Tocaba en Attaque 77 y fue telonero de los Ramones, pero dejó todo para dedicarse a los títeres de obras infantiles

Emiliano Puñales es saxofonista. Y maestro de primaria. Con su obra Los Titirifeos hace comicidad para chicos con hipersensibilidad auditiva y trastornos de aprendizaje

Emiliano Puñales (izquierda) junto a Luciano Scaglione, durante un show de Attaque 77 (Fotos: gentileza Emiliano Puñales)

Posiblemente el encanto más genuino del arte sea fruto de su propia metamorfosis. De los procesos de transformación que van señalizando el camino, paradójicamente, hacia un destino errante. Con mutaciones continuas que deben amoldarse al producto y a las épocas, desafiando la versatilidad y promoviendo una mayor amplitud profesional en el repertorio de los que suben a escena. Lo único que no cambia nunca, es la magia. Esa perspectiva superior que le da forma a una conexión única entre el escenario y el público. Una tangente que a los artistas les permite transportarse para percibir en tiempo real las emociones que van despertando cada uno de los segmentos del show.

Hasta hace unos años, Emiliano Puñales visualizaba crestas. Alocadas, imparables. Camperas negras empujándose incesantemente en un frenético pogo, y alguna que otra botella volando por los aires. En medio, claro, de un éxito rotundo reflejado en la venta de miles y miles de CDs. Hoy, el saxofonista de Attaque 77, agrupación con la que grabó cuatro discos y se presentó en países como Costa Rica, México y Chile, ve mamaderas. Chupetines y rostros sonrientes amparados por la más pura inocencia. También mamis y papis, muchos de los cuales, casualmente, supieron aplaudirlo cuando con la banda punk-rock tocó en el Estadio Obras, en el Luna Park o en calidad de telonero de los Ramones.

Ahora, entre el público ya no hay raros peinados nuevos. Tampoco, por supuesto, un grupo dispuesto a hacer vibrar con sus letras a sus incondicionales fans. Están Los Titirifeos, una obra humorística de títeres que tiene a Puñales como uno de sus protagonistas. Pensada para divertir integrando, adaptando sus funciones a chicos con hipersensibilidad auditiva y visitando zonas rurales a las que generalmente “nadie va”, siempre bajo la consigna de explicar, con chispa, la importancia del cuidado del medioambiente.

Emiliano Puñales, su saxo y uno de los títeres

¿A qué se debió semejante giro en la carrera de Emiliano? A la metamorfosis del arte, ni más ni menos. Como lo cuenta él mismo.

—¿Cómo se dio tu incorporación a Attaque 77?

—En 1999 para la presentación del disco Otras Canciones, un material que la banda sacó con temas conocidos, reversionados, y que representó la vuelta al éxito del grupo. Personalmente, yo estaba alejado de la música. Estudiaba para maestro de escuela primaria, pero cuando me llegó la propuesta me pareció atractiva. Se dio a través de Rey Gurú, donde uno de los muchachos me comentó que también tocaba en Attaque, algo que yo no sabía, y me llevó. Lo que no me dijo fue que mi primera presentación con el grupo iba ser directamente en el estadio Obras. Así que llegué y tuve que tocar en vivo por primera vez, y casi sin conocerme con los compañeros.

—¿Conservás activos los vínculos con los otros integrantes de la banda?

—Por supuesto. Los recuerdos que tengo de Attaque son de muchísimo cariño hacia mis compañeros. Me abrieron los brazos para recibirme cuando prácticamente ni me conocían. Me hice al lado de ellos, y mi agradecimiento va a estar siempre. Los sigo viendo. De hecho, con Luciano Scaglione toco en el proyecto Lucho al Attaque, con Ciro (Pertusi), en Jauría, y estoy en contacto permanente con Mariano (Martínez) y con Leo (De Cecco). Attaque tuvo esa virtud: siempre fue una gran familia. Al día de hoy todos conservamos el contacto, y cuando digo todos incluyo a técnicos y asistentes, no solamente a los músicos.

—Pasaron 20 años y parecería que los géneros que explotaron en los 90, fueron perdiendo terreno.

—Ha habido un cambio evidente en la predilección de los jóvenes con respecto a la música. La oferta es mucho más variada que en décadas pasadas. Hoy no se consume rock como antes, cuando no importaba qué género te gustaba porque siempre ibas a elegir una banda de rock. Está bueno que las nuevas generaciones puedan sentirse representadas por el trap o el rap, por ejemplo. Yo me quedo con el rock porque somos de esa generación, pero soy muy respetuoso de las nuevas expresiones.

Emiliano Puñales y los Attaque 77, después de un recital

—¿Cómo fue convivir tocando con Attaque 77 y preparándote para ser maestro?

Siempre tomé a la música como un hobby, sin pensar en qué quería llegar a tocar a Obras ni nada, porque no se me pasaba por la cabeza semejante regalo. Iba a ver las bandas a los recitales sin imaginar que me iba tocar estar del otro lado. Para mí siempre fue prioridad la educación. Hoy soy docente de grado también porque fui muy feliz en la escuela. Desde chico me gustó la escuela, y además la posibilidad de enseñar y de estar con los chicos me parece incomparable.

—¿Cuándo surgieron Los Titirifeos tuviste que decidirte por una cosa o la otra, o pudiste encontrar un equilibrio para cumplir con las dos?

—Tuve que elegir. No es que me fui alejando de Attaque. Estoy en la banda desde el 99, pero con lapsus en el medio. Hice giras por México, Perú, Bolivia, Chile y Uruguay, grabé cuatro discos (Trapos, Karmagedom, Acústico y Triángulo de fuerza) y múltiples conciertos, como Obras, Luna Park, Estadio Vélez, entre otros, pero a medida que me iban convocando, porque la raíz de la banda no fue con instrumentos de viento y yo toco el saxo. Luego sí se fueron incorporando los instrumentos de viento y ahí fue cuando ya tuve otro tipo de protagonismo y continuidad. Igualmente, cuando tuve que decidir dónde poner mi energía, me quedé con Los Titirifeos, pese a que me estaba yendo muy bien.

—¡Qué cambio!

—Sin dudas. Fue un cambio drástico y rotundo, pero estoy muy feliz. Creo que la decisión fue acertada. Por supuesto, con la obra se viven otras emociones. Saltar de muchedumbres a espacios más reducidos te da otra cercanía con el público, ver que los padres son muchos que han ido a ver los shows de Attaque y que hoy te traigan a los hijos para que vean la obra es algo único, porque evidentemente tu arte trasciende generaciones. Algo que justamente también aplicamos en la obra, para que se diviertan tanto los chicos como los adultos.

Los Emiliano, Puñales y Vega, son Los Titirifeos

—¿Qué son Los Titirifeos?

—Una obra que cuenta con dos protagonistas, títeres, por supuesto. Gonzalito, realizado por mi compañero Emiliano Vega, y Jazmín, interpretada por mí. Son dos amigos que tratan de convencer al villano de cesar con la tala indiscriminada de árboles nativos. Asimismo explican a los chicos, y también a los grandes, la importancia de cuidar el medioambiente, por eso cerramos la obra plantando un árbol. Todo entre risas, con términos y canciones actuales, y otras clásicas, como “La Gallina Turuleca”. En lo personal, desde luego que toco el saxo y hasta lo hago “hablar”. La consigna es dejar una enseñanza e integrar, obviamente pasándola bien.

—Un tema tan de sensible como el cuidado del medioambiente ¿Qué respuesta ves en el público?

—Positiva. Afortunadamente nos está yendo muy bien. Hemos estado en Avenida Corrientes, en gran parte del Conurbano y hasta recibimos un diploma de honor por el contenido pedagógico de la obra. Hemos recorrido muchísimos kilómetros como parte de la gira que organiza el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Vamos a zonas rurales y a veces somos la primera obra teatral que presencian muchos chicos que, por cuestiones geográficas, no tienen tanto acceso a otros espectáculos. Algo que contribuye es que nuestras funciones se adaptan a chicos con hipersensibilidad auditiva. Es decir, a chicos que no pueden concurrir a teatros con sonido convencional o con trastornos de aprendizaje.

Cuando tuvo que elegir entre el rock y los títeres, Emiliano Puñales no lo dudó. Y cambió de escenario: dejó Attaque 77 para hacer obras infantiles

—¿La posibilidad de seguir con Attaque está descartada?

—¡Para nada! Hoy mi vida son Los Titirifeos, pero estoy convencido de que la banda va a volver en algún momento. Y si se da, será un placer estar tocando otra vez con ellos. Attaque es una gran familia, por sobre todas las cosas.

Ya no hay crestas. Tampoco hay pogo. No está Attaque 77. Están Los Tiririfeos. Hay enseñanzas, desparpajo y alegría mechando generaciones. Todo ha cambiado para Emiliano Puñales. Por la metamorfosis del arte, sin ninguna duda.

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