Aplausos, palomas, palabras y una canción de despedida: el conmovedor adiós a César Mascetti en San Pedro

El periodista fue inhumado en la bóveda familiar. Lo acompañó Mónica Cahen D’Anvers, su compañera por 44 años, familiares, colegas y amigos

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Mónica Cahen D’Anvers posa sus manos allí donde también se va su corazón... (RS fotos)
Mónica Cahen D’Anvers posa sus manos allí donde también se va su corazón... (RS fotos)

¿Cómo se narra la despedida de un periodista?, nos preguntábamos entre colegas. Mascetti no caía en estridencias, nos respondemos. Para contar la noticia hubiera usado el formato clásico de la crónica periodística, la que responde las cinco preguntas: qué, quién, cuándo, dónde y por qué. Contaría que la inhumación fue en la bóveda familiar en el cementerio de San Pedro, que asistieron familiares, vecinos, empleados de su finca y colegas. Diría que la ceremonia fue íntima y pública, triste pero luminosa, en esa ciudad que eligió para vivir y también para morir.

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti?, nos preguntábamos entre colegas. Presentando y cubriendo noticias, no caía en la grandilocuencia pero también era un maestro de la calidez. Si queremos narrar su despedida será inevitable pedirle algo de esa magia para lograr ese balance exacto que él mostraba para informar sin alarmar, contar sin exagerar y siempre ser periodista sin por eso -o justamente por eso- dejar de ser humano.

Es un día soleado en San Pedro y el cementerio no se percibe un lugar lúgubre sino de despedida. Encontrar la bóveda donde descansará Mascetti no es difícil. Todos los trabajadores saben cuál es, además, está recién pintada. “Hace unas semanas mandó a prepararla”, explica Diego, que fue su casero, y no cuenta más, no porque no quiere sino porque no puede, desarmado por la emoción.

La ceremonia comenzará a las 11. Al lugar, desde temprano y desde Buenos Aires, llegaron los móviles de televisión, de radio y de algunos portales. Hay muchos periodistas. Están los que vienen a cubrir la noticia y que sin conocerlo lo conocieron. Entre los que salen al aire en vivo; está Gustavo Tubio, periodista histórico de El Trece. Narra, y cuando narra trata de no quebrar en llanto porque no habla de un desconocido sino de alguien que lo formó y que fue maestro. Fuera del aire las palabras se le mezclan. Trabajó con César y como colega comparte datos, pero como hombre que lo conoció, se quiebra.

Gustavo Tubio le brinda su pésame a Mónica
Gustavo Tubio le brinda su pésame a Mónica

Mezclados entre colegas y vecinos se ve a Tuny Kollman y a Gustavo Sylvestre: ambos recuerdan al compañero generoso y leal, por eso será Sylvestre el que, un rato después gritará “¡Vamos César!”, y arrancará los aplausos.

Entre los que sienten la alegría de haberlo conocido mezclada con la tristeza de no disfrutarlo nunca más se lo ve a Roberto Mayo, hoy director general de Noticias de Telefe. Hace casi 30 años y con solo 20 años era el productor ejecutivo de Telenoche. César y Mónica pronto pusieron bajo su ala a ese muchacho tan apasionado como talentoso que cargaba con una historia familiar compleja. Establecieron un vínculo más fuerte que el profesional, se hicieron familia.

Cuando hace tres semanas en la clínica confirmaron que ya no había nada para hacer, Mayo cumplió su promesa y ayudó a César a pasar las últimas horas en su lugar en el mundo, en San Pedro y mirando el río. El dolor que transmite su mirada no es el del productor exitoso que lidera con sus noticieros todos los ratings sino el de un hijo que despide a su padre. Cuando los móviles busquen el testimonio de Mónica, accederá como productor pero como ese hijo amoroso y “sin papeles” enseguida indicará: “Muchachos, ya está”.

Mónica con sus hijos, Vane y Sandra Mihanovich
Mónica con sus hijos, Vane y Sandra Mihanovich

La presencia pequeña pero gigante de Mónica Cahen D’Anvers, su compañera por 44 años, la mujer a la que amó interminablemente, es la que más conmueve. Se la ve fuerte en su debilidad. Lleva un saco negro y una polera blanca, quizás esos colores simbolizan el momento. El luto y la luminosidad. La pena por la partida y la pureza de ese amor que marcó su vida. “Quiero decir gracias por esto, gracias por todo esto”, dice y no dice más porque quizá las palabras sobran o quizá porque no alcanzan.

Sosteniéndola en el abrazo están sus hijos, Vane y Sandra Mihanovich, que despiden a ese hombre al que llamaban Tata. Son esos hijos los que cobijan a su madre, cuando la ceremonia comienza y el sacerdote recuerda esas palabras del Evangelio donde Jesús dice “Vengan a Mí los que están afligidos y agobiados”.

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti?, nos seguimos preguntando entre colegas. ¿Qué contamos? Que se ven cuatro coronas de flores. Una enviada por Milena Zapata y Ricardo Ravanelli, sus históricos productores de Canal 13, otra de la Municipalidad de San Pedro, una de Darío Turovelzky, de Telefe, y una última de “los compañeros de Telenoche y TN”. Y no hay más, ni de autoridades, ni de políticos, ni de famosos, ni de gerentes.

Sobre el cajón no se ven desangeladas ofrendas florales sino rosas recién cortadas en La Campiña, ese lugar donde eran felices. Hay otros dos ramitos de flores, uno con una tarjeta que dice “Gracias” y un dibujito donde una letra pequeña asegura “No soy Sol pero puedo serlo”.

Después de las palabras del sacerdote, Sandra se vuelve entera en su pena y lee lo que ese hombre al que quiso como un padre escribió unos días antes sabiendo que la despedida se acercaba: “Me estoy muriendo en San Pedro, rodeado de duraznos en flor y de naranjos que esperan su turno para dejar caer sus pétalos…”

Junto al féretro hay dos canastos con palomas, que recuerdan la gran pasión del periodista por estas aves. Casi siempre muy ruidosas permanecen en silencio, como si supieran a quién despiden. Cuando Sandra termina, las liberan: cruzan el cielo y estallan los aplausos. Porque eso también ayuda a la despedida.

Canta Sandra Mihanovich, cantamos todos
Canta Sandra Mihanovich, cantamos todos

“Vale llorar”, nos dice Sandra, y la familia entona: “Yo te canto de corazón, yo te canto con mi voz. Y si me falta el corazón y la voz es que en el cielo estamos los dos”, cambia el último verso. Y la realidad no cambia, pero con música pareciera que duele menos.

Terminan las palabras, las canciones, pero siguen los abrazos y las lágrimas. Se ve a Santiago Soldati, a Martina de Estrada Láinez, la madre del polista Adolfo Cambiasso, pero también se ven vecinos que repiten la palabra “calidez” y la definición “buen tipo” para describir a ese hombre al que ya no verán paseando tranquilo a sus perros y saludando siempre.

Se acaba la ceremonia y un grupo de mujeres jóvenes se abraza fuerte. Las lágrimas se mezclan con los gritos de: “Vamos, sigamos como quería César”. Trabajaban con él. Entre las más conmovidas, con los ojos hinchados de tanto llorar está Noemí, su secretaria. Nos cuenta que César no dejó nada librado al azar. “Preparó todo para que pudiéramos seguir trabajando cuando no estuviera”. “¿Era tu jefe?”. “No, no era mi jefe. Era mi maestro...”, y ya no vale más preguntar.

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti?, nos preguntamos los periodistas cuando observamos a hombres curtidos, de esos que crecieron bajo la premisa “los hombres no lloran”, con las lágrimas surcando sus mejillas. Cuando Roxana y Diego nos cuentan orgullosos que fueron sus caseros, que hace seis años que trabajan con él -porque todavía no pueden hablar en pasado- y que no saben ni quieren saber cómo será mañana, “cuando no lo veamos haciendo la recorrida y preguntando cómo andamos”. Recuerdan ese día que se les quemó la heladera y les compró otra. “Nunca nos retaba, siempre nos alentaba para seguir adelante. Estas últimas semanas dejó todo preparado para que pudiéramos seguir trabajando. Me duele su partida no por el vacío que siento en el trabajo sino en el corazón”.

Mónica Cahen D'Anvers y Sandra Mihanovich
Mónica Cahen D'Anvers y Sandra Mihanovich

Roxana cuenta que en las últimas semanas César plantó una camada de nuevos durazneros. “Pero esos frutos salen en 20 años”, le recordaron. “Por eso los planto, por eso”.

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti?, nos seguimos preguntando los periodistas cuando Mónica se retiró, cuando Sandra ya habló, cuando tuvimos los testimonios, cuando conseguimos las imágenes, cuando las palomas volaron y las flores quedaron. ¿Cómo se narra la despedida de un periodista cuando las palabras no alcanzan? ¿Cómo se le comparte al lector la información sin caer en sensiblería ni en golpes bajos pero también honrando la memoria de un periodista que enseñó a narrar? ¿Qué palabras se usan? ¿Qué escribimos, qué omitimos? ¿Contamos que en esta despedida entre tantas presencias hubo grandes ausencias? ¿Cómo conservamos la objetividad cuando vemos a colegas que cubrieron mil batallas quebrados? Queremos narrar con la cabeza pero el corazón se impone y sentimos que los manuales del periodismo que estudiamos, los modelos de crónica que analizamos, no sirven para nada. Queremos hablar pero estamos mudos.

El vuelo de las palomas, en el vuelo hacia la eternidad de César Mascetti (RS fotos)
El vuelo de las palomas, en el vuelo hacia la eternidad de César Mascetti (RS fotos)

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti?, nos preguntamos los periodistas y quizás él sabía que no tendríamos respuestas. Por eso, hace unos días se sentó en su lugar favorito, miró el río y escribió. “Me estoy muriendo en San Pedro, a los 80 años, donde siempre quise morir junto a la mujer que amo, abrazado a mi familia. Qué mas puedo pedir”.

¿Cómo se narra la despedida de un periodista como Mascetti? No se narra con nuestras palabras sino con las suyas porque fue maestro hasta su partida. “Me estoy muriendo en paz, con la satisfacción del deber cumplido”, escribió cuando nos dejó y nos dejó una última e inolvidable lección, no de periodismo sino de vida. La última pero la que más vale.

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