Si alguien parece haber encontrado la fórmula para romper los relojes y detener el paso del tiempo ese parece ser Tom Cruise. Esta semana trascendió un clip de un minuto que lo muestra parado en una aeronave en el aire. Las imágenes pronto se hicieron virales. El actor sostiene el biplano con una sola mano y parece que no hay ningún arnés de por medio. Se puede ver otra avioneta, junto a la suya con un piloto y el director Christopher McQuarrie en ella, y un tercer vehículo filmando toda la escena desde la distancia. El director McQuarrie, dice que están perdiendo la luz del día y necesitan seguir filmando, esto mientras vuela su propio biplano que se detiene justo al lado del actor.
Tom cierra la sesión diciendo que verá a todos en el cine, y luego, sus aviones y los de Chris simultáneamente se inclinan y caen en picada hacia la izquierda, con el ganador del Oscar simplemente aguantando de pie. La escena sin duda es impactante y sirvió para que los fanáticos del actor recordaron esa vez que casi -literalmente- “perdió la cabeza” mientras filmaba El último samurái.
La película estrenada en el año 2003 cuenta la historia del capitán Nathan Algren que, luego de participar en la lucha contra los pueblos originarios estadounidenses y la Guerra de Secesión, cercado por la culpa y sus problemas con el alcohol recibe la oferta de marchar a Japón para contribuir a la profesionalización del ejército nipón. En el país del sol naciente conoce a los samuráis. Los temibles guerreros, expertos en la lucha tradicional con espadas y que dedicaron su vida a defender al emperador estaban siendo descartados por las armas modernas. Faltaban 19 años para que se estrenara Top Gun: Maverick, pero Cruise ya planteaba el mismo problema: la mejor de las tecnologías no sirve si detrás no hay una persona capaz y osada. En Top Gun era el viejo Maverick que demostraba que el mejor avión no alcanza si no contás con el mejor piloto. En El último samurái las mejores armas no sirven si no las empuñan los mejores guerreros y esos eran los samuráis.
La historia que cuenta la película no es pura ficción. Está basada en la Rebelión Satsuma, cuando los últimos samuráis se alzaron contra el gobierno Meji lo que provocó la desaparición de ellos como casta dentro de la sociedad japonesa. El personaje de Cruise, Nathan Algren, está basado en la figura de Frederick Townsed Ward, un mercenario norteamericano que lideró una rebelión china en la segunda mitad del siglo XIX. Ken Watanabe, el coprotagonista, encarna a Katsumoto que se basa en la figura de Takamori Saigo, un líder de la Rebelión Satsuma que acabó suicidándose en el campo de batalla.
Uno de los grandes méritos de la película es que el guión escrito por Edward Zwick y John Logan logra el equilibrio entre la épica, la acción guerrera, y la espiritualidad con atmósfera introspectiva. Zwick reconoció que no solo es un gran admirador de la cultura japonesa, también admitió que se inspiró en Akira Kurosawa y Los siete samuráis. A los buenos textos, hay que sumarle la gran banda sonora compuesta por Hans Zimmer.
A Cruise el guión de El último Samurái le llegó junto al de Regreso a Cold Mountain. Después de rodar Top Gun había decidido que no quería volver a protagonizar películas de tipo bélicas. Convencido de que Algren lo ayudaría en el objetivo que se había puesto de “conseguir cierta madurez general, ampliar el espectro de lo que puedo ser como artista”, se decidió por la primera y dejó la segunda para Jude Law.
El rodaje comenzó el 10 de octubre de 2002. Aunque la película transcurre en Japón fue filmada principalmente en Nueva Zelanda, pero en el equipo la mayoría eran estadounidenses y japoneses. Las escenas en los templos sí se rodaron en Japón.
Otro de los aspectos interesantes de la película y que muestra la osadía de Cruise como protagonista y productor es que en la historia el actor no es el que más se luce y los estadounidenses no aparecen ni como héroes ni salvadores. Al contrario, es el protagonista el que aprende de ellos. En la misma línea años después impactaría Cartas de Iwo Jima, protagonizada también por Ken Watanabe y dirigida por Clint Eastwood, que muestra con admiración el valor de los combatientes japoneses. En esta mirada puede radicar la razón de por qué ambas películas fueron más vistas en Japón que en Estados Unidos.
Compenetrado con su papel de Algren, Cruise estuvo ocho meses aprendiendo karate y kendo, a lo que sumó el estudio del Bushido, el estricto código ético de los samuráis. Además ganó diez kilos de musculatura. Para que las coreografías de lucha se vieran reales aprendió el uso de armas de fuego antiguas y la katana. En la escena donde lo atacan los ronin, ejecuta más de treinta movimientos de combate distintos y sin detenerse lo que muestra su profesionalismo y explica por qué es mucho más que una cara bonita.
“Tom aborda su trabajo con una disciplina asombrosa, precisa como el láser, y esa es otra característica de los samurái. Para su actuación en esta película se capacitó -lo elogiaba Zwick-. Empecé a trabajar con él hace un año. El podría haber actuado en cinco filmes más, hacer otras cosas y ganar todo el dinero que hubiera querido, pero optó por dedicarse a este proyecto fílmico. Tom deseaba estar en un muy buen nivel -concluye Zwick-, así que estaba dispuesto a sacrificar lo que hiciera falta para alcanzar esa meta. El sacrificio es otra característica de los samuráis”.
Cruise no solo entrenó su físico durante un año, también estudió cuidadosamente documentos históricos de Japón y de los Estados Unidos del siglo XIX. “No puedes evitar conectarte con ese mundo, no tanto cuando lees la parte histórica, sino los diarios de la gente, ya que los libros de historia a veces son mera ficción agradable”, explicaba. “Cuando uno empieza a leer los diarios de la Guerra Civil, de las guerras contra los pueblos originarios de América del Norte o de personas que estuvieron en Japón no puede evitar sentirse vinculado con esas historias. En ocasiones, uno siente que está viendo cómo eran las cosas a través de los ojos de aquella gente. Además, deseo que el público sepa que esa posibilidad está a su disposición: van a viajar a una época y, aunque la historia es ficticia, el marco de tiempo en el cual se desarrolla la película y los conflictos humanos que muestra son reales”.
Como toda superproducción, la película no ahorró en gastos. Se utilizaron 600 armas de fuego, se fabricaron cientos de espadas, decenas de arcos y armaduras. Para las escenas de combate no se dejó nada librado al azar y se contrataron 500 extras japoneses con una característica: eran expertos en artes marciales. Además se los entrenó en combate militar y en el uso de armas. La producción sumó actores y equipos de teatro japoneses y de kabuki -el teatro japonés tradicional- que asesoraron en el vestuario y el comportamiento que debían tener los protagonistas, dando mucho más realismo a todas las escenas.
Durante meses Cruise se entrenó para montar a caballo y manejar las afiladas y peligrosas katanas, pero ya lo dice el dicho “puede fallar”. Y falló. “Había hecho escenas de lucha antes. Pero esta película fue muy diferente. Había hasta setenta formas en las que podía perder el ojo, la nariz o la oreja”, contó en su momento al Daily Mail.
Una de estas tomas casi le hace -literalmente- perder la cabeza y acaba con su vida. Durante uno de los duelos de Cruise contra el personaje de Hiroyuki Sanada, ambos montaban caballos mecánicos. El plan del rodaje era que uno de estos caballos se detuviera justo antes de que Sanada lanzara una estocada al cuello de Cruise, pero por algún tipo de fallo esto no pasó, arrojando directamente al actor de Top Gun contra el filo del metal. La espada de Sanada quedó a “dos centímetros” del cuello del protagonista que se salvó por la rapidez de sus reflejos. “Fue un instante muy duro. ¡Estaba bañado en sudor! Pero Tom ni siquiera pestañeó. Fue el momento más peligroso de la película. Después de eso, ni él ni yo nos volvimos a golpear”, aclaró el actor japonés.
Se podría pensar que luego de semejante experiencia, el ex marido de Nicole Kidman jamás volvería a protagonizar una escena de riesgo, pero sucedió lo contrario. No le teme a nada. Desde que protagonizó Misión Imposible en 1996 rueda todas las escenas por más peligrosas que sean. “Soy un actor muy físico y me encanta hacerlas. Estudio, entreno y me tomo mucho tiempo para resolverlo todo. ¡Me he roto muchos huesos! La primera vez de cualquier truco es estresante, pero también estimulante. ¡Me han dicho varias veces durante el rodaje de una acrobacia que deje de sonreír!”, explicó en The Graham Norton Show.
Con la cabeza de Cruise en su lugar, la filmación terminó. Pero el actor no es de los que se desentienden de un proyecto. Se sabe que le gusta controlar todas las situaciones y es un obsesivo de la calidad. Participa de cada uno de los pasos del proceso cinematográfico, desde el elenco a los cambios en el guión o las decisiones de marketing y publicidad, hasta organizar reuniones con los dueños de los cines más importantes. Por eso a nadie le extrañó cuando en una eficaz estrategia de promoción apareció en la portada de la revista femenina Marie Claire y se convirtió en el primer hombre en la historia en protagonizarla.
El film se estrenó en el año 2003 y recaudó 456 millones de dólares. En Japón tuvo algunas críticas negativas porque se aseguró que romantizaba a los samuráis pero Watanabe argumentó: “No lo pensé de esa forma, solo pensé que teníamos la oportunidad de representar a Japón de una manera que nunca antes pudimos. Así que pensamos que estábamos haciendo algo especial. Antes de El último Samurái, existía este estereotipo de personas asiáticas con anteojos, dientes torcidos y una cámara”. Su actuación le valió una nominación al Óscar en la categoría de mejor actor de reparto, cuarto japonés en lograrlo.
A casi 20 años de su estreno, la película no pierde su vigencia. El secreto puede estar en lo que decía Cruise: “Veo a los samuráis como si fueran los artistas de su época. Eran personas que recibían una educación para ser líderes, para dirigir y ayudar a la gente. Lo que me llamó la atención cuando leí sobre el bushido fue la importancia que allí tiene la compasión”. “Si no hay nadie que ayude a los demás, hay que encontrar a alguien que lo haga. Eso me impresionó, ya que personalmente trato de llevar mi vida de esa manera, porque creo que es importante. Ayudar a una persona y ver que le está yendo mejor es lo más gratificante que a uno le puede suceder en el mundo. Y de eso trata la película.”
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