“¿Dónde está el tiempo?”, esa es la pregunta disparadora que atraviesa la obra Lo que el río hace. La sensación de ser testigos de la revelación de un secreto, envuelve a los espectadores ni bien ingresan a la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín. En ese clima íntimo se esconde un inmenso valor simbólico para las rosarinas María y Paula Marull, que entregan el corazón cuando se suben al escenario y retratan la historia de Amelia.
Las luces se apagan, los murmullos se silencian, y en esa oscuridad donde la expectativa y la incertidumbre adquieren significado con cada diálogo, el ritual del teatro comienza. La trama inicia en Buenos Aires, con una escritora desbordada por una montaña de exigencias que trata de escalar cada mañana: está casada, es madre de una niña, intenta superar una mala racha y publicar su segunda novela, pero por momentos se olvida de que ella también existe.
Un inesperado viaje relámpago a Esquina, la ciudad correntina donde creció, por un trámite legal tras la muerte de su padre, la invita a poner una pausa en su agenda imposible. Pero, según dicen, “los problemas te siguen a donde vayas” cuando no están resueltos, y aceptar la invitación de parar cuando vivir apurado se convirtió en un estilo de vida, no es tan sencillo.
Los personajes son cinco, pero los actores son seis, porque las gemelas aprovechan su parecido físico y ambas interpretan a la protagonista en distintos momentos y también en simultáneo. Componen las facetas de una misma mujer, que como sucede también fuera de la ficción, no es la misma siempre a lo largo de su camino. Así como se desconoce cuando revive su infancia, su primer noviazgo, y su ambición de conocer la gran ciudad, también se reencuentra a sí misma a través de las anécdotas de quienes la rodean. El elenco lo completan Mónica Raiola, quien personifica a la dueña del hotel donde se queda Amelia; Mariano Saborido, que se pone en la piel de un empleado del hospedaje y guía de pesca; Willy Prociuk como escribano del pueblo, que está casado con el personaje que interpreta Débora Zanolli.
A medida que avanza la obra, los rostros se vuelven reconocibles, y para cada integrante del público son personas diferentes. Se convierten en recuerdos de algún integrante de la familia, en el reflejo de una visita inolvidable, en la nostalgia por quienes ya no están, y la emoción hace de las suyas. El humor pone un paño a las lágrimas y el eco de las carcajadas resuena en la sala.
“Hay semanas enteras que borramos, y segundos que jamás olvidamos”, afirman en una de las reflexiones cuando ya falta poco para que termine el viaje hacia ese universo ficcional que adquiere vida propia durante 100 minutos. Ese concepto tan esencial de que el tiempo es finito, lo más valioso tanto para regalarlo como para perderlo, vuelve a apoderarse del espacio. La resolución de los obstáculos que transitó Amelia encuentra su curso, tal como hacen los ríos en la naturaleza, y las luces vuelven a encenderse.
Un aplauso duradero, sentido, y de genuina gratitud invade a los artistas en el saludo final. Cada protagonista pone su mano en el corazón, en señal de retribución, y la hazaña ya está hecha. En una charla con Teleshow tan distendida y cálida como la obra, Paula Marull cuenta cómo escribieron esta pieza con su hermana, que aunque es ficción, está inspirada en algunos elementos reales de su infancia y juventud.
“Estamos muy contentas con el estreno, que estaba programado para septiembre de 2020, pero por la pandemia fue imposible, quedó todo stand by”, celebra, feliz porque el momento al fin llegó. También cuenta que durante la pausa obligada por los contagios de coronavirus, el Complejo Teatral de Buenos Aires le propuso a todas las obras que quedaron pospuestas hasta nuevo aviso, que preparan un material audiovisual para presentar en el ciclo Modos híbridos. “Nosotras hicimos un documental sobre el proceso creativo, y filmamos a los personajes que inspiraron esta obra, porque aunque no existen tal cual, fuimos a rastrear los orígenes verdaderos, y a desmenuzar nuestra unión con la ciudad y el río”, explica, sobre la influencia de sus vivencias en la creación de la historia.
No por casualidad, el río Corrientes o Aruharý –que desemboca en el Paraná- en guaraní significa “traedor o portador de agua”. Los paisajes de la zona fueron escenario de momentos que quedaron sellados en su memoria. La actriz y dramaturga define la experiencia de filmar Lo que el río hace: el documental como “un salto al vacío”, por las limitaciones propias del aislamiento obligatorio, que solo les permitía reunirse virtualmente por Zoom, y muy pocos ensayos con extremo protocolo. La recopilación de imágenes fue posible gracias a una cadena de favores.
“Hubo personas que se ofrecieron a filmarse allá, testimonio de amigas nuestras; videos personales, de cuando éramos chicas, para poder mostrar un poco nuestra relación con ese pueblo”, detalla. Las hermanas Marull vivieron en Rosario hasta sus 20 años, pero siempre tuvieron contacto con Esquina, el lugar que su padre eligió para vivir. Al igual que la protagonista de la ficción, sufrieron la pérdida de su papá tiempo atrás, y en cada una de sus creaciones aportan algún guiño a los a los momentos que compartieron en familia.
“Hay un documental que hizo mi papá en su momento, en homenaje a la ciudad, y lo volvimos a ver. Es espectacular”, asegura conmovida. Unos meses antes habían ido a pescar en el marco de la Fiesta del Pacú, donde se nutrieron de vocabulario y una experiencia que fue clave para la creación de los personajes.
—Ahora que llevan varias funciones, ¿cómo se sienten con el resultado final después de tanto tiempo de preparación?
—Nos gusta mucho cómo está saliendo. Las primeras veces lo filmamos, lo repasamos para ver si cambiar pequeños detalles, pero nos sirvió mucho todo el armado previo para que no fuese algo de cero, sino más bien una puesta en práctica. Además tuvimos la suerte de que Antonio Tarragó Ros, a quien nosotras amamos y admiramos, compusiera música para toda la obra y una canción preciosa que se llama igual, “Lo que el río trae”.
—¿Ya tuvieron la visita de la familia en el teatro?
—Sí, han venido varias veces, desde que empezamos los ensayos. Mi marido es ingeniero, pero lo conocí en un teatro, porque le encanta. Valoro su opinión siempre, y me ayudó mucho. Es un gran compañero. Tenemos tres nenas muy chiquitas, y me apoyó para que pudiera ensayar todos los días. Le encantó la obra, y a mi mamá también. Fueron reacciones muy lindas: es un espectáculo donde pasás por todos los estados, te reís, llorás, te cuestionás.
—Además tiene el componente especial de que la escribiste con tu hermana, y actúan el mismo personaje
—Nos gusta mucho trabajar juntas, y coescribir con ella es hermoso porque siempre tenés alguien que va leyendo a la par, entiende lo que estás tratando de transmitir, te aporta. Estamos completamente enfocadas en esto, y estuvo tanto todo parado, que ahora está bueno aprovechar el tiempo para hacer lo que a uno le gusta, y disfrutamos de hacerlo juntas.
No es la primera vez que emprenden desafíos a la par, y con el correr de los años se convirtió en una marca registrada. Desde que dejaron su amado Rosario, se decidieron a estudiar lo mismo. Egresaron de la carrera de Dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), dirigida por Mauricio Kartun, y se formaron con Ricardo Monti, Javier Daulte, y con Rubén Szuchmacher en puesta en escena. La experiencia les sirvió para demostrar soltura y profesionalismo cuando desembarcaron en televisión en Backstage, un programa de cable de Vicente López, y luego en Comunicado Pop por Canal 7.
El salto a la fama llegó en su paso por Atorrantes, el programa que condujo Pato Galván en clave de periodismo y humor entre 1996 y 1999, donde las hermanas participaron como noteras. Se despidieron del ciclo para ir a cubrir el Mundial de Francia 98, y en ese entonces Matías Martin también era uno de los integrantes que repetía el clásico saludo: “Atorrantes, a torrar. Hasta mañana chaucha”. En el mismo ciclo Damián Szifrón se desenvolvía como productor de exteriores, y allí ocurrió el flechazo con su esposa hasta la actualidad, María Marull, y son padres de dos niñas. “Cuando nos juntamos somos muchas, porque entre mis hijas y las de mi hermana son cinco primas, más mi mamá, que está viviendo con nosotras”, bromea Paula sobre la numerosa familia que conforman.
A fines de los ‘90 también estuvieron en 1, 2, 3, Out junto a Horacio Cabak, y luego concentraron su faceta artística en el circuito independiente de teatro, donde su pluma conjunta fue ganando cada vez más espacio en sus vidas. Más de una vez una escribió y la otra encarnó a la protagonista, o a la inversa: algunos de los títulos en los que brillaron son Hidalgo y La Pilarcita –creaciones de María-; Yo no duermo la siesta y Vuelve –de Paula-.
—¿Qué recuerdo tenés de esos años en televisión?
—La verdad es que me acuerdo de esos momentos de tanta exposición y de tanto trabajo con alegría. Siento que era el lugar donde tenía que estar, que trabajábamos un montón y lo disfrutábamos. Hicimos nuestro recorrido ahí y después fue ganando el otro terreno teatral porque el tiempo no te alcanza para todo. Pero no es algo de lo que yo reniegue o tenga prejuicio, todo lo contrario.
—Entonces, ¿volverías a hacer algo en tele si se presenta la oportunidad?
—Claro que sí. Siento que en todos los espacios se pueden hacer cosas interesantes, sea en televisión, o en otro formato, como el cine y las plataformas de streaming. Uno se puede expresar en cualquier medio, y no estoy cerrada para nada. Donde uno pone la energía eso crece y yo le puse mucha energía estos últimos años al teatro, pero antes incursioné en escribir cosas para tele y dirigí obras audiovisuales.
En sintonía con otro de los consejos que desliza la ficción que escribieron, en el presente las hermanas Marull deciden quedarse “donde el tiempo les dure más”. Los últimos minutos de la entrevista entablan otro paralelismo con la obra: una reflexión del viaje personal que implicó este regreso a las tablas. “Creo que todos tenemos un lugar que nos recuerda quiénes somos; a veces es un lugar físico, otra es una persona, un ‘algo’ que te conecta con tu voz propia; y hay que hacer el esfuerzo de conectar con eso porque vale la pena”, resume Paula, que de miércoles a domingos encarna a Amelia en Lo que el río hace.
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