Pasaron casi cuatro décadas pero si nos remitimos a los contenidos de los 80, automáticamente, haremos mención a una de las series más aclamadas de la época: División Miami. Hablamos de un producto de esos que tienen una gran repercusión en su momento -en este caso desde 1984 a 1989- pero mucho más cuando pasan los años y se instalan hasta transformarse en una producción de culto. El mito creció tanto que, sin ir más lejos, en 1990 y como una suerte de “a pedido del público”, se volvieron a emitir algunos capítulos esporádicos, lo que se convirtió en el puntapié de repeticiones alrededor del mundo durante toda esa década.
¿Por qué fue un éxito? Lo tenía todo: era un policial que seguía las andanzas de los detectives James ‘Sony’ Crockett (interpretado por Don Johnson) y Ricardo ‘Rico’ Tubbs (a cargo de Philip Michael Thomas), que trabajaban encubiertos luchando contra el narcotráfico, recorrían la ciudad en autos deportivos y obviamente, eran los típicos galanes ochentosos, con sus trajes entallados, camisas entreabiertas y cierto toque glamoroso en su andar.
Una de sus particularidades, además de actores de renombre, es que allí, para contar la historia, se empezó a mezclar la música con efectos visuales. La gran novedad de aquella década. Eran tiempos en los que los policiales eran la temática más utilizada, como una suerte de molde que se copiaba, pero con este producto esa estructura se rompió y cobró vida propia: los medios hablaban de una nueva manera de hacer policiales.
Uno de los grandes ganadores de esta serie fue Don Johnson, quien pudo posicionarse en lo actoral pero sobre todo, en su rol de galán rebelde. Su saco arremangado en las mangas y su piel bronceada pasaron a convertirse en su marca registrada, pero su historia de vida y todo lo que afrontó desde que conoció la fama lo puso en un lugar agridulce. Por un lado, el reconocimiento que le dio a la actuación -y le sigue dando a los 72 años-, y por el otro, el derrotero que vendría.
Se lleva un párrafo aparte los excesos que se apoderaron de los mejores años de este ícono. Así y todo, pudo resurgir. A eso se le pueden sumar cuestiones vinculadas al amor. Cybill Shepperd, Uma Thurman, Barbra Streisand, Patti D’Arbanville y Melanie Griffith, grandes figuras de la historia hollywoodense, fueron parejas suyas. Sin embargo, y más allá de que tuvo cinco hijos, los proyectos de familia jamás estuvieron en su lista de prioridades. Siempre surgía algo que lo llevaba para otro lado. Aún así, con cada una de sus exparejas logró mantener una buena relación, como la que tiene con sus hijos.
Johnson nació el 15 de diciembre de 1949 en Flat Creek, un pequeño municipio de Misuri, Estados Unidos. Los primeros años de su vida fueron vinculados al deporte, pero de un momento al otro todo cambió, curiosamente a los 12 años, cuando estuvo un par de horas preso. ¿El motivo? Con su grupo de amigos, después del colegio, salían a robar autos. Ese fue el inicio de una vida caótica, llena de momentos oscuros.
El mismo Johnson decidió hablar del tema hace una década cuando buscó liberarse, pero también dejar un mensaje, sabiendo que muchos adolescentes -por intermedio de sus padres- también lo siguen. “Tenía todos los números de la quiniela: abuso, divorcio (de mis padres) antes de que yo cumpliera los 12 y encima, era el más grande de los hermanos”, le contó a The Guardian.
Cuando sus padres se conocieron eran apenas adolescentes. Crecieron como pudieron, y en el medio, nació él. Su papá, Freddie Johnson, era granjero. Trabajaba todo el día y casi no veía a sus hijos. Su mamá, Eva Wilson, trabajaba como estilista y también pasaba mucho tiempo afuera, por lo que los menores se criaron solos o yendo de una casa a la otra de familiares. El mismísimo artista remarcó que no hubo límites y que hacían lo que querían, sin que nadie los vigilara.
En su defecto, las decisiones de los adultos las tomaba él, ya desde la preadolescencia. “Fue una niñez muy triste. Y cuando te vas de tu casa a los 16 y sin planes, y te tenés que defender solo hasta en el colegio, eso te forja el carácter”, contó Don, y agregó que para ese entonces, cuando cumplió los 12 debutó sexualmente con su niñera, de 17 años. Así y todo, sin apoyo de nadie, se sumó a una escuela de teatro donde desde el primer minuto, sin experiencia alguna, mostró sus cualidades. Además –dicho por él- siempre tuvo profesoras y era tratado como un objeto sexual, por lo que en sus inicios no le costó nada sumarse a elencos.
Con 22 años tuvo su primer papel significativo cuando lo convocaron para The Harrad Experiment. Allí conoció a Melanie Griffith, que tenía 14. Fue un romance controvertido. Se fueron a vivir juntos, ya que ella tuvo una historia de vida similar, por eso no dudó en irse de su casa y juntarse con el actor. En enero de 1977, cuando Melanie cumplió 18, lo primero que hicieron fue casarse. Esa felicidad se vio truncada al mes, cuando asesinaron al amigo de Don. El actor entró en una gran depresión y una vez más, la oscuridad.
Esto repercutió en su relación con Griffith, de quien se separó 11 meses después de haberse casado. Fueron tiempos en los que la noche, el alcohol y las drogas se volvieron sus aliados. Por lo que representaba para la industria, por los amigos del campeón que no faltaron, ingresó en un mundo cruel, que lo tuvo todo el tiempo al borde del precipicio. “Cuando era un chico joven en Hollywood, las drogas, el alcohol y las fiestas estaban por todas partes y fue duro escapar de ello. No se convirtió inmediatamente en un problema, tarda un tiempo, pero te lleva a tomar malas decisiones”, comentó en 2017 en Daily Mail.
El mal viaje por la zona oscura no fue gratis y se vio reflejado en su trabajo, ya que luego de Un muchacho y su perro (1975) casi no volvería a aparecer en ninguna producción hasta 1984, cuando brilló en División Miami. Antes de que lo contrataran pasó por Alcohólicos Anónimos. Su alejamiento de la pantalla había tenido que ver con eso, con atender su salud. Cuando fue la presentación de la serie policial, contó que llevaba un año sin consumir ni una gota de alcohol. Mientras el éxito lo cobijaba y el producto se reproducía en más de 130 países, Don Johnson otra vez besaría la lona.
Ocurrió que todos aquellos vicios que había dejado atrás, regresaron. ¿Cuál era su entorno? “Políticos, senadores, policías, y las prostitutas más lindas del mercado. Todos estaban de mi lado y yo me movía con libertad, hasta con droga en el bolsillo. Tenía pase libre en todos lados”, recordó y dejó de manifiesto que su camino a lo más profundo ya estaba predestinado. Pero una vez más sacó a relucir su fuerza de voluntad y lo logró: entendió que debía cambiar de rumbo o el final estaría cerca.
Así fue que se internó en la clínica de desintoxicación Betty Ford, en Los Ángeles. Hoy está lejos de los excesos, pero eso que padeció lo revivió dos décadas después, ya que la misma situación se vio reflejada en Dakota, su hija, que en 2007 ingresó a un centro de rehabilitación para enfrentar sus problemas de adicción a las drogas. A diferencia de lo que le ocurrió con sus propios padres, quienes no estuvieron a su lado, Don Johnson aseguró que sí estuvo junto a su hija, intentado colaborar en su sanación.
En cuanto al presente, al actor -que en 1996 ingresó al Paseo de la Fama de Hollywood- lo encuentra trabajando. En 2019 protagonizó Knives Out y desde el año pasado está liderando la serie Kenan. Todo es ganancia y eso se puede ver representado en una de sus frases más resonantes: “No esperaba vivir hasta los 30, por lo que todo ha ido genial. Creo que hablo por todos los actores cuando digo que al terminar un trabajo casi siempre piensas: ‘Bueno, ya está. No volveré a trabajar otra vez’. Así que cada día es Navidad para los actores”, dice Don Johnson, el hombre que vivió demasiado. En todo sentido.
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