Tiene 29 años, es español y su fama creció gracias a su interpretación de Emanuel en El Diario de un Gigoló, la exitosa serie con producción argentina que triunfa en Netflix. Si bien su nombre tomó notoriedad en el año 2014 cuando protagonizó la película El Niño, largometraje por el que estuvo nominado al Goya como mejor actor revelación, este papel consagró a Jesús Castro.
En una charla distendida vía Zoom desde México, nos recibe en la habitación de su hotel, donde se encuentra habitando a un nuevo personaje. ¿O al mismo para una segunda temporada de la serie? No puede decirlo... Jesús apaga su cigarrillo y responde a todo. Nos cuenta cómo fue la experiencia de grabar su primer protagónico, cómo le dio vida a este joven que se gana la vida como un servidor sexual. También habla sobre los prejuicios propios y los aprendizajes que le dejó su personaje.
“De repente cuando Emanuel tenía un pantalón dije: ‘Me siento vestido’. Pero bueno, es el trabajo”, dice Castro, con el ego aparentemente domado y con esos ojos azules que no pasan inadvertidos, sobre una de las características de su papel y del rodaje en Buenos Aires.
—¿Cómo está después del gran suceso de Diario de un Gigoló?
—Pues bastante tranquilo. Me siento orgulloso de que haya gustado al público, pero los números y todo eso es cosa de productores y la gente de arriba. Estoy contento, por supuesto, pero tampoco estoy destripando ni nada, porque es mi primer proyecto. Me gusta llevar las cosas con parsimonia y cuanto más ruido haga el producto más tranquilo estoy yo, la verdad.
—¿Cómo le llegó la propuesta? ¿Tuvo prejuicios cuando se enteró del papel?
—No, no, qué va. Lo primero que pensé cuando me llegó la propuesta fue: “¡Joder, qué largo es este monólogo!”. Porque era como el monólogo de Emanuel en la cárcel, no había réplica ni nada. Lo que me extrañó fue que hice la prueba y me enteré de que iba a ser Emanuel cuando pasaron seis meses; tardaron mucho en darme una respuesta. Por lo general, después de hacer un casting te dan la respuesta en cinco días, una semana. Luego, si no recibes respuesta, lo normal es que sea que no, entonces me puse con otras cosas. Y cuando me llegó, incluso le dije a mi representante que no sabía de qué me estaba hablando: se me había olvidado ya, prácticamente.
—¿Qué tuvo que hacer para este casting?
—Bueno, como estábamos en momentos de pandemia tuve que hacer el self-tape, que te grabas tú mismo. Entonces intentas ponerte una buena luz, un fondo neutro. A mí me gusta más que los presenciales porque estoy más tranquilo en casa. Cuando tienes a gente mirándote o analizándote también es normal, no es que me importe, pero prefiero los castings de casa. Sin embargo, en la mayoría de mis trabajos no tuve castings, entonces para Gigoló fue… En mi primer proyecto hice casting, en el segundo, pero luego como que hice muchos proyectos que me llaman y voy.
—Cuando se enteró de que iba a interpretar a Emanuel, ¿qué fue lo primero que se le vino a la cabeza?
—El acento. Me tuve que preparar con un acento más neutro, no tan español como el mío. Tuve que buscarme un coach y seguir dándole caña al acento. Luego preparar el personaje, leer guiones, incluso conocer algún tipo que se dedicaba también a lo mismo, pero diferente a él. Lo que pasa es que Emanuel es como más galán: cuando dice que da un servicio completo es porque puede tener 20 clientas con las que no hace absolutamente nada más que hablar, porque es un tipo culto, interesante, inteligente. Y el tipo que conocí, que era gigoló también, pues no era eso: era un tipo que físicamente era una bomba pero solo preocupado por su imagen. Entonces, me quedé con el culto al cuerpo que tiene y me puse a entrenar mucho, a hacer dieta y tal, pero yo no quería que Emanuel entrara en el estereotipo, ese tipo de mierdas que hacen algunos.
—Cuando tuvo la reunión con un gigoló verdadero, ¿qué fue lo que más le impresionó? ¿Le tenía miedo al personaje?
—A nivel actoral no tengo miedo a absolutamente nada. Yo he hecho pelis, las secuencias de acción me gusta hacerlas: por ejemplo, no tenía el permiso de patrón de barco, me lo he sacado para hacer una secuencia. Me gusta todo lo que sea cañero. Lo que no quería hacer a nivel interpretativo era entrar en un Emanuel que solo fuese un tipo atractivo y ya. Y creo que se ve que tiene corazón, que es un tipo sensible, que cuando piensa en algo y de verdad lo siente va por ello a muerte. Y todo ese tipo de cosas fueron también premeditadas porque no quería entrar en clichés.
—¿Se acuerda en qué escena o en qué momento dijo: “Ya encontré al personaje, este es mi Emanuel”?
—No tengo exactamente ese momento, pero sí lo que me pasó fue que por temas de covid se retrasó mi vuelo y fui el último en llegar a Buenos Aires. Cuando llegué, mis compañeros habían salido ya de cuarentena y todo. Entonces tuve que hacer una cuarentena de nueve días, creo, sin contacto con ningún ser humano. O sea, me dejaban la comida en la puerta y debía dejar un minuto de protocolo; el tipo se iba y recibía la comida. Nueve días en Buenos Aires sin salir. Incluso me planteé: “¿Y si esto es una broma?”. Salí de cuarentena un sábado y el lunes empecé a rodar. No tuve ningún tipo de ensayo, no me dio tiempo a nada: fue llegar, hacer cuarentena y me echaron ahí, a los leones.
—La serie se grabó toda en Buenos Aires. ¿Conocía la ciudad?
—Sí. Tuve el placer de estar en un festival de cine, pero sin la posibilidad de conocer, no me dio el tiempo. Pero ahora, en cuatro meses, casi cinco que he estado, sí que me ha dado algo más de tiempo. Aunque tampoco podía hacer mucho turismo porque estaba trabajando bastantes horas.
—Cuando está trabajando en un proyecto específico, ¿tiene alguna rutina especial? ¿Se cuida? ¿Es metódico?
—No. Igual, llevo 10 años en la profesión, he tenido el privilegio de poder hacer personajes grandes y sé lo que conlleva un rodaje. Antes de llegar a Buenos Aires me daba un poco de vértigo un producto así: internacional, con actores de diferentes sitios y que te llevan a otro país. Pero una vez que llegué a la Argentina y me terminé de empapar de Emanuel, pues ya tenía ganas de empezar. Hoy en día me llevo con todo el equipo, con la gran mayoría hablamos por redes. Este equipo es de los mejores en 10 años.
—Hablando de redes, ¿Le escriben muchas mujeres, muchos hombres? Y después de hacer este rodaje, ¿le piden “servicios especiales”?
—Pues sí, la verdad que ha habido mucho chiste... Me escriben pues chicos y chicas, todo el mundo. En la gran mayoría o una gran mayoría es para darme la enhorabuena por la serie. Pero luego hay otro porcentaje como los trolls de la serie o así que pues, bueno, es como: “Te doy un cheque en blanco, tú vas a ser el papá de mi hijo, pero aún no lo sabes”. Yo me río. Porque al final depositan su tiempo en escribirte un comentario, no sé, y no creo que cueste ningún tipo de trabajo marcar un Me gusta simplemente como: “Oye, lo he leído”. No puedo dar una respuesta personalizada a 1500 personas porque entonces no haría nada más que estar 12 horas con las redes, pero sí creo que hay que ser un poco agradecido también a la gente que está ahí, que pierde un poco su tiempo en ti.
—¿Aprendió algo de las críticas, le presta atención?
—No, no. Yo estoy bastante acostumbrado. En España, cuando hago un proyecto, me pongo un chaleco antibalas porque me van a dar dos días. Pero justo en este proyecto ha sido el que menos críticas he recibido. Igual, de una crítica constructiva para mí siempre hay algo de lo que puedes tomar y alimentarte. Respeto todas las opiniones, por supuesto, pero yo no puedo vivir con el pensamiento de la gente porque opinar es gratis, si costara dinero pues no habría tanta estupidez.
—Mejor que hablen… Hagamos un juego, supóngase que yo soy una productora y lo llamo para protagonizar una serie. ¿Cuáles son los requisitos mínimos que le tengo que proponer para que diga que sí?
—Pues obviamente me tendrías que explicar primero la base del proyecto, la historia. Que me interesara. Y luego mi personaje. Te diría que me mandes el guion primero y mañana volvemos a tener una reunión y hablamos sobre lo que he visto. Porque cuando un productor te habla del proyecto, te habla como si fuera increíble, porque lo está vendiendo. A mi me gusta que las historias sean rítmicas, no estos guiones que de repente lees 40 páginas y no ha pasado absolutamente nada. Es como que a veces hay un poco de relleno o la historia se queda como muy lenta. Pues porque el espectador también consume mucha plataforma, mucha variedad, y está acostumbrado ya a un tipo de productos y el espectador no es nada tonto. Entonces tienes que saber también un poco la demanda que hay y ser consecuente con todo, porque hay que adaptarse a lo que ahora se consume, la gente está acostumbrada a cierta calidad tanto escrita, de guion, de ritmo, como pues a nivel de trama también y calidad actoral. Entonces creo que cuando cada uno pone de su parte lo suyo sale algo como Diario de un Gigoló.
—Diario de un Gigoló tiene diez capítulos, ¿Cómo la vio y cuál fue su evaluación?
—Es el primer proyecto, te diría, que veo entero. Yo no veo nunca lo que hago.
—¿Por qué?
—La verdad no sé. Porque ya está hecho, porque es lo que el director ha querido, entonces… Pero con Diario de un Gigoló quedamos con los actores, con parte de ellos que estábamos en México, y vimos el primer capítulo en un sitio, cenando. Y como tiene muy buena pinta dijimos: “Oye, ¿y si nos ponemos el segundo?”. Y nos vimos el segundo. Y yo, después me quise ir a mi casa a poner el tercero. Así, literal.
—¿Por qué esta vez sí quiso verlo?
—Pues… Me estaba gustando todo y casi que veo a Emanuel, no a Jesús. Y las historias están muy bien contadas también. Buenos Aires sale preciosa, es increíble. Como que está hecha con mucho gusto. Creo que eso también tiene mucho que ver.
—¿Ahora cómo sigue su vida? ¿Se puede saber qué otros proyectos vienen?
—No, aun no puedo decir mucho... Por el tema de confidencialidad.
—A mí se me viene a la mente una segunda temporada…
—Ojalá, no sé. Claro, no sé nada porque es lo que te decía…
—Confidencialidad.
—Eso hay que pedírselo a Underground y a la plataforma. Si hay segunda, yo estaría encantado.
—Volviendo a su personaje, ¿tiene prejuicios con el trabajo de un gigoló? ¿Sería un gigoló en la vida real si necesitara trabajar?
—Yo sería lo que hiciera falta para seguir adelante y para que mi familia estuviera bien. Tienes una familia y quieres que ellos estén bien. Y además estás separado de ellos mucho tiempo, pues al menos que merezca la pena. Yo sería gigoló, fontanero, cartero, astronauta o lo que fuera. O sea, no tendría ningún problema. A mí no se me caerían los anillos si dejara de ser actor y tuviera que buscar un laburo, como decís, diferente. Igual, voy a intentar que no.
—¿Qué aprendió de la serie? ¿Y qué no conocemos de Jesús?
—Conocéis a Emanuel, pero no se me parece mucho. Yo de la serie he aprendido que, cuando empezamos con El Gigoló, se convirtió como en una sola fruta que tenía muchas nacionalidades pero que sabíamos a lo que íbamos y todos remamos para que saliera todo bien. Pusimos todo de nuestra parte, tanto los actores, que somos quienes damos la cara,c omo también maquillaje, vestuario, los amo, a los técnicos eléctricos, esa gente también es Diario de un Gigoló. Esa gente está en el ring con nosotros dando puntazos.
—¿Su mamá vio la serie?
—Sí, sí la vio.
—¿Y qué dijo?
—A ella le gustó. A mí tampoco se me ve gran cosa, porque yo me las apañé muy bien para eso.
—Fue un gigoló cuidado.
—Claro, claro. Como Emanuel es cuidado, ahí se metió Jesús también. Al principio hay alguna como un poco más heavy o así. Bromean conmigo, yo no tengo complejos. Yo cada vez que estreno peli o que sale en plataformas y tal, de quien más me acuerdo es de mi mamá porque es quien la disfruta, y solo de imaginarme su cara frente a la televisión viendo a su hijo, compensa todo.
—¿Tiene novia, pareja, algo? Ahí toma agua, se ahogó (risas).
—¿Qué me preguntas? ¿Oor el corazón?
—Sí, tiene pareja. ¿Cuando vio la serie, cuando lo vio desnudo o las escenas sexuales, dijo algo?
—No es lo más fácil del mundo hacer este tipo de escenas porque date cuenta de que hay mil personas mirando. De hecho, tengo una anécdota del primer día de rodaje, en una de las primeras escenas donde Emanuel está en una piscina con una clienta. Era septiembre, hacía frío en Buenos Aires. De repente se hizo como un silencio, porque nadie me conocía, yo a ellos tampoco. Y estaban todos ahí, colocados, esperando. Me presenté a la chica que iba a hacer de mi clienta y me dijo: “Tengo un problema y es que yo no sé nadar y me da mucho miedo el agua. Entonces no sé cómo hacer para decir que no me quiero meter en el agua porque no sé nadar”. Y yo le dije: “Mira, no te preocupes que me meto yo. No hay problema. Tú tranquila. Hablo con el director y la hago yo”. Y cuando me tiro me di cuenta de que se me salía medio pecho, o sea, que hacía pie yo, hacía pie ella. Y claro, me metí con un frío... Y justo de ahí me fui a la secuencia donde tenía que masajear a la clienta y el director, Mariano Ardanaz, me dijo: ”Oye, pues obviamente Emanuel tiene que estar un poco excitado, como un poco erecto”. Cuando yo salí de la piscina esto era un garbanzo. Le dije: “Dame relleno porque esto no va a pasar...”. Tenía todas las manos arrugadas. Y así fue mi primer día de rodaje. Y dije: “Después de esto solo puede ir a mejor”.
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