La misma noche que un joven Martín Scorsese terminó de leer Gangs of New York, de Herbert Asbury, soñó/deseó convertir esa historia, escrita en 1928, en una película. Tuvieron que pasar 25 años para que pudiera cumplir su sueño/deseo. Scorsese venía de filmar La edad de la inocencia y esta película sería su contracara. Si en la primera mostraba un mundo de privilegio, etiqueta, buenos modales y deseos cohibidos de la alta sociedad neoyorquina de fines del siglo XIX, en Pandillas de Nueva York mostraría el reverso. Una historia de venganza, rivalidad y torcidas relaciones paterno-filiales, en la que el joven Amsterdam Vallon se gana la confianza del brutal y seductor Billy, el Carnicero, para vengar la memoria de su padre, al que aquel asesinó para quedarse con el control de las calles.
Al primero que convocó Scorsese para protagonizar Pandillas… fue a Robert De Niro, pero su actor fetiche desistió de la propuesta. No quería volver a Europa -la película se filmaría en los estudios Cinecitta romanos -después de su detención en París por una supuesta vinculación a una red internacional de prostitución. Aunque respondió no, le recomendó a Leonardo DiCaprio para el rol de Amsterdam, con el que había trabajado en Mi vida como hijo.
Scorsese escuchó el consejo y sumó que la fama de Leo, que venía de protagonizar Titanic, lo ayudaría a entusiasmar productores. Ya en la filmación, al ver a DiCaprio en acción, agradecía la recomendación de Bob, pero por las mañanas insultaba bajito. Es que el rubio llegaba todos los días tarde porque salía de juerga cada noche.
El rol de Jenny Everdeane, una ladrona, se lo quedó Cameron Diaz. La rubia pronto supo de la meticulosidad del director. Para que su actuación como carterista fuera bien real, contrató a un legendario ladrón italiano apodado El Mago para que le enseñara cómo robar correctamente.
Quedaba el rol de Billy, el Carnicero, y el director ni siquiera necesitó tomar pruebas. Sí o sí sería Daniel Day Lewis con el que había trabajado en La edad… Si en esa película con su Newland Archer fue un ejemplo de contención, elegancia y suavidad, en la piel de Bill, El Carnicero mostraría una personalidad brutal que lo único que tenía en común con Archer era el actor que lo interpreta. Existía solo un pequeño problema a resolver. Hacía cinco años que el británico nacionalizado irlandés estaba alejado de la actuación. Su nuevo trabajo era… zapatero en Florencia. La insistencia del director logró que abandonara las suelas por el set.
Se sabe que algunos actores interpretan papeles, pero Day Lewis se convierte en ellos. Lo demostró cuando fue Christy Brown -el artista irlandés afectado por una severa parálisis cerebral- en Mi pie izquierdo, el guerrero blanco educado por los pueblos originarios en El último de los mohicanos, el reprimido caballero de La edad de la inocencia. En cada set, con la cámara filmando o no, Day Lewis vivía dentro de su personaje. “Se trata básicamente de sentido común. Si uno quiere explorar una vida, la mejor manera de explorarla es desde adentro, metiéndose en ella, y no es cosa de entrar y salir de ella, usarla un rato y después colgarla en la percha. Mi idea no es hacer un filme que me atraiga sino descubrir una vida fascinante”, explicaba sobre el por qué de su método de trabajo.
Para su papel en Mi pie izquierdo se fue a vivir a una casa en Dublín junto a un centro médico para personas con discapacidad (del que luego se convirtió en benefactor) y pasó meses con los pacientes. Aprendió a pintar con un pincel sujetado por dos dedos de su pie, y en el rodaje no se levantaba de la silla de ruedas ni en las pausas, obligando a miembros del equipo a llevarlo de un lado a otro e incluso a darle de comer con una cuchara.
Como Hawkeye, en El último mohicano sumó diez kilos de músculo, aprendió a pescar, a despellejar animales y a construir una canoa. En el rodaje no se separaba de su rifle, que aprendió a cargar y disparar mientras corría. En el nombre del padre bajó 15 kilos a base de raciones carcelarias y pasó dos días con sus noches sin comida ni bebida en la celda del set. Para Pandillas de Nueva York decidió aprender el oficio de carnicero y el arte de lanzar y afilar cuchillos, algo que practicaba entre escena y escena. Adquirió tal habilidad que el ojo falso de su personaje, un implante hecho de cristal y silicona, se lo sacaba con un cuchillo sin lastimarse ni inmutarse.
No le pareció suficiente. Compenetrado con Bill, llamaba a los actores por el nombre de sus personajes incluso cuando estaban fuera del set y vagaba por Roma buscando con quien pelear. Un día salieron a cenar con parte del equipo. Lo que parecía una buena idea terminó siendo otra muy mala. A todo el que se cruzaba con el grupo, el actor lo insultaba y ponía caras violentas. Hasta el mozo del restaurante, al verlo comenzó a temblar y se negó a atenderlo.
Cada vez que hablaba, hablaba como su personaje. Y escribimos “cada vez” porque de tan compenetrado se negó a conversar con DiCaprio durante el tiempo que duró la filmación. “A los dos días de comenzar dije: ‘Buenos días, Daniel’, y él se fue gruñendo. Pensé: ‘Oh, mierda, el juego comenzó'. No creo que hayamos intercambiado una palabra más durante los nueve meses que estuvimos allí. Era simplemente Bill, el Carnicero, y eso fue todo”, contó el héroe de Titanic a Showbiz Cheat Sheet.
La competencia entre los dos actores se volvió tan real que un día los encontraron intercambiando golpes. “Me alegro de haber estado haciendo ejercicio”, explicó Day Lewis. Metido en su personaje continuamente azuzaba a DiCaprio a pelear, pero en una escena todo se desmadró. Un fuerte golpe le fracturó la nariz y él sin parar de sangrar siguió filmando. Al terminar se limitó a decir que estaba emocionado porque la escena había salido bien.
Técnicos y actores comentaban que la fractura se la había ocasionado Leo, pero el rubio sigue asegurando que él no fue. “Se rompió la nariz, de verdad, pero lo hizo golpeando un saco lleno de arena y no a mí. ¡No fui yo! Debería haberme dado un cabezazo en la cara, pero tenía protección, incluso si no se ve en la película.”
Aprender a manejar cuchillos, actitud pendenciera, silencio y rivalidad con su protagonista. Para muchos, con esto ya era suficiente, pero Day Lewis decidió ir por más. Como la película está basada en el año 1863 se negó a usar ropa contemporánea que lo abrigase mejor. Su decisión le provocó una grave neumonía. Si esto lo asombra lector, espere a leer lo siguiente. Cuando quisieron tratarlo, rechazó la medicina moderna argumentando que en la época del filme no existía una cura para la enfermedad. Le dijeron que moriría si no cambiaba de opinión, aceptó medicarse y ponerse más abrigo. En el set no sabían si admirarlo por lo comprometido o retarlo por cabezotas.
Terminada la filmación, no terminaron los problemas. Si Pandillas... mostraba una guerra entre bandas, detrás de pantalla se libraba una verdadera guerra entre el director y Harvey Weinstein, el entonces poderosísimo CEO de Miramax. Desde el comienzo Scorsese defendió su visión artística en cuanto a la estética y duración, mientras que Weinstein pugnaba por una versión más simplificada y redituable. El conflicto estalló cuando Harvey despidió a Jay Cocks, amigo cercano de Scorsese y guionista original del filme, porque no estaba de acuerdo con el final. El guion pasó por varios escritores hasta que Weinstein estuvo satisfecho. El productor también mostró su furia cuando el presupuesto de 80 millones de dólares subió a casi 110.
La edición final que propuso el director era de... ocho horas. El estudio exigió recortarla y Scorsese presentó una de algo más de tres. Weinstein ordenó la eliminación de 25 minutos para asegurar una amplia llegada en las salas, edición final que Scorsese no aprobó. La tensión entre director y productor quedó demostrada con una pequeña venganza que Scorsese plasmó en pantalla. En una corta escena, Day Lewis clava sin motivo un puñal en la mano de un rival al grito de “¡Te dije que me molestaban tus ruidos, Harvey!”.
La versión final duró 168 minutos. En la función especial de preestreno, muchos espectadores la rechazaron porque consideraban que mostraba un exceso de violencia física y verbal como cuando El Carnicero advierte: “Si alguien me roba, le corto las manos; si me insulta, le corto la lengua; si se rebela contra mí, clavo su cabeza en una estaca, y la pongo bien alta, para que puedan verla todos”. Ante las críticas, tanto Scorsese como Di Caprio argumentaban que el siglo XIX fue quizá el más violento en la historia de Estados Unidos no solo por la Guerra Civil sino porque la violencia formaba parte intrínseca del tejido urbano de Nueva York.
Con fecha de estreno, los atentados del 11 de septiembre de 2001 obligaron a posponerla por los temores en Miramax de que, en un momento traumático para el país, no fuese bien recibida. Años después esa justificación fue desmentida por Scorsese, quien afirmó que todavía se encontraba filmando algunas breves tomas incluso en octubre de 2002.
Un año después de la fecha estipulada para debutar en pantalla, se pensó estrenar Pandillas en el verano boreal del 2002, pero para los expertos en mercado en los días veraniegos los espectadores prefieren historias pasatistas, además debería competir con Atrápame si puedes, dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por... DiCaprio. La decisión final del estudio fue estrenar el filme de Scorsese en diciembre, para posicionarla de cara a los Oscar según argumentaron aunque los rumores decían que solo querían “sacarse de encima a la película y sobre todo, a su director”.
Pandillas obtuvo diez nominaciones al Oscar, pero no ganó ninguna estatuilla. Sin embargo dejó algunas líneas que estimulan el debate. Como cuando el corrupto Tweed al ver los inmigrantes recién llegados a Nueva York asegura: “Esos son los cimientos de nuestro país. Futuros americanos”, ante lo que Bill, el Carnicero le responde: “Yo no veo americanos. Yo veo intrusos. Irlandeses que hacen por 5 centavos lo que un negrucho hace por 10 y lo que un blanco hacía por 25. ¿Qué han hecho? Dígame una contribución”. La respuesta todavía hoy resuena por lo honesta o por lo cínica: “Votos”.
SEGUIR LEYENDO