Sin dudas, es la pregunta que nadie querría hacerse jamás: ¿cómo seguir adelante tras la pérdida de un hijo, cómo convivir con un dolor para siempre? Un interrogante cuya respuesta es inabarcable, inimaginable y que sólo los que lo atravesaron lo pueden comprender con precisión. ¿Qué hay después de semejante desgarro de cuerpo y alma? Desde que falleció Blanca, su hija de seis años, aquel 8 de septiembre de 2012, Carolina Pampita Ardohain y Benjamín Vicuña demostraron que tras la pérdida, también hay vida y amor.
La expareja tuvo que batallar dentro y fuera de la relación para volver a sonreír y aunque algunos días se pueda volver dificultoso hasta respirar, ambos apostaron a seguir adelante. Por Bautista, Beltrán y Benicio, los otros tres niños que tuvieron juntos; por Magnolia y Amancio -los hijos que el chileno tuvo con la China Suárez- y por Anita -la beba que la modelo tuvo con Roberto García Moritán-.
Posteos en redes, ediciones de videos caseros para perpetuar su recuerdo y su voz -aquellos tonos que muchos de los que atravesamos un duelo sabemos que con el tiempo se vuelven difusos en el recuerdo-, cadenas de oración, amigos y terapia, pero sobre todo mucha fe.
Ambos son católicos y se aferraron a Dios, como lo contaron en diferentes entrevistas. En una iglesia muy particular de Chile, en donde vivieron los primeros años tras la partida de la pequeña, Pampita dijo haber encontrado algo de consuelo. “Muchos miércoles fuimos a una capilla que se llama La Merced, a la noche, que se hace una adoración al Sagrado Corazón de Jesús. Me pasaban a buscar (sus amigas), me subían al auto a veces en pijama y así nos íbamos”, recordó y explicó: “Es una capilla muy especial, no hay luz y podés llorar tranquila, nadie te mira y solamente se canta. Uno se entrega y dejás que el dolor te atraviese. Había una cantante muy jovencita con una voz muy especial, angelical y su forma de cantar nos encantó”, contó en el primer episodio de la segunda temporada de su reality, Siendo Pampita, en el que se puede conocer bastante sobre cómo lleva la modelo la pérdida de su hija mayor.
Hace unos meses, para el bautismo de su hija Ana, las madrinas de la pequeña decidieron invitar a la joven que cantaba en esa capilla y se dio el reencuentro. “Son canciones tan fuertes para mí, que traen tantos recuerdos”, explicó emocionada hasta las lágrimas.
Carolina y Benjamín salieron adelante y no lo hicieron solos. Además de consolidarse a su alrededor un grupo muy sólido de familiares y amigos, y de asistir a terapia dos veces por semana, existió una mujer que colaboró en esa necesidad urgente de reconstrucción personal. Fue la psicóloga y escritora chilena Pilar Sordo, quien ya había estado en una situación de exposición similar en 2010, cuando se reunió con las esposas de los 33 mineros atrapados en el yacimiento San José, en Copiapó, cuando aún no se sabía si estaban vivos, y les brindó contención psicológica. “Muchas gracias Pilar Sordo por acercarte a mi casa, por tus palabras y por el cariño”, comentó Ardohain a través de Twitter, agradeciendo la visita de la especialista.
Desde el primer encuentro, cuando todo era desolación y oscuridad, la psicóloga tomó la mano de Pampita y le aclaró que ella no podía decirle qué debía hacer porque no había pasado por esa experiencia pero que sí podía entenderla, escucharla y sobre todo, guiarla para encontrar algo de paz. Un mes después, en una entrevista, la experta diría: “Fue un encuentro de mujeres, con parte de su familia. Benjamín no estaba. Fui a su casa e intenté darle lo mejor de mí, que es nada en este tipo de circunstancias”, declaró y posteriormente se refirió al duelo por la pérdida de un hijo. “Este tipo de dolores no se supera en la vida, uno aprende a transitar con ellos. Hay días mejores y peores en esa caminata”. Y así se lo planteó a esa mamá que no encontraba la forma de volver a empezar: como un paso a la vez.
El año pasado, en una charla a fondo con Ángel de Brito, Carolina habló de su hija mayor, luego de que él le preguntara cómo hicieron con Benjamín para salir adelante: “Cómo hacemos... es algo de siempre y no hay fórmula, es algo tan privado y doloroso que sí lo puedo hablar con alguien que transitó lo mismo, pero sino es muy difícil de explicarle a otro, y se usa mucho para titular y no me gusta, trato de no tirar mucho, con el tiempo pude animarme a subir una foto o un video”. Además, dijo que públicamente prefiere no hablar del tema y que cuando está en Chile le gusta ir al cementerio a homenajearla. “Es un duelo para siempre”, dijo emocionada por aquel entonces.
“La muerte de un hijo es lo más difícil de superar porque va contra las leyes de la naturaleza. La lógica es que uno entierre a los abuelos y a los padres, no a los hijos. Y mucho peor aún, cuando se trata de algo repentino como les pasó a ellos: estás disfrutando de unas vacaciones y al volver, te pasa una cosa así. Eso te hace un crush en la cabeza, no tiene explicación posible”, asegura Beatriz Goldberg, psicóloga y escritora, autora del libro Estoy a tiempo todavía.
La especialista coincide en que no hay recetas, pero sí pautas para atravesar un duelo de forma sana. Y considera que tanto Carolina como Benjamín, lograron transitar ese camino de forma acertada: “Ambos se quedaron con lo mejor de Blanquita: comparten fotos y videos, le rinden homenajes como cuando hicieron una plaza en su honor, se aferraron al trascender y es una forma de superar el duelo saludablemente. Conectarse con el dolor, no esconderlo bajo la alfombra. En un primer momento es duro ponerlo en practica, pero con el paso del tiempo, ellos fueron tomando decisiones en ese sentido, tratando de conservarla dentro suyo. Y es un hilo que los mantiene unidos”.
La psicóloga, especialista en parejas y duelos, asegura que hay dos caminos para transitar la pérdida: demorarse en el enojo, en el “¿por qué a mí?” -aunque por supuesto, cada uno hará lo que pueda, ¿quién puede juzgar?- y otro más difícil pero necesario: quedarse con lo vivido y compartido. “Ellos se aferraron a algo positivo, a todo lo que recibieron y reciben aún hoy de la nena. Por ejemplo, cuando Pampita se sintió entera, más preparada para tener una pareja, le pidió a su hija un amor y tiempo después, declaró que ella se lo mandó”, sostiene, ubicando ese pedido más en un plano espiritual que milagroso.
El resto de los hijos, tanto los que tuvieron juntos durante los 10 años de convivencia, como con otras parejas, también juegan un papel fundamental. “Pampita se refugió en la fe y en sus chicos, les dio su lugar a cada uno y nunca habló sobre que un hijo tiene que reemplazar a otro. Tampoco se erigió en víctima ni lo llevó a un plano narcisista, y estos aspectos son muy importantes en la resolución de duelos”, detalla con precisión sobre un tema tan complejo como inabarcable.
Su energía, su motor, resultan vitales. “Ella nunca perdió los proyectos de vista, las ganas de estar con sus hijos, de salir de vacaciones. Y esos proyectos son el combustible necesario a corto y mediano plazo para salir adelante en un duelo. Carolina parece saberlo: arma equipos con amigos, se rodea de la gente que quiere y supo alejarse de quienes le hacían mal. Siempre fue para adelante y puso los ojos en objetivos. Es una mujer muy tenaz, de todo intenta ver qué aprender. Y es persistente, tiene disciplina, conducta y es muy organizada. Es como que tiene un filtro emocional, yo le llamo inteligencia emocional espiritual, porque es una capacidad para hacer elecciones, organizar la vida mitigando las emociones, poniéndolas junto con la cabeza, alineándolo todo también a nivel espiritual”, explica la especialista.
“Es una mezcla de pensar en los otros, en Dios, en una misión de vida. Pampita tiene la suficiente inteligencia emocional espiritual como para ir para adelante y ser un ejemplo de cómo llevar una crisis y convertirla en un motor de cambio”, asegura.
Las cartas y las flores blancas de papá
Por su parte, el actor chileno siempre recuerda que su hijo Bautista, fue su pilar para superar la muerte de Blanca. Al ser consultado en el ciclo PH, Podemos Hablar, sobre cuál sería la postal que querría que durara para siempre, lo primero que hizo fue mencionar a su hija. “Tengo una imagen y de un atardecer de una hora mágica con mi hija en la playa y siempre la veo porque creo en los reencuentros y es lo más cercano que tengo y es como me lo imagino, con esa brisa, ese océano, con esas caras que por la hora del día y de la luz se ven más allá de lo que aparentan ser”, explicó atravesado por la emoción.
Además de los homenajes mensuales que le hace a la pequeña, Benjamín la lleva tatuada en la piel. Se trata de un diseño en blanco y negro de una rosa y unas montañas de fondo, que simbolizarían la cordillera de los Andes que divide a Chile y Argentina, como si su corazón estuviese repartido entre sus dos patrias, su anclaje familiar a uno y otro lado de la frontera. La flor que eligió no fue al azar, ya que el 8 de cada mes comparte en sus redes una imagen o emoji de rosas blancas, las mismas flores que le lleva al cementerio cada vez que vuelve a Santiago de Chile.
“Nueve años que te disfrazaste de estrella, la más linda de todas. Nueve años que brillas en nuestras miradas. Blanca mi niña libre, Blanca que habitas el silencio y bailas en medio de la risa de tus hermanos. Blanca que viajas en el tiempo. Sólo escribo para detener ese tiempo y volar entre las cartas. Escribo para ver si te quieres cambiar el disfraz por uno de estrella fugaz, para verte más cerca. Para saber que estas cartas llegan y si cuando tililas en la noche, es porque escuchas mis rezos”, le dedicó Vicuña el año pasado cuando se cumplieron nueve años de su partida, en un texto conmovedor.
Pudieron tener muchos desacuerdos, incluso distintos modos de llevar el duelo, pero en algo Pampita y Benjamín sí se pusieron de acuerdo: Blanca siempre está presente y se hace mención a ella de forma natural. Así lo entendieron sus hermanos desde un comienzo, cuando en sus juegos o en las charlas con sus padres la mencionan como a un integrante más de la familia. Así lo hace Pampita, cada vez que le preguntan por sus hijos, ella repite “tengo cinco”. Jamás Blanquita fue un tema tabú, del que no se habla. Tal vez esa necesidad de seguir teniéndola presente es lo que les da fortaleza. Dicen que “solo muere quien es olvidado”. La niña de los ojos marrones siempre está, a cada momento, en cada suspiro, en cada paso.
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