Mucho camino recorrido en tres décadas de carrera. Desde aquel jovencito musculoso de pelo largo negro azabache que rompía corazones adolescentes desafiando retos de destreza física e improvisando coreos en Jugate Conmigo, a aquel galán que pasaba escena tras escena sin remera en telenovelas del prime time o que era acorralado en la puerta de los teatros por decenas de mujeres que querían tocarlo tras una función, hasta este presente, ha pasado una vida entera. Pero poco cambió: su esencia se mantiene intacta.
Luciano Castro no reniega del que fue ni de su fachada estética, ni siquiera del mote de galancito que muchos exprimen por años y luego pretenden extirpar con precisión de quirófano. Por el contrario, trabajó -y trabaja- duro para mantenerse en la misma línea pero desde siempre supo que debía -y quería- ir por más. Desde aquel consejo que alguna vez le dieron Gustavo Yankelevich y Cris Morena cuando daba sus primeros pasos, a comienzos de los 90 en el ciclo juvenil de Telefe: “¿Vos querés vivir de esto? Capacitate. Lindos como vos, hay miles”. Y lo mandaron a estudiar teatro con Raúl Serrano.
Consciente de eso, construyó entonces un pilar para sostener su carrera más allá de la imagen. Y lo logró con creces, porque desde hace años todo lo que toca lo convierte en éxito. Protagonizó las principales tiras de la televisión, arrasó en las carteleras del verano marplatense y supo proyectar una carrera sólida con un público que lo sigue incondicionalmente. Ya asentado en la actuación, decidió que quería ir por más y se convirtió en gestor de sus propios proyectos, armando equipos de trabajo y siendo partícipe activo de cada producción en la que se involucra.
Aunque comienza el día con el alba, con un entrenamiento riguroso a las 6 de la mañana que lo sostiene a diario desde hace años -llueva, truene o esté de vacaciones-, a sus 47 el actor exhibe una energía arrolladora. En pareja con Flor Vigna, no solo tiene tiempo para el amor, selfies y redes, sino también para un sinfín de actividades laborales. Mientras planea hacer temporada de teatro en Mar del Plata de la mano del productor Javier Faroni con El divorcio y ya ensaya junto al resto del elenco -Natalie Pérez, Pablo Rago y Carla Conte-, toda la atención está puesta en El buen retiro, la nueva serie argentina que ya se convirtió en un éxito en el streaming. Con coproducción de Flow y Kuarzo, es una creación de Martín Kweller y cuenta con un equipo de lujo: Betiana Blum, Mirta Busnelli, Claudia Lapacó, María Leal y gran elenco.
“El privilegio de trabajar con estas cuatro mujeres”, arranca suspirando Luciano en diálogo con Teleshow. “La serie echa por tierra que la tercera edad no se disfruta tanto o que ya estás como en un reposo, un retiro. Ellas demuestran que no y yo soy parte de esa locura. Me coloca constantemente en lugares distintos que no me los espero. En la ficción soy el hijo de Mirtha Busnelli, parece que soy el único que sabe todo pero en realidad, no sé nada. Y mientras tanto tengo que transitar ese arco que es lo que me lleva todo el tiempo a situaciones distintas”, explica sobre la ficción en la que también tuvo voz y voto en la parte artística.
—Uno de los puntos fuertes de El buen retiro es justamente su elenco, tanto sus protagonistas como los actores secundarios, son todas figuras
—Empezamos a tirar nombres y es gratis soñar, pero más nos sorprendía cuando nos decían que sí, y se sumaba un Gustavo Garzón, Raúl Rizzo. Entonces decís: ´Bueno, parece que tiene un atractivo`. Toda gente de cine, con mentes nuevas, había que tener mucha paciencia, algo que me costó entenderlo al principio porque vengo de otra tele, de otros tiempos. Hasta que un compañero se tomó el trabajo de explicarme por qué, y me dio mucho pudor, me sentí orgulloso de ser parte. Es toda una nueva generación que quiere que se vea bien su trabajo, autores, productores, fotografía. Y sumado a un elenco fuerte, se genera un combo muy lindo.
—¿Te gusta este formato de serie en el que ya tenés escrito de antemano todo lo que le va a suceder a tu personaje, vos que venís del palo de la novela y las tiras largas que sufren cambios según el rating?
—Sí, me gusta y más. Es lindo trabajar con un principio y un final, tiene una cosa cinematográfica que está buena. Ya tenía los ocho libros cuando empecé a trabajar, ya sabía qué me pasaba cuando tuve que encarar el famoso arco dramático. No tenés que esperar que te llegue una hijuela, ojo no estoy criticando, son distintos formatos y formas de trabajar. Es donde mejor me muevo en una tira pero me tuve que adaptar más a esto que a lo que es una tira, que lo hago más mecánico.
—En el último tiempo trabajaste con tu grupo de amigos, te convertiste en gestor de esos proyectos, ¿qué te mueve para aceptar un personaje? ¿Pronto te podríamos ver en un rol de director, por ejemplo?
—Un montón de cosas me mueven. Artísticamente, tiene que haber alguien con ganas de dirigirme, de ser parte. Hace un tiempo me di cuenta que me gusta trabajar con amigos, con colegas, creamos proyectos juntos y eso hace que me sienta parte, entonces me siento tranquilo. No tengo la capacidad de hacer técnica, no me veo como productor o director, yo soy un gran gestor, puedo hacer esto o tener una agencia de autos, es lo mismo, pero bueno, me va bien acá. Yo uno las partes y ese es un trabajo que me da placer, pero después hay gente que escribe, que actúa, que dirige, todos hablamos de lo mismo, eso es lo atractivo, no es que pensamos todos distintos, pero cada uno tiene un rol y eso está bueno.
—¿Ya tienen prevista una segunda temporada?
—Ojalá que guste, que esté a la altura, para que haya una segunda temporada tiene que haber una demanda. Estamos convencidos que sí habrá, de hecho creo que está escrita. Queda un final muy abierto, queda un pie muy grande para que eso suceda, sobre todo para las chicas, el final las coloca en un lugar que decís: ¿y ahora? Así que seguro suceda.
—Como en El primero de nosotros, estás hablando otra vez de la finitud de la vida, ¿le tienes miedo a la muerte?
—Y como a todo lo que le tenemos miedo, no le damos mucha bola. Estoy convencido de que es parte de la vida, no le esquivo. No es que no vivo por el miedo a morirme como otras personas. No sé cómo va a ser pero debe ser como Dios quiera, o como alguien quiera, no me importa.
—Con 30 años de carrera, ¿pensás alguna vez en tu propio retiro?
—No, ya tuve uno muy berreta, muy fallido. No puedo no hacer nada.
—¿Un año sabático, no?
—Sí, puedo, y dos también. Me gusta ser vago, me sale muy bien ser vago. Pero no me gusta no ser parte, darme cuenta de que puedo estar creando o armando algo y no estar haciéndolo. Sobre todo cuando después lo hago y sucede, le va bien, porque si tuviese un par de frustraciones encima, quizás ya estaría hace un tiempo viviendo en Mar del Plata.
—Sos un poco sinónimo de éxito, ¿te sentís un amuleto?
—Me siento un afortunado, pero igual fíjate que nunca estoy solo. Porque si vos mirás todo lo que vengo haciendo, no deja de ser lo que le pasa a un afortunado: mira dónde cayó, mirá quién lo llamó, y siempre vos ves quién me rodea y son todos de grueso calibre. Y eso me potencia a mí un montón. No me quita mérito, pero lo que digo es que tuve la fortuna de estar con esos animales y estuve a la altura de las circunstancias, por eso todo siguió dándose pero bueno, no dejo de reconocer mi fortuna.
—Venías del mote de galancito, de ese lugar tuviste que remarla…
—Pero a mí “galancito” no me molestó nunca en realidad, nunca me pesó el mote de galán. Yo conozco gente que se agarra a piñas para ser galán, no voy a dar nombres, dejémoslo acá, porque se creen que cualquiera es galán. Hay muchas cosas que hay que bancarse para ser un galán, no es fácil. A mí siempre me gustó mostrar algo distinto. Creo que nos pasa a casi todos que queremos tocar otra tecla.
El amor después del amor
En 2021, Luciano Castro y Sabrina Rojas sorprendieron a todos con su separación. “Nos separamos como pareja, no como familia”, se apuró a aclarar ella y cumplieron. Si bien ella blanqueó inmediatamente su relación con el Tucu López y meses después, Luciano hizo lo propio con Flor Vigna, ambos comprendieron que sus hijos, Esperanza y Fausto eran lo principal y que todo tenía que suceder en armonía. Así es como los seis se juntan a cenar o improvisan salidas, alientan sus nuevos proyectos y comparten tiempo juntos, convirtiéndose en el buen ejemplo de que después del amor de pareja todo se puede ensamblar y mutar para seguir coincidiendo.
—¿En qué momento de tu vida estás? Se te ve bien, se te ve tranquilo, se te ve contento.
—¿Me estás mirando? (risas). Estoy bien, no sé cuántas veces en la vida estás dónde querés estar. Muchas veces estás dónde tenés que estar o dónde te tocó. Me está pasando un poco esa curva de estoy a dónde quiero estar. Y es un afano y lo disfruto. Y estoy aprendiendo a disfrutar las cosas antes que recordarlas: “¿Uy te acordás?”. No, bueno, prefiero disfrutar un poquito.
—Estás siendo protagonista de tu presente…
—Un poco sí, tampoco me quiero volver loco. Pero bueno, un poco disfrutar el aquí y ahora y no después contarlo luego como algo que pasó.
—¿Sos nostálgico por lo general?
—Sí, me gusta. Soy cursi, soy nostálgico, soy berreta, tengo un montón de comunes denominadores que me enorgullecen un montón.
—¿Y con Flor bien? Siempre se los ve juntos, te vemos en redes muy activo, algo que no eras.
—Voy a sacar también un disco (risas). No, pero tiene que ver con lo que te decía antes, con algo nuevo, con algo que motive, que genere, la China acompaña, genera, motiva, escucha, y eso también decís: “bueno, voy a dar un poquito más”, hasta para hacerme el canchero si querés, pero voy a dar un poquito más igual, no me importa. La paso bien, estoy bien.
—¿Por casamiento e hijos ni te pregunto?
—No, por eso la pasamos bien. La idea es pasarla bien.
—Ya sabés lo que hace la rutina...
—Estamos bien, estamos tranquilos, ¿o no, Chancha? (le pregunta a su novia, que lo acompaña).
Flor Vigna: —Muy.
Castro: —Estamos bien. Estoy bien.
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