Desde antes de nacer, más de uno podía prever que la vida de Viggo Mortensen sería menos común que la del común de los mortales. Nació el 20 de octubre de 1958, hijo de Grace Gamble Atkinson una estadounidense, y de Viggo Peter Mortensen un danés. La pareja se conoció en Noruega pero se casaron en los Países Bajos. Viggo era un bebé cuando la familia se mudó a Venezuela y a los tres años se instalaron en la Argentina. Anduvo por las provincias de Córdoba, Chaco y Buenos Aires hasta que sus padres se separaron. Con once años se estableció con su mamá en Nueva York, luego pasó un tiempo en un pueblo en la frontera con Canadá y otro en Dinamarca. De esa mezcla de culturas le quedó una facilidad maravillosa con los idiomas. Políglota, habla perfecto español, inglés, francés y danés, pero además se comunica en árabe e italiano y tiene nociones de ruso, alemán y catalán. Compruébelo el lector.
No solo domina idiomas, además cuenta con dos licenciaturas, una en Ciencias Políticas y la otra, en lengua española por la Universidad de St. Lawrence (Nueva York). Lejos del estereotipo de “ratón de biblioteca” además fue capitán del equipo de tenis universitario. Le faltaba el casillero de “comprometido con su tiempo”. Lo completó en la fiesta de graduación cuando se negó a ponerse las togas como protesta por la precariedad de las costureras que las fabricaban.
Ya recibido decidió marchar a Europa. Anduvo por España, Inglaterra y Dinamarca, donde trabajó como conductor de camiones en Esbjerg y vendió flores en Copenhague. Después de dos años, volvió a los Estados Unidos para formarse como actor. Estudió interpretación en Nueva York y actuó en varios teatros de la Gran Manzana, de allí se mudó a California para probar suerte en el mundo del cine. No fue sencillo. Se presentó sin éxito a “unos 25 o 26 castings” para hacer películas. “En la mayoría llegaba a formar parte de los dos o tres finalistas y me decía: ya está, lo voy a conseguir. Y nada, me acababan ofreciendo papeles menores. Pero me presentaba pensando que si no funcionaba no pasaba nada. Hay que ser testarudo y no perder el sentido del humor. Si realmente quieres hacerlo lo conseguirás”, contó en una entrevista con la agencia EFE.
La primera película en la que apareció fue Testigo en peligro, pero tuvieron que pasar quince años hasta su triunfo planetario con El señor de los anillos. Lo curioso es que no aceptó el personaje por sugerencia de un representante ni por quedar encantado con el guion sino porque su hijo Henry, que entonces tenía 14 años, lo entusiasmó con el personaje. “Tenés que hacerlo”, le dijo/ordenó cuando supo que Aragorn. “No sabía si iba a resultar un éxito comercial pero sentí que era una cosa importante y hoy, estoy contento de haber aceptado”. Después de haber compartido set con él, Elijah Wood lo describió: “Viggo resulta inspirador. No solo es talentoso y brillante, sino que además es cariñoso, dulce, leal; da y recibe… Sin duda una de las mejores personas que he conocido nunca”.
Su compromiso con su actuación es legendario. Como relató Vanity Fair, antes de empezar Promesas del este se fue de mochilero por Moscú, San Petersburgo y los montes Urales para comprobar la autenticidad de sus diálogos en ruso. Llegó al set de Capitán fantástico en su canoa y con una pila de libros para decorar la vivienda de su personaje. Para prepararse para Jauja, viajó a Dinamarca y encontró el uniforme que su personaje habría llevado: uno que solo llevaron los soldados que combatieron contra Prusia en la década de 1850. Para sentir la incomodidad de La carretera, empapaba sus zapatos en agua antes de cada toma. Cuando atropelló a un conejo en Nueva Zelanda, lo desolló, lo cocinó y se lo comió. Cuando interpretó a un mudo en La pasión de Darkly Noon, pasó semanas sin hablar e incluso cuando hablaba con su hijo por teléfono solo respiraba al auricular.
Lo que ganó en la trilogía de El señor de los anillos no lo invirtió en mansiones, aviones, vinos caros o viajes estrafalarios. Nada de eso, en 2002 fundó Perceval Press, una editorial que publica obras de poetas y artistas poco conocidos. Así edito una Antología de poesía argentina y sus propios poemas que escribe en español desde los ocho años. Es que a Viggo, la varita del talento lo tocó no una sino reiteradas veces. Pinta muy bien, saca mejores fotografías, compone música y canta aunque esto último es lo único que no hace del todo bien.
De su infancia en la Argentina, Viggo mantiene no solo un marcado acento “argento” también toma mate “todo el tiempo y sin azúcar”, prepara dulce de leche casero y escucha tango antiguo. Tiene una muy buena colección donde se destaca Ada Falcón.
Su pasión/fanatismo por San Lorenzo es legendaria. Comenzó en su infancia argentina cuando José Areán, Victorio “el manco” Casa, Horacio “el loco” Doval y Héctor “Bambino” Veira apodados “Los Carasucias”, fascinaban por su atrevimiento, audacia ofensiva y juego creativo. “Me gustaba cómo jugaban pero sobre todo cómo luchaban”, recordó el actor. Así nació su pasión y eso que su padre solo lo llevó a la cancha una vez y la experiencia no fue la mejor. “Tendría cinco años y fuimos a ver un partido a River. Le digo a mi padre ‘está lloviendo’ y él me contesta que no. ‘Sí, papá está lloviendo’. Lo que parecía lluvia en realidad era un hincha que me estaba orinando”.
Cada vez que aterriza en Buenos Aires, desde la primera vez en el 95, le pide al taxista o a quien lo vaya a buscar, que primero lo lleve hasta donde era el Gasómetro en Avenida La Plata. No importa el horario, se baja en la sede, camina de una punta a la otra. “Recién siento que aterricé en Buenos Aires cuando puedo tomarme un café en el bar que está ahí cerca. Después de eso ya puedo ocuparme de todo lo demás”, confesó cuando estrenó la película argentina Todos tenemos un plan. Un detalle: Ana Pierbarg, la directora del film, le dio el guion de la película cuando coincidió con él recogiendo a sus hijos en la pileta de San Lorenzo.
Cuervo conocido y reconocido, el productor y periodista Axel Kuschevatzky, el periodista argentino que más veces cubrió los Oscar, le contó a Infobae que cada vez que se encuentran el actor lo saluda con un “¡Cuervoooo!” ya que ambos son del Ciclón. “Mucha gente cree que lo de él es pose, pero cuando lo conocés te das cuenta que no. Vas a un rodaje y preguntás dónde está filmando y los técnicos te contestan ‘donde está la bandera de San Lorenzo’.
Ni hablar de las veces que introduce elementos de su equipo en las películas. Desde vestirse con esos colores o como en la película Green book escribir en una pared “CASLA”. Kuschevatzky también recuerda la vez que al terminar de filmar el western Appaloosa la protagonista, Renée Zellweger le regaló a Viggo unos gemelos de plata grabados con la sigla CASLA. El actor le agradeció el gesto y le preguntó “Renée ¿cómo te diste cuenta que soy de San Lorenzo?”. “Porque tenés puesta una bandera de dos metros en tu camarín, Viggo!” fue su lógica respuesta.
Otra anécdota increíble fue relatada por el mismo Viggo. Era el 2008 faltaban tres días para la Navidad y el actor pasó a buscar a su hijo, Henry, por Nueva York para ir a celebrar a la casa de su abuelo. Nevaba y Viggo esperaba en el auto, cuando su hijo sube le dice: “En dos horas sale un vuelo a Buenos Aires, ¿qué te parece si vamos para allá y conocés la tierra donde pasé la infancia y sobre todo vemos la final del triangular entre San Lorenzo y Boca. Estamos 48 horas y volvemos para celebrar con tu abuelo?”. Así lo hicieron. “En otro viaje conocé el Obelisco, la tumba de Evita y lo que quieras pero hoy conocé la pasión”, le dijo el padre a su hijo luego del partido y tomando un café en San Juan y Boedo.
De fuertes convicciones no duda en decir lo que piensa. “Me tildan de traidor, comunista. Cuando fue la invasión a Irak me preguntaban y decía lo que pensaba”. Así lo demostró cuando en un popular talk show apareció con una remera pintada a mano en la que se podía leer No more blood (no más sangre por petróleo), la consigna de los manifestantes que se oponían a la guerra contra Irak. Cuando en The New York Times un grupo de artista e intelectuales firmó una solicitada antibélica, la primer firma era la de Viggo.
En la pantalla sedujo a actrices como Gwyneth Paltrow, Nicole Kidman y Ashley Judd. Fuera de ella estuvo casado con Exena Cervenka, actriz y cantante punk con la que tuvo a su único hijo, Henry Blake Mortensen. Se divorciaron en 1998.
Su historia de amor con Ariadna Gil es digna de un guion de película con ellos de protagonistas. Viggo conoció a Ariadna en el rodaje de la película Alatriste. Ella era una actriz conocida en España, que estaba en pareja con David Trueba, director de cine y padre de sus dos hijos: Violeta y Leo. Cuando los actores se vieron, la atracción, la química, el flechazo, o como se lo quiera llamar fue inmediato. Comenzaron una relación de amistad; dos años después se volvieron a encontrar durante la filmación de Appalosa. Para aceptar, Viggo impuso una única condición: compartir elenco con Ariadna y desde entonces están juntos.
Dicen que cuando Ariadna conoció a Viggo simplemente el amor la atravesó. Dicen que cuando Trueba conoció a Viggo supo que no solo debía retirarse sino que le sería imposible detestarlo. Cuentan que el director envejeció, perdió su pelo y sus palabras, pero que aceptó estoico que, ante un hombre bello y rico se puede presentar batalla, pero si ese hombre además es una estrella que no se cree estrella, un actor estupendo, un tipo macanudo, padrazo y encima escribe poesía, resulta demasiado rival para cualquier mortal.
Viggo y Ariadna están juntos hace más de quince años. Comparten su vida en Madrid, donde suelen pasear juntos por el barrio de Chueca. Los paparazzi hace rato que dejaron de perseguirlos de tan “normales” y cotidianos que resultan.
El actor es el anti divo. Suele caminar descalzo, evita las entregas de premios, no tiene guardaespaldas, durante años no usó teléfono móvil y siempre lleva una libreta “por si algún momento se presenta para ser robado”. Le encanta subirse al auto con su hijo y conducir durante horas haciendo paradas en restaurantes de carretera, paisajes o la tumba de sus padres. José Pérez, un maquillador madrileño que trabajó con él en Alatriste dijo que “Viggo no tiene apego a su eggo, es increíblemente generoso, se preocupa por toda la gente del equipo, es el padre más padrazo que puedas imaginar. Y es tan humilde que casi duele. Eso sí, dice unas palabrotas terribles”. Y bueno, algún defecto tenía que tener.
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