en el 2010 como una forma de dar lo que le hubiera gustado recibir cuando en el 2001 ella y su marido se quedaron sin trabajo, una de sus hijas tenía que realizar un tratamiento de quimioterapia y la familia luchaba por un plato de comida.

Entre niños y adultos, unas 480 personas van al lugar tres veces por semana en busca de una vianda y desayunos: “Esto me surgió porque yo la sufrí mucho entre el 99 y el 2001. La peleé con el hambre, sé lo que se sufre, la problemática es visible y veo mucha gente que sale a cartonear con sus hijos. Empezamos haciendo desayunos de lunes a sábados y apoyo escolar, empezaron viniendo entre 40 y 60 chicos y salía de nuestro bolsillo todo, era lo que podíamos hacer, después empezamos a hacer almuerzo y merienda los sábados y con la pandemia empezamos con las viandas, ayudando a las familias que ya no podían venir”.

Aunque desearía que no necesitaran que se promulgue la ley Pancitas Llenas y que no hubiera necesidad de comedores, no es así. “Viene gente de todos lados, y cada vez más, muchos tienen ayuda del Gobierno, pero no alcanza”. Actualmente en La Casita son 25 personas atendiendo a quien lo necesita, además amasan y tienen un emprendimiento de panificados --venden pre pizzas, bolitas de fraile y rosquitas- que les da dinero para poder comprar alimentos perecederos como verduras o carne. La provisión de alimentos secos está satisfecha gracias a las donaciones de privados: “No alcanza, pero hacés que rinda y todos aportamos un poco”.

Qué se da de comer, para ella es importante y cocina como si lo hiciera para sus hijas: “No solo hacemos guiso, tratamos de dar lo mejor para que la gente no se sienta mal, me acuerdo en mi época que ibas y veías lo que te daban y se lo tenías que dar a tu hijo y te encontrabas con cualquier cosa, tratamos de hacer lo mejor comida, el mejor guiso. El otro día horneamos 480 empanadas y 60 tartas, por ejemplo”. Al terminar de hablar haría ravioles y para la semana entrante tienen pensados unos medallones de arvejas.

A fines de octubre se
A fines de octubre se realizó una olla popular en la plaza del Congreso para apoyar la ley Pancitas Llenas

Sobre Pancitas Llenas, dijo: “Me llega mucho porque si sale, los comedores tendríamos una tarjeta para poder comprar lo que nos falta”. Su labor, no termina en el plato, también dan apoyo escolar para quien lo necesite. Además de chicos actualmente hay por ejemplo 20 adultos preparándose para terminar la primaria, hay talleres de electricidad, muralismo y demás oficios. “Es que cuando alguien no tiene para comer, no piensa ni en qué va a hacer la semana que viene, sino en la noche, los papás están agradecidos con el espacio que les damos”.

Su labor “cuesta”, pero la devolución bien lo vale: “Cuando hacés las cosas con amor y ves que llega a los corazones... la venimos luchando hace años con amor y dedicación, somos un lindo grupo y todos tiramos para el mismo lado”. Gloria se emocionó al recordar un ejemplo de todo lo que recibe por su entrega: “En el 2016 empecé a hacer almuerzos con los chicos los sábados y una vez me tocó que venía mal de salud, tengo cáncer y estaba cansada de la quimio, no quería más y mi marido y mi hija me llevaron a los chicos el viernes a la tarde, al día siguiente cociné para ellos”.

La ley Pancitas Llenas propone
La ley Pancitas Llenas propone que las empresas que más ganaron en los últimos treinta años realicen una donación del 0,04 por ciento a comedores

“Amo lo que hago, me gusta la ley esta, mis hijas ya son grandes, tienen 28 y 30 y tienen su familia, pero yo lucho por lo que me pasó en su momento, sé lo que es no tener”, dijo y recordó que en el 2001 cuando la vida la había puesto del otro lado “ni las Iglesias te atendían” y que es por eso que sabe lo valioso que es tener comedores comunitarios capaces de atender a quien lo necesita: “No quiero volver al 2001″.

En ese momento, ella y su marido estaban sin trabajo y su hija tenía leucemia: “Me pasaron muchas cosas y no tenía nada, me cerraban puertas, por eso en La Casita no hay cupo, porque sé que si alguien golpea nuestra puerta es porque tiene una necesidad”. Tiempo después de tocar fondo, ella consiguió trabajo en una casa de familia y luego su marido: “La fuimos remontando, pero era feo subirme al tren con mi hija mal y que los guardas me bajaran por no tener boleto. Ojalá no existieran más comedoras ni merenderos, pero la realidad es que hay hambre y que se necesita”.

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