“Antes que te vayas dame un beso / Sé que soñaré con tu regreso”, rimó Daddy Yankee en “La despedida”. Y como pidiéndoselo a él, que se está yendo, lo repitieron en simultáneo las casi 50 mil personas que transformaron la cancha de Vélez en una discoteca gigante para su acto final en Buenos Aires. “Esto es una fiesta de pueblo”, fue como el Big Boss del reggaetón definió la imagen que tenía ante sí: un perreo intenso como tributo ideal para este retiro que el boricua está haciendo y en el que visita puerta a puerta a su gente. O ”familia”, como los bendice él.
Yankee había llegado arriba del ala de un avión y en modo holograma para “Campeón”, declaración de principios de LEGENDADDY, su disco definitivo. Al terminar, sobre el escenario se corporizaron él y sus bailarinas -con unos curiosos outfits de azafatas castrenses-, mientras en el aire de Liniers estallaban los primeros fuegos artificiales de la noche.
El rapero no solo estrenó buena parte de su último trabajo sino que además trazó una linea de tiempo estilística y evolutiva del género en el que siempre será rey, invocando a muchos de sus compañeros de ruta a través de covers o colaboraciones. Si esta música está hecha de olas, DY es el mismísimo mar que las abarca. “Estas son las raíces del reggaetón, ustedes ya saben cómo es”, avisó antes que desde las pantallas y las pistas aparecieran Wisin & Yandel (”Mayor que yo”, ”No me dejes solo”), Zion & Lennox (“Tu príncipe”, “Yo voy “), Sech (”Sal y perrea”), Lunay (”Soltera”), Ozuna (”Baila, baila, baila”), Anuel AA (”China”), Myke Towers (”Pasatiempo“), Rauw Alejandro (”Agua”) y Bad Bunny (”La santa” / “X última vez“). Ah, ¿alguien dijo Nicky Jam? Ni él ni un tema de Los Cangris en la lista, omisión más que significativa tratándose de un tour despedida.
En escena, a Yankee lo escolta -pero no lo roza- un cuerpo de baile mixto que entra, sale o se multiplica según el caso, aunque no es muy vistoso ni tampoco subraya el carácter más sexual y nasty de esta música. En lo musical, tiene el respaldo de un MC / segunda voz -oculto en el costado izquierdo del escenario-, un dj y un set de teclados, percusión (timbales, tumbadoras, batería electrónica, octapad) y guitarra que, de acuerdo a la canción, aportó dobleces salseros, trap, dembow, electrónicos o pop para sacarle brillo a lo más clásico de su catálogo caliente: “Rompe”, “Lo que pasó, pasó”, “Ella me levantó” y “Llamado de emergencia”, por lejos las más coreadas.
Después de un interludio coreografiado, DY dejó en el camarín sus ropas negras y salió con dos piezas de jean. El guante oscuro en la mano derecha mutó a azul -usa solo uno, como Feler de la “Brigada B” de Los Simuladores- y arremetió con ese hip-hop a la 50 Cent llamado “Somos de calle”. Poco después de esa barra que dice “siente el fuego, las reglas del juego las pongo yo” y de que el escenario escupiera unas llamaradas en el frente, debió interrumpir la música por un principio de incendio en el techo.
“Cuidado, hay un fuego ahí arriba. Gracias por el aviso. La seguridad de ustedes está primero”, dijo mientras una persona subía por la estructura con la misión de apagar la llama. El primer intento fue insólito, ya que el hombre quiso extinguirla con un soplido. “Hermanito, por favor, no hagas eso, asegura tu vida. Bro, baja, no pongas tu vida en riesgo”, le rogó Yankee, quien a la vez le pedía paciencia a su público. “El show va a seguir, lo primordial es que ustedes estén bien. En unos minutos seguimos con la candela, con el fuego... En la tarima, el mío”, se corrigió y rió.
Una vez neutralizada la flama, la canción se repitió aunque DY modificó los versos para agradecerle a su gente por aguantarlo en esta situación anormal. La improvisación fue casi una constante a lo largo del show, especialmente en las estrofas de algunos temas en los que insertó saludos para Rosario, Mendoza y las mujeres argentinas. Los estribillos, en su mayoría, quedaron a cargo de su segunda voz, las pistas y, claro, el público.
En esa línea y sobre una escenografía de caserío, montó un bloque old school para mostrar de qué está hecho su talento. En una batalla contra el controlador de su dj, afiló su flow más callejero y trajo al presente algunos de sus tracks iniciales (”Yo nunca me quedo atrás”, “Aquí está tu caldo”, “Métele con candela”), esos que vieron la luz antes de que existiera la palabra “reggaetón”. Y con su “familia” en un puño, llegó el encandilante momento “Limpia parabrisas”, para pedirles que enciendan las luces del celular y las muevan de un lado al otro.
“Si toda la vida cantamos tantas canciones en otros idiomas, ¿por qué el mundo no puede cantar una canción en español?”, reflexionó en voz alta antes de soltar su interpretación de uno de los dos temas que explican por qué la música en esta lengua viene dominado el gusto global en los últimos veinte años. Hablaba de “Despacito”, original de Luis Fonsi, quien apareció cantándola desde las pantallas y a la que Yankee le aceleró el mood con sus rimas.
La otra es “Gasolina”, también parida en Puerto Rico y con la que cerró la noche. “Este tema se viralizó antes de las redes sociales. Fue la revolución de la música, la que cambió el juego para siempre. Esta canción creó un movimiento a nivel mundial”, la introdujo con razón. Sin ese humus, y solo por nombrar un puñado de argentinos, quizás no habría Ysy A ni El Osito Wito, quien le abrió el show. Ni Cazzu ni Tiago PZK, a quienes DY saludó en un freestyle... El rap en castellano sería otro, nunca sabremos cómo. Más fuegos artificiales estallan en el cielo y marcan la retirada: se va Daddy Yankee pero deja su huella. Y aunque no habrá ninguno igual, florecerán miles.
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