Desde que irrumpió en los medios, Belén Francese no pasó desapercibida. Fue vedete, actriz, cantante, conductora y hasta incursionó en la poesía con unas rimas muy divertidas. Todo lo hizo con una alegría y naturalidad únicas. A finales del 2020 se casó con Fabián Lencinas, un empresario mendocino. En junio del año pasado nació Vitto. Hoy, Belén festeja su segundo Día de la Madre, pero esta vez será una jornada distinta. Lo hará acompañando desde el amor y el cuidado a María Jesús y María Sol, las hijas de su esposo que este año perdieron a su mamá.
“Son dos personas luminosas y estoy feliz de tenerlas en mi vida. Pero no soy su mamá, ellas tuvieron a su mamá. Jamás ocuparé ese lugar, pero sí somos familia. Y una familia que se quiere mucho”, aclara con ternura pero también con firmeza a Teleshow.
“Cuando lo conocí a Fabián yo venía de dos relaciones largas, pero como al momento de comprometerme no la pasaba bien, chau. Me gustaba mi vida de soltera, sin compromisos, libre para viajar, hacer temporada”. A Belén no solo le gustaba la libertad que le otorgaba estar sin pareja, también le aseguraba a todos que “jamás me metería con un divorciado con hijos. ¡Qué rollo los chicos! Si me engancho será un soltero”.
Pero ya sabemos que “si quieres ver a Dios reír, cuéntale tus planes”. Francese hacía temporada en Villa Carlos Paz cuando conoció a Fabián Lencinas. “Es flaco y narigón. No me gusta”, dijo ella. Comenzaron a intercambiar mensajes hasta que accedió a conocerlo. “Me conquistó su perseverancia y que sea frontal”, recuerda ahora.
Por eso, cuando él le contó que hacía unos cuantos años estaba divorciado y que era papá de María Jesús, que en ese momento tenía 14 años, y de María Sol, que había cumplido 12, a Belén no le importó, haciendo caso omiso a sus creencias anteriores. Pero antes de conocerlas sintió cierto temor. “Si yo no sabía ni cambiar un pañal, imaginate que la primera vez que se lo puse a Vitto lo hice al revés, ¿cómo me iba a relacionar con dos adolescentes?”. Pero apenas se pusieron a charlar sintió que “las conocía desde siempre. No nos obligamos a establecer un vínculo, surgió”.
La llegada de Vitto consolidó esa familia ensamblada. Las chicas adoraban a su hermano menor. Fabián se instaló en Buenos Aires pero todos los meses viajaba a Mendoza para ver a sus hijas. Con Belén comenzaron a construir la casa pensando en un lugar cómodo para que las chicas se instalaran cuando y las veces que quisieran.
Todo fluía. En la semana de Pascuas fueron a Mendoza a pasar las fiestas con ellas. Entonces el cachetazo de la vida. Eliana, la mama de María Jesús y María Sol, tuvo un ACV fuertísimo que, sumado a otras complicaciones de salud, le provocaron la muerte.
Hoy, por consejo de los profesionales, las chicas siguen en Mendoza para poder terminar su escolaridad, pero ya planean su instalación definitiva en Buenos Aires. “Jamás imaginé este desenlace, pero lo asumo con el mayor amor del mundo. Estoy feliz de tenerlas en mi vida. Estar todos juntos es el mejor plan. Soy una persona creyente y siento que la familia ensamblada que formé es un regalo de Dios”.
Belén repite y vuelve a repetir que ella no es la mamá de las chicas, que tuvieron una, y muy buena, y que estará siempre presente en sus vidas. Pero también dice, y no solo dice también hace todo lo posible, para acompañarlas y aliviarlas en su tristeza. “A la misma edad que ellas, yo perdí a mi papá y al poco tiempo a mi hermano. Fueron dos dolores gigantes. Sé la tristeza que se siente”. Por eso, asegura que “aunque suene mística, conozco el alcance del amor para curar la tristeza. Quiero que las chicas estén contenidas y hago y haré todo lo que pueda para rodearlas de amor”.
Aunque vivió una experiencia de duelo parecida sabe que cada persona es única, por eso consultó a distintos profesionales para que la orientaran sobre cómo acompañarlas mejor en este proceso. “Algunos me dicen: ‘¡Qué caos, yo saldría corriendo!’, pero sé que la única manera de reparar el dolor es con amor. Desde mi lugar, no olvido que la mamá de las chicas es irremplazable pero también que somos familia y las vamos a acompañar veinticuatro por siete”. Por eso, ya les dijo que una vez que se instalen con ellos en la casa que están terminando traigan las fotos, los recuerdos y todo lo que quieran que las ayude a seguir sintiendo la compañía de su mamá.
“Este Día de la Mamá me encuentra aprendiendo. Aprendiendo a ser mamá de un bebé y también a cómo acompañar a dos adolescentes sin invadirlas. Todos los días me pregunto cómo puedo ayudar a reparar este daño que es irreparable desde un lugar distinto, pero siempre con respeto a sus historias. Por eso siempre les repito que para todo lo que me necesiten acá estoy”.
Su tono de compromiso vira a otro esperanzando cuando recuerda que habían pasado unos días de la partida de la mamá de las chicas cuando las vio jugar con Vitto. “Era un momento duro, pero jugando con su hermano en un instante las veo reír. Fue un rayo de luz en medio de tanto dolor. Ahí supe que vamos a salir adelante porque ellas iluminan todo”.
Belén sabe que no será fácil pero que a todos les sobra amor para intentarlo. Hoy siente no solo “un amor desmesurado por Vitto”, también asegura que “tengo la familia que siempre soñé”. Por eso cuando esta cronista le recuerda ese verano en Mar del Plata cuando se la cruzó en una playa del sur y todos -absolutamente todos- los hombres se voltearon a mirarla, ella dice riendo: “Ahora no creo que lo hagan porque después del embarazo quedé medio paquete de yerba. Pero no me importa, porque soy la mujer más feliz del mundo”.
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