Paulino Rodrigues concibe al periodismo como el arte de preguntar. Siempre con foco en la noticia, elige no editorializar, aunque no critica a los colegas que sí lo hacen. Desinflado de todo ego, llegó a los estudios de Infobae al filo del mediodía, antes de conducir su programa +Info a la tarde, en LN+. Asegura que está en eje, satisfecho por la tarea realizada y con los desafíos que impone hoy la profesión, con la implosión de las redes sociales y las fake news.
En una charla íntima con Teleshow, Paulino cuenta que está feliz de ejercer su rol de padre y evalúa qué futuro desea para su hija. También del día más feliz de su vida y reafirma, como decía Borges, que la vida es una especie de corsi e ricorsi: todo el tiempo estamos girando sobre lo mismo. “Bueno, ojalá podamos tener un 2050 como bisagra...”, dice, a modo de conclusión.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—En un momento de mucho disfrute. Me encuentro a buenas conmigo. En eje. Satisfecho por la tarea realizada y con los desafíos que nos impone la profesión, pero muy contento. Con el disfrute de ser padre. Con el disfrute de todavía contar con mi papá con casi 90; y en pareja.
—Dice “a buenas conmigo”. ¿Cuándo estuvo a malas con usted?
—No es que estuve a malas, sencillamente la vida a veces te juega papeles más cómodos y a veces, más incómodos. En todo caso esta es una oportunidad, digamos, en la cual me siento en ese equilibrio entre la experiencia, las ganas y la opción, las formas de llevar adelante la vida.
—Como politólogo y periodista ¿cómo ve al país y al periodismo hoy?
—Degradado en ambos casos, pero con los desafíos, fruto de esa degradación, agigantados, y que invitan a redoblar apuestas y esfuerzos, a tener una cuota aparte de responsabilidad a la que teóricamente tenemos, porque es la era de las fake news. Las redes sociales hoy juegan un papel importante en la velocidad de la información, que a veces atenta contra la calidad. Así que, en fin, con el asedio de la profunda y democratizante emergencia o implosión de las redes sociales y de la tecnología, pero cuidando muy a fondo la impronta del periodista.
—¿Cuándo sintió que quería ser periodista?
—De muy chico. A los 12 años estaba en una radio de mi ciudad, en Las Flores, cebándole mate a uno de los conductores. Yo miraba Desayuno en Canal 7, a mediados de los 80; tenía ocho, nueve años, y me levantaba temprano y miraba las noticias. No me preguntes por qué. Leía el diario, por supuesto. Mamá era docente, papá no terminó la escuela primaria, es un producto post guerra, nacido en Portugal, criado en el campo. A los 21 años decidió que su vida la tenía que hacer en otro país y eligió la Argentina. Tras 45 días en barco llegó al país, y no se fue nunca más. Pero en esa casa donde mamá era la docente, se leía. Yo creo que ese hábito me lo traspasaron. Y fui fruto de una generación que después se cultivó en la educación pública, salvo la universidad, que la hice en la Universidad Católica.
—¿Cuándo y cuál fue su primer trabajo en el medio?
—A los 13 años estaba hablando en radio, hacía periodismo deportivo. Yo jugaba al básquet, al fútbol, al vóleibol en las selecciones de mi ciudad. Años 90: era todo un niño, estaba en la escuela primaria, séptimo grado. Iba a jugar esos partidos y con teléfonos públicos, año 90, salía para la radio contando los resultados. A los 14 años, como jugaba en la selección, un día estaba en la tribuna (Daniel) Pasarella y había invitado a Miguel Ángel Russo, que era el técnico de Lanús, y puso la mirada en mí: “Yo quiero a este arquero”, dijo. Así es como me vine a vivir solo a Buenos Aires, a los 14 años, desde Las Flores, a 187 kilómetros, y siendo hijo único, para jugar al fútbol en Lanús. Viví en la casa de mi abuelo materno, en Banfield. Fue toda una osadía. Mamá hizo un esfuerzo enorme: venía los viernes en tren, se volvía los domingos a la noche. Papá también venía. Entrenaba por la tarde, estudiaba a la mañana. Y a la noche empecé a ir al Congreso: me acredité por Radio Las Flores los miércoles, días de sesión, o cuando había actividad parlamentaria, y ahí empecé a meterme más con el periodismo político, que era lo que más me gustaba. Terminé estudiando Ciencias Políticas sabiendo siempre que quería hacer periodismo.
—¿Cuáles fueron los momentos bisagra que lo llevaron a este presente?
—Dedicación. Esfuerzo. Pasión, por sobre todas las cosas. Y después, la cuota de fortuna necesaria: estar en el lugar indicado en el momento apropiado.
—¿Cuáles fueron esos lugares adecuados en los momentos indicados?
—Una vez a Héctor Larrea le faltaba alguien que hiciera economía. Yo estaba en Radio Splendid y alguien del equipo de Larrea me dice: “Che, está faltando alguien, ¿no te animás?”. Así empecé con Héctor, en diciembre del 2001: ¡mirá en qué época! En Rivadavia. Ahí empecé a construir un caminito.
—¿Cómo maneja el tema de dar su opinión?
—Primero quiero decirte algo: concibo al periodismo como el arte de preguntar. Nosotros tenemos preguntas, no tenemos certezas, y procuramos encontrarlas. No hago un periodismo de editoriales, hago un periodismo que tiene foco en la noticia. Cuento cosas. Mejores que otros, peor, no importa; contamos. Porque es una tarea colectiva, un equipo que lo hace. Y yo creo que si uno pone el prisma ahí, trata de contar la mayor cantidad de cosas posibles para relatar lo que va sucediendo del mejor modo. Con la mayor diversidad posible y con la mayor cantidad de voces posibles, que expliquen lo que nos sucede u ocurre. Y eso es lo que tratamos de hacer cada día. ¿Con esto qué te quiero decir? Que la opinión es un eslabón pero no es el centro, no es el eje ni es lo más importante. Son como migajas. Creo en la inteligencia de quien nos ve, creo en la inteligencia de quien nos escucha y observa, y creo en el espíritu crítico del televidente.
—¿Cualquiera puede editorializar?
—Cada uno lleva adelante la profesión del mejor modo, como lo siente y como puede. Además, tengo como máxima no hablar de colegas ni hablar de otros. Lo único que digo es cuál es mi eje, cuál es el eje que me conduce cotidianamente. No quiere decir que, insisto, no opine, no haga una editorial. Pero eso no es lo central, no es el eje, no es el leitmotiv de +Info a la tarde. Cada tarde es la información. Es dar prioridad a la diversidad en poder contar la mayor cantidad de cosas posibles. En tratar de explicarnos y ayudar a comprender.
—¿Qué piensa del intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner?
—Lo del atentado es una demostración más de la degradación en el diálogo productivo y fructífero de la Argentina. Además, muestra las enormes falencias de seguridad. Se da en un contexto de máxima tensión con la Vicepresidenta, con una custodia especial, con un refuerzo adicional puesto por la propia Policía Federal. Con una Vicepresidenta que había pedido específicamente que le quiten la custodia de la Policía de la Ciudad. Pero es muy descriptivo que en la esquina más custodiada y más cuidada de la Argentina la Vicepresidenta atraviese lo que atravesó. Que haya ocurrido todo del modo que sucedió. Es más que elocuente respecto a la inseguridad creciente que además se vive en vastos territorios de la Argentina cooptados, ya en algunos casos por el flagelo del narcotráfico y por una violencia extrema que se acrecienta. En un país, además, donde no hay que dejar de olvidar que no está dilucidado al atentado y la muerte de Alberto Nisman, el asesinato según la carátula judicial, y finalmente tampoco los atentados terroristas a la Argentina en la década del 90. Que nunca tuvieron una investigación ejemplar, ni siquiera la dilucidación de quiénes lo hicieron, y por tanto no hay detenidos.
—¿Cómo ve a Alberto Fernández?
—Diluido. Corrido de la escena. En segundo plano.
—¿A Sergio Massa?
—Empoderado. Como una última oportunidad para un frente que está agrietado, a punto de la implosión, que es el Frente de Todos, y en una situación límite.
—Una situación límite. ¿Por ejemplo?
—Bueno, al borde de la desintegración. Con un poder político licuado. Con una calle que habla. Con protestas múltiples y con una situación económica acuciante, con una macro muy desarticulada. Y con un dólar con el que el Gobierno en 32 meses generó la principal devaluación de la moneda que ningún gobierno hasta acá llevó adelante desde el 91: multiplicó por cinco el dólar, lo recibió a 60, lo tiene a 300. Va a tener el registro de inflación más alto en 31 años, desde la convertibilidad. Y al mismo tiempo acumula un pasivo y una deuda que incrementó en más de 65 000 millones de dólares. Nunca antes nadie hizo eso en tan poco tiempo: todo eso lo generó en 32 meses. Se explica porque el peronismo está en el poder, porque la Argentina es un país con un centro de poder que está anclado en el peronismo, los sindicatos, los gremios, buena parte del sector empresario, la política. Y eso es lo que está en eclosión.
—En lo personal, ¿la situación actual le afectó en su economía? ¿Lo alteró?
—A todos nos altera. Todos somos más pobres porque… más pobres, quiero decir, en la situación de privilegio que uno ostenta. Más pobre porque el sistema nos invade. Es un hábitat que nos genera negatividades que no podemos evitar. En consecuencia, eso también es parte de la pobreza. No material, pero sí en cuanto a la calidad de vida. Es un sistema que a veces asfixia. Dicho esto, yo soy un privilegiado: vivo de lo que me gusta, hago lo que siento, lo que me apasiona, me puedo dar los gustos que jamás imaginé en mi vida. Vengo de una familia trabajadora, clase media, donde no me faltó nada, pero tampoco sobró demasiado, y conocí el mundo en mi adultez. Con padres que el viaje que hacían era a Mar del Plata, o a Buenos Aires para ver a River…
—Como papá, ¿cómo está hoy?
—Muy bien.
—Fue muy valiente cuando tuvo un problema vincular y lo hizo público. ¿Cómo pudo salir de eso y estar bien?
—Siempre el eje y el foco está en la persona más importante en mi vida, que es mi hija, y en consecuencia, con esa relación y ese vínculo intacto lleno de felicidad. El tiempo ordena, ayuda. Lo importante es actuar en tiempo y forma, y hacerlo rápidamente y desanudar todas las trabas para poder tener la felicidad de compartir y acompañarla en el proyecto a ella. Y poder ser un papá y ejercer el rol.
—¿Cuántos años tiene Mía?
—Nueve años recién cumplidos. Una genia.
—¿Cómo es como papá?
—¿Cómo soy? Lo tiene que decir ella.
—Y su papá de 90 años, ¿cómo vive?
—Papá tiene casi 90, los cumple en febrero, si Dios quiere. Cobra una jubilación mínima de 37 mil y algo.
—¿Y vive con eso?
—Tiene un hijo que puede ayudarlo, de lo contrario, no podría. Como tantos en la Argentina. Que además tienen que ocuparse de cosas que son absurdas como, por ejemplo, hacer una fe de vida para evitarle el trastorno de ir hasta el banco para cobrar, haga frío, calor, llueva. Usa un andador, por lo tanto todo es más sacrificado. Trato de moverlo lo mínimo e indispensable. Tiene autonomía, todavía vive solito, la tecnología permite que uno pueda estar cerca.
—¿Cómo ve a la sociedad?
—Frustrada. La Argentina es en perspectiva un país de primer mundo; en la realidad, es un país frustrado. Conllevamos una frustración permanente. Desde que tengo uso de razón, alguna crisis está por venir. Y como dice el Turco Asís, irremediablemente todo en la Argentina termina mal. ¿Lo podemos cambiar? Claro. Está en nosotros.
—¿Y por qué no lo cambiamos?
—Porque como decía Ortega y Gasset, me nace el politólogo acá, la Nación es un proyecto sugestivo de vida en común. Yo creo que en la Argentina tenemos claro nuestro perímetro, los límites geográficos, pero no tenemos en claro hacia dónde ir ni qué queremos ser. No tuvimos ninguna tragedia por suerte, guerra civil, guerra de secesión, guerra mundial, conflictos étnicos complejos, racismo. Y creemos que somos ricos. Y eso justifica, en consecuencia, los desbordes, el gasto público excedente, el gastar siempre más, por encima de la cuenta. El hablar de derechos, pero no hablar de las contraprestaciones; es decir, las obligaciones. Creo que tenemos una titánica tarea por delante en términos de concientización y tenemos que hacer una enorme apuesta a la educación, a la ciencia, a la tecnología. Tenemos que ir al siglo XXI, abrazar la modernidad y dejar de mirar con el espejo retrovisor y conducir un vehículo con un freno de mano puesto porque eso nos paraliza. Como decía Borges, la vida es una especie de corsi e ricorsi, todo el tiempo estamos girando sobre lo mismo. Bueno, ojalá podamos tener un 2050 como bisagra... Es decir, un proyecto que nos deposite en el 2050 en un lugar bien distinto al que ostentamos.
—¿Cómo ve el próximo año?
—Soy optimista porque soy optimista por excelencia. Pero voy al psicólogo y me dice que eso es la parte de negación de la realidad que a veces uno tiene. Que es la idea de que todo va a salir bien, pero a veces no. Lo deseo profundamente. Los argentinos nos lo merecemos. En particular los que se esfuerzan cada día, que son invisibles, que hacen una tarea enorme a lo largo y ancho de la Argentina, y de los cuales hablamos poco en los medios. Pero que son los que construyen lo mucho o poco que tenemos de país.
—¿Por qué hablamos poco de ellos en los medios?
—Porque a veces la discusión pasa por los peores eslabones de la sociedad, porque pasa por lo negativo y porque muchas veces nos toca convivir con lo tóxico. Tenemos que ir al siglo XXI, abrazar la modernidad y dejar de mirar con el espejo retrovisor.
—¿Cómo ve el futuro en cuanto a las elecciones? ¿Quién piensa que sería, hoy por hoy, el candidato más idóneo?
—Te lo voy a responder con la historia. Nadie sabía seis meses antes de que Néstor Kirchner fuese presidente que iba a ser presidente. Nadie podría, antes del sábado del tuit de Cristina Fernández de Kirchner alumbrando a Alberto Fernández como candidato, imaginar que Alberto Fernández iba a ser presidente algún día, sin poder territorial, sin peso específico, sin liderazgo y sin haber sido candidato en primer término en ningún cargo nunca en su vida. Nadie hubiera imaginado que (Mauricio) Macri iba a ser presidente porque los extremos no ganaban en la Argentina y empezó la carrera en 2015. Empezó tercero: primero era (Sergio) Massa, después (Daniel) Scioli, después él. Y finalmente terminó siendo Macri el presidente, aunque Scioli era casi el presidente en la misma noche de la primera vuelta. Dicho todo esto, claro, ¿cómo imaginamos el 2023? Bueno, es una caja de Pandora, queda un año para las PASO del año próximo y eso en la Argentina es mucho tiempo. Porque la Argentina devora muy rápidamente a los emergentes, y los liderazgos se esfuman tan velozmente que nadie podría, partiendo hoy desde un buen punto, decir que tiene garantizada la elección de acá a un año. Más bien, probablemente, si hay frustración y malhumor, si hay descontento, si hay descalce entre las expectativas y la realidad de parte de la sociedad, un activo va a ser desconocido y no conocido. Porque todo lo conocido va a ser parte del problema, no de la solución.
—O sea que puede ser presidente cualquiera que no conozcamos…
—No lo sé. Lo que quiero decir es que dejaría abierto el capítulo. América Latina lo ha gestado con (Gabriel) Boric, con (Gustavo) Petro, con tantos otros, que las elecciones son elecciones de desenvolvimiento corto, no son maratones como creen algunos. Y la verdad es que la idea de que va a ser alguien del sistema, si lo que cruje es el sistema, por lo pronto, me permito ponerlo en crisis. Con lo cual te diría que el escenario está absolutamente abierto, a tal punto que ni siquiera podría aseverar que las actuales coaliciones sean las coaliciones que vayan a enfrentarse electoralmente en 2023.
—¿Qué opina sobre el juicio de Vialidad contra la Vicepresidenta?
—Las evidencias parecerían ser lo suficientemente concluyentes, pero no me apresuro, que dictamine la Justicia. Sí me queda claro que no ha habido ni ejemplaridad en el ejercicio del poder. Y que, por supuesto, la transparencia no ha sido un denominador común y, por consecuencia, todo pareciera absolutamente verosímil.
—Si llega a ser hallada culpable, ¿qué piensa que podría pasar?
—Bueno, primero, no creo que termine en prisión porque los plazos procesales en la Argentina y hasta tener la sentencia firme son largos. Luego, por una cuestión de edad. Finalmente, ¿qué puede pasar frente a la condena? bueno, casi lo obvio: la victimización por parte de la persona que es condenada y en consecuencia la ebullición que eso produce en los seguidores, en la masa crítica que acompaña un proyecto, en este caso, el de Cristina Fernández de Kirchner. No es distinto a lo que pasó con Lula en Brasil, donde se mira la Vicepresidenta como espejo. Lo que en todo caso sí está reflejando es que se está asistiendo a un fin de ciclo. O sea, Cristina es más pasado que el futuro, aunque explique mucho del presente y aunque hoy tenga un peso específico excluyente en muchos casos.
—¿Qué opina de Máximo Kirchner?
—Me da la impresión de que es un dirigente que pudo ser.
—Ya lo vetamos. ¿Y por qué no fue?
—Solo lo sabrá él.
—¿A quién destaca de la política? ¿A quién salva?
—Muchas personas a lo largo y a lo ancho de la Argentina. Este país tiene más de 2300 intendentes. Tiene personas probas en muchos ejecutivos municipales, provinciales; incluso el Gobierno nacional. No es un problema de personas, es un problema de clima de época, es un problema de colectivo. Tiene enormes individualidades y fracasa en lo colectivo. En multiplicidad de oportunidades lo hemos visto con harto evidencia. Con lo cual no es un tema de una persona, dos personas, tres personas, es un clima de época. Es un conjunto de ideas que abrace el conjunto mayoritario de la sociedad. La dinámica de reclamo de la sociedad tiene la velocidad del 5G, y los estados tienen la velocidad de capacidad de respuesta del 3G. Ese descalce es lo que produce la insatisfacción, la frustración, la sensación de que hay un Estado que es inerte, en el mejor de los casos, o que es un obstáculo para el desarrollo de nosotros.
—Cambiando de tema. ¿Cuál fue el día más feliz de su vida?
—Cuando nació mi hija.
—¿Qué es lo que se acuerda de ese día?
—La madre empezó con los trabajos de parto tipo 16.30, 17. Fuimos a la clínica y a las 20 llegó. Fue un parto con cesárea que se terminó prolongando.
—¿Qué espera para el futuro de su hija?
—Un ambiente menos tóxico. Más humanidad. Donde la cultura del esfuerzo, el sacrificio y el mediano y largo plazo, vuelva. Más allá del apetito por el ahora de los múltiples incentivos que tienen los chicos, en la velocidad que la vida se desarrolla. Pero aspiro a que tenga la posibilidad de, primero, ser feliz, porque es lo más importante. Y luego, que pueda ser lo que quiera ser. Yo soy lo que quise ser y ese es un privilegio enorme.
—¿Y cuándo se dio cuenta de que era lo que quería ser?
—Perdón, parece muy petulante... Quiero decir: cuando digo que estoy bien conmigo, etcétera, es que estoy feliz por desenvolverme en lo que yo sentí que me gustaba hacer.
—Y no está mal tampoco.
—No, no.
—¿Por qué lo habla como si sintiera culpa?
—Bueno, porque en la Argentina las cosas, viste, parecen ser culposas, ¿no es cierto?
—Uno tiene derecho a estar bien y tiene derecho a decirlo.
—Sí, entiendo a dónde vas. Pero viste que el empresario que le va bien, que tuvo éxito, queda mal si dice: “Me va muy bien”. Bueno, esta foto estática es esto. Porque concibo a la vida como una carrera de obstáculos, digamos, y hay momentos en los que esos obstáculos parecen algo despejados hasta que vengan los nuevos.
—En los momentos en los que está mal, ¿a quién recurre?
—Mis amigos. Las personas de mi entorno más íntimo. La familia. Y después a la Fe.
—¿A la Fe?
—Sí, a la Fe, a la trascendencia. En algún punto, uno tiene un factor de trascendencia que hace que sienta las cosas de un modo y no de otro. Yo creo que es importante esa idea de trascendencia porque es también la que nos pone límites.
—¿Un sueño por cumplir? ¿Dónde se ve de acá a cinco años?
—El viejo sueño por cumplir es nunca perder el eje. Es disfrutar de lo que hago como hoy. Es vivirlo desde un lindo lugar, tener tiempo para mí y espacio. Y saber que la tarea, la profesión que uno desenvuelve o hace es una parte de la vida, pero es solo eso, una parte, no el todo.
—¿Qué consejo le daría a los que chicos están estudiando Periodismo?
—Que sean inquietos. Que sean curiosos. Que tengan la mayor creatividad. Y que le pongan mucha pasión. Mucha pasión y dedicación, esfuerzo. Los periodistas somos curiosos, vamos a un lugar y miramos cosas. Observamos lo que otros no ven. Porque lo que estamos haciendo es nutrirnos, buscar información. Registros. Con lo cual diría que lo hagan de ese modo. Que no se queden quietos. Que no esperen la oportunidad que les llegue, que la vayan a buscar. Las anécdotas de aquellos que, sin tener padrinos, como mi caso, sin tener personas que te ponen en un lugar, fueron por esos hechos. Y empezamos por lugares inimaginables, pero en la cercanía de donde queríamos estar y lo que queríamos hacer.
—Cambio un minuto de tema hablando de los medios. ¿Cómo maneja el ego y cómo convive con los egos ajenos?
—No soy yo quien te puede decir cómo manejo mi ego.
—¿Y los egos ajenos?
—Cuando podés escuchar al otro es porque tu ego lo tenés en su lugar.
—¿Paulino Rodrigues es igual a qué?
—Un apasionado.
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