“Gracias por permitirme vivir este momento en medio de este caos”, dice Wos mientras toma un poco de aire, mira a la multitud que se juntó bajo sus pies y se cuelga una guitarra. Aunque asociada a La Paternal, la cancha de Argentinos Juniors queda estrictamente en Villa General Mitre: aquí es donde el artista alcanzó status de estadio y a la vez corona un mes histórico para el rap argentino, iniciado con la serie de Duki en Vélez.
El de la guitarra, para acompañarse en la punk pistolera “40″, no fue un gesto complaciente a la tribu rockera que lo adoptó desde temprano, sino que tiene que ver con sus raíces, con el bagaje desde donde moldea su estética, esa que le valió no pocas acusaciones de ser conservador en su audio.
Pero a diferencia de muchos de sus pares generacionales, que arrancaron su transición como artistas rapeando sobre una pista y ahora en el vivo se presentan al frente de bandas de rock, Wos nunca escondió su manera de ser, desde su primer recital (febrero de 2019, en el Cosquín Rock y en paralelo a su último año como freestyler de batallas) que se lo ve saltando adelante de una formación tradicional de bajo, batería, guitarra y teclados.
Estamos en el Diego Armando Maradona, pero el estilo de Wos es más cercano al de Lionel Messi que al del símbolo de 1986: puertas adentro es tímido, no es impulsivo, ni impredecible, ni explosivo a la hora de declarar y aunque su experiencia con sustancias se percibe creativa (ahí está la tripera “Convoy jarana”) lejos parece estar de la autodestrucción. Y cuando entra a su cancha, al escenario, es implacable, imparable, indomable.
Con Fran Azorai, Natasha Iurcovich, Tomi Sainz y Facu Yalve parados sobre una escalinata blanca, Valentín Oliva -tal es su nombre real- fue rebotando entre sus distintos colores: desde una oscuridad ricotera (el arranque con ”Buitres” y “Luz delito”) a una psicodelia introspectiva (”Pared de cristal”) en la que su flow volcánico y rapaz es la estrella. Y en su primer show de estadio, Wos aprovechó cada recurso escénico para acentuar su concepto: sobre el techo, una parrilla de luces subía, bajaba y parecía la base de una zapatilla, una bota, un pie que presionaba hacia las cabezas de los músicos, queriendo pisotear esas líricas de dientes apretados.
Para “Puaj” y “Fresco” los tapones de esa suela imaginaria mutaron a bolas de boliche y el clima quedó a punto caramelo para recibir a la primera invitada de la noche: Nicki Nicole acompañó a Wos en la poptimista “Cambiando la piel”, que tuvo un remate de papelitos plateados estallando en el aire.
Por momentos, el audio de la voz del rapero quedaba por debajo del coro de la multitud, que no en pocas ocasiones reclamó más volumen. Eso fue más notorio en el momento reflexivo / baladístico, en el que la banda se vio aumentada por unas cuerdas y por la guitarra acústica de su hermano Manuel Oliva, bloque correspondiente a “Mirá mamá” y “Algo del vacío”. Para “Arrancarmelo”, sin dudas uno de los hits de este año, Wos y Evlay pasaron al frente de la pasarela que dividía al campo para entregar una versión conmovedora, todo lo íntima que pueda ser al estar rodeados por unas 30 mil personas.
El rap volvió apenas después, primero con un freestyle de beatbox para batirse a duelo con el baterista, y luego convidando el escenario a sus colegas Acru, Zone y Klan en el momento oldschool de la noche, que encontró su remate con “Animal”. “Fuerte el ruido para el hip-hop argentino”, pidió Acru en una de las barras de su improvisación para festejar este presente de la música actual.
Wos se fue de la escena y en las pantallas se veía cómo se preparaba para la siguiente: vistiendo traje azul y peluquín, en “Canguro” volvió a interpretar al político predicador sobre el atril que compuso para el videoclip, provocando uno de los altos momentos de catarsis. El otro había sido “Que se mejoren”, también perfumado por una solapada crítica al sistema. “Para todos los giles que lastiman a nuestro país y los países de América” y “Esta es para los mezquinos del corazón”, dijo Valentín de cada una al finalizarlas.
Más cerca del rap conciencia que del hedonismo bolichero que manejan otros ex Quinto Escalón, su manera de ver la calle -a veces señalada de “progre”- conecta con ese público que creció al calor del rock de los 90s. Unos trapos provenientes de San Martín flotaban entre el campo, las rondas de pogo se abrían cada vez con más frecuencia y los bloques temáticos eran separados por instrumentales misteriosas, casi pinkfloydeanas. Aspecto que terminó de quedar de relieve con la coda coral que tuvo “Mugre”, a cargo de AfroSound Choir, habituales colaboradores de Wos.
Parado sobre la plataforma que antes era opresora, el rapero encaró su perfil más autóctono -subrayado en su último disco Óscuro Éxtasis, ganador del Gardel de Oro y leitmotiv de esta gira- con “Gato negro” y después con “Culpa”, en la que apareció Ricardo Mollo para bendecir a esta generación con su guitarra y vozarrón. Mientras el líder de Divididos hacía un solo galáctico, Wos se sentó para admirarlo, tomar aire y tal vez flashear con el aval que estaba recibiendo de parte de uno de sus ídolos musicales frente a su público.
Después de “Terraza” y “Melón vino”, el pico emotivo de la noche que provocó algunas lágrimas entre el público, llegó una última descarga de energía de la mano de Ca7riel, quien se sumó a los saltos de Wos y remató la piletera “Niño gordo flaco” con un chispeante solo de guitarra.
Cuando la figura de la noche amagaba con irse, el público empezó a corear “Púrpura”, con la que suele finalizar sus shows. Un deep purple en luces y pantallas para “la danza de los que resisten bailando aunque quieran que no seamos nadie”, conformada por distintas generaciones que proyectan en este artista de 24 años una remozada forma de rebeldía. Y que este sábado a la noche repetirá la gesta en el Diego Armando Maradona.
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