“Para siempre conmigo”, escribió Laura Gelfi, la nieta de Carlitos Balá. Es que a menos de una semana de la partida del ídolo de grandes y chicos, la joven cocinera decidió homenajearlo con un tatuaje: se dibujó en su brazo el clásico gestito de idea que el artista supo inmortalizar.
En diálogo con Teleshow, Lala, como cariñosamente la llama su familia, dijo que se trató de un “impulso”. “En la tristeza dije ‘¿qué puedo hacer?’ y se me ocurrió el tatuaje”, contó sobre el diseño que plasmó en su piel con Mandinga Tatttoo. Sobre por qué el gestito de idea, recordó: “Simboliza mucho, siempre en las reuniones familiares, él nos pedía que lo hiciéramos”.
Aunque se podría tatuar “todo”, ya que su abuelo fue realmente un creador de frases, el mencionado gesto es uno de los que siempre le recordará a él y según cuenta, “lo que lo simboliza más que nada”. Como pendiente, en un futuro se quiere hacer un dibujo con la palabra “Ape”, se trata de un código de abuelo y nieta, ya que ella, cariñosamente lo llamaba de esa manera por su famoso “ea ea pepe”.
La triste noticia de la partida del actor que acompañó la infancia de los argentinos durante cincuenta años la había confirmado la misma Laura a este medio. “Estamos devastados pero unidos. Y así se fue él: con la familia unida y mucho amor”, dijo el viernes por la madrugada. Él, de 97 años, había fallecido la noche anterior alrededor de las 21.30 en el Sanatorio Güemes donde había sido internado unas horas antes.
Ahora más juntos que nunca, Lala lleva a su abuelo en su piel, además de en el corazón. Ellos siempre tuvieron una relación muy cercana y de cotidianeidad. Sin embargo, y en su momento lo dijo con humor, debe ser una de las pocas argentinas que no dejó el chupete gracias al creador de “¿Qué gusto tiene la sal?”: “El colmo de tener de abuelo a Carlitos Balá… ¡nunca usé chupete!”.
Hace unos años había contado cómo era Carlitos como abuelo, más allá del personaje: “Me malcría como casi todos los abuelos a sus nietos. Pero con la excepción que estar con él es reírse a cada segundo”. En ese momento lo definió como una persona “alegre y graciosa” que admiraba mucho.
Como animadora infantil ahora tiene la gratificante tarea de seguir su legado, y como cocinera, hace unos años contó que él siempre estaba dispuesto a probar sus recetas y ella, a mimarlo con sus platos preferidos: “Comemos comida árabe, disfrutamos de un buen vino. A la tarde comemos cosas hechas por mi. Lo veo muy seguido, vivo a la vuelta de su casa, voy casi todos los días”.
Como nieta
“Sumbudrule”, “Un kilo y dos pancitos” y “¿Qué gusto tiene la sal?” son algunas de las decenas de creaciones del hombre que comenzó su carrera en la línea 39 de colectivo. Sin embargo, una de las más emblemáticas es el Chupetómetro: un gran cilindro transparente de unos dos metros de altura en el que los chicos dejaban el chupete (o la mamadera llegado el caso).
Hace unos años, en diálogo con Diario el Cuyo contó que lo idearon junto con su productor D’ Alessandro y que no se trató solo de un sketch, sino que habían hablado previamente con profesionales sobre el tema: “Averiguamos con los pediatras cómo influía el uso del chupete en la boca y nos dijeron que después de los 2 años tenían que dejarlo porque deforma el paladar. Y así fue que empezamos con una canastita donde los chicos iban dejando sus chupetes. Pero eran tantos que hicimos unos tubos enormes que instalamos en ATC, en el circo y en el teatro”.
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