Saber, suerte, estrategia, instinto. En Los 8 escalones del millón, cada paso puede ser el último y muchos factores intervienen de cara al desenlace. La dinámica del programa que conduce Guido Kaczka en la pantalla de El Trece determina que en caso de empate entre dos o más participantes, son los que pasan al escalón siguiente quienes deben “salvar” a uno de sus compañeros y determinar que sigue en la competencia. El motivo en esta difícil elección suele ser variado, desde eliminar a los participantes con probada sabiduría a una simple intuición o descarte.
Por lo general, las elecciones son aceptadas dentro de las reglas del juego, y los enojos, en caso que existan, van por dentro. Sin embargo, en uno de los últimos programas, las tensiones afloraron y se hicieron visibles hacia el final del juego. Juan Pablo, estudiante de ingeniería electrónica, ya había llegado al escalón final y de acuerdo al reglamento del juego, debía optar por alguno de los concursantes que se habían quedado en la puerta. De un lado, Raúl, un jubilado que trabajó durante 35 años como marinero mercante, y del otro Matías, licenciando en Administración de Empresas.
En plena deliberación interna, Juan Pablo miró hacia sus costados y recibió el reclamo de Matías en forma de súplica: “Te salvé”, le dijo por lo bajo, pero lo suficientemente audible buscando influir en su decisión. La frase tenía sustento en el recorrido hasta la cima, donde el estudiante se las había visto en problemas más de una vez y fue Matías el que decidió darle nuevas oportunidades. Sin embargo, el finalista no dudó y eligió a Raúl, que le estrechó su mano en señal de agradecimiento.
De inmediato, Martín Liberman, uno de los jurados, reparó en la frase y se lo hizo saber a los participantes. “No sé si no escuchó o se hizo el desentendido, pero Matías te miró a los ojos y te dijo ‘Yo te salvé'”, señaló el periodista deportivo. “Te salvé en todas”, agregó el participante, todavía molesto por la decisión. “Escuché ‘ya sabés’, como es obvio”, se defendió el finalista, sin hacerse demasiados problemas y dispuesto a encarar el escalón final.
Juan Pablo enderezó su performance y se hizo acreedor al millón de pesos. Después de una medida celebración, chocó los puños con el resto de los participantes, incluido Matías, cuyo rostro todavía emitía cierto resquemor. “Solo mi vieja me tenía fe, que me anotó sin avisarme. Se notó que no hubo mucho entrenamiento, gracias por las salvadas”, señaló el estudiante de ingeniería, en referencia a su sinuoso camino a la final.
En ese momento, el conductor volvió a apelar al reglamento para formularle la pregunta de rigor para todos los ganadores. “¿Juan Pablo, vos volvés o hasta acá?”, indagó. “Hasta acá llegué, Guido. No vuelvo. Es una experiencia muy estresante, y con el premio puedo pagar las cuentas y hacer todo lo que necesito hacer”, explicó para justificar su negativa.
La posta pasó a Raúl, que también sorprendió con su respuesta. “No voy a seguir. Llegué hasta donde quería, estoy conforme, la plata es un vil metal pero mi orgullo era haber llegado a la final”, afirmó el jubilado, mientras la cámara ponchaba a Matías, y mostraba cómo se relamía una opción inesperada para seguir en carrera. “Yo vuelvo”, respondió el licenciado sin dudar cuando escuchó la pregunta que jamás pensó que iba a escuchar. Y que de alguna manera, sintió que hacía justicia.
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