Hablar con Fernando Ruiz Díaz es una experiencia similar a escucharlo cantar en vivo. Es desbordante, apasionado, circular, rizomático, volcánico. Embriagado por el agridulce licor de los recuerdos, se ríe o llora, según el caso, y está en permanente carne viva. Deja todo, sin concesiones. La excusa de la conversación es esta nueva vida de Catupecu Machu, que surgió de las propias cenizas de la “despedida” que montaron el pasado 1ro de mayo en el Quilmes Rock. Esa noche pasaron casi todos los músicos que grabaron en la banda y fue “la ascensión” de Gabriel Ruiz Díaz, fallecido el 23 de enero de 2021.
Fer no habla de “vuelta” ni de “regreso” sino de “reencarnación” y este Catupecu 2022 lo forman él, con Abril Sosa -baterista del icónico Cuentos Decapitados, editado en el año 2000-, Julián Gondell y Charlie Noguera, compañeros del viaje de Ruiz Díaz en Vanthra. En noviembre calentarán motores con dos shows en Chile (el 4 en Santiago y el 6 en Concepción), pero la gran cita será el viernes 9 de diciembre en Obras Sanitarias, lugar clave en la historia del grupo.
“Si me decís ‘Obras’, se me viene a la cabeza cuando Gabriel se encerró en el departamento que tenía un amigo, cerca de Plaza Italia, a media cuadra del boliche que ahora es Groove. Se fue ahí con un libro así de alto, que es como la Biblia de la composición clásica. Estuvo como dos, tres semanas, pero encerrado literal. Le llevábamos comida y el tipo estaba estudiando... Ahí diseñó y compuso las cuerdas que estuvieron en ese primer Obras que hicimos, en el 2001. Fue muy lindo cuando fuimos con Abril a ensayar y nos juntamos con todos: estaban Javier Weintraub, Alejandro Terán y varios más, increíbles. Gaby repartió las partituras, sacó la varita mágica, como decía yo, y se puso a dirigir la orquesta. Cuando escuchamos los arreglos que había hecho, no lo podíamos creer. Me acuerdo de Gaby, mucho, porque recordar a Catupecu siempre es recordar a Gaby, más en este momento”, le cuenta Fernando a Teleshow.
“Yo no creo en el casamiento, pero me caso para toda la vida, ¿entendés? Entonces, si fuera por mí, no me hubiera separado nunca de las novias que amé, que me enamoré, o de los músicos con los que estuve. Después, cambian las circunstancias”, explica sobre cómo se vincula y cómo eso se traslada a su andar musical.
“Si me decían: ‘¿Por qué no juntas a Catupecu?’, yo contestaba: ‘¿Por qué me dejan de romper las bolas. Yo estoy bien así’. No quería y no tenía ninguna intención de juntarnos. Casi al año de la partida de Gaby del plano corpóreo, me proponen hacerlo en el Quilmes Rock y me tocó el corazón, porque nosotros tocamos en el primero que se hizo y creo que fuimos una especie de emblema del festival. De entrada dije que no, pero después respondí que me lo dejen pensar. Y al otro día, dije: ‘Bueno, vamos a hacerlo, pero va a ser el homenaje a Gabriel Ruiz Díaz. No es que vuelve Catupecu, es todo lo contrario’. Quizás se cumplió esa frase que escribí en ‘Viaje del miedo’: ‘Abro la puerta al cerrar’”, reconstruye el compositor.
Una semana después, Fernando viajó con Vanthra hacia Mendoza para participar de una sesión en la Bodega Monteviejo. A la troupe y a pedido del cantante, se le sumó Abril Sosa. “Hicimos como nueve temas, a dos baterías, y la gente no podía creer lo que estaba viendo. Y cuando volvimos de eso, en el avión yo estaba sentado en la butaca del pasillo. A mi izquierda, venían Julian y Charlie. Y del otro lado del pasillo, Abril. O sea, de un lado Vanthra y del otro, Catupecu. Re loco. De la nada Abril dice: ‘Che, ¿y esto va a terminar acá?’. Llegamos y decidimos hacer dos funciones en Vorterix de Vanthra + Abril y ya en los ensayos me di cuenta de que estaba reencarnando Catupecu. Porque si estoy yo solo, dicen que es Catupecu, ahora que estaba con Abril y tocando esas canciones, ¿qué es?”, agrega sobre cómo se siguió regenerando esa química que parecía perdida.
—¿Cómo fue el reencuentro con Abril desde lo humano?
—En realidad nos amamos siempre. Un día, en la época en que Zeta Bosio era bajista de Catupecu después del accidente de Gaby, le pregunté: “¿Vos estás peleado con Gustavo (Cerati)?”. “No. No estoy peleado, por ahí estoy un poco distanciado de mi hermano”, me dice Zeta y eso me quedó grabado. Todo lo que compartimos nosotros fue una vida, porque Abril es amigo mío y de Gaby dos años antes de tener 14, que fue cuando entró a Catupecu. Somos hermanos y a veces en los hermanos pasa eso. Después de nuestra separación, jamás pensamos que volveríamos a tocar. Muchas veces me dijo: “Che, estaría bueno que hagamos un grupo juntos”. Y yo le decía: “La teníamos, se llamaba Catupecu Machu” (risas).
—¿Qué tiene de especial esta formación de Catupecu?
—Todos decimos que nos juntó Gaby. Yo había cumplido años el 13 de enero, habíamos tocado en el Konex, época de cuarentena, fue el cumpleaños más triste de mi vida, porque a mí me gusta festejar. Después del show fuimos al bar Santos Vega, que es chiquito como un speakeasy neoyorquino y me gustó. Y dije: “Acá tengo que tocar con Vanthra”. Lo organizamos y unos días antes me llamó Abril, que quería venir a vernos. Le dije: “Si venís, tenés que tocar ‘Entero o a pedazos’”. A las 8 de la noche del día del show se estaba yendo Betsy, una enfermera mujer que Gaby tenía, una genia total, rockerísima, tiene tatuado el símbolo de Héroes del Silencio, amaba Catupecu. Y se estaba yendo, pero él le agarró las manos. Y nunca, nunca, ¿eh? Alguna vez lagrimeó de emoción. Pero acá lloraba y le apretaba las manos. Desde las 8 hasta las 8 y cuarto la tuvo así, llorando y le apretaba las manos. A esa hora estábamos tocando “Entero y a pedazos” en la prueba de sonido. Y terminó 8 y cuarto, ¿entendés? Y yo creo que... lo creemos todos, que él estaba llorando porque dijo: “Che, puedo estar tranquilo porque los pude juntar a Abril y a Fer”. Te lo digo y me emociono terriblemente porque éramos hermanos. O sea, Gabriel, Abril y yo, más allá de ser familia, somos como el uno para el otro, como el amor de la vida. ¿Viste que puede existir el amor de la vida? A mí me pasó de esta forma. Entonces... Perdón (se quiebra). Cuando probamos sonido, todos los que estaban, que nunca nos habían visto juntos, se miraban y se decían: “Piel de gallina”, todos emocionadísimos de vernos juntos, tocando “Entero o a pedazos”.
—Emoción total...
—Ese día, Juli (Gondell) le dijo a Abril: “Yo sé todo de Gaby por lo que me contó Fer, ¿me contás vos?”. Y se la pasaron hablando de Gaby toda la noche. Después del show, se fueron caminando hasta la casa de Charlie (Noguera) y siguieron durante la madrugada tomando cerveza, viendo el amanacer y hablando de Gaby. Y mientras ellos estaban en esa, llega a mi casa Hernán Poggi, un hermano de toda mi vida, que entró y me dijo que “se había ido el guerrero”. Al encontrarnos los cuatro más tarde frente a Gaby, en su cama y en el féretro, con esa sonrisa, ahí hubo algo que se selló. Él partió tranquilo, en el día del músico argentino. Y ahí se armó algo que, yo creo que sin darnos cuenta, después desembocó en eso que sucedió posterior al Quilmes Rock...
—Por lo que contás, esta vuelta no tiene una explicación en palabras.
—Hay gente que dice que si vos escribís el guion de esta peli, te lo rechazan porque no puede ser. Es un regreso que no tiene que ver con nada. Cuando volvieron los Fabulosos Cadillacs, o Soda Stereo, o los Ratones Paranoicos, todas bandas que yo amo y admiro, por ahí se juntaron y de repente dijeron: “Bueno, hacemos esta vuelta” y se juntan con una empresa... Hay todo un presupuesto. Nosotros volvimos, ¿entendés? Y yo tenía unas ganas de Obras, porque Juli y Charlie nunca tocaron ahí. Y Abril y yo tocamos juntos en el primero que hicimos. Después yo toqué un montón de veces más: en la presentación de Cuadros dentro de cuadros, en la de El número imperfecto, de invitado con otros artistas.... Es muy loco volver al “Templo del Rock” así. Y por eso digo que este Catupecu no es que vuelve: reencarnó. Para reencarnar, el cuerpo muere y queda el alma. Yo creo en la reencarnación porque la vivo. Porque si no hay cosas que no se explican. Como yo no estudié guitarra, ¿de dónde salen las cosas? Bajan y digo: “¿Esto de dónde salió?”. Esto más que una mutación, porque Catupecu, ese Catupecu, para mí, había muerto.
—¿Era un sueño hacer aquel primer Obras?
—El único sueño que teníamos como banda era tocar en Obras. La gente joven de hoy no podría entender lo que significa tocar ahí, que era algo imposible, era como una consagración terrible. Ahora la consagración es a través de las redes. No sé si está bien o está mal, pero es así. Y capaz que la primera vez que tocan es en el Lollapalooza, ante un montón de gente. Nosotros éramos unos dedicados y seguimos siendo así. Yo sigo siendo así. 24/7 es esto. Mi hija Lila estaba bailando abajo del escritorio y yo estaba componiendo algo. Entonces, escribí: “Cuando danzas vivo y me haces creer que nunca existió el tiempo, que todo lo malo, la falla del error son casi de un mundo etéreo y que viniste hasta aquí a curar mi canción sola”. Pum. Así es todo el día. Hay que convivir con este tipo (se ríe).
—Ya que la mencionás a Lila, te vi con ella y con la mamá bailando juntos en el show de Kiss. Ella parecía muy fan del grupo.
—Sí, estábamos ahí con ella, la mamá y yo. Yo estoy separado, pero nos llevamos increíble. Somos los padres de Lila, que es lo más grandioso que nos pudo haber pasado en la vida. Lila es fan de Kiss. Y no la hice yo. Se volvió fanática porque Macabre me había regalado unos muñequitos, de esos que se le mueven la cabeza cuando los tocás. Entonces ella los miraba y se asustaba. Y un día, cuando tenía dos años, me dice: “Papi, ¿me los podés bajar? ¿Qué son?”. “Es una banda de rock”. “¿De rock? Parecen superhéroes”. Otro día me dijo: “¿Hay una película de ellos?”. Le dije que sí, Kiss contra los fantasmas. “Pero mirá que es medio brava, eh”. Ella me exigió verla, se lo dije a la madre y le puse la peli. Me quedé con ella mirándola, para ver que hacía y se volvió loca. Después empezó a escuchar la música y se hizo súper fan. Ahora fuimos al show y me preguntaba: “¿Gene Simmons va a tirar la sangre? ¿Van a tocar “Rock and roll toda la noche?”. Fue increíble. Bueno, esa es la música.
—¿Cómo es la vida con Lila?
—Yo no puedo pensar ahora mi vida sin Lila o cómo antes vivía sin eso. Lila es lo que más me importa en la vida. A mi Lila me la dio la música, el soundtrack de mi vida, que es la música. Mi vida es la música. Entonces ella es música para mí. Yo no puedo vivir sin música. Si no respiro, me muero. Y si vivo sin música, me muero. Toda la vida para mí es música, todo el día. Ella es la música de mi vida. Y un poco, también, este Catupecu está tan vivo que yo ya me emociono de pensar que ella va a ir a Obras, a la pullman, a sentarse a ver a papá... A ella le encantan Ca7riel y Paco Amoroso y los fue a ver cuando tocaron ahí. Y me emociona que ahora nos vaya a ver a nosotros, que tantas veces estuvimos ahí. Lila, para mi, es lo que tienen que ser los hijos. Yo tengo tantos amigos que los hijos no han sido todo para los padres. Para mí es todo. “Todo” no significa que dejo todo, todo lo contrario. Dejo las pelotudeces, hay cosas que ya no me interesan más desde que nació ella.
—¿A qué te referís con pelotudeces?
—Hay como una exigencia de la gente que te sigue y de tu gente cercana, también. Cuando vos empezás a hacer el camino que hicimos nosotros, podés perder la vida. Como Gaby, que la perdió dentro de este marco. Te perdés cumpleaños, nunca más vas a comidas o asados de un amigo o amiga. Perdés todo eso. Mientras la gente llega al fin de semana y descansa, es cuando vos más tocás, de jueves a domingo. Cuando volvés de gira ya no podés más y en la semana tenés exigencias de muchas cosas. Antes me preocupaba por eso, ahora... Bueno, si lo entienden bien y si no... Además, te volvés más heavy, más guerrero porque tenés que proteger a tu hija. Cuando empezás a tocar, querés tocar en todos lados para que te conozcan, y después terminás tocando en todos lados porque hay una maquinaria que tenés que mantener y decís: “Pero si esta fecha no tengo ganas de hacerla, es horrible tocar en este lugar”. Lo haces por plata, porque vas a un lugar y la gente no quiere escuchar nada más que “Magia veneno” y “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”. Yo ya no tengo ganas de eso.
—Recién me decías que crees en la reencarnación, ¿cómo creés que reencarnó Gaby?
—A Gaby lo veo como un Jedi. Yo nací católico, pero mi papá, por suerte y raíz de Star Wars, que la vi en el 77 cuando se estrenó, me explicaba budismo y lo que era un maestro zen, que era Obi-Wan Kenobi. A Gaby lo mató la vida; hay gente que la mata la muerte. A Gabriel, la vida misma. A Obi-Wan Kenobi lo mata Darth Vader, que era un tipo que estaba vivo y que mata a otro vivo. Entonces Obi-Wan se convierte en algo más poderoso. Yo creo que Gaby está dirigiendo esta orquesta, él siempre fue un director de orquesta. Con Vanthra volví a ser feliz tocando música. Y con esta formación de Catupecu... Ni siquiera te diría que Catupecu es mi primer amor: es mi amor. Nunca pensé que iba a volver con Catupecu, no quería. Como no quería ser padre, ¿viste? Y yo no quería ser padre, porque era muy difícil, para mí, traer a este mundo en el que hay gente tan terrible. Hay gente increíble, yo estoy rodeado de gente increíble y gente que amo, que es gente leal y todo. Pero es bravo este mundo. Y no pensaba que podía ser padre porque no quería ser padre. Y Lila vino a curar mi canción sola, la de su mamá, la del mundo, porque es un ser humano luminoso, increíble... Y bueno, así igual: yo no quería volver con Catupecu. Y resulta que volví ahora y es liviano. Está liviano el asunto. La mochila está lista para recibir regalos en el camino (se ríe).
SEGUIR LEYENDO: