Barcelona, Madrid, París, Ciudad de México, Guatemala, Montevideo, Lima, Santiago, Salta, Tucumán, Rosario, Mendoza, San Juan, Bahía Blanca, Mar del Plata, Neuquén, Córdoba... Las ciudades y sus carteles pasan a toda velocidad. No hay tiempo de más, hay que seguir conquistando territorios y corazones. En esas andan los Bandalos Chinos, embarcados en una gran gira nacional e internacional con El Big Blue, su nuevo disco de estudio, como excusa. Y a bordo de estas canciones es que este sábado 22 debutarán en el Luna Park, con entradas agotadas.
En el álbum, la banda continúa buceando en sus raíces pop pero con nuevos recursos que fueron ganando en el camino. Así, surgieron nuevos hits irresistibles para su tribu, como “Una propuesta” y “Cállame”, nuevamente comandados por el ojo clínico y las cartas de tarot de Adán Jodorowsky en la producción. Él fue quien les sugirió grabar en modo vieja escuela: en cinta, con tomas en vivo y todos juntos tocando en un mismo espacio, prescindiendo de sobregrabaciones.
“Algunos temas salieron después de 15 tomas, pero lo que se escucha es una toma de todos, grupal. No es que regrabamos cosas arriba… Quizás algunas voces, algunos coros. Ya no se hace más eso de grabar las voces principales de una, porque aprovechás la tecnología de poder apretar rec un millón de veces. En esta ocasión, quisimos hacerlo crudo, a la antigua, con los errores que sucedieran, abrazandolos”, le explica Salvador Chapi Colombo, tecladista de BACH, a Teleshow.
“Elegir la mejor toma grupal es bastante terapéutico, porque obviamente en general cada uno primero escucha su instrumento y después escucha el general. Y esta vez hubo que escuchar el general de una. Vos podés ensayar, pero en el momento que sabés que está grabando, ahí te empieza a temblar todo. Es interesante lo que pasa”, sigue Chapi. A su lado, el cantante Gregorio Goyo Degano coincide. “La primera toma tiene esa frescura de que no lo estás pensando tanto y por ahí ni te dabas cuenta de que estabas grabando. Y después empezás a entrar en una tensión, una repetición constante”, comenta.
“Creo que este método responde al encierro del que veníamos. Se inventaron un montón de aplicaciones y la tecnología avanzó un montón, pero no apareció una aplicación para ensayar con tu banda desde tu casa. Intentamos un montón de formas de mantenernos activos entre nosotros. Pero cuando volvimos al estudio, fue lo más natural. ¿Qué podemos hacer que no pudimos hacer durante el encierro? Bueno, toquemos todos juntos. Y eso termina conceptualizando un poco el disco”, teoriza el cantante.
—¿Con qué los sorprendió Adán en este trabajo a la hora de producirlos?
—Chapi: Esto de grabar en vivo sin click y sin la compu. Veníamos de grabar en click todos, por separado, bien clínico... Y esto fue lo opuesto. Fue: “Bueno, ¿ustedes dicen que son músicos? Entonces toquen”. Fue algo ahí del momento. Sacó las cartas del tarot y dijo: “Vamos a grabar todos juntos, en cinta, sin click…”. Ya lo tenía re pensado, obviamente.
—Pero les hizo el show...
—Goyo: Nos hizo toda la perfo, ¡olvidate! Andaba todo el día con el mazo chiquitito de cartas en el bolsillo de la camisa y tiraba las cartas. Y obvio, compré la full experience en el desierto, con el chabón tirando psicomagia. El aporte de Adán, además de musical y creativo, termina estando ahí, en lo humano, en cómo llevar adelante el grupo. Él termina siendo blanco de un montón de nuestras emociones, que son las que van surgiendo a lo largo de una grabación. Y la verdad que lo maneja, lo lleva con creces y nos va guiando en el proceso desde un lugar muy amoroso. A la vez, es cero condescendiente, nos empuja y nos lleva al límite todo el tiempo.
—¿Cuál fue la emoción que predominó en la grabación?
—Goyo: En mi caso, hubo una sensación de nostalgia esperanzadora. Nos estábamos volviendo a encontrar en el estudio. Había pasado todo lo que ya sabemos que pasó. Fue lindo porque tuvimos una experiencia distinta en el estudio, nos dieron una casa alejada en Sonic Ranch (un estudio ubicado en Tornillo, Texas) y teníamos nuestro propio espacio. Fue muy potente convivir todo el tiempo con la grabación y con nosotros mismos.
—Chapi: En algún momento del proceso dijimos: “En este disco vamos a tomar todas las decisiones rápido, así nomás”. Y así fue: decidimos todo rápido. “Esta es la tapa, ¿están todos de acuerdo? Sí, dale”. Hubo algo como de sacárselo de encima. Ya discutimos demasiado por muchísimas cosas y quizás la música es lo más importante. Justamente, había que cuidarlo, había que cuidarnos…
—Goyo: Fue sanadora la experiencia. Veníamos de charlar mucho entre nosotros acerca de qué es lo que nos movió, cuál es el motor de este proyecto, de volver a enamorarnos de la música, de estar juntos, de tocar en vivo. Estar mucho tiempo juntos, todo el tiempo de gira, obviamente va generando rispideces y necesitábamos una instancia sanadora como esta. Y yo creo que lo fue.
“Siempre parece que se van a extinguir las bandas de rock y nunca sucede. Estar en banda tiene un montón de cosas lindas y también muchas complicadas, pero es lo que somos y lo llevamos con mucho orgullo”, reflexiona Goyo acerca del trajín de girar los seis juntos: además de él y Chapi, el grupo lo completan Tomás Verduga, Matías Verduga, Iñaki Colombo y Nicolás Rodríguez del Pozo.
—¿Se complica la convivencia en una gira tan larga?
—Chapi: Por un lado es algo muy soñado y fantaseado por cualquiera que hace música desde chico. Todo lo que pensás que va a pasar, pasa y está buenísimo. Y después hay un montón de cosas que no calculabas y nadie te avisó, pero son parte de esto y tampoco son tan trágicas. Es convivir con tus hermanos, con peleas, discusiones, silencios…
—Goyo: Se vuelve un poco difícil estar lejos. Pasan cosas donde dejás a tu familia, a tu círculo, tu vida. Esta gira es muy desafiante a nivel físico y emocional, pero llegamos a lugares en donde no nos imaginamos que cantaban nuestras canciones así. Es verdad que se mezcla toda la parte del laburo y lo humano, pero el hecho que estemos todos juntos todo el tiempo, hace que se vuelva mucho más efectivo porque no te podés escapar y si pasa algo, lo charlás: no podés estar dos días enroscado con alguien viéndolo en el desayuno, en el almuerzo, en la prueba de sonido, en el show… Se vuelve muy gede esa parte, entonces nos vuelve súper resolutivos.
—Y ahora llega el Luna Park. ¿Tienen recuerdos estando ahí como público?
—Goyo: Yo fui a ver los 15 años de Cultura Profética con mis amigos.
—Chapi: (se ríe) ¡Qué chalón!
—Goyo: Sí, sí, cuando empezábamos a fumar porro y me acuerdo que un gran amigo, que al día de hoy trabaja con nosotros, pero que no lo voy a quemar, le dio la pálida y lo tuvimos que llevar ahí… Mientras sonaban los hits de Cultura, lo tuvimos que llevar a la carpa médica a que lo asistieran.
—Chapi: Yo fui poco al Luna, pero tengo recuerdos más de Disney On Ice o esas cosas medio de percusiones, que venían, como si fuesen una Bomba de Tiempo, pero con escobillones, pelotas de básquet...
—Los Stomp.
—Chapi: ¡Sí, Stomp! Zarpado era.
—Goyo: Estoy re manija con este show. Es muy zarpado que estemos preparando un show en el Luna. Me lo imaginaba de pibe, me parecía algo inalcanzable y lo cierto es que va a suceder. Paso por la puerta del Luna con el auto, toco la bocina y me re cebo… Va a ser un show emblemático para nosotros, con todos los temas de nuestro repertorio. Nos estamos generando mucha expectativa, que no sé si está tan bueno, pero es lo que pasa. Estamos muy contentos de poder plantear objetivos y decir: “Vamos a presentar el disco en el Luna” y estar armándolo. Para nosotros, que somos un proyecto esencialmente autogestivo, independiente, está buenísimo.
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