Durante cuatro décadas de permanencia líder en radio y televisión, Grandes Valores del Tango atravesó el pulso sensible de las familias argentinas y principalmente la de los Romay. La de su creador, impulsor y defensor a ultranza Alejandro y la de su hijo Diego, primero espectador casi por obligación, luego ferviente admirador y ahora productor a punto de encender la llama de su legado. Con el histórico presentador Silvio Soldán, con parte del elenco de cantantes que supo engalanar el ciclo y una propuesta ambiciosa en la que dialogan el musical en vivo con las proyecciones audiovisuales y el material de archivo, se prepara para estrenar Grandes Valores del Tango en el Teatro Astral el jueves 22 de septiembre.
“Es una gran apuesta musical, con una propuesta de baile fuerte y atravesado por el relato histórico, con testimonios de quienes pasaron por el programa y con un laburo de edición muy grande”, se entusiasma Diego Romay en un diálogo con Teleshow marcado por la emoción. Es que Grandes Valores del Tango fue una de las criaturas más queridas por ese inmenso creador que fue Alejandro Romay. Un producto ligado a sus inicios en los medios, como locutor en Radio El Mundo (1951), que significó también su desembarco televisivo en 1963, mucho antes de ser El Zar, cuando era un jovencito recién llegado de Tucumán con ganas de hacer historia. Empezó con la conducción de Hugo del Carril, lo continuó Juan Carlos Thorry y los últimos 20 años fueron de Silvio Soldán. Tres personalidades y estilos diferentes, que supieron darle su sello para que brillen otros.
Como cualquier chico de su época, a la noche Diego veía en la televisión lo que sus padres decidían y en su casa la tele estaba todo el día encendida con la señal fija en Canal Nueve. “Mi viejo decía ‘a mí la televisión me da de comer y me hace dormir’”, rememora Diego a modo de justificativo, y cada dato privado de aquella intimidad invita a la curiosidad. “Hablar de Alejandro Romay es hablar de una historia vinculada al tango. Desde sus orígenes como locutor, que después lo trasladó a la tele y lo defendió a muerte. Y todo eso se vivía en casa”, dice el productor, en referencia a ese hogar en el que latía televisión.
Eran tiempos de un solo aparato por familia y cuando la pantalla organizaba la vida cotidiana, con una audiencia segmentada y diseñada para cubrir los hábitos de consumo según los cánones de la época. La mañana era de la mujer que hacía las tareas de la casa, la tarde para los chicos que volvían del colegio y la noche era para los unitarios o el entretenimiento según definieran los adultos. Y los miércoles a las 21 en Canal 9 había una cita ineludible con la música ciudadana.
—¿Cómo se explica un éxito tan sostenido en el tiempo?
—Fueron casi cuatro décadas en el aire, tanto tiempo de permanencia es una locura. Y todo se explica porque mi viejo tenía un impulso permanente hacia el programa construyendo ideas, pensándole giros y eso requirió de parte de él un trabajo de adaptación constante. Los ‘70 todavía estaban vinculados al tango como una música que se escuchaba mucho; en los ‘80 hay un cambio en la televisión muy fuerte, en el que llega primero el color y después las privatizaciones. Eso requirió mucha iniciativa creativa de mi viejo para poder sostener y adaptar el programa. Invitó a personalidades del rock nacional, vinieron Julio Iglesias, Dyango, Isabel Pantoja; le fue encontrando esas vueltas para defender el género y el contenido, y los 90 marcaron el fin del producto en el momento de mayor deterioro del tango.
—¿Cómo decidió Alejandro ponerle fin a Grandes Valores?
—Un día mi viejo llegó a casa y dijo “si no tenemos 20 puntos de rating, esto se termina. Se viene la ficción a la noche, la televisión va a pegar un giro”. Él veía el modelo americano de televisión, con la comedia familiar muy impuesta, y veía que eso iba a pasar en Argentina. No había que seguir Grandes Valores a toda costa, no era necesario aferrarse a la idea, sino que si habían cambiado los tiempos, no tenía sentido insistir.
De la pantalla a las tablas. Grandes Valores salió por última vez al aire en 1992 pero permaneció guardado en la memoria colectiva. En este tiempo, Diego Romay, el niño que veía con ojos asombrados y cada vez más orgullosos lo que generaba su padre, llevó ese espíritu del dos por cuatro por los escenarios del mundo como creador del musical Tanguera. Allí se propuso replantear el concepto de la dramaturgia del género planteando una estructura de comedia musical. Fueron doce años hasta que la pandemia puso todo en pausa y partió en dos al proyecto. Mientras la escenografía dormía varada en un contenedor en Londres, Diego recibió el llamado de Julio Gallo, del Teatro Astral, que le ofrecía llevar el espectáculo a su sala. Al productor no le cerraba. No poder contar con el set completo era un impedimento, sin embargo la pregunta encendió una chispa en su memoria.
Diego recordó una cena en la casa de su padre junto a la familia Mores, de la que vale inferir que el tango dominó buena parte de la velada. Mariano le dijo a Alejandro que había que hacer algo con Grandes Valores, volverlo a la tele, revivirlo. La charla se perdió en la madrugada, pero permaneció en algún lugar de Diego, y se activó cuando se encontró con una sala a disposición y le faltaba un espectáculo para montar: “Me pegue un viaje hacia atrás, apareció esa conversación y me puse a trabajar en eso”, dice el productor.
—¿Cómo elegiste contar la historia?
—Me vino a la cabeza la posibilidad de armar como una biopic de la historia de Grandes Valores del Tango, con proyecciones y mucha documentación histórica de la época. Fue un trabajo muy grande de curaduría para meternos en el alma del programa, en su genética, para contar la historia desde los orígenes, por supuesto con cantantes y músicos en escena, con una apuesta de baile fuerte, pero que esté atravesada mucho por lo audiovisual con homenajes a Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla. Trabajé mucho para darle toda esa esa temperatura y ese color al espectáculo.
—¿Silvio Soldán siempre estuvo en el proyecto?
—Sí, desde que lo pensé me dije que Silvio tenía que estar, y cuando le conté la idea se volvió loco. Es la figura masculina de la televisión, es la Mirtha Legrand masculino, está lúcido, está fantástico. Grabamos el copete para el spot adaptando su frase -“Un corte, una quebrada y en el Astral nos vemos”-, y el tipo lo grita con el alma, es maravilloso. Estamos muy felices los dos.
—¿Cómo elegiste a los grandes valores?
—Como cantantes estables van a estar Guillermo Fernández y María José Mentana, que fueron parejita cuando eran chicos; también Néstor Rolán y Alberto Bianco que hacían dúos, Roxana Fontán que también empezó ahí, Luis Filipelli, Guillermo Galvé y a ellos les sumé artistas invitados. No quería armar un boliche de tango donde cante uno atrás de otro, que es un plomo, entonces le agregamos un invitado especial cada noche. Van a estar Raúl Lavié, Amelita Baltar, Néstor Fabián, Ricardo Chiqui Pereyra, Hugo Marcel, María Garay y una lista muy linda de gente que pasó por el programa.
—¿Qué expectativas tenés con este regreso?
—Tenemos únicas diez funciones, ojalá que si Grandes Valores del Tango es un éxito nos dejen unas semanas más. Quiero que exploten las funciones, quiero encontrar en cada sala ese cruce generacional de los abuelos y los papás grandes con sus hijos y sus nietos. En mi equipo creativo hay pibes más chicos que me cuentan que veían el programa con sus abuelos, y eso pasaba en diferentes lugares del país. Y cuando los escucho me trae el recuerdo emocional de haber transitado lo mismo con mi abuela, muchos años de cenar juntos y ver la tele y me encantaría que eso se traslade al teatro, que se pueda volver a unir las familias como en aquel tiempo.
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