“¿Qué te pasa, Rosarioooo?”, aulló Germán Daffunchio mientras se colgaba la guitarra para arrancar con “Desaparecido”, primera canción de Las Pelotas en el set que prepararon para el Festival Bandera. Aunque en otro tono, la pregunta que Fito Páez le hizo a Buenos Aires, ahora el ex Sumo se la planteó a la ciudad que albergó por tercera vez esta reunión en torno a lo más fresco de la escena local y algunos de los nombres fuertes del mainstream nacional.
“No saben qué placer es estar tocando acá. Rosario es mi segunda ciudad... No sé cuál es la primera”, bromeó Daffunchio más adelante, apenas después de “Orugas” y en complicidad con el público. Fue el momento en que se registró el pico de convocatoria en la noche del sábado 22: 20 mil personas agotaron las localidades y coparon cada centímetro de pasto y arena en el enorme predio del Óvalo del Hipódromo, pegado al Parque Independencia, jurisdicción indudablemente leprosa: de fondo, una tribuna del Marcelo Bielsa saluda.
Entre las muchas cosas que destacan a Rosario, hay un detallecito urbano que siempre llama la atención del visitante porque expone la territorialidad futbolera: a un poste de luz pintado de azul y amarillo (de Rosario Central), le sigue uno rojo y negro (por Newell’s Old Boys). En el Bandera, en cambio, no hubo divisiones de ningún tipo entre el público pese a lo ecléctico del menú, servido desde temprano bajo un sol picante que con el correr de las horas mutó en noche gélida y con el viento del Paraná levantando polvo.
La música en los escenarios Este y Oeste, los principales, se sucedió en perfecta continuidad, con apenas segundos de silencio como transiciones. Saramalacara y Taichu, dos de las apariciones femeninas más rutilantes de los últimos años, se presentaron como aparentes opuestos. La primera, integrante de la RIP Gang, con su tímidez escapada de un animé rebotó entre el glitch y el pop con energía punkie que imprime en sus canciones 100% hijas de la Internet, como “TOMBOY” y “BBYNOSE”. La otra, ex RG, en plan pantera sexy y muy enfocada en pelar rapeo, así decida encarar por el bounce (”Tic Tac”), el reggaetón (”Gabbana”) o incluso para hacer un shout-out a Katy Perry (cover de “I Kissed a Girl”). En sus shows se escuchó “Water”, la colaboración que grabaron en 2020: en el set de Sara fue más parecida a la original, mientras que en el de Taichu fue más agresiva y rockera. En ambas ocasiones, se fundieron en un abrazo de amigas.
La llama del cancionero deforme y entrañable de El Kuelgue (“Circunvalación”, “Bossa & People” y “Parque acuático”, una de las favoritas de su público), dejó el clima justo para esa orquesta funky caliente que es Groovin’ Bohemia, quienes cerraron su momento con una versión extasiada de “Nextweek” (Sumo). “Estamos cansados de respirar humo y que nos prendan fuego las islas. Repudiamos a los que las provocan y se llenan los bolsillos”, dijo el cantante Nicolás Chiocca para denunciar una vez más el drama ambiental generado por las quemas sin control en la zona.
Como no podía ser de otra manera, el primer show nocturno de la jornada fue el de Dillom. En modo festival y sin la parafernalia que monta en torno al concepto Post Mortem, quedó de relieve la solidez del repertorio y la de la banda. No hicieron falta pantallas extra, fantasmas colgando ni botes para contagiar un pogo terroso (“Pelotuda”; “Rocketpowers”, con Saramalacara), emocionar (”La primera”) o forrear a la escena (”Sauce”). Ni se privó de algunos chiches recientes, como la intro de “Una vela” (Intoxicados) para “Rili Rili”, la melódica para “Bicicleta” o el solo thrash de Gringo antes de “1312″. Tampoco faltó su look terror-grunge con el que empezó y del que fue sacando capas hasta quedar en cuero y frente al público para el cierre con “220″.
Contagiado por la inyección rockera & hitera que segundos antes había aplicado Guasones (quienes hicieron rodar desde clásicas como “Una noche más” y “Farmacia” hasta novedades como “El huracán”), Santiago Motorizado salió a escena con El mató a un policía motorizado saludando con el “Y qué tristeza hay en la ciudad, amooorrr” (“Reyes de la noche”) como intro a los primeros acordes de “El nuevo magnetismo”. Las bandas platenses jugaron de local y signaron el recambio generacional entre el público. Hasta ese momento, mayoría de sub 20s efervescentes. Desde ahí, personas que peinan canas y que prefieren contemplar antes que saltar. ”A ver si los levantamos con esta”, los apuró Gabriela Martínez, de Las Pelotas, antes de “Cuándo podrás amar” y al percibir cierta quietud en el campo.
Casi a la medianoche, Babasónicos desechó las fórmulas festivaleras. Aunque no escatimaron varias de su catálogo una-que-sepamos-todos (“Deléctrico”, el tándem “Carismático” / “Yegua” y “Sin mi diablo”, fueron las únicas que lograron sacudir a la multitud), desde el vamos pusieron el foco en Trinchera, el excitante e inquietante disco que publicaron este año: la propuesta hedonista de “Bye Bye” fundida con la de “Los calientes”, la intriga guiada por el pulso de Diego Tuñón y Panza Castellano en “Mentira nórdica” y el zig zag vocal para darle pelea a la muerte en “Anubis”.
El álbum acaba de ser actualizado con el nombre Trinchera Avanzada. De este corregido & aumentado estuvo presente, claro, “Trinchera”. ¿Cuántas veces se puede repetir una palabra en un párrafo? Siguendo la lógica babasónica, todas las que sean necesarias: “Las canciones serán la trinchera de nuestros días”, asegura Adrián Dárgelos y esa resistencia -acaso la única forma de existencia posible para esta esta banda treintañera- quedará sellada para la posteridad.
A un costado, llegando al fondo del predio, con un pasillo de barras que expedían bebidas y menúes desde hamburguesas hasta opciones veganas, se erigía un escenario más pequeño con una propuesta más alternativa y aun más variada.
Unos desajustes técnicos durante los shows de Los Pérez García y Benjamín Amadeo retrasaron una programación que tuvo como destacados la fuerza afable de Zoe Gotusso, quien terminó cantando entre su gente y a cocochito de un fan; la leyenda rocker de Killer Burritos, liderados por Coki Debernardi, que presentó 9 de los 10 temas de su reciente álbum Fugitivo y cerraron con “No toquen” en la víspera del cumple # 71 de Charly García; Broda, un vital colectivo artístico rosarino que puso en escena a los rappers Joako 22, Chulimane -con cierta notoriedad en Buenos Aires luego de sus collabs con El Doctor- y Mutu, con sets individuales acompañados por una backing band; y un cierre brutal con Acru, que convidó mic a rimadores locales como Brapis y Nasir Catriel, y desplegó joyas propias como “Monoblock” para asentarse cada vez más alto en el firmamento del rap argentino.
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