La sala iluminada de la Gerencia de Noticias, ubicada en el séptimo piso de El Trece, ofrece una vista amplia a la nava tecnológica del canal. Desde allí, Edgardo Alfano mirará hacia adentro. A su interior. Y entonces, en este encuentro con Teleshow, hablará de los comienzos en el periodismo, de la oportunidad que le brindó Magdalena Ruiz Guiñazú y de esta etapa de su carrera, a la que llama el tercer ciclo. Y de Cristina, Alberto, Macri, la crisis económica, la política, la grieta, la persecución al periodismo.
Pero Edgardo también rememorará cómo su infancia en Quilmes, donde nunca faltó nada pero tampoco sobró a ese niño que creció junto a su mamá y su tía. El mismo que nunca conoció a su padre, y al que le habría gustado tener un hermano. Y confesará cuánto lo entristece la ausencia de su hijo mayor, radicado en el exterior por no haber encontrado una oportunidad en su país. Hablará de su esposa. De su madre, que a los 93 años lo sigue cuidando. Del placer de no hacer nada, las pocas veces que puede encontrarse sin hacer nada, en una profesión tan demandante.
Alfano hablará de todo eso -y más- en una entrevista en la que exhibirá la misma transparencia con la que se desempeña en A Dos Voces, uno de los programas políticos de mayor prestigio del país, junto a su compañero Marcelo Bonelli, en TN.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—En un momento donde pisé un poco el freno y puedo gozar un poco mejor de la profesión. Son tantos años, tantas cosas que han pasado en este país… entonces, cuando ya maduraste en esta profesión y te convertís en un veterano, la podés disfrutar mejor. Pero nos pasa a todos; les va a pasar a todos. Esta profesión tiene una adrenalina que te come la vida. Los seres humanos tenemos tres tercios, y la profesión también. El primer tercio es cuando empezás: sos un torbellino, querés hacer todo para poder hacer pie y es difícil. El tercio del medio por ahí coincide con que formás familia, o no. Y después te agarra el último tercio de la profesión, que es el que disfrutás porque ya no tenés la presión de los otros tercios. Acá llegaste a la última etapa de tu carrera.
—¿Cuál cree que fue su primera etapa y cuándo sintió que hizo pie?
—Yo estaba en Continental, en el informativo. Una noche llaman a mi casa y mi mamá me dice: ”Magdalena Ruiz Guiñazú está en el teléfono”. Yo no entendía nada. Ella me dijo: “Edgardo, te quiero sumar a mi programa a partir del lunes para que hables de política, de sindicalismo”. Esto fue un fin de semana; cuando llegué ese lunes a la radio era uno más de la mesa. Y me dije: ”Empecé a hacer pie en esta profesión. Pero tengo una responsabilidad por delante muy grande, porque te va bien o te va mal”. Y además, me guio en cuanto a la profesión, me hizo sentir muy seguro. Ahí es donde dije: “Terminé de estudiar Periodismo, Locución: hice pie. Sé dónde estoy parado. A partir de ahora es mi responsabilidad abrirme camino”.
—¿Cómo fue su llegada a los medios?
—Un pariente mío estaba vinculado con uno de los directivos de Continental y me pasé un año pidiendo que me dieran una oportunidad. Hasta que me la dieron. Era muy joven. Tenía la la tarea de cortar un cable de teletipo y ponerlo en una bandejita: si era de deportes, en deportes; si era policial, en policiales. Así me pasé un montón de tiempo, semanas, y yo me preguntaba: “¿Esto será el periodismo?”. Pagué un muy buen derecho de piso, te aseguro. Después, empecé a escribir unas cositas para los informativos y a veces te pasan cosas que te llaman la atención… Por ejemplo un día, como no había periodistas en la redacción, lo que pasa siempre, me mandaron a ir ver al cardenal (Antonio) Samoré, que estaba haciendo la mediación del Beagle. Estaba en la Nunciatura. Me llevaron y me dejaron en la puerta con un grabadorcito y otro periodista más. Salió Samoré y fue muy breve, pero habló de la lucecita al final del camino, que después fue su gran lema para llegar al acuerdo por el Beagle. Y lo había enganchado yo, que era un pibe que recién empezaba. Llevé el grabador al jefe de turno y me pregunta: “¿Tenés a Samoré diciendo eso? Vamos al aire”. Esa fue mi primera sensación linda del periodismo.
Sacá durante unas horas Internet, Wikipedia y Google, y encontrarás a una parte importante del periodismo como abandonado
—De la radio a la televisión. ¿Cómo fue?
—Fue un camino largo. En la radio empecé como columnista con Magdalena, luego tuve programas propios. Después me fui a la agencia de noticias DyN, estuve como 12 años al frente de la redacción con distintos cargos hasta ser director, y luego, paralelamente, me sumé a Canal 13, a TN, como productor de A dos voces.
—Y de productor a estar delante de las cámaras. ¿Cómo fue ese paso?
—Todo es muy rápido en esta profesión… El día que cayó Roberto Lavagna, el ministro de Economía de Néstor Kirchner, había que salir al aire, y no estaban todos los que tenían que estar porque estaban haciendo otra cosa. Así que Carlos de Elía me dijo: ”Vas al aire. Te vengo escuchando en la radio, sé lo que sos como periodista en DyN. Así que andá al aire: enseguida nos vamos a dar cuenta si servís o no”. Y estuve sentado como siete horas al aire.
—Una de las últimas entrevistas de A dos voces fue al presidente Alberto Fernández. ¿Cómo lo vio?
—Veníamos ya de todo el tema de Cristina, las causas judiciales, todo eso. Lo vi muy concentrado en la nota, sobre todo porque venía a hacer la nota a TN. Que venir acá, él lo dijo, para el kirchnerismo duro, para el cristinismo, para La Cámpora… Yo creo que eso a él le pesó un poco. Pero también estaba muy preocupado en lo que decía de Cristina Kirchner, en defenderla mucho, en criticar el pedido de prisión del fiscal (Diego) Luciani. Otras veces a los presidentes no los ves muy concentrados; él estaba muy pero muy concentrado en lo que tenía que decir. Así y todo, metió la pata. Se despachó él solo con el tema Nisman cuando no era la pregunta, cuando dijo que al fiscal Luciani no le pase lo mismo que a Nisman. Como viejo agenciero que soy, siempre cuando hacíamos reportajes estábamos escuchando para ver cuál es el título, y cuando dijo eso, pensé: “Esto es un escándalo”.
—Nombró a Nisman. Usted fue el último periodista que lo entrevistó. ¿Fue una nota más esa en su carrera?
—Si vos lo ves con el diario del lunes decís: “No, fue una nota top, todo”. Pero para mí era una nota más porque era muy importante lo que había… Desde los últimos años de la dictadura, que empecé a trabajar en periodismo, hasta ahora, vi cosas tremendas; entonces, sabía que era una nota muy importante. Pero claro, después tuvo la trascendencia que tuvo... Cuando hacés política y aparecen temas judiciales tenés que estar muy interiorizado sobre la causa porque no podés equivocarte. Entonces, estudié muy bien la causa y lo que le iba a preguntar. De hecho, él llegó antes, se quedó un rato largo, estuvimos charlando de un montón de cosas de la vida que no tienen nada que ver con la causa.
—¿De qué hablaron?
—Hablamos de la profesión, de los gustos que cada uno tenía. Él se había producido bastante porque me dijo que era muy coqueto. Me dijo: “¿Qué tal? ¿Qué te parece? ¿Cómo me veo?”. Y charlamos un poco de eso, del hombre coqueto y todas esas cosas.
—¿Cómo ve al periodismo hoy?
—La grieta lo afectó muchísimo. Una cosa son los periodistas, otra cosa los medios. Los medios en general no son ajenos a la crisis económica del país: hoy, los afecta como a cualquier empresa. Es muy difícil porque los medios cada vez requieren una mayor inversión tecnológica y en cuanto a sus estructuras, más allá de lo tecnológico. Entonces, están atravesando una situación delicada. Con relación a los periodistas yo creo que está cambiando la generación de periodistas. La tecnología hace que se produzca un cambio más rápido: yo no viví un cambio tan grande de generación, pero sí lo estoy viendo con los que son más jóvenes, con los periodistas que tienen entre 25, 20 y 35 años. Ya nos separa bastante, no digo la formación, sino cómo ellos ven la profesión, cómo ven el futuro de la profesión.
—¿Dónde nota más la diferencia?
—La diferencia está, porque quiero ser respetuoso, en la búsqueda de la información. Sacá Internet durante unas horas, sacá Wikipedia, sacá Google, y te vas a encontrar que hay una parte importante del periodismo que se encuentra como abandonado. Porque los de mi generación, y los que vinieron atrás también, los que son un poco más jóvenes, íbamos a buscar información. No necesitábamos de Google, Wikipedia, nada, porque nos nutríamos de información. Por ahí creo que lo que falta es eso: no aferrarse tanto a Internet o a las redes e ir a buscar más la información. Tener contacto directo con la fuente. Y desconfiarles a las redes sociales. Nosotros nos educamos, nos hicimos en el periodismo pensando en lo que tiene que ser la verdad. Por eso yo digo que el peor enemigo del relato es la verdad, porque lo desenmascara. Imaginate que vos tenés una información y no es verdad, y la doy: daño al medio para el que trabajo, y me daño yo como periodista porque después empiezan a desconfiar de todo.
Si Cristina pensaba retirarse y dejar alguna herencia, definitivamente Máximo no lo es
—¿Cómo se maneja hoy con las redes?
—Me pasó una cosa curiosa: la grieta me sacó las ganas de estar en Twitter. A los que vivimos tantas cosas en este país, la grieta nos resulta muy dura. Yo la pasé realmente mal porque fui escrachado, me insultaron a mí, a mi familia, a mis hijos en la calle, en el cine, en restaurantes... Fue muy dura la persecución del kirchnerismo a un sector de la prensa, del medio, donde si vos no pensabás u opinabas como ellos, eras como un enemigo. Y la pasé muy mal en esa época. No por mí, porque, te soy sincero, con Magdalena nos espiaban, nos pinchaban los teléfonos, esperaban cuando salíamos del canal y nos sacaban fotos en el Tortoni. Esas cosas las pasé. Esas cosas son las que sí te asustan. Pero me dio mucha bronca porque mi familia no tenía por qué padecer este tipo de cosas.
—Y hoy, ¿cómo vive el tema de ser crítico?
—Ahora sumamos las críticas del kirchnerismo más las del macrismo. Pero hoy, tengo que ser justo, la relación con el periodismo mermó: no es el grado de agresión del pasado… Sí la militancia en la calle. Menos, menos. La verdad que quiero ser justo en eso: menos, pero te los cruzás.
—¿Cuándo sintió que pagó el derecho de piso en su carrera?
—En realidad no lo pagás nunca porque esta es una profesión donde cambiás mucho. Había pagado derecho de piso en el informativo. Después fui con Magdalena, pagué derecho de piso también porque me hice como columnista. Después tuve otros programas propios en la radio. A ver: pagar derecho de piso es hacer algo nuevo. Distinto es que te hagan pagar derecho de piso; eso es otra cosa. Pero yo creo que constantemente estamos pagando derecho de piso.
—¿Cómo ve el futuro de Cristina?
—El kirchnerismo, el cristinismo sin Cristina es algo que se va a ir achicando, achicando, achicando. Hoy es Cristina. Por eso la están empujando y alimentando para que ella sea candidata en el 2023. Habrá que ver si a presidente o si quiere conservar los fueros a senadora de la Provincia de Buenos Aires. Por ahí pensó que llegaba la época de retirarse y dejar una herencia, pero hoy no hay una herencia. Son irreemplazables Néstor y Cristina como fue irremplazable Alfonsín, como inclusive en su estilo fue irreemplazable Menem. Hoy no ves en el kirchnerismo una figura que puedas decir: “Va a ser la herencia”. Definitivamente, Máximo no lo es. Ella hoy está metida, obsesionada con su situación judicial por las causas que tiene. Y no creo que Máximo pueda reemplazarla, a ella ni al padre.
—¿Y dónde ve a Máximo?
—Lo veo como un dirigente político del kirchnerismo. No lo veo gobernando una provincia o siendo presidente. Vos para algunas cosas tenés el perfil y para otras, no. Insisto, todo mientras Cristina esté al frente de este movimiento que tienen, porque donde ella dé un paso al costado el kirchnerismo se va a achicar como se achicaron otras fuerzas políticas.
—¿La mayor virtud y debilidad del Frente de Todos?
—La mayor debilidad es tener que defender los actos de corrupción que hubo en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, que es durísimo para ellos. Y vos ves dirigentes que dicen que no, que no existió nada. Ellos, los del Frente de Todos, tiene un habilidad: las palabras exactas, son muy rápidos y hábiles para tomar un tema, apropiarse de ese tema y convertirlo en una bandera. Por ejemplo, para agarrar algo final, el pedido de condena de Luciani lo tomaron como una bandera de persecución. No te quiero poner el caso del atentado contra Cristina porque es algo muy serio, no quiero politizarlo. Pero ellos toman un tema y son muy hábiles para instalarlo en la sociedad, en ese sentido han sido mucho más hábiles que la oposición.
—¿La mayor virtud y debilidad de Juntos por el Cambio?
—La mayor debilidad es que están todos divididos. Y en cuanto a su habilidad, creo que saben interpretar los reclamos y la necesidad de la clase media, media alta y media baja. Tienen dirigentes capaces. Ojo que en el peronismo y en el kirchnerismo también hay dirigentes capaces, pero están todos muy sometidos a la figura de Cristina Kirchner y no pueden tener vuelo propio. En cambio, Macri hoy está lejos de ser Cristina, no es que aglutina a todos y todos hacen obediencia debida a Macri.
—¿Cómo ve la lucha para mantener el relato de ambas partes?
—Insisto, es tan claro lo que pasa… Macri se subió arriba de un auto, le dijeron: “Te vas a estrellar contra la pared”, no les hizo caso y se estrelló contra la pared. Entonces, ¿qué te puedo decir si se estrelló contra la pared? Esa es la verdad. Fracasó en el gobierno. Cristina terminó muy mal su gobierno. No logra instalarse en un sector de la sociedad que es el que te lleva o no a gobernar: la clase media. Carga sobre sí sus gobiernos y el de Néstor Kirchner, donde quedaron expuestos un montón de actos de corrupción que están siendo sometidos a la justicia. Cuando vos ponés un relato diciendo esto es mentira de un lado o del otro, si tenés la verdad, no puede ser nunca. Entonces, esos relatos se caen por sí solos. Y eso hace que todo se polarice cada vez más.
Algo personal
—¿Qué recuerda de su infancia?
—Viví siempre con mi mamá y con mi tía, así que tengo una infancia en la que me han cuidado mucho: me han dado todo dentro de las limitaciones, porque no sobraba nada.
—¿Y tu papá?
—Nunca lo conocí. Eso, ¿viste?, me crie con dos mujeres. Después trabajé con Magdalena. En la profesión y en los trabajos siempre me rodearon las mujeres. Viví toda la vida en Quilmes. Trabajó mi mamá, trabajó mi tía; no teníamos lujos. Entonces sé lo que es vivir con lo justo, aunque no me faltó nada. Y a mis hijos traté de darles todo lo que no tuve y más. Pero siempre, y no me puedo quejar, enseñándoles que hay que ayudar al que no tiene, al que sufre, al que le faltan cosas. En casa tocan el timbre todos los días y damos; todo lo que podemos, damos.
—¿Cómo es como papá?
—Con mi esposa, Graciela, tenemos tres hijos y los criamos como hijos únicos.
—Usted es hijo único. ¿Puede ser que esa elección de crianza sea por su experiencia?
—Bueno, siempre sería mejor tener un hermano: debe ser algo muy lindo. Yo lo veo con mis hijos, lo aconsejo. Porque al ser hijo único es como que toda la atención y toda la responsabilidad está metida en vos. Tenés que ser un buen hijo único. Reclamás como hijo único un montón de cosas, reclamás porque no hay otro al que darle las cosas. Y después, tenés que dar como hijo único. Te siguen: “Hola, ¿estás? No llamaste”. En cambio, cuando son varios hermanos la responsabilidad es otra. Bueno, es lo que después charlás con los psicólogos: “Criás a todos tus hijos como único” (risas). Ellos también te dicen: “Basta, no nos ahogues”.
—¿A qué se dedican sus hijos? ¿Alguno sigue sus pasos?
—Sí, mi hijo del medio, Christian, es periodista: ahora está haciendo deportes. Mi hija, Erica, estudió Ciencias de la Comunicación, pero trabaja en un banco en la parte de relaciones institucionales y publicidad. Y el más grande, de 35 años, es científico, está en el exterior. Se fue hace cuatro años.
—¿Por qué se fue?
—Hizo un doctorado, estuvo en el CONICET, pero en un momento tenés que darle la oportunidad a otros para que tengan lo que él tuvo en el CONICET. Y desgraciadamente, en este país se investiga poco.
—¿Pero no era un país de científicos?
—Sí, científicos que se van del país... Mi hijo quería quedarse. Yo estoy muy agradecido a la UNQUI, donde estudió mi hijo, y muy agradecido al CONICET también. Pero cuando salís no hay nada: es muy difícil conseguir trabajo en el sector privado que, a mi entender, hace todo lo posible para expulsar a los científicos del país. Yo acá traté de abrirle puertas a ver si podía tener alguna chance. Hizo contacto en el exterior y la segunda empresa con la que hizo contacto le dio algo para que resuelva, lo resolvió, y le dijeron: “Queremos que la semana que viene estés trabajando con nosotros”. Era para Navidad, para las Fiestas. Así que se fue, y se quedó. Fue muy duro, no me voy a olvidar más de eso... Yo no me comí nunca el verso de los gobiernos de “estamos haciendo las cosas para que vuelvan”. Se han ido los jóvenes de este país buscando algo mejor… Y es duro estar en el exterior. El que te diga que no, los que tienen hijos o matrimonios que se van... Dejás todo acá. El argentino es muy especial: extraña mucho el modo de vida de acá.
—¿Qué le gusta hacer cuando no trabaja?
—Nada. A ver, a mí me gusta jugar al fútbol. Ahora estoy un poco lesionado. El fútbol me quiere sacar de las canchas. Me gusta pasear. Me gusta ver series, películas. Me gusta ir de vacaciones. Me gusta conocer. La verdad que me gusta tener una vida fuera del periodismo. Ya te digo, entrás en una parte, en una etapa, en la última etapa como periodista, que decís: “Bueno, trato de ver la menor cantidad posible de programas políticos”. Viví toda mi vida enchufado las 24 horas. , Cuando estoy fuera, que sé que no hay nada que me requiera atención, trato de hacer mi vida.
—Ah, bien. Se puede, entonces...
—Bueno, ese es el objetivo que tenemos todos los periodistas: en algún momento hacer nuestra vida.
—¿Qué le gustaría decirle a su madre?
—Gracias por todo lo que hizo. Me bancó el estudio, todo, y me sigue dando consejos hasta el día de hoy. Así que en eso estoy agradecidísimo. Me llama y me dice: “Vi esto. ¿Volviste? ¿Dónde estás, que no sé nada de vos? ¿Llegaste bien a la noche?”. 93 años tiene. Y me pasa mucha información. Cosas que yo no me entero de que están pasando y me llama y me dice: “¿Viste que pasó esto? ¿Viste que pasó lo otro?”. Y muchas veces, te digo, es una gran fuente de información para mí porque escucha radio, le gusta mucho. Ve televisión. El otro día me llamó y me dice: “¿Te enteraste de que murió la reina?”. Yo me enteré por ella.
—¿Cuál fue el día más feliz en su profesión?
—Uff, qué excelente pregunta. El día que Magdalena me llamó y me dijo: “Vas a trabajar conmigo”. Después, notas, muchas. Muchísimas notas. Pero ese día fue como tocar el cielo con las manos.
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